Triduo a San José. Día 3

TRIDUO EN HONOR DEL CASTÍSIMO PATRIARCA

SEÑOR SAN JOSÉ (Día tercero)

Oración inicial

¡Con qué confianza, con cuánta satisfacción vengo a tus pies, José castísimo, a implorar tu socorro y favor en todas mis necesidades!

¡Oh, yo no desconfío de que quieras oír mis ruegos! porque por experiencia sé que no te sabes negar al que con fe te hace una súplica.

Tú, que en el mundo probaste todas las amarguras de la vida y que conoces bien las duras aflicciones del corazón humano, ¿te negarás cuando algún mortal, con la fe y el consuelo que inspira tu dulce nombre, te invoca y te descubre el centro de su alma que sufre, traspasada por alguna gran pena?

Tú, que puedes sacar la punzante espina de un corazón herido, ¿te mostraras acaso indiferente y verás, sin lastimarse tu eminente caridad, rodar las lágrimas de tus devotos sin extender tu benéfica mano y secar su llanto?

¿Acaso necesitas, para hacernos un beneficio o darnos algún consuelo, de otra cosa que sólo el nosotros pedirlo? ¿Y habrá quién pueda imaginarse que no quieras acceder a calmar o quitar del todo nuestras tribulaciones? ¿Desconfías tú acaso, de que tu Hijo santísimo te niegue lo que le pidieres?

¿Será posible, santo mío, que Aquel que en el mundo alimentaste, y que vio tu noble frente cubierta de sudor para proporcionarle su alimento y el de su santísima Madre, te desaire cuando vayas a suplicarle que te conceda gracia alguna…? Aquel que te escogió para que le sirvieras de padre y que se regocijaba cuando le dabas el tierno nombre de Hijo, ¿no querrá acaso acceder gustoso a tus peticiones?

¿Qué, no es acaso el mismo que en la tierra te obedecía y que tantas veces tuviste entre tus brazos, protegiéndole y acariciándole dulcemente? ¿No es aquel que desde la eternidad te escogió para esposo de la inmaculada Virgen María?

Grandes, muy grandes son estos títulos para que puedas alcanzar de Dios todo lo que pidieres, y grandes son también por tanto, las esperanzas que a mí me infunden tan estupendas prerrogativas.

Posible es, padre mío, que yo te pida una cosa que no me sea conveniente. Esto es efecto de mi ignorancia; pero no es posible que me dejes sin consuelo en mis necesidades.

Sí. Yo no quiero, por supuesto, que se haga mi voluntad, sino la de Dios; y pues si lo que pido en este triduo, no es para su mayor honra y gloria y provecho de mi alma, nada quiero sino en todo tiempo tu amistad y protección, que con eso, de seguro me sobra. Si arduos trabajos, si enfermedades y disgustos es lo que me conviene en la vida, ayúdame a recibirlos, de verdad con el mayor placer, por ser la santa voluntad de mi Dios. Sólo te ruego me alcances tu santísima gracia, para sufrir resignado y alcanzar en la eternidad el premio, que es a lo que más aspiro. Amén

ORACIÓN PROPIA DEL DÍA TERCERO

¡Oh, amabilísimo José, padre del Salvador del mundo! No cesaré de alabarte ni de confiar en tu patrocinio, ni de invocarte hasta el último instante de mi vida, ni de pedirte que  ruegues a Dios por mí.

No desprecies mis oraciones, aunque tibias y sin fervor, suple mi falta de devoción, ilumina mi entendimiento, fortalece mi corazón en la práctica de las virtudes y alcánzame todo aquello que sea necesario para el bien de mi alma, juntamente con el socorro y amparo en mis necesidades. No tengo para qué repetírtelas, pues mejor que yo sabes lo que es más conveniente y necesario.

No hagas conmigo, te lo repito, lo que yo quiera; sino lo que más agradable sea a tu querido Hijo. No se haga en mí y en todas mis cosas sino la voluntad de Dios; para que en todo tiempo y a cada hora cante yo sus alabanzas en la tierra y después vaya a cantarlas en el cielo en tu gloriosa compañía. Amén.

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Se reza la jaculatoria: “San José; protector nuestro, ruega por nosotros”

Sírvanos de guía y de luz, en nuestra necesidad,

La inagotable bondad del dulcísimo Jesús.

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Se reza la jaculatoria: “San José; protector nuestro, ruega por nosotros”

Sea toda nuestra alegría, sea todo nuestro consuelo

la medianera del cielo, la inmaculada María.

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Se reza la jaculatoria: “San José; protector nuestro, ruega por nosotros”

Se aliviarán, bien se ve, nuestras penas y dolores,

teniendo como protectores a Jesús, María y José.

Ahora se pide la gracia que se desea obtener con el rezo de este Triduo…

En seguida se reza la oración final común para todos los días:

Oración final

Ya estoy a los pies del gloriosísimo San José, ya estoy postrado ante ese felicísimo Patriarca. ¿Qué podría temer ahora, teniéndole por abogado? Ei es la voluntad de mi buen Dios, vengan las aflicciones, la orfandad, la enfermedad, la miseria… cuando fuere del agrado del Señor, que resignado me comportaré en medio de los mayores infortunios, porque José es mi refugio; de las maquinaciones de mis enemigos para perderme, de la lengua viperina del que injustamente me persiga, del ladrón que me tienda el lazo para que caiga, del asesino que levante el brazo para herirme, del aire corrupto de la peste, me salvará tu poderosa mano; porque tú eres mi protector, porque has abierto los brazos para recibirme y salvarme, porque vas hacer de mí un hombre nuevo, porque vas a ser mi guía en el camino de las virtudes y porque, en fin, rogarás a Dios por mí, poderoso señor San José:  Amén.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *