¿CÓMO PUEDO TRAER EL ANE A MI CASA?
Hoy veo el calendario en mi celular, quiero calcular el tiempo que transcurrió desde mi última visita al hospital… primero me asombro porque aunque sé que hoy es 12 de mayo, me parece algo surrealista ver un calendario después de tanto tiempo. Varios días ya tachados en un nuevo mes que avanza sin reloj y sin tiempo, simplemente pasa y no se detiene.
Los martes, eran mis días de visita al hospital, y hasta ahora van 7 martes que no asomo. El Señor me llamó a servir en el ANE, en el Ministerio de Salud de los Enfermos, junto a un lindo grupo de 4 buenas amigas, hace ya casi 4 años… pienso y siento con añoranza que es triste no poder seguir asistiendo, sólo Dios sabe hasta cuándo. También sé que un hospital, es el lugar de mayor riesgo y que aunque quisiéramos ir, no es posible… Me quedo orando por aquellos hermanos enfermos a quienes dejamos de visitar de un momento a otro, por aquellos que nos esperaban cada semana para rezar ¨La Coronilla de la Misericordia¨, los que sólo querían platicar, aquellos que en silencio, preferían una palabra de aliento y un dulce apretón de manos, una medalla, agua bendita o una estampita para sus momentos de soledad. Me quedo orando ahora, más que nunca, por todos los enfermos con este virus, por los doctores y enfermeras que siguen trabajando y en circunstancias de tanto peligro por la pandemia.
Sigo meditando y aunque estoy tan a gusto compartiendo, día a día, con mis hijos a quienes tenía un poco olvidados por el trabajo, por los pendientes, las vueltas, el apostolado y los compromisos, comienzo a sentir la falta de estar activa sirviendo al Señor.
Tomo mi libro “La Puerta del Cielo” pidiéndole al Señor me ilumine, pues le pregunto de qué manera puedo reemplazar mis ausencias a la «chamba» (ausencias verdaderamente involuntarias) ¿haciendo qué?, esa es la pregunta…
Le comparto mi inquietud y le digo en oración que quisiera traer al ANE a mi casa, ya que yo no puedo salir de estas cuatro paredes… luego recuerdo las palabras de nuestras autoridades en el último Encuentro anual, cuando nos repetían que el ANE es una forma de vida, refiriéndose a que debemos hacer carne aquello que el Señor nos transmite por medio del Apostolado. Si así lo hacemos, significa entonces que ya vivimos con ese sentir. Pienso, tarareando en la letra del himno del ANE y en el “…nada nos detiene…” entonces reflexiono, en que cada uno de nosotros tiene una misión desde donde estemos, un compromiso con nuestro amado Dios, pese a las limitaciones que estemos enfrentando. Que aunque el COVID nos haya puesto un freno en el camino, entendemos que ese ALTO lo permitió Dios Todopoderoso y que está en nuestras manos sacarle el provecho.
“Yo les enseño interiormente, –dice el Señor— yo busco un lugar puro en el cual descansar mi cabeza y allí Me recuesto a esperar que me busquen con el fuego de sus corazones, que busquen la verdad de Mi amor.
Mis enseñanzas no cesan, soy un Dios que enseña y Mi amor es imperecedero.”
Entonces pienso: no me quedan dudas, Él irá marcando nuestros pasos, ¡nada nos detiene!