Mi esposo, del cual tuve tantas pruebas de particular afecto, no tiene el verdadero reconocimiento de las virtudes que le dio Dios. Pero Yo lo conocí en el curso de muchas adversidades y siempre pude admirar como las enfrentaba. ¡Cuánta paciencia en Mi José y qué adoración por Jesús! No parecía un Padre en nuestra casita sino su más fiel discípulo puesto que fue el primer hombre que recibió instrucción de Él, guía y consuelo.
Era una criatura llena de Dios, tan llena que aceptó, soportó y venció las pruebas que se dan a los elegidos del amor puro. ¡Ah! Mi esposo era más grande que un Serafín, más excelso que Miguel y más puro que todas las almas que brillaron y que brillarán después de Mí.
Cuánto cuidado puso en protegerme de la persecución desencadenada por Herodes y recuerden la asidua vigilancia que practicó Conmigo, mientras habría podido acusarme como a una traidora cualquiera.
El José que trabajaba como artesano es poca cosa, si bien lo hizo de manera ejemplar. Al José grande lo deben ver como discípulo de Jesús, discípulo muy oculto pero sublime.
A veces se piensa que la paz de nuestra casita ha sido fruto de una Gracia especial que Nos dio el Padre, sin reflexionar que esa paz no era sólo Gracia, sino también conquista de cada día.
Ustedes sólo conocen el portal de la casa, pero cuando suban un poco, verán que cada peldaño cuesta fatiga y nadie lo sube sin esfuerzo. Por eso las Gracias que recibimos eran fruto del generoso amor de nuestro Hijo Santísimo, pero dadas con pleno desprendimiento de nosotros mismos, de lo contrario, ¿qué podía premiar en el Cielo Mi Jesús?
José era puro, se dice y es verdad, pero Yo deseo añadir algo sobre su pureza. Equivale a castidad, pero la pureza de Mi esposo tenía una fragancia especial: era una pureza tal que podía y puede estar muy cerca a la Mía. Se la puede representar con un gran manojo de lirios cultivados en un campo circundado de rosas, es decir, era una pureza que tenía por horizonte el más santo amor que un esposo pudiera alimentar por la esposa.
Si los hombres quisieran, podrían ser preservados de muchas manchas recurriendo a José. Bastaría que pidan de corazón que los resguarde de toda impureza para honrar los actos de pureza en los cuales Me trató a Mí, su esposa.