VIGÉSIMO QUINTO DÍA:
Todo acto consciente tiene un fin, un propósito, una meta; la vida misma debe estar apuntada a lograr un objetivo general, y en lo posible, todo debe de transcurrir sin salirse del camino que conduce a esa meta.
A nosotros, los cristianos, Jesús nos marca claramente la dirección por donde debemos ir avanzando (el camino); nos alienta en cada momento, a dar testimonio de vida, siendo siempre para todos y en todo, congruentes entre lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos (la verdad); de manera que nuestras acciones estén siempre orientadas a hacer el bien, para que así podamos alcanzar la eternidad junto a Dios (la vida).
Jesús nos ha dicho que Él mismo Es el Camino, la Verdad y la Vida, y que para encontrar “la perla preciosa” de la que hablan las Escrituras (Mateo 13,44-46), el único camino y la única verdad a seguir, es su Palabra, que da Vida en plenitud.
De ese modo, la Palabra de Dios nos impulsa a que, en pleno ejercicio de las potencias de nuestra alma (la libertad, el raciocinio y la voluntad, que son los tres regalos del Señor que nos hacen “imagen de Él”, para poder asemejarnos a su perfección -Mt 5,48-) tomemos una decisión, que respondamos al amor que Él quiere entregarnos, y que nos hagamos responsables de caminar hacia nuestro destino, al lugar al cual pertenecemos desde siempre, que es la Gloria eterna, con nuestro Padre Dios.
¿Quién de nosotros está dispuesto a sacrificar todo, lo mucho o poco que tiene en esta vida, a luchar contra todo, a defender contra viento y marea la herencia que Jesús nos ha dado, para ganar ese tesoro celestial? El Reino de los cielos es nuestra meta, y Jesús es nuestro camino.
El Corazón de Jesús tiene dos grandes deseos, o dicho de otro modo: la devoción y el evento del Sagrado Corazón a través de Santa Margarita María en el siglo XVII, tiene dos grandes objetivos: el primero es darle Honor y Gloria a Su Padre, y que el hombre le rinda esa adoración que le es merecida como Dios; y el segundo, es la salvación de las almas.
Para lograr esos dos objetivos eternos del Sagrado Corazón, Jesús pasó su vida terrena haciendo el bien (Hechos 10,38) recorrió los caminos de Galilea sanando, perdonando, enseñando, todo para Gloria de Dios, su Padre. Siendo adolescente, se paró frente a los doctores de la Ley en el Templo de Jerusalén y dio lectura a los textos sagrados; ¡todo para dar Gloria a su Padre! Jesús seguía un camino. Un camino de verdad, que daba vida en abundancia (o plenitud) a aquellos que creían en Él.
El segundo objetivo o deseo del Corazón de Jesús es, como decíamos, la salvación de las almas, y es por ello que el Señor realizaba los milagros. Es verdad que la compasión de las miserias de los hombres calaban el Misericordioso Corazón de Jesús, que lo impulsaban a Obrar los prodigios, pero su objetivo principal era que, a través de esos prodigios (visibles y sensibles), los hombres entendieran el poder sanador de Dios en las almas, con ese doble propósito: lograr con esto la conversión del hombre, su reconocimiento y amor verdadero, salvando de esta manera su alma, y Glorificando de ese modo a su Padre que, estando en el Cielo, lo había mandado para rescatar a las ovejas perdidas y conducirlas de nuevo por el camino de la verdad, que los llevara de nuevo a asumir su esencia y lugar de hijos de Dios.
La salvación de las almas y el darle Gloria al Padre son como las dos caras de una misma moneda; ese es y ha sido siempre el deseo del Hombre-Dios. Por eso se humanó y nació de una doncella. Por eso, sin dejar de ser Dios, pero haciendo a un lado sus prerrogativas de Dios, asumió su humanidad y vivió entre nosotros siendo uno de nosotros. Por eso bajó del Cielo y de su Trono, y vivió en humildad y pobreza, trabajando con su padre adoptivo, san José, y ganándose la vida como carpintero. Por eso dejó luego su casa y a su Madre, y dedicó su Vida a enseñar las Palabras que había escuchado de su Padre y que repite para hacerlo presente entre los hombres de buena voluntad que las quieren atesorar y guardar en sus corazones.
Por eso dio su vida en el madero de la Cruz, consiguiendo la redención del género humano y logrando con eso, la entrada nuevamente de las almas al Reino de los cielos.
Dar Gloria y honor al Padre y la sed por la salvación de las almas fueron las dos grandes vertientes de la misión y los objetivos del Corazón de Jesús.
«El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10,10); Jesús nos previene del enemigo de las almas. Nos avisa de ese ladrón que está dispuesto a hacer lo que sea, con tal que las almas se separen de su creador y se pierdan. Él, en su figura del Buen Pastor, nos señala como a sus ovejas el camino, nos cuida y nos ayuda a regresar sanas y salvas al lugar donde pertenecemos.
¿Y por qué hoy día, Jesús sigue sufriendo y diciéndonos que tiene una inmensa sed de almas que lo quieran, lo acepten y lo encarnen en sus corazones? Porque el hombre ha perdido el camino. Porque su visión se ha hecho estrecha. Porque está ciego y se ha dejado engañar por ese ladrón del que nos advierte el Señor, que viene a robar, matar y destruir el Reino de los Cielos en los corazones de los hijos de Dios, logrando que el mundo declare que Dios no existe, y camine en la mentira y en el “deicidio” (es decir, en el asesinato de su propio Dios).
Nunca como hoy día, Dios está siendo apartado de las vidas de los hombres, despreciado, deshonrado, sacrílegamente tratado, olvidado… Pero Jesús sigue apostando y esperando en el hombre. Sigue luchando por su amor y por el cumplimiento de su Misión; la Misión que le fue asignada por su Padre. Jesús apuesta nuevamente al deseo de su Sacratísimo Corazón de salvar almas y endulzarlas con su Amor, a través de la devoción a su Sagrado Corazón.
Jesús nos invita a reflexionar sobre su Palabra: «Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz” (Juan 10,5) … El Señor quiere que pensemos qué es lo que nos aparta de Él, cuáles son esas voces “extrañas” que nos están haciendo confundirnos y errar el camino que nos lleva a darle honra a su Padre. Es necesario hacer una introspección y detectar qué es lo que no viene de Dios, que es contrario a nuestra fe y lejos de darnos beneficio y bendición, nos une a ese ladrón que seduce para apartar, matar, destruir y maldecir.
Jesús nos ofrece su Corazón y nos pide que ablandemos el nuestro para recibirle, que le permitamos limpiar y calentar nuestros corazones fríos y sucios, despojándolos de toda clase de inmundicias; que abramos nuestras existencias a su Acción Redentora, para que pueda Obrar en ellas, y hacer que nuestras vidas no escuchen más que sus Palabras y no sigan más que sus pasos.
Él, que es Dios de todo consuelo… nuestro Buen Pastor, Redentor y Señor… nuestro Camino, Verdad y Vida, nos invita a convertirnos para honrar junto con Él al Padre del Cielo, y a ayudarle en su Misión redentora, llevándole almas para que se salven. Nos comenta, en un mensaje de Manantiales que leeremos a continuación, cuánto nos ama, y cómo todo lo que hay en el mundo ha sido hecho para que, a través de la creación, lo alabemos. Nos pide que dejemos ese corazón duro como la piedra y le permitamos cambiarlo, con uno de carne salido de su Adorable Corazón. Leamos:
MANANTIALES-99 “ABLANDA TU CORAZÓN”
“Ablanda tu corazón, hijo Mío. Que no permanezca más tiempo frío cual el mármol y duro cual diamante en esta hora de ingratitud del género humano. Si el último de los hombres hubiese hecho por ti un milésimo de lo que Yo hago en el Misterio de la Eucaristía, no podrías menos que amarle…
¿No te concedí hermosos presentes cuando te regalé todas las cosas del mundo, haciéndote soberano de los animales de la tierra, de las aves del cielo y de los peces del mar y, aun mando a Mis ángeles para que te sirvan y acompañen por todas partes?
¿No me despojé bastante por ti cuando descendí del cielo y Me revestí de la naturaleza humana en el misterio de la Encarnación? ¿No sufrí bastante por tu salvación en el transcurso de Mi vida y en Mi muerte, para dejar de abatirme a los sagrados excesos a los cuales desciendo en los altares?
¿Cuáles pues, deben ser los sentimientos de tu corazón para Conmigo, que te amo con tanto ardor, que reúno para ti en Mi persona todas las perfecciones inimaginables; que te espero en un reino inmenso y eterno, lleno de gloria y felicidad?
Sólo les pido amor, hijos Míos… Ámenme con toda la fuerza y perfección de que son capaces: Conviertan todos sus miembros en corazones y conviertan esos corazones en llamas ardientes para que, junto a ángeles y bienaventurados del cielo, todos los justos de la tierra y los que sufren, comprendan el amor infinito que les manifiesto en este misterio.”
MEDITACIÓN
El día de hoy, dedícalo a reflexionar sobre lo que nuestro Señor nos dice acerca del amor que le entregamos y el que espera. ¿Cómo consideras que es el amor que le entregas al Señor en tu vida diaria? Tomando en cuenta lo que has leído, sobre todo lo que Él ha hecho por ti; ¿crees que es suficiente la forma con la que pagas tantos beneficios? ¿Cómo podrías mejorar esto, para darle mejor sentido a tu camino de conversión?
¿Qué plan de acción a corto plazo podrías establecer, para ir poniéndote en marcha siguiendo las huellas de Jesús y haciendo de Él tu camino?
Él te ha dicho que es la Palabra; tomando en cuenta esto, ¿crees que lees lo suficiente la Biblia? ¿La compartes para asemejarte a Él, en el deseo de su Corazón por la salvación de las almas, y así cumplir igualmente la misión que tienes como Apóstol de la Nueva Evangelización?
OFRECIMIENTO:
1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.
2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.
3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.
4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.
5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.
6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.
MANERA DE REZARLO:
1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:
Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.
2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:
Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.
3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:
Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.
4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:
Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.
5.- Para Terminar:
Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.
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Finalmente, digámosle todos los días:
¡Gracias, Soberano Señor, Padre mío Amoroso! ¡Gracias Sacratísimo Corazón, donde reside el Amor verdadero que me Ama y Salva! ¡Gracias, Espíritu de Amor, que me da vida y me inspira!
En este día, mis ANE-hermanos y yo te honramos y te damos las gracias, Dios Uno y Trino, por todo lo que Tu Inmensa Providencia nos dispensa, sin merecimiento alguno.
Anhelo Señor en este día, darte mi amor y reunirme algún día Contigo en el Cielo, para cantar el gran himno de acción de gracias allí, en unión plena Contigo, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo
Amén
Gracias mi Jesús, por permitirme, conocer la grandeza de Tu Amor, quiero, vivir y morir, en Ti y para Ti, quiero refugiarme en la llaga de Tu costado.
Te ruego por la conversión de mi familia.
Bendice a Francisco y su familia por este regalo a la devoción a Tu Sagrado Corazón y al dulce Corazón de Nuestra Madre María; que nos ha transmitido durante este mes.