Sagrado Corazón de Jesús (Día 14°)

DÉCIMO CUARTO DÍA:

“Me produce una honda alegría considerar que Cristo ha querido ser plenamente hombre, con carne como la nuestra. Me emociona contemplar la maravilla de un Dios que ama con corazón de hombre” (San Josemaría Escrivá de Balaguer)

Siguiendo con nuestras meditaciones acerca del Corazón de Jesús, y el significado profundo del concepto de “corazón” en la teología espiritual, continuaremos ahondando sobre la importancia de este vocablo, que las Sagradas Escrituras utilizan constantemente. De esa forma, entenderemos mejor los “porqués” de esta maravillosa devoción.

Como vinimos viendo, la palabra “corazón” en hebreo y en griego, no son utilizadas para designar únicamente el órgano del cuerpo, sino que se refieren a una totalidad del ser humano, como creatura de Dios, hecho a imagen y semejanza de Él. Hemos visto igualmente, que en el corazón (la Biblia utiliza el vocablo para referirse a ese lugar donde ocurren los procesos humanos de la libertad, la inteligencia y la voluntad) están comprendidos los valores, los anhelos, las decisiones, los pensamientos, deseos, alegrías y tristezas; y que de alguna manera, configuran en su totalidad, el modo en el cual se desenvolverá la vida del hombre.

En efecto, en las Sagradas Escrituras, tanto en el Nuevo, como en el Antiguo Testamento, el corazón es utilizado para encriptar las emociones y sentimientos más profundos e importantes de la persona. Por ejemplo, el Salmo 12 (11), 6, habla sobre la alegría que el corazón siente: “Al corazón pertenece la alegría: que se alegre mi corazón en tu socorro”; y en Salmo 21 (20),15, sobre el arrepentimiento que el corazón siente ante los pecados que ese mismo corazón comete frente al Señor: “Mi corazón es como cera que se derrite dentro de mi pecho”.

También en el Nuevo Testamento habla nuestro Señor sobre el corazón, refiriéndose al lugar donde el ser humano guarda sentimientos de culpa o de temor: “No se turbe su corazón, crean en Mí” (Jn 14,1).

De igual manera, en San Mateo 15,19, el Señor nos resume los pecados que pueden anidarse en el corazón del hombre y que dan pie a las malas conductas ofendiendo a Dios: “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias…”  solo por citar algunos ejemplos sobre la forma en la que las Escrituras utilizan la palabra corazón, como ese lugar donde va a configurarse la persona humana en su totalidad.

Ya san Bernardo de Claraval (1090-1153), en sus escritos y enseñanzas puntualiza este uso de la palabra corazón, acentuando especialmente su significado en la tradición cristiana teológica y espiritual, en una visión cristológica, centrando totalmente la atención en el Corazón Sacratísimo de Jesús, que es la sede misma de donde brota el Amor Infinito de Dios.

A partir de aquella época, hace mil años, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue extendiéndose de a poco, principalmente por medio de los monjes, cistercienses, primero y luego dominicos y franciscanos, pero recibió un impulso especial con santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), hasta el punto de llegar a ser, desde entonces hasta nuestros días, una de las devociones más importantes de la espiritualidad católica.

Y es que para la literatura espiritual, en el centro, eje, o núcleo de la persona humana está el corazón, de manera que desde allí nacen y salen a la luz todo pensamiento, todo sentimiento y toda acción, y allí se sitúan las inspiraciones de Dios, pues allí mismo es donde habita el verdadero amor (*), y significa muchísimo más que solo “sentimiento”, pues allí está “el toque de personalidad”, que hace que una persona sea como es y se desenvuelva como lo hace. “Es lo que la hace ser…”; encierra a toda la persona en el uso  de sus potencias (raciocinio, libertad y voluntad), que la hacen querer, amar y tratar a los demás; que la hacen ser lo que es y sentir lo que siente; ser capaz de sentir compasión y misericordia, como Jesús las sentía.

(*) Habitar es un verbo que la teología y la filosofía cristianas, especialmente en los siglos pasados, ha utilizado para simbolizar la presencia y la acción de Dios en la vida de los seres que lo aman.

Tratando de sintetizar lo visto hasta ahora, podemos decir que, los escogidos por Dios para que las Escrituras y su Palabra lleguen hasta nosotros, se expresan bajo esta acepción amplia del vocablo, considerando al corazón como el “recipiente” y a la vez el fondo de los pensamientos más profundos y sagrados, el resumen y la fuente de las palabras y las acciones humanas. Ellos, que han recopilado y recogido las Sagradas Escrituras con la Luz y la Sabiduría del Espíritu Santo que los movió a hacerlo, se han expresado de este modo para que podamos entender de una manera más simple y concreta las cosas Divinas.

“Donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón” (Mt 6,21).

Las Escrituras puntualizan el hecho de que el mismo Jesucristo se refiere a toda la persona en su conjunto, alma, intelecto y cuerpo, aludiendo a su corazón, por lo que “corazón”, también para el Señor, representa el lugar más sagrado donde se decide, bajo el uso de todas las facultades humanas, el bien o el mal, sea para el cuerpo y por consecuencia para el alma, o viceversa, ya que todo tiene un doble resultado o consecuencia; visible e invisible, que va a favor o en contra del cuerpo material y del alma espiritual. (Por eso es importante la coherencia entre lo que pensamos, decimos, sentimos y hacemos, pues todo afecta a la persona en su conjunto, en vistas s la salvación o condenación).

Podemos decir que, uno de los núcleos del mensaje total que el Señor quiere transmitirnos a través de esta Devoción, es que nos invita a participar de ese Inmenso e Insondable Amor que brota de Su Sagrado Corazón, y que quiere que aprendamos a sentirnos amados por Él. Al mismo tiempo, nos invita a amar CON ESE MISMO AMOR QUE ÉL NOS AMA No menos; No por tiempo limitado… No escogiendo por qué cosas sí, y por cuáles otras no… De la misma forma como Él nos ama, nos perdona, nos acoge, nos consuela, se preocupa, nos procura y provee; e igualmente, nos aguanta, nos tiene paciencia y siente compasión por nuestras faltas y desatinos… Así quiere que seamos con nuestro prójimo, muy lejos de juzgarlo y condenarlo, como a menudo o al menos a veces, hacemos.

Así pues, la devoción al Sagrado Corazón, y el conocimiento que vamos adquiriendo más profundo de ella, debe de renovar en nosotros el amor hacia y para Dios, y hacia y para los hermanos, a través de Dios.

La devoción recibida y sentida con el corazón, y a la luz del Espíritu Santo, debe enaltecer, agrandar y provocar acciones concretas en favor del hermano; acciones que tendrán como premio la salvación y la Gloria Eterna, pero que no es por la búsqueda de esa Gloria que las realizaremos.

Estas acciones que debemos incorporar, son: Recibir a cada persona con el corazón, sentirla y hacerla sentir bien, como que es verdaderamente una amiga, de manera que, al tener que corregirle de cualquier falta o defecto, o enseñarle algo para ayudarle a ser una mejor persona, nunca hagamos que se sienta humillado o humillada, sino todo lo contrario: que sienta un estímulo para trabajar mejor y más para Gloria de Dios, porque el que corrige y enseña, da testimonio primero de lo que corrige o enseña.

El Sagrado Corazón de Jesús es el Primero en dar testimonio de esto, ya que es el mismo Jesús Quien nos muestra, con cada una de sus acciones, que su vida puede resumirse en una sola palabra: AMAR. Y ¿Qué es amar? Es tener el corazón tan grande, tan grande que el sufrimiento, la preocupación o la intranquilidad de tu hermano sean realmente una cuestión que te interpele y te motive a actuar en su favor; es saber perdonar y comprender, incluso las veces que “comprender con la cabeza” es imposible, y es necesario entonces comprender con el corazón, para poder perdonar. Amar es sacrificarse con Jesús, en favor de las almas que más lo necesitan.

En resumen: si vamos aprendiendo a amar con el Corazón Sagrado de nuestro Señor, defenderemos la verdad y la justicia, sin equivocarnos y de una manera tan clara, que nos ayudará a identificar las mentiras del enemigo y a evitar sus astucias, para que, bajo el influjo del Corazón de Dios, aprendamos cada día a amar más y a servir mejor, con paciencia y perseverancia, derribando con la humildad y la obediencia el reino que satanás quiere imponer en la tierra, llevándose muchas almas con él a la perdición, para lastimar, con esto, al Corazón de Jesús con lo que Él más Ama: nosotros, sus hermanos.

MEDITACIÓN:

El enemigo quiere hacernos semejantes a él. Quiere que, a través de nosotros, el mal se difunda y, con eso, lastimemos a Jesús y a su Adorable Corazón.

Jesús quiere que meditemos sobre esto que hemos leído y elijamos libremente por su Amor, que nos concienticemos de ese Amor Misericordioso y Ardiente, y entendamos que, aunque parezca que el mal está venciendo ahora, en realidad es cuando más derrotado está; ya que primero, Jesús lo venció en la Cruz, y segundo, cuando nosotros decidimos libremente hacer el bien: con eso se rompen las cadenas del pecado y vamos derrumbando el reino del enemigo y “venciendo al mal con el bien”, logrando con esto, el triunfo final del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María.

Jesús, a través de la devoción a Su Sagrado Corazón, nos viene a recordar las palabras que dijo en la Cruz y que encontramos en el Evangelio de San Lucas 23,34: “Padre, perdónalos, porque nos saben lo que hacen.” Él dice eso porque sabe que los hombres están cegados por el demonio y, de alguna manera, están perdidos y han comprometido su libertad, haciéndose instrumentos del mal.

El Corazón de Jesús se da a nosotros y viene a recordarnos que somos libres de decidir y de ayudarlo, haciendo que su Reinado de Paz y de Amor, dé sentido a nuestras vidas, y haga de cada uno de nosotros, sus fieles colaboradores, portadores de su Palabra, de su paz y amor a todos los demás. Pero para eso, tenemos que ir configurando nuestros corazones con el Sagrado Corazón de Jesús: ese es el fin al que quiere conducirnos esta devoción.

Medita el día de hoy en la Palabra del Señor en la Cruz: “Padre, Perdónalos porque no saben lo que hacen.” (Lc 23,34) y repasa, bajo esa iluminación, lo que has aprendido hoy sobre el Sagrado Corazón.

OFRECIMIENTO:

1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.

2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.

3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.

4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.

5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.

6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.

MANERA DE REZARLO:

1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:

Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.

2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:

Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.

3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:

Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.

4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:

Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.

5.- Para Terminar:

Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.

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Finalmente, digámosle todos los días:

¡Gracias, Soberano Señor, Padre mío Amoroso! ¡Gracias Sacratísimo Corazón, donde reside el Amor verdadero que me Ama y Salva! ¡Gracias, Espíritu de Amor, que me da vida y me inspira!

En este día, mis ANE-hermanos y yo te honramos y te damos las gracias, Dios Uno y Trino, por todo lo que Tu Inmensa Providencia nos dispensa, sin merecimiento alguno.

Anhelo Señor en este día, darte mi amor y reunirme algún día Contigo en el Cielo, para cantar el gran himno de acción de gracias allí, en unión plena Contigo, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo, a Ti sea toda alabanza, todo el Honor y toda la Gloria, por los Siglos de los Siglos. Amén.

NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN:

SEXTO DÍA:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberte ofendido. Ayudado de Tu Divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.  Amén.

Oración preparatoria

¡Oh, Corazón Divino de mi amado Jesús! en Quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias, concédeme un corazón semejante al Tuyo, y la gracia que Te pido en esta novena, si es para mayor Gloria de Dios, y tu sagrado culto y bien de mi alma. Amén.

Oración del sexto día: Hallar quietud, sosiego y gozo en el templo hermoso de la paz

¡Oh Corazón amplísimo de Jesús, templo sagrado donde me mandas a que habite con toda mi alma, potencias y sentidos! Gracias te doy por la inexplicable quietud, sosiego y gozo que yo he hallado en este templo hermoso de la paz, donde descansaré gustoso eternamente. Dame la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Ti, ¡oh, Amante Corazón!, y la que Te pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto a Ti y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Oraciones finales

¡Oh, Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Ti Majestad; por medio de este Adorable Corazón, te adoro por todos los hombres que no te Adoran; te amo por todos los que no te aman; te conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conocerte. Por este Divinísimo Corazón deseo satisfacer a tu Majestad todas las obligaciones que te tienen todos los hombres; te ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de tu Divino Hijo, y te pido humildemente la conversión de todas, por el mismo suavísimo Corazón. No permitas que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; has que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Tu Santa Majestad, sobre este santísimo Corazón, a Tus siervos consagrados, mis amigos y familia toda, y te pido los llenes de Tu Espíritu, para que, siendo Su Protector el mismo deífico Corazón, merezcamos estar contigo eternamente. Amén.

Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena

¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente te adoro con todas las fuerzas de mi pobre corazón, yo te alabo, yo te ofrezco las alabanzas todas de los más amantes Serafines y de toda Tu Corte Celestial y todas las que te puede dar el Corazón de tu Santísima y Tiernísima Madre. Amén.

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