Rosas a la Virgen por el mes de María (día 13)

DÉCIMO TERCER DIA:

Hace apenas dos días, comenzamos las “Rosas a María” escribiendo lo siguiente: “En mayo ‘es tradición rezar el Rosario en casa, con la familia. Las restricciones de la pandemia nos han ‘obligado’ a valorizar esta dimensión doméstica [de nuestra existencia] también desde un punto de vista espiritual’, dice Francisco en una Carta a los fieles. Por eso propone “redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa…” Bien, hoy profundizaremos en este asunto:

¿Conoces la historia del Santo Rosario?

El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. Contrariamente a lo que algunos sostienen, no fue “ideado” ni “transmitido” en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución.

De hecho, la mayoría de nosotros recordará que hace poco más de 15 años el Papa Juan Pablo II todavía hizo algunas modificaciones importantes al rezo de esta maravillosa oración. Pero vayamos al principio:

Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. Precisamente en el año 910 se fundó la Orden Cluniacense, que le dio una gran importancia a la “oración coral comunitaria”. Literalmente, querían que sus abadías fuesen “un anticipo de la Jerusalén celestial”, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos, como nos la presentan las Sagradas Escrituras (Cfr. Ap 5,9; 14,3; 15,3).

Por ello distinguieron entre dos tipos de monjas y monjes: los dedicados a la oración coral, que rezaban al día los 150 salmos de la Biblia, y los que, generalmente por no saber leer, estarían dedicados al trabajo manual.

Estos últimos solían ser personas sencillas e iletradas, que se ocupaban de la cocina, la portería, la huerta u otros oficios “menores”. Pero era preciso que también ellos y ellas orasen. Por eso, algunos de estos monjes ‒y monjas‒ comenzaron a rezar individualmente 150 Padrenuestros al día, en lugar de los 150 salmos que rezaban los que asistían a la oración coral. Esta piadosa costumbre se fue difundiendo no sólo entre los cluniacenses, sino también entre otras comunidades religiosas, y luego entre sacerdotes y laicos piadosos.

Fue en el siglo XII, que la Orden Cisterciense (fundada en el año 1098) le comenzaría a dar una gran importancia al culto a la Virgen María. Tanto así, que casi todas las abadías fundadas por ellos llevan el nombre de alguna advocación mariana. Su principal teólogo, san Bernardo de Claraval (1090-1153), difundió muchísimo la devoción a María como Madre, más que como Reina (que era lo normal desde el siglo V). Fue él quien ideó el título de “Nuestra Señora”: de tal forma que María va dejando de tener la imagen de “la Señora feudal” y pasa a ser “Nuestra Señora”, es decir, “Nuestra Madre”.

Pues bien, en este contexto, las monjas y los monjes cistercienses van a reemplazar en el Rosario algunos Padrenuestros por Salutaciones de la Virgen María. Todavía no se había creado la oración del Avemaría, sino que se rezaba sólo la primera parte: la Salutación del ángel, tomada de Lc 1,28-33: “Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo” y algunos le añadían la segunda parte del saludo, correspondiente a Santa Isabel: “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”.

A lo largo del siglo XIII se va extendiendo la costumbre de rezar tres cincuentenas de Salutaciones, es decir, 150 Salutaciones, en lugar de 150 Padrenuestros. Se crea así el “Salterio de María”. Y se va a añadir el nombre de “Jesús” al final de la Salutación del Ángel y de Isabel. Además, es en esta época cuando comienza a generalizarse el uso de “contadores”, es decir, de rosarios, para poder llevar la cuenta de las Salutaciones que se van rezando.

Después, en el siglo XIV, las Órdenes mendicantes (Franciscanos, Dominicos, Carmelitas y Agustinos, fundados, junto a sus ramas femeninas, en la primera mitad del siglo XIII), van a difundir el rezo del Salterio de María en sus predicaciones y entre los laicos que ellos acompañaban espiritualmente.

Llegó un momento en que algunos grupos fueron sospechosos de cometer herejías, por lo que surgió hacia 1380 otra corriente espiritual: la Devotio Moderna (o devoción moderna), que proponía, básicamente, una oración sencilla y metódica y la meditación de los pasajes del Evangelio. En este contexto encajaba muy bien el sencillo y metódico rezo del Salterio de María. Pues bien, es entonces cuando en ciertas abadías cartujas, se van a añadir al final de cada Salutación del Ángel una coletilla que ayude al orante a meditar un pasaje de la vida de Jesús. Por ejemplo: “… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que nació en Belén”. O “… que murió en la Cruz”. Y, así, se va extendiendo la costumbre de añadir a cada una de las 150 Salutaciones una terminación diferente sobre Jesús. Hubo diversos modos de hacerlo.

Parece que es a comienzos del siglo XV cuando se crea el Avemaría completo. A la primera parte, que ya era: Dios te dice ‘salve’, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” se añade la segunda parte: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. En algún momento se suprimió el “dice” y quedó como “Dios te salve”, pero a lo que se refiere es a que el Ángel le dice “Salve” (es decir, saluda) a María, de parte de Dios.

El caso es que fue as así como, poco a poco, se fue conformando el rezo del Rosario que todos conocemos, en el que se combina el recitado de Avemarías y la meditación de pasajes de la vida de Jesús y su Madre.

En 1475, los frailes Dominicos fundaron la primera “Cofradía del Rosario”. Ésta tuvo tanto éxito entre el pueblo fiel y las autoridades civiles y eclesiásticas, que rápidamente comenzaron a fundarse Cofradías del Rosario en otros conventos dominicos, pasando a ser responsabilidad de la Curia Generalicia de la Orden de Predicadores (Roma) en 1485. Desde entonces serán los dominicos los grandes difusores del Santo Rosario, aunque también lo hicieron muchos otros religiosos, laicos y sacerdotes.

Hay cuatro factores que contribuyeron al éxito del Rosario, (en ese momento se le conocía con el nombre de oración simplemente):

  • Es muy sencilla
  • Se puede rezar individual o comunitariamente
  • Anima a meditar los Evangelios y
  • Ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos, por supuesto, por la intercesión valiosísima de la Madre del Cielo.

Gracias a esto último, la Iglesia cree que el rezo del Rosario contribuyó a que sucedieran muchas acciones milagrosas, como curaciones, conversiones, la liberación de ciudades sitiadas y el apaciguamiento de fenómenos naturales como terremotos, tempestades, erupciones volcánicas o tsunamis.

Tratando de integrar el rezo del Rosario en la espiritualidad, en esa época comienza a identificarse a Santo Domingo de Guzmán con el Rosario. Y, pasado el tiempo, surgió la conocida tradición de que la Virgen María le entregó a ese santo un rosario, pidiéndole que propagara esa oración por el mundo entero; considerando así a Santo Domingo el fundador del Rosario.

En el Siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana (española) venció a la musulmana (turca), que era muy superior. La clave la encontramos en que el Papa san Pío V (1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el Rosario para que María, como Madre de la Iglesia, intercediera ante Su Hijo Jesús.

Como consecuencia de esa victoria, en 1573 el Papa Gregorio XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo de octubre. Posteriormente esa fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla de Lepanto. Es por eso que, debido a la tradición de la Iglesia ante este suceso histórico, el 7 de octubre, día de la Fiesta del Rosario, o de la Virgen del Rosario, se quedó para honrar el poder de la oración del Rosario, que hace milagros, por intercesión de la Virgen María.

El Papa San Pío V, fue quien estableció formalmente el modo de rezar el Rosario. Éste va a constar de tres grupos de 5 misterios. Los primeros son los gozosos que invitan a meditar los pasajes más importantes de la infancia de Jesús. Después están los misterios dolorosos, sobre la pasión de nuestro Señor. Y por último están los misterios gloriosos, en los que se medita sobre la resurrección del Señor y otros acontecimientos posteriores. En cada misterio se rezan un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, mientras se medita un pasaje de la vida de Jesús o de María. Básicamente, es una oración en la que se repite rítmicamente el Avemaría. Esto nos ayuda a “sintonizar” nuestro corazón con el corazón de la Virgen, para que ella nos conduzca hacia su Hijo.

Durante los siglos XVII y XVIII se difundió mucho el rezo del Rosario entre el pueblo fiel. En 1629 el dominico fray Timoteo Ricci (1579-1643) creó el “Rosario Perpetuo”. Una forma maravillosa de hacer que la Virgen estuviera presente en todo momento en la vida de la Iglesia. Para ello, repartió 8.760 tarjetas (correspondientes a las 8.760 horas que tiene un año solar), para que en cada hora del año hubiese alguien rezando los quince misterios del Rosario. Fue tan bien acogido, que en algunas ciudades tuvieron que repartirse varios grupos de tarjetas, porque los solicitantes sobrepasaban con mucho el número de 8.760. Con el apoyo de los Papas, el Rosario Perpetuo fue difundido por Europa y las tierras de misión.

Tras la Revolución Francesa (1789) y las siguientes revoluciones liberales del siglo XIX, la Iglesia sufrió un verdadero cataclismo: perdió su influencia pública, le arrebataron sus posesiones y, sobre todo, intentaron desplazarla como referente moral ante la sociedad. Valores tan evangélicos como la libertad, la fraternidad y la igualdad fueron asumidos como propios por los revolucionarios, que se estrellaron contra la Iglesia por considerarla “cómplice” del sistema monárquico… Los intelectuales acusaron a la Iglesia de “oscurantista”, a pesar de que muchos de ellos le debieron a la Iglesia sus luces, pues fue a través de la Iglesia que la lectura y la escritura se popularizaron y dejaron de ser un privilegio exclusivo de los nobles… Luego el marxismo acusaría a la Iglesia de ser el “opio de los pueblos”, aunque siempre trató de despertar al hombre hacia una realidad trascendente.

Como consecuencia de todo ese ambiente anticlerical generalizado, las órdenes religiosas fueron expulsadas y se pusieron muchas trabas a los sacerdotes. Ante esta situación, el pueblo fiel encontró su refugio espiritual en las devociones. Una de las principales fue el simple rezo del Santo Rosario.

La joven seglar Paulina Jaricot (1799-1862), tomando como referencia el Rosario Perpetuo ‒que apenas se rezaba ya por estar desfasado‒ ideó el “Rosario Viviente”, pensando sobre todo en la clase obrera. Consistía en crear grupos de 15 personas en los que cada una se comprometiese a rezar, al día, un misterio del Rosario. Así, cada grupo rezaba un Rosario completo al día. Otro objetivo del “Rosario Viviente” era apoyar espiritual y económicamente a las misiones, siendo el precursor de las Obras Misionales Pontificias. Este rezo se extendió muy rápidamente por Europa y después en los pueblos de misión.

No es extraño que en dos apariciones de la Virgen, el Rosario sea un elemento central: en Lourdes (1858) la Virgen pide expresamente que se rece el Rosario, y en Fátima (1917) la propia Virgen se llama a sí misma “Nuestra Señora del Rosario”.
El Papa León XIII (1810-1903), viendo la importancia que tiene esta oración, le va a dedicar once Encíclicas. En la primera (1883) declara octubre como mes del Rosario.

Fue así, como con el correr de los años, guerras mundiales, transformación de las sociedades, “evolución” y revoluciones, llegó el siglo XXIEs tanto lo que la sociedad está cambiando, que la Iglesia ha de modernizar el culto mariano, para hacerlo asequible a la persona actual. En ese sentido, el Papa Juan Pablo II (1920-2005) además de promover mucho el rezo del Rosario, introdujo cinco nuevos misterios: los luminosos, que versan sobre la vida pública de Jesús.

En el Apostolado de la Nueva Evangelización, tenemos como uno de los pilares de nuestra espiritualidad el ser “Marianos”. Como nuestro Director General lo ha explicado muchas veces, esto va más allá de la simple “devoción”:

“Las devociones y las prácticas piadosas deben llevarnos a una realidad más profunda, y esa es la espiritualidad. En nuestro caso, el ser ‘marianos’ significa que debemos de meditar, aprender, asimilar e imitar las virtudes de la Virgen María, acerca de las cuales profundizamos al mismo tiempo que le demos honor y la veneramos con el rezo diario del Santo Rosario.”

No se trata solamente de presentar nuestro amor cada día a la Madre del Cielo, en cada recitación que se ora el Ave María, sino también de “rumiar” y “madurar” en las virtudes de María hasta ir. Por la gracia del Espíritu Santo, “apropiándonos” de ellas, haciéndolas nuestras, con la ayuda de su poderosa y maternal intercesión.

Pidámosle a Ella que nos ilumine, nos fortalezca y nos conduzca por el camino de la Voluntad de Dios, rezando con el corazón el Santísimo Rosario, siendo esta oración poderosa para vencer al mal, auxiliarnos en las tentaciones, y traer al mundo la paz y la concordia, así como la conversión de los pecadores, la unión de las familias y el advenimiento del Reino de los Cielos a la tierra.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes diez días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Por las próximas elecciones en México:  Que los mexicanos comprendan la gravedad de la hora y concurran masivamente a votar por la defensa de la vida  y la libertad.

– Pidamos la poderosa intercesión de la Vrgen para salvar el sistema democrático de las amenazas que le asechan en nuestros países y en todo el mundo.

– Por todas las almas de quienes han fallecido a causa de la pandemia, de la violencia y de la inseguridad ciudadana.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que  todos vuelvan los ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

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