VIGÉSIMO DÍA:
«El adorable Corazón de Jesús quiere asentar en todos los corazones el Reino de Su Puro Amor, debelando y echando a pique el de Satanás, y pienso que lo desea tanto, que promete grandes ganancias a los que de buena voluntad tomen parte en esta empresa, según los medios y luces que les comunique.» (Santa Margarita María de Alacoque)
Hoy seguiremos reflexionando sobre la estrecha relación que existe entre nuestro amado apostolado, y la devoción al Sagrado Corazón. Asimismo, seguiremos meditando lo que el Señor nos pide de cada uno de nosotros, para ser cada día más dignos de su Amor y más agradables a sus ojos: la humildad y mansedumbre.
El Señor desea que no ambicionemos ninguna gloria, ningún honor, ningún reconocimiento especial, ningún trato preferencial. Ser servidores de todos y ocupar los últimos lugares, cediendo los primeros a otros de nuestros hermanos. Siempre sentirse menores y necesitados de aprender, aún de personas que pudieran tener menos experiencia, menos “cultura”, menos “carrera”, menos estudios que nosotros. ¡De todos tenemos algo qué aprender! Humildad, humildad, humildad… Jesús quiere que necesitemos y deseemos, al final de cuentas, solo lo que puede darnos el Sagrado Corazón. Él, como les dijo a Sus Apóstoles, nos repite el día de hoy a ti, a nosotros y a todos: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo ignora lo que hace su Señor. A ustedes los llamo amigos, porque les di a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn 15,15).
Pensemos: ¿Quién, en la tierra, tiene ese corazón tan grande…? ¡Nadie! Por eso no deberíamos desear ningún otro honor que el que nos da el servir al Señor. Nada debería de separarnos de su Amor, y claro está, que ningún honor dado por los hombres, tiene ninguna relevancia ante la magnitud de estar en gracia de Dios. Es por eso que debemos estar bien atentos de las cosas que el mundo nos ofrece, y como el Señor nos enseña y recuerda, a través de tantos profetas y mensajeros Suyos: discernir siempre, a la luz del Espíritu Santo, lo que es de Dios y lo que no viene de Él; lo que nos acerca a Dios, y lo que nos aparta de Él; lo que nos hace ser mejores hijos de Dios y hermanos, y lo que desfigura nuestra verdadera identidad y nos aleja totalmente de alcanzar la semejanza, cada día mayor, de nuestro corazón al Sagrado Corazón de Jesús, que tanto nos Ama y al cual debemos tratar de imitar siempre.
A diferencia de las cosas del mundo, que son tan engañosas, que tan caro se pagan y tan fácilmente se pierden, el Amor de Dios se nos da como un Camino de Verdad y Vida. Es el mismo Dios Quien se nos da para llenarnos de gozo, paz y virtud, y nos entrega su fidelidad, que es para siempre. Jesús nos comenta en el Evangelio de San Mateo que el cielo y la tierra pasarán, pero sus Palabras no quedarán sin efecto. (Cfr. Mt 24,35).
Él nos invita a trabajar hacia adentro de nuestras almas; a ser quisquillosos con todo aquello que brilla demasiado y nos aparta de Dios, induciendo a los hombres a desear lo que es intrascendente y pasajero, que incita a la codicia y vanidad, que hace brotar las ansias de ir detrás, como el dinero, la gloria del mundo, los elevados puestos, la codicia en la adquisición de lujos y renombres de fama.
Jesús se ofrece a Sí mismo mostrándonos su adorable corazón, sus llagas, su cruz, su corona. Nos muestra lo que nuestros pecados, indiferencia, infidelidad, traiciones y abandono le hacen sufrir. Sin embargo, a pesar de todo, nuestro Buen Dios sigue llamándonos a caminar junto a Él. Así como en el pasaje de los discípulos de Emaús (Cfr. Lc 24,15-31) el Señor desea que lo descubramos en cada experiencia que vivamos en nuestra vida, que lo hagamos participar de nuestros triunfos, derrotas, alegrías, penas, y que, en nuestra vida, no sea un Dios lejano; un Dios que se le toma en cuenta sólo para agradecer por el día y por la noche regalados por Su Providencia, casi que “por obligación”, simplemente como una costumbre adquirida y, pudiéramos decir, “sin pasión”… Lo que Jesús quiere es ser parte esencial de nuestras vidas. Estar en el centro de nuestro sentir, pensar y actuar. Ser nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida; nuestro oxígeno, nuestra esencia, pero no porque Él lo necesite, sino para beneficiarnos mucho más.
Nuestra principal nobleza, como Apóstoles de la Nueva Evangelización, será la de tratar de vivir imitando la Vida de nuestro Señor, de tal manera que, nuestro orgullo y premio, sea el que seamos llamados “SUYOS”. Que sus llagas, su corona, la cruz, las espinas que hieren su Adorable Corazón, sean nuestro mayor tesoro, y como Apóstoles suyos, amigos de Su Corazón Generoso, le ayudemos a cargar todos esos sufrimientos en las personas de nuestros hermanos que se encuentran en necesidad. Todo esto deberá ser, como Apóstoles, nuestra misión de vida, para cuando nos llegue el momento de dar cuentas a Dios, nos encontremos con el corazón lleno de obras buenas, y que seamos señalados como “ambiciosos” delante de Dios Padre, únicamente por desear y perseguir con todo el corazón, mente y cuerpo, el ser servidores de Jesús en el Palacio de Dios.
El Señor nos quiere humildes y santos. La devoción al Sagrado Corazón nos invita a ser como es Jesús. En el ANE, la riqueza de los miembros se encuentra en ser de Jesús y ser reflejos de Él; en seguirlo e imitar sus virtudes; en que cada día que nos sea regalado, lo veamos como una oportunidad para parecernos más a Él, sirviendo a los demás y dando así testimonio de su Vida, impregnada en la nuestra. Queremos ser, para el mundo, “aquellos que traen la buena noticia de la salvación”; aquellos que, con sus palabras, pero especialmente con sus obras, demuestran al mundo que Dios SÍ EXISTE y que Su Rostro está reflejado en cada uno de los rostros que le aman, le reconocen como Dios y le llevan a los demás.
Jesús nos dice que exaltará a los humildes y puros de corazón, y que de ellos será el Reino de los Cielos; que son aquellos, los que podrán ver a Dios (Cfr. Mt 5,3-8). Nos deja bien claro que el origen de la humildad siempre debe ser el amor, y que cualquier otro tipo de “buena actitud” que pudiera ser considerada humilde (como el hablar “de dientes para afuera” de las propias miserias, o de los padecimientos, desaires o fatigas, por realizar trabajos en beneficio de otros y demás) y que reciba en la tierra su premio, deberá ser pasada por el colador de la pureza de intención, ya que podría ser una falsa humildad y ésta, al final, lo único que busca, es la aceptación, la vanagloria y la admiración de los que le rodean, cosa que va muy en contra de la misión que tenemos, como miembros del ANE, y de la verdadera devoción al Sagrado Corazón, como cristianos e hijos de Dios.
Examinemos, a través de este mensaje de la Cruzada del Amor, lo que el Señor nos dice con respecto a todo lo que acabamos de decir:
CA 107- “AMOR Y HUMILDAD”
Exaltaré al humilde y lo conduciré derecho al término de sus fatigas, sin que conozca las cualidades que llega a adquirir en su camino hacia la completa luz.
El humilde Me agrada porque reproduce en sí Mi despojo, Mi anonadamiento; Me agrada el humilde porque es el espejo de la verdad y Yo considero su vida como una preciosa historia en la que están escritas admirables e inspiradas cosas. No es verdadero y humilde el que se esfuerza con palabras en declarar sus miserias, más bien algunas veces esta especie de humildad recibe el premio ya en la tierra; porque en el Cielo, Yo premiaré mucho mejor aquella otra humildad que procede de la interna y firme persuasión de su nada y de sus culpas.
El origen de la humildad está en el amor. Mientras más crece éste, mayor es la humildad en el alma. Por tanto, aseguren el amor y recibirán todo lo que se relaciona con la bella y santa humildad.
Sea uno sólo su ejercicio: crecer en el amor, del cual dependen todas las demás virtudes. Y para crecer en el amor, ya saben cuál es su parte. En efecto, Yo doy siempre mayor amor a los que se esfuerzan en contradecirse. Estén alegres, la humildad no es abatimiento. Gocen de Mi Amor Divino, sin tristeza, sino alegres de su condición de míseros que gozan de todas Mis infinitas riquezas…”
Mañana seguiremos reflexionando sobre todas estas enseñanzas que nos ha dado el Señor, que son para nuestro crecimiento espiritual y para ir adquiriendo, cada día, una mejor comprensión de nuestra espiritualidad como Apóstoles de la Nueva Evangelización. A través de estas reflexiones iremos discerniendo mejor lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, en medio de las circunstancias que cada uno en su hogar, y a la vez todos como Iglesia peregrina, como humanidad lastimada, vivimos.
MEDITACIÓN:
Pidamos en este día que el Señor nos ayude a alcanzar los verdaderos honores, aquellos que realmente importan, que son los de la Gloria eterna, y disfrutarla junto a Él y nuestra Madre Santísima.
Meditemos sobre todas las veces que el Señor nos ha llamado a convertirnos, interviniendo en cada una de nuestras debilidades y acogiéndonos en los momentos cuando más solos y derrotados nos sentimos. Pensemos en las mil y una formas en que nuestro Buen Jesús nos ha llamado nuevamente a Su encuentro.
Reflexiona sobre lo afortunado que eres al contar con un Dios que es tan Bueno y Misericordioso. Piensa en todo lo que Jesús te ha regalado, a través de esta hermosa Obra, nacida de su Amoroso y Sacratísimo Corazón, y cuáles han sido las formas a través de las cuales, Jesús y su Madre Santísima, te invitaron y llamaron a participar del ANE. ¿Qué quisieras decirle al Señor acerca de esto? ¿Qué sentimientos nacen de tu corazón…? exprésale al Señor cada uno de estos sentimientos con una oración, rezada con el corazón. Si gustas, también puedes compartir con nosotros tus sentimientos o ideas a través de la App. Solo tienes que escribirlo al final de la oración, aquí abajo, como comentario.
OFRECIMIENTO:
1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.
2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.
3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.
4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.
5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.
6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.
MANERA DE REZARLO:
1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:
Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.
2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:
Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.
3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:
Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.
4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:
Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.
5.- Para Terminar:
Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.
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Finalmente, digámosle todos los días:
¡Gracias, Soberano Señor, Padre mío Amoroso! ¡Gracias Sacratísimo Corazón, donde reside el Amor verdadero que me Ama y Salva! ¡Gracias, Espíritu de Amor, que me da vida y me inspira!
En este día, mis ANE-hermanos y yo te honramos y te damos las gracias, Dios Uno y Trino, por todo lo que Tu Inmensa Providencia nos dispensa, sin merecimiento alguno.
Anhelo Señor en este día, darte mi amor y reunirme algún día Contigo en el Cielo, para cantar el gran himno de acción de gracias allí, en unión plena Contigo, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo, a Ti sea toda alabanza, todo el Honor y toda la Gloria, por los Siglos de los Siglos. Amén.