Sagrado Corazón de Jesús (Día 6°)

SEXTO DÍA:

Continuamos meditando con las revelaciones del Señor a Santa Margarita María y el mensaje sobre Su Sagrado Corazón.  En esta entrega, reflexionaremos sobre la segunda revelación del Señor y su mensaje de Amor y Salvación para todos los hombres.

Segunda revelación:

Santa Margarita siguió su vida en el convento, haciendo sus trabajos diarios que, como religiosa, la comunidad le asignaba. Unos dos o tres meses después de la primera aparición, se produjo la segunda gran revelación. Escribe Margarita al respecto:

“El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior… la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en el la Cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de Su Vida y en Su Santa Pasión.”

Más adelante continúa: “Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar Su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de Amor, de Misericordia, de Gracias, de Santificación, y de Salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de Su Corazón de Carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mí sobre el corazón, para grabar en él Su Amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en él todos los movimientos desordenados. [Me hizo ver] Que esparciría sus Gracias y Bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta Su Santa Imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de Su Amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del Imperio de Su Amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción.”

A esta “segunda gran revelación” se le llama de esta forma, ya que nuestro Señor empezó a descubrir sus intenciones y formular sus promesas a través de los diálogos que tenía con Santa Margarita. Él quería que ella fuera ese instrumento para hacer conocer a todos sus hijos de la hora tan apremiante que la humanidad vivía con respecto a su salvación y a la calidad de amor que el hombre le expresaba a Dios (las pocas veces que lo hacía).

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús es el símbolo de Su Ardiente Amor hacia nosotros, el cual había entregado sin condiciones, y el Señor quería que esta imagen se expusiese en las casas o se llevase sobre el pecho, en forma de Medalla, ofreciendo así promesas de gracias y bendiciones a quienes lo veneraban.

Santa Margarita ardía de deseo de compartir todo esto que el Señor le expresaba, pero por obediencia a Él, por el momento, la Santa Monjita no podía decir nada de lo que había visto, pues no había llegado la hora. Estas revelaciones tendrían que pasar primero por muchos exámenes y sufrir mucha oposición. Y aún había mucho más que Jesús quería revelar a la humanidad…

Margarita seguiría con sus citas con el Señor, sin poder compartir nada, sino a ejemplo de la Santísima Madre de Dios, y otros tantos elegidos del Señor, tendría que guardar todo eso por un tiempo más en su corazón, antes de ser revelado y dado a conocer a la Iglesia Universal como designio de Dios.

Para poder comprender de mejor manera lo siguiente en la vida y misión de Santa Margarita, y los designios de Dios sobre ella y la humanidad, haremos un paréntesis en las revelaciones, y leeremos y meditaremos sobre una parte importantísima de la vida de Santa Margarita, que le hizo darse cuenta de la especial predilección de Jesús por ella, reservándola desde siempre, a vivir solo para Él en la vida consagrada.

AMOR AL DIVINO SACRAMENTO:

La biografía de Margarita nos cuenta que, siendo ella todavía una jovencita, las cosas en su casa no iban muy bien. En el centro de su familia había problemas. Especialmente, desde la muerte de su padre, se habían instalado en su casa dos parientes y una de las hermanas de su papá, quienes habían relegado a segundo término a la mamá de Margarita y habían tomado en sus manos la administración y gobierno de la casa. Y así, de un día para otro, Margarita y su mamá no tenían autoridad alguna en la casa. Era una guerra continua, ya que todo estaba bajo llave, de tal modo, que ellas no podían hacer ni tomar nada sin el permiso de sus parientes.

Margarita, con el corazón dolido por todas esas injusticias y malos tratos y la dinámica familiar, empezó a dirigir todos sus afectos, a encontrar su dicha y su consolación en el Santísimo Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible hacer libremente, ya que la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de la casa sin el permiso de sus familiares. En repetidas ocasiones un familiar le daba permiso y otro se lo negaba, no permitiéndole salir de la casa para nada, como si estuviera en una prisión.

Pero si Margarita sufría por su situación, era más todavía el sufrimiento que le causaba el ver la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su cabeza, que le producía una hinchazón e inflamación muy dolorosas y peligrosas, se veía continuamente cerca de la muerte. Y por cuanto más rogaba Margarita a sus parientes para que ayudasen a su mamá, ellos, sin mucho interés, buscaron tan solo un cirujano que la vio una sola vez. Éste, después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a todos que solo un milagro podría salvar a la mamá de Margarita. Viendo el descuido hacia su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al mismo Señor. Y en oración le pidió que Él mismo fuese el remedio para su pobre madre y que le enseñase a ella qué tenía que hacer para cuidarla y que recibiera algo de misericordia ante tan difícil situación.

Pronto se haría indispensable la necesidad de esa fortaleza especial que pedía. Un día, en cuanto regresó a la casa, encontró que estaba reventada la mejilla de su mamá con una llaga casi tan ancha como la palma de una mano, y de ella salía un olor insoportable. Venciendo su natural repugnancia a las heridas, Margarita curaba todos los días la llaga de su mamá, teniendo varias veces que cortar mucha de su carne podrida. Durante todo el tiempo de la enfermedad, Margarita apenas dormía y comía muy escasamente, dedicándose todo el tiempo a estar al cuidado de su madre. Pero no dejaba de dirigirse al Señor y le decía con frecuencia: «Mi Soberano Maestro, si Tú no lo quisieras, no sucedería esto, pero te doy gracias de haberlo permitido, para hacerme semejante a Ti.»

Y así iba creciendo en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento. Ella se lamentaba siempre, pues sentía que no sabía cómo orar, ni cómo referirse al Señor cómo se debía y Él se merecía; pero fue el mismo Señor quien le empezó a enseñar, inspirándola. Él mismo la movía a arrodillarse ante Él y a pedirle perdón por todas sus ofensas, y después de adorarlo, era el mismo Señor quien se le presentaba en el misterio que Él quería que ella meditase. Y consumida en Él, crecía en ella el deseo de solo amarlo cada vez más.

Cuando su madre y sus parientes empezaron a hablarle de matrimonio, la joven Margarita no podía sino sentir temor, pues no quería en nada ir en contra de aquel voto de entrega exclusiva a Dios que una vez había pronunciado. Pero era grande la presión, ya que no le faltaban pretendientes que querían empujarle a perder su castidad. Por otro lado, su madre le insistía: Llorando ella le decía a Margarita que no tenían más esperanzas para salir de la miseria en que se hallaban más que en su buen matrimonio, teniendo el consuelo de poder retirarse con ella, tan pronto como estuviera colocada en el mundo, de toda esa dinámica horrible que vivían en la casa.

Todo esto fue muy duro para Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba continuamente, diciéndole que, si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a su mamá, ya que confiaba y esperaba en ella para poder tener una vida más tranquila y afable. Pero, por otra parte, la llamada de Margarita a ser religiosa y el horror a la impureza no cesaban de influenciarle y tenía, por gracia de Dios, continuamente delante de sus ojos, su voto, al que sentía que, si llegase a faltar, sería castigada con horribles tormentos.

Sin embargo, por la ternura hacia su madre y por el inmenso amor que le tenía, comenzó a sobreponerse con la idea de que, siendo aún niña cuando hizo el voto, y no comprendiendo lo que era, bien podría obtener dispensas del Señor para casarse. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para ser del agrado de los que la buscaban. Procuraba divertirse lo más que podía. Pero durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos, continuamente el Señor la llamaba a su Corazón. Cuando por fin ella se apartaba un poco para recogerse, el Señor le hacía severas reprensiones ante las cuales sufría horriblemente. Escribirá luego Santa Margarita: Me lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y vanidades.”

En una ocasión Jesús le dijo: “Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de castidad. Soy Yo Quien te motivó a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte en tu corazón… Y después te confié al cuidado de Mi Santa Madre, para que te formase según mis designios.”

Finalmente, para hacerla de una vez caer en cuenta y tomar la decisión de su vida, el Divino Maestro se le aparece todo desfigurado, cual estaba en su Flagelación y le dice, refiriéndose al tipo de vida por el que ella estaba por optar: “¿Y bien, querrás gozar de este placer?  Yo no gocé jamás de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón. ¿Querrás ahora disputármelo?”

Comprendió entonces ella que era su vanidad la que había reducido al Señor a tal estado de dolor, que estaba perdiendo un tiempo tan precioso, del cual se le pediría una cuenta rigurosa a la hora de su muerte. Y con esta gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier sacrificio, aunque pasarían cinco años antes de poder realizarlo.

MEDITACIÓN:

“Aspiren a las cosas de Arriba, no a las de la Tierra” (Col.3,2).

Jesús nos muestra, a través de esta hermosísima devoción, que Él ha dejado el Cielo haciéndose Hombre por amor a nosotros. Que Él, haciéndose Carne, vino al mundo para darnos la oportunidad de volver a disfrutar con Él la gloria del Padre.

Él quiere divinizar nuestro corazón en el amor, y nos muestra Su Corazón para que trabajemos sobre el nuestro, tratando de alcanzar la semejanza a Él.

Nuestro corazón siempre estará inquieto y no descansará hasta que no esté lleno de los consuelos y dulzuras que llegan del ese Sagrado Corazón de Jesús, que está dispuesto y atento a dárnoslas.

Pero los verdaderos consuelos y dulzuras del Sagrado Corazón no están en los gozos temporales, no pueden agotarse con el solo placer de la oración, o el sentir su dulce presencia. La mayor dulzura que produce el Sagrado Corazón de Jesús es la de la paulatina semejanza de nuestro corazón al Suyo, el sentir un amor que nos consume: amor a Dios, amor al prójimo, amor al mismo personal sacrificio.

En este día, meditemos en la vida de Santa Margarita y los designios de Dios para ella, pero a partir de allí tratemos de llegar a los designios de Dios para nosotros… que nuestro corazón, que nuestra vida esté siempre en búsqueda de la Voluntad del Amado.

Muchas veces nos equivocamos, caemos… pero es el Corazón de Dios, que nos da las fuerzas a través de Su Santo Espíritu, para levantarnos y seguir en la lucha; en esa búsqueda que nos lleve a Él y a ganarnos, por la Misericordia de Dios, las cosas de arriba, las cosas del Cielo, que están muy por encima de las terrenales.

Por el amor incondicional y eterno que sólo Dios puede dar, pone en nuestros corazones, en nuestras almas, ese anhelo, ese deseo de buscar la felicidad verdadera y eterna; esa casi “obsesión” por lo trascendente, lo verdaderamente importante, aquello que te haga ser cada día una mejor persona, fijando la vista en el Cielo.

Medita en este día, repasando con detenimiento estas entregas sobre la vida de Santa Margarita y las revelaciones del Sagrado Corazón, cómo el Señor te invita a mirarlo a Él de nuevo. A sentir su presencia, su modo de actuar y su profundo Amor hacia ti y los tuyos. Siente cómo te grita, cada día, que Él está para ti y que está junto a ti.

El Señor te dice, nos dice: “¡Mírame, aquí Estoy! Mira hacia lo alto, no te quedes en las cosas de abajo, de la tierra; en lo pasajero.”

Piensa en los diferentes capítulos de tu vida, especialmente en los más difíciles…

¿Has caminado de la Mano del Señor con la certeza de que Él camina junto a Ti, ayudándote?

¿Has pedido al Señor te dé el don de su Luz y su Fuerza, para enfrentar la vida como se vaya presentando, pero especialmente para reconocer como un don, junto a ti, su Presencia?

Reconozcamos profundamente que nuestro pasado, nuestro ayer, nuestras luchas anteriores, con sus fracasos y dolores, nos han servido para tener un nuevo amanecer, un nuevo día, en los brazos de Jesús que nos tiene dentro de Su Sagrado Corazón, como regalo gratuito Suyo, sin mérito alguno de parte nuestra. Repitamos con Santa Teresa esta oración, un verdadero poema:

“Nada te turbe; Nada te espante; Todo se pasa; Dios no se muda;

La paciencia todo lo alcanza; Quien a Dios tiene Nada le falta: Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe.

A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante

¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa.

Aspira a lo celeste, que siempre dura; Fiel y rico en Promesas, Dios no se muda.

Ámala cual merece, Bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia.

Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera, todo lo alcanza.

Del infierno acosado, aunque se viere, burlará sus furores, quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios su tesoro, Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo; id, dichas vanas, aunque todo lo pierda, Sólo Dios basta.”

(Santa Teresa de Ávila)

OFRECIMIENTO:

1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.

2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.

3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.

4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.

5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.

6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.

MANERA DE REZARLO:

1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:

Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.

2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:

Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.

3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:

Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.

4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:

Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.

5.- Para Terminar:

Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.

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