NOVENO DÍA:
En nuestra reflexión de hoy, meditaremos acerca de la última revelación que tuvo Santa Margarita, en la que el Señor le habló sobre el abismo de Amor de Su Sagrado Corazón. Meditaremos especialmente sobre esta revelación dado que hoy, Jueves de Corpus Christi, Jesús nos invita a velar con Él, a contemplarlo en la Eucaristía como un regalo infinito de Amor y Misericordia para el hombre, fruto de su Pasión y Muerte en la Cruz.
Jesús, nuestro Dios, ha querido quedarse en un trocito de Pan, y encerrar en él toda su Humanidad y su Divinidad, para hacerse uno con nosotros y derramar sobre el mundo entero, las delicias de su presencia, su auxilio providente y su infinito amor.
Esta revelación transcurrió precisamente durante la Octava de Corpus Christi en el año de 1675, entre el 13 y el 20 de junio. Cuenta Margarita así: “Estando ante el Santísimo Sacramento un día de su octava, y queriendo tributarle amor por Su tan gran amor, me dijo el Señor: “No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya.” Entonces el Señor le descubrió Su Corazón y le dijo “He aquí el Corazón que tanto ha amado al hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles Su Amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para Conmigo en este Sacramento de Amor. Pero lo que más Me duele, es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a Mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que Mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de Su Divino Amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute.”
Margarita, tenía un director espiritual, al cual le contaba todo lo que le sucedía, y con el cuál, el Señor le decía que se confesara y pidiera sus penitencias. Su director era el Padre Colombiere, el cual le ordenó a Margarita a que cumpliese total y plenamente lo que el Señor le había dicho y era su santa voluntad. Igualmente, le dijo que escribiese todo cuanto le había sido revelado. Margarita, sin esperar, obedeció a todo lo que se le pidió, pues su más grande deseo era que se llegase a cumplir el designio del Señor.
Después de ese acontecimiento, pasarían más de diez años antes de que se llegase a instituir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús apenas en el Monasterio de la Visitación, donde ella vivía. Para Margarita, serían los diez años más duros de sobrellevar. La Madre Superiora, que al principio dudaba de la legitimidad de las visiones y mensajes del Señor a Margarita, por fin con los años, llegó a creer en ella, pero durante ese largo período de tiempo, fue trasladada a otro monasterio. Sin embargo, antes de separarse, el padre le ordenó que relatara, ante toda la comunidad, todo cuanto el Señor le había revelado. Ella accedió solo en nombre de la santa obediencia, que sabía, era muy agradable a Jesús, y les comunicó a todas lo que el Señor le había revelado, incluyendo los castigos que Él haría caer sobre la comunidad y sobre ellas, si seguían comportándose de la forma en que lo habían venido haciendo.
Obviamente, los mensajes revelados por Margarita a la comunidad no eran para echarles flores, sino al contrario: el Señor les hacía llegar su mensaje de reprensión y disgusto sobre sus maneras de comportarse, la falta de caridad de unas con otras, sobre la poca seriedad con la que llevaban su consagración y su tibieza en relación con el Señor, lo que ocasionó que todas enfurecidas empezaran a hablarle duramente. Ante esta reacción, Margarita se mantuvo callada, aguantando en humildad todo cuanto le decían y la humillaban.
Al siguiente día, los remordimientos no se hicieron esperar y la mayoría de las monjas, sintiéndose culpables de lo que habían hecho, acudían a la confesión. Margarita entonces oyó que el Señor le decía que ese día por fin llegaba la paz de nuevo al monasterio y que, debido a su gran sufrimiento, su Divina Justicia había sido aplacada. Ella había sido “el puente” para que la Misericordia del Señor llegara a las almas de aquellas consagradas que habían perdido en mucho, la delicadeza de tratarse las unas a las otras, ya no viendo como pecado, las faltas a la caridad.
Entonces, se dio la Aparición de nuestro Señor, y después de ella, Margarita, se sentía desfallecer, fuera de sí, no sabía dónde estaba, su cabeza estaba confusa como si estuviera con fiebre; le faltaron las fuerzas y cayó desmayada. Sus hermanas religiosas, viéndola en tal aspecto y sintiéndose tan mal, la levantaron y la cargaron donde la nueva Madre Superiora. Ella, viendo que Margarita no podía hablar, ni aun sostenerse, arrodillada ante sus pies, la mortificó y la humilló en ese momento con todas sus fuerzas. Y cuando Margarita, humildemente, haciendo el mayor esfuerzo posible pese a su debilidad, le respondió a su pregunta sobre lo sucedido, contándole todo cuanto había pasado, recargó sobre ella nuevas humillaciones y no le concedió nada de cuanto decía que el Señor le mandaba hacer, lo acogió con despreció.
El fuego que Jesús había puesto en el corazón de Santa Margarita, literalmente la devoraba por dentro a causa de las revelaciones, lo que le ocasionó una fiebre continua. Ante esta “misteriosa enfermedad” que nadie entendía, la Madre Superiora no podía evitar sentir miedo y, por tanto, le dijo a Margarita: “Pida a Dios su curación, de esta forma sabré si todo viene del Espíritu del Señor y todo esto, es santo y verdadero.”
Sin esperar más, Margarita, obedeciendo a esta orden, le expuso todo cuanto le pedía su Superiora al Señor, el cual no tardó en recobrarle por completo la salud por la intercesión y de las Manos de la Virgen Santísima. Y así consiguió Margarita el poder cumplir lo que Dios le pedía.
Pero al darse cuenta la Madre Superiora que continuaban las visiones, y no sabiendo qué más hacer para asegurarse de su veracidad y santidad, decidió consultar a los teólogos que servían en la orden. Ella creyó que debía obligarla a romper el profundo silencio que hasta entonces había observado, con el fin de hablar del asunto con personas de doctrina. Así que Margarita fue expuesta y llevada a comparecer ante estos personajes, y haciéndose gran violencia para sobrepasar su extremada timidez, les contó todo lo sucedido.
Y cómo Dios hace sus cosas y tiene sus caminos, que aun siendo revelado sus designios, permitió que algunos de los consultados teólogos, no conocieran la verdad de las revelaciones. Así que condenaron el gran atractivo que tenía Margarita por la oración y la sentenciaron de “visionaria”, prohibiéndole detenerse en sus inspiraciones. Hasta uno de ellos llegó a aconsejar: “procuren que esta hija se alimente bastante y todo irá mejor.”– creyendo que sus delirios eran por la falta de alimentación, debido a los ayunos prolongados y mortificaciones- y así reprimieron a Santa Margarita en cuanto las revelaciones del Señor.
Ella empezó a sufrir mucho por todas las cosas que se decían de ella, pero más que eso, porque el Señor era descreído y su mensaje no podía llegar a donde Él quería. “Se me empezó a decir -cuenta Margarita- que el diablo era el autor de cuanto sucedía en mí, y que me perdería si no ponía muy en guardia en contra de sus engaños e ilusiones.”
Para Margarita, como es de suponer, esto fue motivo de gran sufrimiento. No por razón humana del rechazo, como hemos dicho, sino por el conflicto interno que le causaba. Llegó a pensar que ella estaba en el error, pero por más que trataba de resistir las atracciones de Dios, en obediencia, no lo lograba. Se sentía profundamente abandonada, puesto que se le aseguraba que no la guiaba el Espíritu de Dios, y, sin embargo, no lo podía resistir.
Pero cada vez era mayor la oposición dentro del convento contra Margarita. Había aquellas miradas, muecas, actitudes y esos significativos movimientos de cabeza reprobatorios… Algunas de las monjas, -incluyendo algunos sacerdotes que las dirigían y prestaban sus servicios a la comunidad-, pensaban que una “visionaria” venía a ser como la personificación de toda una legión de demonios; un peligro evidente y una gran amenaza para todas. Llegó hasta tal punto, que las hermanas empezaban a rociarla con agua bendita cada cuando pasaba, mojándola de manera ofensiva y humillante.
MEDITACION:
Reflexionemos hoy sobre el celo que el Señor quiere poner en cada uno de nuestros corazones para darle Gloria y Honor.
Meditemos, durante todo este día, qué es lo que se entiende por CELO ESPIRITUAL: El ardiente deseo por la Gloria de Dios y la salvación de las almas, así como una actividad siempre en movimiento, para conseguir esos objetivos.
Medita cómo, toda la Vida de Jesús estuvo marcada por un celo ardiente por salvar almas y llevarlas a la Gloria de Dios, para que puedan gozar de esa eternidad que el Padre nos ofrece.
Jesús, si predicaba, si comía con pecadores y hablaba con prostitutas; si curaba, si resucitaba de la muerte, si perdonaba los pecados incluso los más terribles; si se mostraba glorioso en el monte Tabor, o preso de la envidia, el odio y el pecado en la Cruz, durante su dolorosa Pasión… fue por el Celo ardiente que devoraba Su Santísimo Corazón y la atracción amorosa por realizar todos los designios del Padre para lograr estos objetivos.
¿Trabajas para que este celo del amor de Dios, por don del Espíritu Santo, crezca en tu corazón?
¿Cuántas veces pides al Espíritu que haga arder en ti ese celo amoroso por las cosas de Dios?
¿Participas activamente en estos objetivos, uniéndote a tus hermanos en Jesús, con un mismo actuar, pensar y sentir? Guarda y medita todo esto en tu corazón, durante todo el día de hoy…
Digámosle todos los días:
¡Gracias, Soberano Señor, Padre mío Amoroso! ¡Gracias Sacratísimo Corazón, donde reside el Amor verdadero que me Ama y Salva! ¡Gracias, Espíritu de Amor, que me da vida y me inspira!
En este día, mis ANE-hermanos y yo te honramos y te damos las gracias, Dios Uno y Trino, por todo lo que Tu Inmensa Providencia nos dispensa, sin merecimiento alguno.
Anhelo Señor en este día, darte mi amor y reunirme algún día Contigo en el Cielo, para cantar el gran himno de acción de gracias allí, en unión plena Contigo, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo, a Ti sea toda alabanza, todo el Honor y toda la Gloria, por los Siglos de los Siglos. Amén.
OFRECIMIENTO:
1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.
2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.
3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.
4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.
5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.
6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.
MANERA DE REZARLO:
1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:
Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.
2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:
Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.
3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:
Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.
4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:
Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.
5.- Para Terminar:
Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.
NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN
PRIMER DÍA:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberte ofendido. Ayudado de Tu Divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh, Corazón Divino de mi amado Jesús! en Quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias, concédeme un corazón semejante al Tuyo, y la gracia que Te pido en esta novena, si es para mayor Gloria de Dios, y tu sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del primer día: Corregir y desterrar la sequedad y tibieza de nuestros corazones
¡Oh Corazón sacratísimo de Jesús, que, con ferventísimos deseos y ardentísimo amor, deseas corregir y desterrar la sequedad y tibieza de nuestros corazones! Inflama y consume las maldades e imperfecciones del mío, para que se abra a tu amor. Dame la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Ti, ¡oh amantísimo Corazón!, y la que te pido en esta novena, si es para mayor Gloria de Dios, bien de mi alma y lograr así mi salvación. Amén
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh, Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Ti Majestad; por medio de este Adorable Corazón, te adoro por todos los hombres que no te Adoran; te amo por todos los que no te aman; te conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conocerte. Por este Divinísimo Corazón deseo satisfacer a tu Majestad todas las obligaciones que te tienen todos los hombres; te ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de tu Divino Hijo, y te pido humildemente la conversión de todas, por el mismo suavísimo Corazón. No permitas que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; has que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Tu Santa Majestad, sobre este santísimo Corazón, a Tus siervos consagrados, mis amigos y familia toda, y te pido los llenes de Tu Espíritu, para que, siendo Su Protector el mismo deífico Corazón, merezcamos estar contigo eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente te adoro con todas las fuerzas de mi pobre corazón, yo te alabo, yo te ofrezco las alabanzas todas de los más amantes Serafines y de toda Tu Corte Celestial y todas las que te puede dar el Corazón de tu Santísima y Tiernísima Madre. Amén.