Sagrado Corazón de Jesús (Día 17°)

DÉCIMO SÉPTIMO DÍA:

Es en el amor donde se encuentra la plenitud de Dios. Quien en su corazón tiene amor verdadero, tiene a Dios en su vida, y sus acciones reflejarán el Rostro del Dios invisible, haciéndolo próximo y material, en cada acción misericordiosa que se realice.

Hoy, reflexionaremos sobre el Rostro Visible del Dios invisible…

La plenitud del amor se encuentra en la ley de Dios, que está basada en el amor. Este amor no puede entenderse únicamente como un sentimiento que se tiene en lo más profundo del corazón, sino que se manifiesta y se materializa, a través de mil formas y de miles de detalles en el día a día.

“Quien dice ‘yo amo a Dios’ y no ama a su prójimo, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”, dice con mucha lógica y de manera categórica en su madurez el apóstol San Juan. (1Jn 4,20)

El mensaje del Sagrado Corazón, sobre el amor, es igualmente contundente: Para salvarse se necesita de obras. Obras hechas desde y con el corazón. El Reino de Dios lo construyen personas que están comprometidas, desde lo más profundo de su alma, a transmitir ese Amor de Dios, tanto a través de las acciones más sencillas del día a día, como en aquellas que se deba de tener una “valentía superior” para afrontar el sacrificio. Por eso la Iglesia, al iniciar los procesos de beatificación, para llevar a los altares a los santos, una de las primeras cosas que evalúa y juzga es si la persona vivió virtudes heroicas, la principal de ellas, la caridad. Una persona que no sea caritativa, por supuesto que no será santa, pues es el amor lo que nos hace reconocer como discípulos de Cristo: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros.” (Jn 13,34-35)

Lo que hace a un ser humano, “especial”, es precisamente ese caminar del día a día. Todo lo pone en Manos de Dios, y su fe y confianza, hacen que espere todo de Él. Su fe es grande al punto que, la esperanza puesta en Dios trasciende a su vida cotidiana, contagiando esa confianza a los que le rodean. Todo espera y confía del Dios que hace Maravillas.

Un verdadero hijo de Dios es aquél que hace lo ordinario de manera extraordinaria. ¡Y Ahí está la clave de la santidad!

Jesús nos muestra Su Corazón, y por esta devoción nos hace recapacitar acerca del compromiso que todos debemos asumir para poder llegar al Cielo. Para eso hemos sido creados… no debería ser cuestión de opción libre y espontánea. El hombre, no debería ni siquiera pensar en la probabilidad de la condenación, ya que no hemos sido creados para vivir la eternidad junto a Dios. Nadie debería condenarse, sin embargo el hombre, como hemos dicho anteriormente, ha usado su libertad para alejarse de Dios y vivir una vida de libertinaje, haciendo a un lado la ley del amor que está sellada en su corazón desde su concepción. Ha decidido vivir sin Dios, haciendo de su vida una completa distorsión de lo que realmente debería de ser, actuando en contra de Aquél al que le debe todo y por el que debería vivir para ser pleno y feliz.

El hombre corre a su perdición por apartarse del plan de Dios. Se ha dejado engañar por los destellos del mundo, que ofrecen una forma de vivir en la que cada uno es su propio dios. El individualismo egoísta -sutil engaño del demonio- aparta de su fin último al hombre y de la verdadera razón por la que ha sido creado: AMAR Y DARSE A LOS DEMÁS.

Jesús nos enseña, con Su Testimonio, que el verdadero amor se manifiesta en el trabajo diario. En un trabajo que sea realizado de manera excepcional; que sea hecho con perfección, para servir y tener muy a gusto a los demás. La clave de la salvación y de la santidad, finalmente, está en el servicio esmerado y entregado por amor, compartiendo con los hermanos las alegrías y las penas, y lo que el buen Dios nos dé para compartir.

El Apóstol de la Nueva Evangelización, en su misión de servir, debe de tener siempre presente que este servicio, además de ser humilde y desinteresado, debe ser entregado con pureza de intención, en cualquiera de los ministerios y en el cargo en donde éste se entregue. Debe ser bien comprendido y asimilado que, al que se sirve, es al Señor en la figura del hermano, por lo tanto, ese servicio debe de ser realizado con caridad profunda, con humildad verdadera y generosidad absoluta; poniendo siempre el bienestar del hermano por encima del propio. No hay tiempo para perder… Como podemos ver claramente, las horas son extremas. Dios necesita de nosotros para que muchas almas se salven. Necesita de nuestra Conversión profunda, del Compromiso verdadero de todos, y de la Comunión perfecta, en la que todos los “yo” desaparecen porque somos todos UNO, para que el mundo crea, para que en el trabajo cotidiano, el Amor de Dios sea fielmente transmitido y logre transformar corazones, alejándolos de esos espejismos de los cuales, el enemigo de las almas se sirve, para atar y cegar al ser humano, haciendo que los corazones, respiren egocentrismo, egoísmo, soberbia y toda clase de males.

Entonces, el ANE-hermano vive su compromiso con Dios y con la Obra tratando de que su trabajo diario sea realizado con perfección, para servir a los demás como si estuviera sirviendo, de manera directa, a Cristo; viendo la cara de Cristo en los demás, para que ellos puedan ver en nuestras caras a Cristo, como dicen nuestros documentos. Lo ordinario convertirlo en extraordinario, regalando sonrisas en donde se encuentra tristeza, perdón donde hay rencores, acompañamiento donde la soledad abunda, misericordia donde el mundo ha maltratado y humillado la dignidad de los hermanos o hermanas, siempre caminando en conversión, compromiso y comunión, sólo para Gloria de Dios.

Dios, nuestro Padre, nos da siempre las ocasiones para ejercitarnos en las virtudes, y así practicar la fortaleza, la templanza, la caridad, la justicia, la sinceridad, la obediencia…

Cultivando esas virtudes, el verdadero cristiano no puede descuidar la responsabilidad que tiene en medio del mundo, y la forma de reaccionar ante las necesidades de los demás. Es preciso que, en justicia, trabajemos en la mies del Señor que nos llama a ser instrumentos de paz y medios precisos para que su Palabra llegue hasta los últimos confines del mundo.

¿Qué haría que un hombre se condene? La Palabra de Dios es enérgica, y para esto Jesús nos dice con claridad: “Luego dirá a los de la izquierda: ‘Apártense de Mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, fui emigrante y no me acogiste, estuve desnudo y no me vestiste, enfermo y en la cárcel y no me visitaste. Entonces responderán también ellos diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o emigrante o enfermo o en prisión y no te asistimos? Y él les contestará: Les aseguro que cuando no lo hicieron con uno de esos pequeñuelos, tampoco conmigo lo hiciste. Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna’.” (Mateo 25, 41-46).

Cristo nos ha llamado y espera que lo sigamos. Él nos ha amado primero, y espera que su Amor sea correspondido, suscitando en cada uno no solo sentimientos de amor, sino amor verdadero, que sea el resultado de una fe fuerte y madura, que crea, confíe y actúe en donde el Señor lo haya puesto, y su misión le indique. La llamada no es improvisada, sino que forma parte de un todo; forma parte del eterno designio de Dios, pues aquellos a los que Él Ama y son predestinados, también los escoge y llama. Este don divino es gratuito, y se nos entrega por la inmensa e insondable Misericordia de Dios, que quiere que todos sus hijos se salven, para lo que da, a cada uno, en todo momento justo aquello que necesita, para cumplir esta misión.

Es decir que, la vocación que cada uno de nosotros tiene, no es aquella que nosotros “queremos”, en determinado momento, porque se nos antoja, sino que va mucho más allá: tiene su origen en los eternos designios de Dios, Quien por eso mismo espera que, habiéndola recibido, sea aceptada por nosotros de buen agrado y correspondida con docilidad, poniendo nuestra vida y nuestra voluntad, en la Santa Voluntad y Sabiduría del Padre, que en Su Sagrado Corazón, quiere, para cada uno, la felicidad y el gozo, no sólo en la eternidad, sino ya comenzando en esta vida terrena: “Pues consideren, hermanos, su llamamiento; no hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte” (1Corintios 1,26-27)

Dios nos ha llamado a servirle en esta Obra, y espera y confía en cada uno de nosotros, para que utilizando los dones, virtudes, talentos y carismas que nos ha dado para el cumplimiento de nuestra misión, trabajemos en comunión con verdadera generosidad, entrega, humildad y obediencia, para llevarle muchas almas y lograr con esto, la venida y establecimiento del Reino de Dios en la Tierra y nuestra propia salvación. Él espera que nuestro servicio y compromiso, lleven a los hermanos con los que tenemos trato, a ver EN nosotros el Rostro invisible de Dios.

Así como algún día, un hermano que era atendido por la Santa hermana Teresa de Calcuta le dijo: “Hermana, yo no creía que Dios existía. Pero hoy he comprobado que sí. Si Dios tuviera rostro, sería como tú…” Ese es nuestro desafío. A eso los integrantes del ANE estamos llamados. Nuestro Apostolado será y ya es, como lo prometió el Señor, un semillero de santos, donde cada persona que reciba de uno de los ANE-hermanos, cualquier servicio, sienta a través de él, el AMOR DE DIOS, COMPROBANDO QUE “SÍ EXISTE”.

MEDITACIÓN:

Nadie se merece lo que tiene, y Dios en Su Misericordia, te ha dado muchas virtudes que debes de cultivar y ponerlas al servicio de los demás.

El día de hoy medita y agradece por toda la Misericordia y Providencia que el Señor ha tenido a bien dispensarte, y en actitud de oración, pídele al Espíritu Santo que te ilumine, y sepas discernir y ver con claridad, qué es lo que Dios quiere de ti, de ahora en adelante.

Analiza si la misión que has estado llevando a cabo, está de acuerdo con el plan de Dios en tu vida, y si ésta, va de acuerdo con la ley de amor que Jesús vino a enseñarnos a través de Su Testimonio.

¿Amo lo suficiente? ¿Ayudo lo suficiente? ¿Me entrego lo suficiente? ¿Soy coherente con lo que digo, pienso y hago? Mi amor, ¿es realmente generoso? Mi servicio, ¿es desinteresado? Mis acciones, ¿son llevadas a cabo siempre con pureza de intención? ¿Trato a todos por igual, sin sentir envidia o resentimiento por aquellos hermanos que a mis ojos, han “recibido más”? ¿Trato de luchar contra mis defectos, siendo dócil a las correcciones, reconociendo en humildad mis errores, y trabajando seriamente para mejorar en esos aspectos?

En mis oraciones de hoy, le pediré al Señor, a través de María, que me ayude a comenzar nuevamente, un camino de transformación interior: de profunda, completa y definitiva Conversión, con mayor Compromiso y en total Comunión con mis hermanos, especialmente con quienes más me cueste (Co-Co-Co).

OFRECIMIENTO:

1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.

2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.

3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.

4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.

5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.

6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.

MANERA DE REZARLO:

1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:

Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.

2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:

Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.

3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:

Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.

4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:

Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.

5.- Para Terminar:

Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.

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Finalmente, digámosle todos los días:

¡Gracias, Soberano Señor, Padre mío Amoroso! ¡Gracias Sacratísimo Corazón, donde reside el Amor verdadero que me Ama y Salva! ¡Gracias, Espíritu de Amor, que me da vida y me inspira!

En este día, mis ANE-hermanos y yo te honramos y te damos las gracias, Dios Uno y Trino, por todo lo que Tu Inmensa Providencia nos dispensa, sin merecimiento alguno.

Anhelo Señor en este día, darte mi amor y reunirme algún día Contigo en el Cielo, para cantar el gran himno de acción de gracias allí, en unión plena Contigo, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo, a Ti sea toda alabanza, todo el Honor y toda la Gloria, por los Siglos de los Siglos. Amén.

NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN:

OCTAVO DÍA:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberte ofendido. Ayudado de Tu Divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.  Amén.

Oración preparatoria

¡Oh, Corazón Divino de mi amado Jesús! en Quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias, concédeme un corazón semejante al Tuyo, y la gracia que Te pido en esta novena, si es para mayor Gloria de Dios, y tu sagrado culto y bien de mi alma. Amén.

Oración del noveno día: Ablandar nuestra dureza y hacer más patente el amor

¡Oh, Corazón dolorosísimo de Jesús!, que para ablandar nuestra dureza y hacer más patente el amor con que padeciste tantos dolores y penas para salvarnos, los quisiste representar en la Cruz, Corona de espinas y Herida de la lanza, con que los manifestaste paciente y amante al mismo tiempo. Dame la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Ti, correspondiendo agradecido a Tu Amor, y la gracia que te pido en esta novena, si es para mayor Gloria de Dios, culto agradable a Ti y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Oraciones finales

¡Oh, Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Ti Majestad; por medio de este Adorable Corazón, te adoro por todos los hombres que no te Adoran; te amo por todos los que no te aman; te conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conocerte. Por este Divinísimo Corazón deseo satisfacer a tu Majestad todas las obligaciones que te tienen todos los hombres; te ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de tu Divino Hijo, y te pido humildemente la conversión de todas, por el mismo suavísimo Corazón. No permitas que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; has que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Tu Santa Majestad, sobre este santísimo Corazón, a Tus siervos consagrados, mis amigos y familia toda, y te pido los llenes de Tu Espíritu, para que, siendo Su Protector el mismo deífico Corazón, merezcamos estar contigo eternamente. Amén.

Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena

¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente te adoro con todas las fuerzas de mi pobre corazón, yo te alabo, yo te ofrezco las alabanzas todas de los más amantes Serafines y de toda Tu Corte Celestial y todas las que te puede dar el Corazón de tu Santísima y Tiernísima Madre. Amén.

Feliz, fructífera y bendecida consagración a todos los que se prepararon para hacerla hoy

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