Rosas a la Virgen por el mes de María (día 17)

DÉCIMO SÉPTIMO DÍA

Alfonso, Rey de León y Galicia, en su juventud llevaba una vida no muy santa y buena. Una noche, mientras dormía, tuvo un sueño horroroso, que vendría a cambiar su vida y planes por completo: Vio que se moría y llegaba a la eternidad, pero que en el momento preciso en que quería entrar al Cielo, se le impedía por completo la entrada, por no llevar el “traje de gracia y buenas obras” que se exige, como “reglamento” para poder salvarse y pasar a la Gloria Celestial a disfrutar del Paraíso y la Presencia de Dios.

En eso, vio cómo el Señor ordenó a los Ángeles que pesaran en una balanza las buenas y las malas obras que había realizado en vida, para saber qué destino le correspondía en la eternidad.

Vio cómo los Ángeles, echaron del lado derecho de la balanza todas aquellas obras buenas que había realizado, y al izquierdo, las malas que había cometido. Para su infortunio, pesaron más las obras malas que las buenas. Así que la balanza se inclinó al lado izquierdo y, mientras los diablos danzaban de alegría, iba a ser dictada la sentencia final de condenación contra él. Pero en ese momento apareció una figura majestuosa, hermosa y llena de esplendor: era la Virgen María, y colocando Su Rosario en el lado derecho, hizo que la balanza se inclinara totalmente hacia el lado de las obras buenas.

Los demonios gritaban furiosos y protestaban diciendo que eso era una trampa, y nuestro Señor le preguntó a la Buena Madre Celestial: “¿Por qué has hecho esto?”, a lo que Ella le respondió: “Es que este joven Alfonso, ha rezado muchas veces mi Rosario, y yo por esto quiero pedirte, que no permitas que se condene porque es mi devoto”.

Entonces Jesucristo, de cara hacia el pobre Alfonso, que temblaba de susto, le dijo: “¿Has visto?, Mi Madre te ha salvado porque tú le rezas a Ella con frecuencia. Te dejo un poco más de vida, pero aprovecha este tiempo que te alcanzó, para quitar tantas manchas de pecado que tienes en tu alma. Dedícate a echar muchas obras buenas al lado derecho de tu balanza, no sea que, al morirte, estés falto de ellas y no alcances la salvación.”

Cuando despertó el Rey, estaba sudando, el pobre, de tanto miedo. Desde ese día, dejó las amistades que le hacían ofender a Dios, abandonó sus juegos de azar y todas sus reuniones con amistades escépticas y mal portadas que lo alejaban del Corazón de Dios y lo hacían ofenderlo. En conclusión, dejó de lado su vida pecaminosa y comenzó una vida buena, haciendo la Voluntad de Dios y cumpliendo sus mandamientos. Confesó en el sacramento de la penitencia sus pecados, para que su alma quedara totalmente blanca, y fuera una alegría para la Virgen tener un hijo como Alfonso. Decidió echar muchas obras buenas del lado derecho de su balanza visitando enfermos, dando comida a las personas con hambre, especialmente a las familias muy pobres; ayudando a los presos en la cárcel, escuchando Misa, visitando las iglesias y leyendo libros religiosos que trajeran virtud a su vida.

Cuando murió Alfonso, siendo Rey, murió como un verdadero convertido de la fe católica y fiel devoto de la Santísima Virgen María.

Es así hermanos, que siempre es importante meditar en la posibilidad que existe de que nos muriéramos ahora. ¿Qué pasaría si te murieras hoy? ¿Qué tal está la situación de tu alma en estos momentos? ¿Está tu alma llena de diamantes de buenas obras para entregarle al Señor y ser buen hijo de la Virgen, si nuestro buen Dios te llamara ahora, o te encuentras con obras que pesarían mucho más inclinando tu balanza al lado izquierdo, llevándote a la condenación por obras malas, inconclusas u omitidas? ¿Cuál crees que es mayor: el peso de tus buenas obras o el de tus malas acciones?

El Rey Alfonso tuvo, después de su sueño, la buena y santa costumbre, piadosísima de, al principio de cada mes, hacer un pequeño plan de lo que quería ofrecer a la Santísima Virgen como ofrenda de ese mes, para honrarla, agradecerle Su maternal auxilio y consuelo, reparar por sus culpas y las de sus hermanos y suplicarle su guía permanente.

Es así como debemos tener por lema, lo que alguna vez dijo aquel santo varón: “Mi afán principal será el de echar muchas obras buenas al lado derecho de la balanza, para que al presentarme ante el Trono del Juez Divino, no vaya a recibir sentencia de condenación para la eternidad, sino bienvenida al cielo para siempre.”

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes seis días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *