Semillitas para el alma

Aprendamos a orar…

No debemos orar solamente cuando NECESITAMOS algo, o cuando nos apetece.

Tenemos que hacer una cita diaria con el Señor y ser fieles a esa cita. El alma se vuelve fuerte de rodillas ante Dios.
Porque como dice el Salmo 145,18: “El Señor está cerca de los que lo invocan con sinceridad.”
Aprenderemos a acariciar sus manos entre las aguas, sosteniéndonos cuando sentimos hundirnos, llenos de miedos.
Así sentiremos su abrazo eterno por los caminos por los que Él mismo caminó, abrazando a los suyos. Subamos a los montes para escuchar palabras que cambien nuestras vidas. Contemplaremos milagros que calman el corazón del hombre que necesita signos y tiene hambre. Tratemos de descender al lago y navegar sus mares. Entre aguas calmas o turbulentas. Así desearemos cada vez más oír sus palabras dichas al oído.
Ansiemos con todo nuestro corazón ser su discípulo amado, y recostar la cabeza en su costado.
-Compilación de Catalina-

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