Rosas a la Virgen por el mes de María (día 19)

DÉCIMO NOVENO DÍA

Cuando el Emperador Napoleón llevó preso al extranjero al Papa Pio VII, este buen Papa, ante la imposibilidad que tenía de comunicación y de ser liberado, pues el que lo había llevado preso era el guerrero más fuerte y temible del mundo en ese momento, le hizo a la Santísima Virgen esta promesa: “Virgen Santa María: Si me auxilias en esta situación, liberándome de esta terrible prisión, te prometo, que el día mismo que llegue libre a Roma, declaro esa fecha como la fiesta de María Auxiliadora.”

Y la ayuda de la Divina Madre del Cielo no se hizo esperar para su buen hijo, el Papa.

En días previos a su captura y encarcelamiento, el Papa Pio VII había comentado que la guerra y los actos que en ella se cometían, así como las personas que las orquestaban (refiriéndose puntualmente como principal orquestador al Emperador Napoleón de Francia), eran acciones del mal, y traerían maldiciones muy fuertes para sus vidas.

Ante esos comentarios, Napoleón expresó, después de haber capturado al Sumo Pontífice: “No se imagine el Papa que su maldición hará caer los fusiles de mis soldados, o evitará que nuestras tropas sigan avanzando. Y fue así como Napoleón partió a Rusia con medio millón de soldados, completamente bien armados, para hacer la guerra y tomar esos territorios.

Pero allí lo esperaba un terrible frío de 20 grados bajo cero, con nevadas que impedían avanzar a las tropas de Napoleón y los soldados fueron sintiendo que sus manos se helaban, hasta el punto de sentirlas congeladas y sin movilidad, por lo que los fusiles se les caían de las manos, completamente paralizadas por el frio. Y el que había llegado a entrar a Rusia, victorioso y lleno de orgullo, regresó en ese momento a su país derrotado y humillado y casi sin ejército. Además de todo ese desgaste y humillación, los enemigos de sus tropas lo estaban esperando, para presentarle gran batalla y derrotarlo por completo, tomarlo prisionero y llevarlo al destierro.

Y fue así como Napoleón, Gran Emperador Francés, que hizo viajar preso al Papa 500 kilómetros, tuvo que viajar prisionero 5,000 kilómetros. Napoleón mantuvo preso al Papa Pio VII por 4 años y medio, al cabo de los cuales salió victorioso hacia Roma, con la ayuda de la Madre del Cielo. Él, por su parte, estuvo preso igualmente, pero en su séptimo año de cautiverio en la isla de Elba, murió en el destierro.

 

El Papa llegó a Roma el 24 de mayo de 1814. Todo el Pueblo Católico, salió en ese momento a recibirlo lleno de gozo. Y él, lleno de profundo agradecimiento hacia la Virgen María, cumpliendo su promesa, decretó que todos los 24 de mayo, la Iglesia celebraría la Fiesta de María Auxiliadora.

La primera vez que se celebró esta fiesta en honor a la Virgen, fue el 24 de mayo de 1815, y 43 días después de esta primera celebración nació San Juan Bosco, el hombre santo que iba a llevar y dar a conocer por todo el mundo esa preciosa advocación de la Santísima Virgen María como Auxilio de todos los cristianos. Su fecha de nacimiento fue el 16 de agosto de 1815, en el sitio llamado “Las colinas” (II Becchi) en Italia, cerca de la Ciudad de Roma. Su mamá, conocida por todos posteriormente como “mamá Margarita”, lo consagró recién nacido a María.

Con este testimonio podemos decir, con toda seguridad, que la Virgen nunca se queda quieta ante la necesidad de un hijo Suyo, y menos si este hijo confía y se abandona plenamente a su maternal auxilio e intercesión.

Terminamos diciendo las palabras que utilizaba el Papa Juan XXIII, cuando se despedía de la gente (especialmente a sus colaboradores que componían la comisión preparatoria del Concilio): “Que la Sonrisa de la Santísima Virgen, los acompañe en sus duras tareas.”

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes cuatro días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 18)

DÉCIMO OCTAVO DÍA

La Santísima Virgen María es presentada en el Evangelio como una persona muy callada. La Santa Biblia dice que “la persona prudente es de pocas palabras” (Prov. 17, 27). María era una persona prudente, pero la prudencia no significa ser una persona apagada y de nula participación o convivencia. ¡Al contrario! Estamos seguros de que María era aquella persona que llegaba y llenaba con su personalidad, rebosante de pureza y virtud, cualquier espacio donde se encontrara.

No porque “se convirtiera en el alma de la fiesta”, sino porque era Aquella persona que sabía qué decir y cómo decirlo, cuando era necesario. El Evangelio de San Lucas nos dice que “Ella guardaba las cosas en Su Corazón” (Lc 2,19), haciéndonos énfasis en el hecho que la Virgen era una Mujer que meditaba todo y todo, a su vez, lo ponía en el Corazón de Dios, a través de la oración.

María sabía y practicaba lo que el Apóstol Santiago nos recomienda en su carta: “Todos debemos ser prontos para escuchar y lentos para hablar” (Cfr. Stgo 1,19). Por lo que la Madre de Dios, mientras que todos en el Evangelio hablan, por ejemplo, los Apóstoles, los enfermos, los Fariseos, etc., Ella permanece casi siempre callada. Es la Madre que escucha y deja que los demás hablen.

El Evangelio nos muestra cinco frases que la Santísima Virgen dijo en diferentes momentos de la vida de Jesús. Seguramente su sabiduría daba para decirnos muchísimo más, pero la Virgen, siendo criatura de perfecta humildad, nunca aparecerá opacando a Su Hijo, que además es Su Dios.

Primera Frase de la Virgen María: Cuando el Ángel Gabriel, le anuncia que será Madre, en la Anunciación. En el Evangelio según San Lucas 1,34, leemos que María le dice al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?”

La Santísima Virgen María actúa de esa forma porque las personas prudentes siempre preguntan a los que saben. No se quedan con sus dudas, ni permiten que su ego y su soberbia reinen en sus corazones, de manera que tomen decisiones erróneas por no tener la humildad y la prudencia de preguntar al que tiene mayor autoridad en el conocimiento del tema, antes de actuar o de simplemente creer algo que escucharon. ¡Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros!

Segunda frase de la Virgen María: Cuando el Ángel le explicó que concebiría al Hijo de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo, en la Anunciación, en el Evangelio de San Lucas 1,38, nuestra Madre contesta: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí tal como has dicho.” María nos enseña, con su perfecta humildad y aceptación a los designios de Dios, la forma en la que debemos actuar en nuestro día a día, conforme se van dando los acontecimientos. Nos enseña a estar siempre  disponibles y abiertos a escuchar y hacer la Voluntad de Dios, aunque a veces no la entendamos.

A nosotros también nos pide Dios que digamos, como María, “Hágase en mí Tu Voluntad”, especialmente en las ocasiones más graves e importantes de nuestra vida. Lo mismo nos transmitió Jesús al enseñarnos a rezar el Padrenuestro, y después, con su testimonio, nos lo mostró en sus horas más terribles, dolorosas y angustiantes, cuando le decía al Padre: “Hágase Tu Voluntad y no la Mía” (San Mateo 26,42). Esta oración de confianza y abandono, puesta en práctica en nuestra vida, le agrada muchísimo a nuestro Buen Dios. ¡Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros! ¡Ave María Purísima, sin pecado concebida!

Tercera frase de la Virgen María: Cuando la Santísima Virgen María, ante la noticia del Ángel Gabriel, de que su prima Santa Isabel estaba esperando un hijo a su ya avanzada edad, y decide ir a visitarla. Isabel, al verla, se llena de Gozo y le comenta cómo es que siendo Ella la Madre de Dios, se toma la molestia de ir a visitarla. Ante ese saludo de Isabel, como es propio siempre de María exclama la bellísima oración del Magníficat, que podemos leer en el Evangelio de San Lucas (Lc 1,46-55): “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.”

Con este hermoso ejemplo de la Virgen, que, dicho sea de paso, es el canto que rezamos y repetimos llenos de gozo y esperanza en la liturgia de las horas para celebrar las maravillas que ha hecho Dios en nosotros y en toda la historia de la salvación del hombre, al mismo tiempo que honramos a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, y le damos su lugar en nuestras vidas como lo que es: Reina y Señora de Cielos y Tierra.

También a nosotros nos pide el Señor que, en los momentos de alegría, nos acordemos de dar gracias por lo Bueno que Él siempre ha sido. Un buen consejo sería el que, al momento en que nos despertemos y nos acostemos, recordemos algún favor que nos haya concedido el Señor, además del don diario de la vida, y le agradezcamos de corazón.

El ser agradecido es un fruto del Espíritu Santo, y eso muestra la calidad de corazón que tiene una persona, por eso se dice que “es de buenos hijos de Dios, el ser agradecidos”, porque en eso se demuestra que la persona tiene un corazón humilde, grande, noble y generoso. La Virgen era muy agradecida con los favores que recibía de Dios. ¡María, Reina del Cielo, ruega por nosotros, que recurrimos a Ti!

Cuarta frase de la Virgen María: María y José iban todos los años al Templo de Jerusalén para la Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, fueron con él, pues así debía de ser.

Sucedió que después de las fiestas, iniciaron el regreso hacia Nazaret, pero entre las prisas y la multitud de amigos y parientes, los padres no se dieron cuenta de que Jesús se había quedado en Jerusalén. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. San Lucas nos narra en su Evangelio, en el Capítulo 2, versículo 48, lo que ante las fuertes emociones por la pérdida, la angustia y el encuentro, la Virgen le dice al Niño: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos”.

La Virgen María corrigió al Niño Jesús, porque Ella, como su madre, tenía la obligación ante Dios, de velar por la seguridad de su Hijo. Como buena Madre, tenía pues que decirle lo que José y Ella habían pasado al estarlo buscando, y la angustia y el dolor que sintieron como Padres, al no saber dónde Él se encontraba. La Biblia nos dice, que los papás tenemos la obligación y la responsabilidad ante Dios, de corregir y marcar el buen camino a nuestros hijos, y que los padres que no lo hacemos, cometemos una falta grave. Es por eso que habremos escuchado la expresión de que “Dios corrige más, al que más quiere.”

Cuando el Niño Jesús les explicó a Sus Padres el motivo por el cual se había quedado, todo le fue excusado.  Su respuesta nos enseña que Dios espera que realicemos la misión que nos ha encomendado como una tarea importante, y que no puede dilatarse por cualquier situación o consideración mundana. Al mismo tiempo, la acción de María nos enseña que, en la vida, no podemos estar haciendo lo que queremos, sino que debemos tomar en cuenta a las personas que tenemos a nuestro al rededor. Y que no debemos tener miedo, ni sentirnos coartados por la sociedad, o por el qué dirán, o por “los nuevos usos y costumbres” cuando debemos marcar tiempos, formas, límites y modos en la conducta de nuestros hijos y sus acciones, para enseñarles y corregirlos en la buena conducta que le agrade a Dios. ¡Stella Maris, Ilumina nuestra ruta!

Quinta Frase de la Virgen María: La quinta y última frase que se conserva en las Sagradas Escrituras de la Madre de Dios, la dio en las Bodas de Canaán, cuando se dio cuenta de que los novios se habían quedado sin vino.

María le pide a Jesús que los ayude, pero Él con amor le contesta que no era todavía Su hora para darse a conocer haciendo milagros (San Juan 2,4). Más aún con esa respuesta, un tanto negativa, María no se da por vencida y le insiste a su Hijo que, ante todo, Ella sabe que es “El Buen Dios, lleno de Misericordia y Compasión”.

En efecto, aunque no se tratara de una situación de vida o muerte, María confiaba plena y totalmente en Jesús, y sabía que Él obraría por el bien de la gente en desgracia, por lo que dice a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga” (San Juan 2,4).

María, como buena Madre Misericordiosa, tiene la poderosa virtud de ser esa omnipotencia suplicante ante Su Hijo Jesús, y de poder influir en las decisiones de Él. Es decir, en este pasaje de la Biblia que nos narra San Juan, vemos que María medio que “obliga” a Jesús a hacer su primer milagro para estos jóvenes recién casados, mostrándonos con esto el poder que tiene Su Madre Santísima, para alcanzarnos lo que necesitamos si con fe le pedimos auxilio a Ella.

Jesús cambió 600 litros de agua en vino para complacer a su Madre ante la súplica de ayuda que le realizó en favor de los jóvenes novios.

Tener a María como Madre y Auxilio permanente, es lo más hermoso que puede un ser humano tener. Con María, el Cielo es más fácil y seguro de alcanzar. Ella no se cansará de rogar por nosotros y de pedirle a Dios por nuestras necesidades, tanto espirituales como temporales.

Mientras más confíes en María, Jesús se sentirá más comprometido, por sus ruegos, a darte aquello que necesites y sea para salvación de tu alma y la de los tuyos. ¡Virgen de Guadalupe, Estrella y Reina de la Nueva Evangelización, ruega por nosotros!

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes cinco días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 17)

DÉCIMO SÉPTIMO DÍA

Alfonso, Rey de León y Galicia, en su juventud llevaba una vida no muy santa y buena. Una noche, mientras dormía, tuvo un sueño horroroso, que vendría a cambiar su vida y planes por completo: Vio que se moría y llegaba a la eternidad, pero que en el momento preciso en que quería entrar al Cielo, se le impedía por completo la entrada, por no llevar el “traje de gracia y buenas obras” que se exige, como “reglamento” para poder salvarse y pasar a la Gloria Celestial a disfrutar del Paraíso y la Presencia de Dios.

En eso, vio cómo el Señor ordenó a los Ángeles que pesaran en una balanza las buenas y las malas obras que había realizado en vida, para saber qué destino le correspondía en la eternidad.

Vio cómo los Ángeles, echaron del lado derecho de la balanza todas aquellas obras buenas que había realizado, y al izquierdo, las malas que había cometido. Para su infortunio, pesaron más las obras malas que las buenas. Así que la balanza se inclinó al lado izquierdo y, mientras los diablos danzaban de alegría, iba a ser dictada la sentencia final de condenación contra él. Pero en ese momento apareció una figura majestuosa, hermosa y llena de esplendor: era la Virgen María, y colocando Su Rosario en el lado derecho, hizo que la balanza se inclinara totalmente hacia el lado de las obras buenas.

Los demonios gritaban furiosos y protestaban diciendo que eso era una trampa, y nuestro Señor le preguntó a la Buena Madre Celestial: “¿Por qué has hecho esto?”, a lo que Ella le respondió: “Es que este joven Alfonso, ha rezado muchas veces mi Rosario, y yo por esto quiero pedirte, que no permitas que se condene porque es mi devoto”.

Entonces Jesucristo, de cara hacia el pobre Alfonso, que temblaba de susto, le dijo: “¿Has visto?, Mi Madre te ha salvado porque tú le rezas a Ella con frecuencia. Te dejo un poco más de vida, pero aprovecha este tiempo que te alcanzó, para quitar tantas manchas de pecado que tienes en tu alma. Dedícate a echar muchas obras buenas al lado derecho de tu balanza, no sea que, al morirte, estés falto de ellas y no alcances la salvación.”

Cuando despertó el Rey, estaba sudando, el pobre, de tanto miedo. Desde ese día, dejó las amistades que le hacían ofender a Dios, abandonó sus juegos de azar y todas sus reuniones con amistades escépticas y mal portadas que lo alejaban del Corazón de Dios y lo hacían ofenderlo. En conclusión, dejó de lado su vida pecaminosa y comenzó una vida buena, haciendo la Voluntad de Dios y cumpliendo sus mandamientos. Confesó en el sacramento de la penitencia sus pecados, para que su alma quedara totalmente blanca, y fuera una alegría para la Virgen tener un hijo como Alfonso. Decidió echar muchas obras buenas del lado derecho de su balanza visitando enfermos, dando comida a las personas con hambre, especialmente a las familias muy pobres; ayudando a los presos en la cárcel, escuchando Misa, visitando las iglesias y leyendo libros religiosos que trajeran virtud a su vida.

Cuando murió Alfonso, siendo Rey, murió como un verdadero convertido de la fe católica y fiel devoto de la Santísima Virgen María.

Es así hermanos, que siempre es importante meditar en la posibilidad que existe de que nos muriéramos ahora. ¿Qué pasaría si te murieras hoy? ¿Qué tal está la situación de tu alma en estos momentos? ¿Está tu alma llena de diamantes de buenas obras para entregarle al Señor y ser buen hijo de la Virgen, si nuestro buen Dios te llamara ahora, o te encuentras con obras que pesarían mucho más inclinando tu balanza al lado izquierdo, llevándote a la condenación por obras malas, inconclusas u omitidas? ¿Cuál crees que es mayor: el peso de tus buenas obras o el de tus malas acciones?

El Rey Alfonso tuvo, después de su sueño, la buena y santa costumbre, piadosísima de, al principio de cada mes, hacer un pequeño plan de lo que quería ofrecer a la Santísima Virgen como ofrenda de ese mes, para honrarla, agradecerle Su maternal auxilio y consuelo, reparar por sus culpas y las de sus hermanos y suplicarle su guía permanente.

Es así como debemos tener por lema, lo que alguna vez dijo aquel santo varón: “Mi afán principal será el de echar muchas obras buenas al lado derecho de la balanza, para que al presentarme ante el Trono del Juez Divino, no vaya a recibir sentencia de condenación para la eternidad, sino bienvenida al cielo para siempre.”

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes seis días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 16)

DÉCIMO SEXTO DÍA

¿Te has preguntado por qué amas a la Virgen María? ¿Por qué la Iglesia le da ese lugar tan especial en la vida de los cristianos y en el caminar de la Iglesia peregrina en la tierra? Ahora te explicaremos algunos puntos importantísimos para considerar, a fin de que ese amor que sientes por Ella se haga más grande, y al saber lo que Ella vale y Es para Dios, puedas defender tu amor y veneración por la Reina del Cielo con más solidez y solvencia.

Revisando las Sagradas Escrituras, vemos que María aparece en muy pocos pasajes del Evangelio. Allí vemos que aparece expresamente:

– En la Anunciación y Encarnación del Verbo,

– En el nacimiento del Niño Jesús en Belén,

– En el primer milagro de Jesús en las bodas de Canaán,

– En cierto momento en que Jesús estaba predicando y le avisan que Ella estaría buscándolo afuera, junto con “sus hermanos” (Cfr. Mateo 12,46, Lucas 8,19 y Marcos 3,31)

– En la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo,

– En el cenáculo, después de la Ascensión del Señor al Cielo, cuando recibió con los apóstoles al Espíritu Santo en Pentecostés.

Durante su vida en la tierra, estuvo presente en todos esos maravillosos acontecimientos, pero hoy la Santísima Virgen, sigue participando de la historia de la salvación, llevando consigo a todos los hombres y mujeres que se acogen a su maternal protección y, siguiendo su ejemplo, son fieles a Dios, humildes y obedientes a sus designios.

Existen muchísimas razones por las cuales debemos amar y respetar a la Santísima Virgen María. Si fuéramos justos, la lista sería interminable, pero aquí te mencionamos solamente algunas que nos parecieron muy importantes y sabemos que, debidamente analizadas y meditadas, nos ayudarán a crecer en la devoción y el amor a la Madre de Dios, porque estaremos además, siempre seguros, de que cuanto más recurramos a su auxilio, su amor y protección maternales, más nos podrá ayudar en nuestro camino hacia el Cielo.

1.-Madre de Dios, Jesús sea Bendito. Jesús, María sea Bendita:

Nadie podrá superar el Amor de Dios por María. Él, desde el principio, puso Sus Ojos en Ella y la escogió para ser esa criatura elegida sobre cualquier otra de la creación. Nadie ha amado y honrado a María más de lo que Dios lo hizo.

Dios Padre la eligió para ser la Madre de su Hijo (segunda persona de la Santísima Trinidad, Dios verdadero, hecho Hombre por amor). Es por eso que, sin temor a errar, podemos decir que María es la Hija predilecta del Padre, la esposa del Espíritu Santo, y la madre del Hijo unigénito de Dios.

2.- Entre todas las criaturas que han existido y existirán, Ella es el ejemplo de Humildad perfecta:

En su “Fiat”, durante la Anunciación, la Santísima Virgen María, realiza el acto más amado por Dios: En perfecta humildad, María le dice “Sí” a la invitación de Dios Todopoderoso, para colaborar en la salvación de los hombres, trayendo al mundo al Unigénito del Padre. María se expresa ante el Ángel, “Como la humilde sierva del Señor que está llena de gracia por El Poder del Altísimo, y acepta de corazón que se cumpla en Ella la perfecta Pálabra´ -es decir Voluntad- de Dios.” María fue el instrumento perfecto de Dios, precisamente porque Ella se sabía y reconocía, sólo como un instrumento, sin reclamar para sí protagonismo alguno. “Hágase en Mí, según Su Voluntad”, le dice al Ángel.

3.- María, con su santidad, es el mejor ejemplo para imitar y seguir a Jesús.

María, “Vaso Sagrado de toda Virtud”, como le llaman las primeras tradiciones de nuestra Iglesia, lleva en Ella la Huella de Dios, moldeándose en perfección a las Virtudes de Su Hijo Jesús.

Es por eso que Ella, predestinada a llevar en su seno virginal a LA PERFECCIÓN, que es “carne de su carne”, no podía ser una criatura imperfecta, miserable y pecadora, sino que por Jesús, y por designio del Padre, lleva la Pureza de alma y del cuerpo, moldeándose así en la perfección de Su Hijo.

Esta es la razón más elemental y lógica (más allá de las evidencias) por la que María es el mejor ejemplo para seguir e imitar a fin de alcanzar la santidad y llegar con Su Ayuda al Cielo.

4.- La Iglesia Triunfante (la multitud de los Santos) la alaban y le dan honra en el Cielo:

Todos los grandes Santos, que se encuentran ya gloriosos en el Cielo, en la vida terrena amaron y honraron con todo su corazón a María, pero, sobre todo, confiaron y se dejaron guiar por la Madre de Dios. No hay santo que no amara ni honrara a María. Muchos de ellos raramente no tenían un Rosario diariamente a la mano.

5.- Auxilio de los Cristianos; Omnipotencia Suplicante:

Qué mejor ejemplo de amor y bondad de la Madre de Dios y Reina del Cielo, que las Bodas de Canaán. María se compadece por los novios que se quedaban sin vino, y le pide a Su Hijo Jesús, que los ayude.

Jesús realizó su primer milagro público porque su madre intercedió por aquellos nuevos esposos, que se verían contristados al encontrarse sin vino en plena fiesta de bodas. Jesús, con todo amor, trata de disuadir a Su Madre diciéndole que no era todavía Su hora. Pero la Virgen le insiste y “alcahueta”, como diríamos y esperaríamos de una amorosa Madre, medio que “presiona” a Jesús diciéndoles a los servidores que hicieran lo que Él les dijera. Las Escrituras son claras y simples para mostrar la influencia de María sobre las decisiones de Jesús. ¿Por qué…? simplemente para mostrarnos cuánto es que JESÚS AMA Y ESCUCHA A SU MADRE, y desea complacerla y verla feliz, como un buen hijo. Cuánto pide y puede nuestra Santísima Madre por nosotros, cuando nos abandonamos a Ella y tratamos de hacer la Voluntad de Dios, pues Ella es clara no sólo con su ejemplo de vida, sino que lo dice también en la Sagrada Escritura como una luz para nosotros: “Hagan lo que Él les diga”.

6.- Se ve en las Sagradas Escrituras, la acción y presencia de María en la Vida de Jesús y los Apóstoles:

La Santísima Virgen María, Madre de Dios, como mencionamos anteriormente, fue parte de la Encarnación, Nacimiento, Primer milagro, Pasión y Muerte de Jesús en la Cruz, y recibió al Espíritu Santo junto a los Apóstoles en Pentecostés. Seguramente (esto lo dice la tradición de la Iglesia, y de una u otra manera se infiere, ya que María y Jesús eran muy unidos) que María estuvo igualmente presente con toda seguridad, cuando la Ascensión del Señor la Cielo.

7.- Es un hecho histórico la presencia de la María de Nazareth:

Esto se sabe debido a la genealogía de Jesús y de San José. Debido a ese linaje, y a la historia de los personajes que nos narra la Escritura desde tiempos de Abraham. Sabemos de la procedencia genealógica de María, así como la de San José. Durante los tiempos del Antiguo Testamento, era a la Reina, la madre del rey de aquellos días, a quien la gente acudía con sus peticiones. La mejor oportunidad de obtener una buena respuesta del rey era la petición de su madre. Así fue como se hizo durante el tiempo del Rey David, y también en el de Jesús, desciende directo de la Casa de David.

8.- Jesús nos ha dado a Su Madre y nos la sigue dando para que, con Ella, lleguemos más rápido a Él:

La Iglesia nos muestra que Jesús nos sigue dando y permitiendo el auxilio y la guía de su Madre. Muchísimas apariciones Marianas se han dado durante los últimos siglos, en las cuáles, María nos trae mensajes del Cielo. Ella, como en las Bodas de Canaán, está pendiente de nuestras necesidades, y viene a decirnos qué hacer para encaminarnos con más seguridad hacia Dios, y en los casos en que nos salgamos del camino seguro, viene a decirnos cómo reconducirnos a Él, para no perder el rumbo y alejarnos de la promesa del Paraíso.

María es signo de salvación, y muchos que no han creído, ante los avisos del Cielo y el consuelo amoroso de esta tierna Madre, se han dado cuenta después de que Ella es la “Profetiza” de los últimos tiempos. La Mujer vestida de Sol que viene a traernos a Jesús.

Por ejemplo, en Fátima, hace 100 años, el 13 de octubre, hubo 70 mil personas que presenciaron el denominado “Milagro del sol”. Tenemos también, lo sucedido en Lourdes, en México con nuestra Madre de Guadalupe, etcétera. Su mensaje para nosotros es orar y hacer reparación por los pecados de los hombres.

Es por eso que nuestro amor a María debe de ser grande y muy especial, ya que Jesús quiere que la amemos y la hagamos feliz, así como Él lo ha hecho siempre.

9.- El Rosario, la mejor y mayor arma que se nos ha entregado para vencer al mal:

Podríamos hacer una pequeña analogía para entender un poco más el poder del Santo Rosario para vencer al mal y a los males de este mundo. En el antiguo testamento, David venció a Goliat con una honda hecha con una cuerda y una piedra. Goliat siendo un hombre enorme, guerrero experimentado y recubierto de armaduras, fue vencido con un arma que no ahuyentaría, por su apariencia, ni siquiera a un ciervo.

David era un hombre muy pequeño de complexión. Sin embargo, con el Poder del Altísimo, venció lleno de fe a esa terrible amenaza, ganando de esa forma la batalla que, a los ojos de los hombres, era imposible de ganar.

A nosotros, la Madre nos ha regalado el poderoso Rosario que, siendo sencillo y humilde, representa el arma más poderosa que se nos ha entregado para que, en estos tiempos, podamos vencer al mal, aún que para los incrédulos esto sea imposible y todo esté perdido y sin esperanza.

La Virgen nos trae del Cielo esta poderosa arma espiritual, capaz de vencer hasta los demonios más fuertes. El Padre Pío y muchos santos se refirieron al Rosario como “un arma contra el mal”, y lo rezaron continua y fervorosamente. Hay muchas historias de milagros documentadas, e historias personales/familiares de triunfo, atribuidas al rezo del Santo Rosario.

10.- No existe nadie más justo que la Santísima Virgen María:

“La oración del justo tiene gran poder en su efecto” (Santiago 5,16) y “Dios oirá las oraciones de los justos” (Prov. 15,20). Basándonos en los Libros de la Santa Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, nos enseñan, que los atributos entregados a la Virgen por designio de Dios son así, debido a la virtud de la Justicia con la cual el alma de la Madre de Dios está revestida, y por esa justicia, es que Ella tiene ese poder maravilloso y omnipotente de intercesión delante del Padre, y justamente se la ha llamado “Dulce Omnipotencia Suplicante”.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes siete días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Meditando con la Gran Cruzada

¡CUÁNTO AMA UNA MADRE A SU HIJO!

CA-79            15-ENE-96                                                              JESÚS

De los besos y caricias maternas puede argüirse cuánto ama una madre a su hijo. Esto es más claro todavía si se conocen los sacrificios que la madre hace ocultamente por sus hijos. Multiplica este afecto por cinco, diez hijos y verás cuánto puede sacrificarse una madre y cuánto puede amar a sus hijos.

Nuestra Madre, la “sin mancha” que Me dio la vida humana, Ha amado a esta generación de hijos sin amor, los Ha abrazado estrechamente, Ha conocido todas sus culpas y, no obstante, les Ha perdonado el gran dolor que le Han causado.

Toda madre debe procrear a sus hijos, mucho más con el espíritu que con el cuerpo, debe transfundir en ellos tesoros mucho más grandes que los de la vida humana; debe dar a sus hijos todo lo que posee de bello y de grande en su alma. Se dice: “la sangre puede unir tanto, ¿cuánto más unirá el amor que la madre tiene por sus hijos? ¡Ah! no es la sangre la que une sino el amor, porque el amor está antes que la sangre, porque el amor perdura después de la muerte.

¿Qué pasó en Mi Madre cuando le transfundí el afecto materno también por ustedes? Ella se convirtió en la pequeña gran mujer que aceptaba una progenie innumerable, por amor a Mí, Su Hijo amadísimo. Y mientras de Mí recibió tanto bien que se puede decir que vino a ser la fuente del amor, de ustedes, de la generación actual recibió espinas y dolores sin número.

Así pues, Ella los ama ante todo a causa de Mi amor y luego, porque la han hecho sufrir tanto. Por eso Yo le reconozco el derecho de hacer de ustedes un trono de misericordia, sobre el cual Ella será festejada en gran manera. Ella debe salvarlos, Yo lo quiero, debe custodiar a Su familia y conducirla a Mí.

¡Cuántos blasfeman contra Ella, cuántos la han olvidado! ¡Cuántos se tapan los oídos y han huido de Ella! Pero Yo la amo, la He hecho poderosísima. ¡No permitiré que la insulten más, Me es demasiado querida!

Ella, por eso, hará pronto la limpieza de la casa y, no obstante está entre ustedes y está señalando a Sus hijos buenos. ¡Escúchenla! Es tan buena, sabe comprenderlos a todos, sabe olvidar toda ofensa, ¡Escúchenla!

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Rosas a la Virgen por el mes de María (día 15)

DÉCIMO QUINTO DIA

Hablemos hoy sobre el poder que Dios ha decidido otorgar a María para que nos ayude e alcanzar nuestra salvación.

“María, reina en el cielo sobre los ángeles y bienaventurados. Como regalo y honra a su profunda humildad, Dios le ha concedido el poder y la misión de llenar de santos todo el Cielo. Tal es la voluntad del Altísimo, que exalta siempre a los humildes (Lc 1,52): que el cielo, la tierra y los abismos se sometan, de buen grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien constituyó soberana del cielo y de la tierra, capitana de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, realizadora de sus portentos, reparadora del género humano, mediadora de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera de su grandeza y de sus triunfos” (San Luis María Grignon de Montfort).

Para ejemplificar el poder que Dios le ha sido entregado a la Santísima Virgen, incluso sobre los demonios, te contamos la siguiente historia:

Santo Domingo predicó mucho el rezo del Santo Rosario. Cuenta una biografía suya que un día le llevaron un pobre hombre endemoniado. El Santo puso el rosario que llevaba en el cuello de aquel hombre y después les preguntó a los demonios que le poseían:

De todos los Santos del cielo, ¿cuál es al que más temen?

Los demonios se negaron a responder, debido a que había mucha gente delante y no querían revelar en público a quién tenían miedo. Como Santo Domingo insistió, una y otra vez, al final contestaron en voz alta: “¡La Santísima Virgen!; nos vemos obligados a confesar que ninguno de los que perseveren en su servicio se condenará con nosotros; uno sólo de sus suspiros vale más que todas las oraciones, las promesas y los deseos de todos los santos. Muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan por su intercesión. Si no se hubiera opuesto a nuestro esfuerzo, hace mucho tiempo que tendríamos derribada y destruida a la Iglesia entera.”

Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todo el pueblo, y al fin los demonios salieron del pobre atormentado hombre, dando gritos, lanzando maldiciones y palabras obscenas. Estos demonios, gritaban con todas sus fuerzas llenos de rabia: “¡Qué suerte ser tú, hijo de María!” -le gritaban atormentados.

A este encuentro terrible, pero al mismo tiempo venturoso, Santo Domingo exclamaba: “Ahora sí que digo con toda paz que no tengo miedo a nada ni a nadie. Pero sí a una cosa: a vivir sin Ti, como si fuese huérfano. Encárgate Tú, por favor, de que eso no suceda, y ya está. ¡Gracias, Madre mía!”

La Virgen es omnipotencia suplicante, y es por ello que sus oraciones y súplicas son depositadas directamente en el Corazón de Dios, que las recoge como tesoros preciosos venidos de la “Doncella llena de Gracia”. La más Humilde de las vírgenes, y la más Bella de entre ellas, cumple su misión de llevarle almas a Dios y conducirlas por el camino de la salvación, pidiendo en todo momento para que Sus hijos, tengan el auxilio permanente que viene de su maternal protección, guía y consuelo.

La Virgen nuestra Madre, nunca nos abandona. En los momentos de más necesidad, sea ésta espiritual o temporal, Ella ruega a Dios por nosotros, pidiendo en todo momento por aquellas gracias y auxilios que necesitamos para poder remediar nuestras luchas, aflicciones y necesidades.

Con todo su amor, ruega a su Hijo, recordándole siempre la misión que Él le ha otorgado de pedir y velar por cada una de las almas que, en la Cruz, Él le entregó a su Maternidad.

En algunos días, festejaremos la advocación de María Auxiliadora. Pidámosle a esta tierna Madre, que ruegue a Dios por nosotros sin cansarse, especialmente en estos momentos que estamos viviendo en el mundo entero, donde la desesperanza, la angustia y la falta de fe, están apoderándose de los corazones que dudan de su presencia, de su maternal consuelo, y de su auxilio siempre oportuno.

-María, Auxilio de los cristianos, ¡ruega por nosotros!

-Virgen María, Madre nuestra Inmaculada, ¡muéstranos tu poder y derrota al enemigo!

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes ocho días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 14)

DÉCIMO CUARTO DIA:

¿Conoces la historia del Ángelus? ¿Sabes por qué lo rezamos…? Ahora te contamos la historia.

El Ángelus es una práctica piadosa, destinada a saludar y honrar la encarnación del Verbo en la Santísima Virgen María. Al rezarlo, recordamos y celebramos la misericordia de Dios para con la humanidad, junto a la disposición, humildad y obediencia de nuestra Madre del Cielo, que con su “sí” permitió que se abrieran para nosotros las puertas del Paraíso.

Es costumbre y norma en algunas congregaciones religiosas, sobre todo de vida contemplativa, el rezarlo tres veces cada día: una por la mañana, otra al mediodía y la tercera al caer la tarde, al toque de Campana.

La devoción consiste esencialmente en la triple repetición del Ave María, a lo cual, en subsiguientes tiempos, le fueron agregados, de forma intercalada, tres versos más, que ponen en contexto el Misterio de la Encarnación, uno de conclusión y una pequeña oración. La oración es la que pertenece a la antífona de Nuestra Señora “Alma Redemptoris”, en español “Augusta Madre del Redentor”; pero en rigor, hay distintas formas de oración y todas son válidas, en la medida en que expresan la misma idea.

Esta hermosa devoción, que honra a María y la pone, junto con Su Hijo, al menos una vez en el centro del día en señal de consagración a Ella, como Madre de Dios y ejemplo de virtudes, toma su nombre de la primera palabra del primer verso de la oración: “El Ángel del Señor anunció a María…” (en latín “Angelus Domini nuntiavit Mariæ”…).

Lo que muy pocos saben es que está normada una indulgencia de 100 días por cada vez que se la recita, con la posibilidad de ganar indulgencia plenaria una vez al mes. Esta indulgencia fue concedida a quienes recen el Ángelus por el Papa Benedicto XIII, el 14 de septiembre de 1724, pero las condiciones prescritas serían luego levemente modificadas por León XIII, el 3 de abril de 1884.

Al principio, era necesario que el Ángelus se dijese en posición de rodillas (excepto en los días domingo y la tarde de los días sábado, cuando las rúbricas o liturgia, prescribían postura de pie), y que se recitara al toque de campanas; pero una legislación posterior, permitiría dispensar de estas regulaciones por motivos justificados, con tal que la Oración fuese dicha en las horas apropiadas: en la mañana, al mediodía y por la tarde.

Al principio, el Ángelus debía ser dicho tal y como oficialmente había sido impreso, pero luego se contempló el caso de las personas que no supiesen leer y tampoco hubiesen podido aprender la oración de memoria, quienes, se reguló, podrían decir cinco avemarías en su lugar.

Una vez que el Ave María llegó a ser una oración diaria, rezada por consagrados y laicos, por allí por el Siglo XI (años 1000 a 1100), tomó especial acogida entre los laicos el rezo de tres Aves Marías diarias, en lugar de las tres oraciones más elaboradas recitadas por los monjes; como en el caso del Rosario (veíamos ayer) en qué ciento cincuenta salmos del Salterio fueron sustituidos por ciento cincuenta Ave Marías.

En el decreto franciscano del tiempo de San Buenaventura, encontramos que los laicos en general fueron animados a rezar tres Ave Marías al toque de campana en completas durante, o más probablemente después, del oficio de los frailes. Una especial justificación en el horario para estos saludos a Nuestra Señora, fue la creencia de que, justo a esa hora, ella era saludada por el Ángel.

Algunos estudiosos de los usos y costumbres, así como de la historia monástica a través de los siglos, comentan que el rezo del Angelus empezó a tener la importancia en el mundo católico, como imitación a la costumbre monástica de ese tiempo, y a la piedad del pueblo laico, que a imitación y por enseñanza de los monjes párrocos, tocaban las campanas para que igualmente el pueblo se pusiera en oración y cesara sus actividades.

Al parecer, este toque de campanas para los laicos aparece primeramente en Normandía en el año 1061 y se le describe como una campana que invita al pueblo a decir sus oraciones y a cesar sus actividades, más bien al caer la tarde. El rezo del Ángelus se incorporó al uso y a la costumbre al escuchar el toque de las campanas, integrándose paulatinamente como una práctica común de la sociedad medieval.

También la Iglesia sugiere que, pasando el tiempo, ya siendo conocida esta devoción, después de que las tres Ave Marías vespertinas se hicieran familiares, se estableció la costumbre de tocar la campana en la mañana, y proceder al rezo de las oraciones, cambiando así el horario al ya establecido por muchos años antes de la noche, para facilidad del pueblo que acostumbraba a rezarlo en familia.

La más antigua referencia sobre esta oración y el horario en que se realizaba se halla en las “crónicas de la ciudad de tejas de Parma”, Italia, en 1318, siendo la campana municipal la que sonaba en aquel caso. El obispo exhortaba a quienes escuchaban ese sonido, a decir tres Padrenuestros y tres Ave Marías por la conservación de la paz, por lo que fue llamada “la campana de la paz”. La misma designación fue aplicada a las campanadas de la tarde en todo sitio.

Fue así como el rezo del Ángelus empezó a difundirse por varios países, pero con horas a veces diferentes. El Ave María matutino pronto se volvió familiar en las naciones de Europa, y fue casi tan observado como el Ángelus vespertino. Incluso en Inglaterra, el Ave María vespertino (que fue el más difundido mundialmente con el nombre de “Ángelus”), fue hecho obligatorio por el Obispo John Stratford de Winchester, en 1324.

Poco a poco la costumbre iría afianzándose en la Iglesia y rezándose casi de manera generalizada así: en los Conventos, tres veces al día, y en algunos pueblos, dos veces al día para las oraciones de los laicos (matutina y vespertina).

En los siglos XIV y XV, el toque de campana del medio día, a menudo calificado también como “de la Paz”, y formalmente recomendado por Luis IX de Francia en 1475, fue estrechamente asociado más bien con la veneración de la Pasión de Cristo que con el saludo del ángel, y se promueve el rezo de largas oraciones, conmemorando la Pasión del Señor.

En un manuscrito inglés de 1576, se sugiere que la Resurrección sea honrada en la mañana, la Pasión al mediodía y la Encarnación en la tarde, pues esos serían los momentos del día en que dichos grandes Misterios ocurrieron.

En algunos libros de oración de esa época se sugiere, para cada una de las tres oraciones del día, diferentes devociones -como el Regina Coelli para la mañana (Esser 784)- oraciones de Pasión para el mediodía y los actuales versos del Ángelus para las Vísperas, hacia la caída del sol.

A alguna de esas prácticas, indudablemente, se debe el cambio del “Regina Coelli” por el Ángelus, durante el tiempo pascual. Esa sustitución fue recomendada por Angelo Rocca y Quarti, a principios del siglo XVII.

Nuestros presentes tres versos del Angelus y Regina Coelli en Pascua, parecen haber hecho primeramente su aparición en un catecismo italiano impreso en Venecia en 1560 (Esser 789); pero la forma completa, universalmente adoptada no puede ser rastreada antes de 1612.

Uniéndose al Ángelus y al Regina Coelli, un poco antes del año 1612, la Iglesia en Italia, adopta la práctica diaria de rezar “De profundis” por las benditas Animas del purgatorio, inmediatamente tras el Ángelus vespertino. Otra costumbre, también de origen italiano, es aquella de añadir tres Glorias al Ángelus, en acción de gracias a la Bendita Trinidad por los privilegios concedidos a Nuestra Señora.

Fue así como, con el paso del tiempo, los Papas contemporáneos fueron dándole forma y haciendo universal y regulado, específicamente el rezo del Ángelus, que finalmente quedó de la forma como ahora lo conocemos: Tres Aves Marías con sus previas salutaciones correspondientes en honor a la Encarnación del Señor y al Fiat de la Virgen, los Glorias en Honor y Alabanza a la Santísima Trinidad y la oración final, Seguido de esto, la petición misericordiosa por el descanso eterno de las almas del purgatorio, dejando para las tres de la tarde las oraciones exclusivas para honrar, alabar y adorar, la Cruz y la Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

Finalmente, para los Monasterios y Órdenes religiosas, quedaron reguladas las siguientes horas canónicas obligatorias de cumplir (en algunos casos, según la regla de la congregación que se trate, la obligatoriedad de cumplir con todas las horas canónicas, varia). En el caso de los laicos, la Iglesia, motiva y sugiere el rezo de por lo menos, los Laudes (por la mañana) y las Completas (al acostarse a dormir), para consagrar el día y la noche al Señor.

Como nos hemos dado cuenta, los tiempos en la Iglesia se miden en Siglos, y gracias a la Efusión del Espíritu Santo, es que los designios de Dios, se van organizando y plasmando a través de los años. Fue así como las horas canónicas quedaron estipuladas, y el Ángelus, en la Iglesia universal, queda especificado para todos a la misma hora y con el mismo formato de oración.

 

El Angelus (L’Angélus): Pintura de Jean Francois Millet, óleo sobre lienzo (66×55.5cm), pintada entre 1857 y 1859. Refleja una pareja en el campo, deteniendo sus actividades para honrar a la Virgen, probablemente  al escuchar la campana de una Iglesia (que se sugiere al fondo)

 

 

Horas Canónicas:

*Maitines (antes de amanecer, generalmente a las 3 de la madrugada).

*Laudes (al amanecer, generalmente a las 6 de la mañana).

*Prima (Primera hora después del amanecer, pasadas las 6:00 am).

*Tercia (Tercera hora después del amanecer, alrededor de las 9:00 am).

*Sexta (Mediodía, a las 12:00, después del Ángelus en tiempo ordinario, o Regina Coelli, en tiempo de Pascua)

*Nona (sobre las 15:00 pm, hora de la Misericordia; de la Muerte del Señor en la Cruz).

*Vísperas (tras la puesta del sol, habitualmente sobre las 6:00 pm, después del Ángelus, en el tiempo ordinario y el Regina Coelli, en tiempo de Pascua).

*Completas (antes del descanso sobre las 9:00 pm).

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes nueve días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

 

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 13)

DÉCIMO TERCER DIA:

Hace apenas dos días, comenzamos las “Rosas a María” escribiendo lo siguiente: “En mayo ‘es tradición rezar el Rosario en casa, con la familia. Las restricciones de la pandemia nos han ‘obligado’ a valorizar esta dimensión doméstica [de nuestra existencia] también desde un punto de vista espiritual’, dice Francisco en una Carta a los fieles. Por eso propone “redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa…” Bien, hoy profundizaremos en este asunto:

¿Conoces la historia del Santo Rosario?

El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. Contrariamente a lo que algunos sostienen, no fue “ideado” ni “transmitido” en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución.

De hecho, la mayoría de nosotros recordará que hace poco más de 15 años el Papa Juan Pablo II todavía hizo algunas modificaciones importantes al rezo de esta maravillosa oración. Pero vayamos al principio:

Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. Precisamente en el año 910 se fundó la Orden Cluniacense, que le dio una gran importancia a la “oración coral comunitaria”. Literalmente, querían que sus abadías fuesen “un anticipo de la Jerusalén celestial”, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos, como nos la presentan las Sagradas Escrituras (Cfr. Ap 5,9; 14,3; 15,3).

Por ello distinguieron entre dos tipos de monjas y monjes: los dedicados a la oración coral, que rezaban al día los 150 salmos de la Biblia, y los que, generalmente por no saber leer, estarían dedicados al trabajo manual.

Estos últimos solían ser personas sencillas e iletradas, que se ocupaban de la cocina, la portería, la huerta u otros oficios “menores”. Pero era preciso que también ellos y ellas orasen. Por eso, algunos de estos monjes ‒y monjas‒ comenzaron a rezar individualmente 150 Padrenuestros al día, en lugar de los 150 salmos que rezaban los que asistían a la oración coral. Esta piadosa costumbre se fue difundiendo no sólo entre los cluniacenses, sino también entre otras comunidades religiosas, y luego entre sacerdotes y laicos piadosos.

Fue en el siglo XII, que la Orden Cisterciense (fundada en el año 1098) le comenzaría a dar una gran importancia al culto a la Virgen María. Tanto así, que casi todas las abadías fundadas por ellos llevan el nombre de alguna advocación mariana. Su principal teólogo, san Bernardo de Claraval (1090-1153), difundió muchísimo la devoción a María como Madre, más que como Reina (que era lo normal desde el siglo V). Fue él quien ideó el título de “Nuestra Señora”: de tal forma que María va dejando de tener la imagen de “la Señora feudal” y pasa a ser “Nuestra Señora”, es decir, “Nuestra Madre”.

Pues bien, en este contexto, las monjas y los monjes cistercienses van a reemplazar en el Rosario algunos Padrenuestros por Salutaciones de la Virgen María. Todavía no se había creado la oración del Avemaría, sino que se rezaba sólo la primera parte: la Salutación del ángel, tomada de Lc 1,28-33: “Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo” y algunos le añadían la segunda parte del saludo, correspondiente a Santa Isabel: “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”.

A lo largo del siglo XIII se va extendiendo la costumbre de rezar tres cincuentenas de Salutaciones, es decir, 150 Salutaciones, en lugar de 150 Padrenuestros. Se crea así el “Salterio de María”. Y se va a añadir el nombre de “Jesús” al final de la Salutación del Ángel y de Isabel. Además, es en esta época cuando comienza a generalizarse el uso de “contadores”, es decir, de rosarios, para poder llevar la cuenta de las Salutaciones que se van rezando.

Después, en el siglo XIV, las Órdenes mendicantes (Franciscanos, Dominicos, Carmelitas y Agustinos, fundados, junto a sus ramas femeninas, en la primera mitad del siglo XIII), van a difundir el rezo del Salterio de María en sus predicaciones y entre los laicos que ellos acompañaban espiritualmente.

Llegó un momento en que algunos grupos fueron sospechosos de cometer herejías, por lo que surgió hacia 1380 otra corriente espiritual: la Devotio Moderna (o devoción moderna), que proponía, básicamente, una oración sencilla y metódica y la meditación de los pasajes del Evangelio. En este contexto encajaba muy bien el sencillo y metódico rezo del Salterio de María. Pues bien, es entonces cuando en ciertas abadías cartujas, se van a añadir al final de cada Salutación del Ángel una coletilla que ayude al orante a meditar un pasaje de la vida de Jesús. Por ejemplo: “… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que nació en Belén”. O “… que murió en la Cruz”. Y, así, se va extendiendo la costumbre de añadir a cada una de las 150 Salutaciones una terminación diferente sobre Jesús. Hubo diversos modos de hacerlo.

Parece que es a comienzos del siglo XV cuando se crea el Avemaría completo. A la primera parte, que ya era: Dios te dice ‘salve’, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” se añade la segunda parte: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. En algún momento se suprimió el “dice” y quedó como “Dios te salve”, pero a lo que se refiere es a que el Ángel le dice “Salve” (es decir, saluda) a María, de parte de Dios.

El caso es que fue as así como, poco a poco, se fue conformando el rezo del Rosario que todos conocemos, en el que se combina el recitado de Avemarías y la meditación de pasajes de la vida de Jesús y su Madre.

En 1475, los frailes Dominicos fundaron la primera “Cofradía del Rosario”. Ésta tuvo tanto éxito entre el pueblo fiel y las autoridades civiles y eclesiásticas, que rápidamente comenzaron a fundarse Cofradías del Rosario en otros conventos dominicos, pasando a ser responsabilidad de la Curia Generalicia de la Orden de Predicadores (Roma) en 1485. Desde entonces serán los dominicos los grandes difusores del Santo Rosario, aunque también lo hicieron muchos otros religiosos, laicos y sacerdotes.

Hay cuatro factores que contribuyeron al éxito del Rosario, (en ese momento se le conocía con el nombre de oración simplemente):

  • Es muy sencilla
  • Se puede rezar individual o comunitariamente
  • Anima a meditar los Evangelios y
  • Ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos, por supuesto, por la intercesión valiosísima de la Madre del Cielo.

Gracias a esto último, la Iglesia cree que el rezo del Rosario contribuyó a que sucedieran muchas acciones milagrosas, como curaciones, conversiones, la liberación de ciudades sitiadas y el apaciguamiento de fenómenos naturales como terremotos, tempestades, erupciones volcánicas o tsunamis.

Tratando de integrar el rezo del Rosario en la espiritualidad, en esa época comienza a identificarse a Santo Domingo de Guzmán con el Rosario. Y, pasado el tiempo, surgió la conocida tradición de que la Virgen María le entregó a ese santo un rosario, pidiéndole que propagara esa oración por el mundo entero; considerando así a Santo Domingo el fundador del Rosario.

En el Siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana (española) venció a la musulmana (turca), que era muy superior. La clave la encontramos en que el Papa san Pío V (1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el Rosario para que María, como Madre de la Iglesia, intercediera ante Su Hijo Jesús.

Como consecuencia de esa victoria, en 1573 el Papa Gregorio XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo de octubre. Posteriormente esa fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla de Lepanto. Es por eso que, debido a la tradición de la Iglesia ante este suceso histórico, el 7 de octubre, día de la Fiesta del Rosario, o de la Virgen del Rosario, se quedó para honrar el poder de la oración del Rosario, que hace milagros, por intercesión de la Virgen María.

El Papa San Pío V, fue quien estableció formalmente el modo de rezar el Rosario. Éste va a constar de tres grupos de 5 misterios. Los primeros son los gozosos que invitan a meditar los pasajes más importantes de la infancia de Jesús. Después están los misterios dolorosos, sobre la pasión de nuestro Señor. Y por último están los misterios gloriosos, en los que se medita sobre la resurrección del Señor y otros acontecimientos posteriores. En cada misterio se rezan un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, mientras se medita un pasaje de la vida de Jesús o de María. Básicamente, es una oración en la que se repite rítmicamente el Avemaría. Esto nos ayuda a “sintonizar” nuestro corazón con el corazón de la Virgen, para que ella nos conduzca hacia su Hijo.

Durante los siglos XVII y XVIII se difundió mucho el rezo del Rosario entre el pueblo fiel. En 1629 el dominico fray Timoteo Ricci (1579-1643) creó el “Rosario Perpetuo”. Una forma maravillosa de hacer que la Virgen estuviera presente en todo momento en la vida de la Iglesia. Para ello, repartió 8.760 tarjetas (correspondientes a las 8.760 horas que tiene un año solar), para que en cada hora del año hubiese alguien rezando los quince misterios del Rosario. Fue tan bien acogido, que en algunas ciudades tuvieron que repartirse varios grupos de tarjetas, porque los solicitantes sobrepasaban con mucho el número de 8.760. Con el apoyo de los Papas, el Rosario Perpetuo fue difundido por Europa y las tierras de misión.

Tras la Revolución Francesa (1789) y las siguientes revoluciones liberales del siglo XIX, la Iglesia sufrió un verdadero cataclismo: perdió su influencia pública, le arrebataron sus posesiones y, sobre todo, intentaron desplazarla como referente moral ante la sociedad. Valores tan evangélicos como la libertad, la fraternidad y la igualdad fueron asumidos como propios por los revolucionarios, que se estrellaron contra la Iglesia por considerarla “cómplice” del sistema monárquico… Los intelectuales acusaron a la Iglesia de “oscurantista”, a pesar de que muchos de ellos le debieron a la Iglesia sus luces, pues fue a través de la Iglesia que la lectura y la escritura se popularizaron y dejaron de ser un privilegio exclusivo de los nobles… Luego el marxismo acusaría a la Iglesia de ser el “opio de los pueblos”, aunque siempre trató de despertar al hombre hacia una realidad trascendente.

Como consecuencia de todo ese ambiente anticlerical generalizado, las órdenes religiosas fueron expulsadas y se pusieron muchas trabas a los sacerdotes. Ante esta situación, el pueblo fiel encontró su refugio espiritual en las devociones. Una de las principales fue el simple rezo del Santo Rosario.

La joven seglar Paulina Jaricot (1799-1862), tomando como referencia el Rosario Perpetuo ‒que apenas se rezaba ya por estar desfasado‒ ideó el “Rosario Viviente”, pensando sobre todo en la clase obrera. Consistía en crear grupos de 15 personas en los que cada una se comprometiese a rezar, al día, un misterio del Rosario. Así, cada grupo rezaba un Rosario completo al día. Otro objetivo del “Rosario Viviente” era apoyar espiritual y económicamente a las misiones, siendo el precursor de las Obras Misionales Pontificias. Este rezo se extendió muy rápidamente por Europa y después en los pueblos de misión.

No es extraño que en dos apariciones de la Virgen, el Rosario sea un elemento central: en Lourdes (1858) la Virgen pide expresamente que se rece el Rosario, y en Fátima (1917) la propia Virgen se llama a sí misma “Nuestra Señora del Rosario”.
El Papa León XIII (1810-1903), viendo la importancia que tiene esta oración, le va a dedicar once Encíclicas. En la primera (1883) declara octubre como mes del Rosario.

Fue así, como con el correr de los años, guerras mundiales, transformación de las sociedades, “evolución” y revoluciones, llegó el siglo XXIEs tanto lo que la sociedad está cambiando, que la Iglesia ha de modernizar el culto mariano, para hacerlo asequible a la persona actual. En ese sentido, el Papa Juan Pablo II (1920-2005) además de promover mucho el rezo del Rosario, introdujo cinco nuevos misterios: los luminosos, que versan sobre la vida pública de Jesús.

En el Apostolado de la Nueva Evangelización, tenemos como uno de los pilares de nuestra espiritualidad el ser “Marianos”. Como nuestro Director General lo ha explicado muchas veces, esto va más allá de la simple “devoción”:

“Las devociones y las prácticas piadosas deben llevarnos a una realidad más profunda, y esa es la espiritualidad. En nuestro caso, el ser ‘marianos’ significa que debemos de meditar, aprender, asimilar e imitar las virtudes de la Virgen María, acerca de las cuales profundizamos al mismo tiempo que le demos honor y la veneramos con el rezo diario del Santo Rosario.”

No se trata solamente de presentar nuestro amor cada día a la Madre del Cielo, en cada recitación que se ora el Ave María, sino también de “rumiar” y “madurar” en las virtudes de María hasta ir. Por la gracia del Espíritu Santo, “apropiándonos” de ellas, haciéndolas nuestras, con la ayuda de su poderosa y maternal intercesión.

Pidámosle a Ella que nos ilumine, nos fortalezca y nos conduzca por el camino de la Voluntad de Dios, rezando con el corazón el Santísimo Rosario, siendo esta oración poderosa para vencer al mal, auxiliarnos en las tentaciones, y traer al mundo la paz y la concordia, así como la conversión de los pecadores, la unión de las familias y el advenimiento del Reino de los Cielos a la tierra.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes diez días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

ANE en casa o “Nada nos detiene”

¿CÓMO PUEDO TRAER EL ANE A MI CASA?

Hoy veo el calendario en mi celular, quiero calcular el tiempo que transcurrió desde mi última visita al hospital… primero me asombro porque aunque sé que hoy es 12 de mayo, me parece algo surrealista ver un calendario después de tanto tiempo. Varios días ya tachados en un nuevo mes que avanza sin reloj y sin tiempo, simplemente pasa y no se detiene.

Los martes, eran mis días de visita al hospital, y hasta ahora van 7 martes que no asomo. El Señor me llamó a servir en el ANE, en el Ministerio de Salud de los Enfermos, junto a un lindo grupo de 4 buenas amigas, hace ya casi 4 años… pienso y siento con añoranza que es triste no poder seguir asistiendo, sólo Dios sabe hasta cuándo. También sé que un hospital, es el lugar de mayor riesgo y que aunque quisiéramos ir, no es posible… Me quedo orando por aquellos hermanos enfermos a quienes dejamos de visitar de un momento a otro, por aquellos que nos esperaban cada semana para rezar ¨La Coronilla de la Misericordia¨, los que sólo querían platicar, aquellos que en silencio, preferían una palabra de aliento y un dulce apretón de manos, una medalla, agua bendita o una estampita para sus momentos de soledad. Me quedo orando ahora, más que nunca, por todos los enfermos con este virus, por los doctores y enfermeras que siguen trabajando y en circunstancias de tanto peligro por la pandemia.

Sigo meditando y aunque estoy tan a gusto compartiendo, día a día, con mis hijos a quienes tenía un poco olvidados por el trabajo, por los pendientes, las vueltas, el apostolado y los compromisos, comienzo a sentir la falta de estar activa sirviendo al Señor.

Tomo mi libro “La Puerta del Cielo” pidiéndole al Señor me ilumine, pues le pregunto de qué manera puedo reemplazar mis ausencias a la “chamba” (ausencias verdaderamente involuntarias) ¿haciendo qué?, esa es la pregunta…

 

Le comparto mi inquietud y le digo en oración que quisiera traer al ANE a mi casa, ya que yo no puedo salir de estas cuatro paredes… luego recuerdo las palabras de nuestras autoridades en el último Encuentro anual, cuando nos repetían que el ANE es una forma de vida, refiriéndose a que debemos hacer carne aquello que el Señor nos transmite por medio del Apostolado. Si así lo hacemos, significa entonces que ya vivimos con ese sentir. Pienso, tarareando en la letra del himno del ANE y en el “…nada nos detiene…” entonces reflexiono, en que cada uno de nosotros tiene una misión desde donde estemos, un compromiso con nuestro amado Dios, pese a las limitaciones que estemos enfrentando. Que aunque el COVID nos haya puesto un freno en el camino, entendemos que ese ALTO lo permitió Dios Todopoderoso y que está en nuestras manos sacarle el provecho.

 

“Yo les enseño interiormente, –dice el Señor— yo busco un lugar puro en el cual descansar mi cabeza y allí Me recuesto a esperar que me busquen con el fuego de sus corazones, que busquen la verdad de Mi amor.

Mis enseñanzas no cesan, soy un Dios que enseña y Mi amor es imperecedero.”

Entonces pienso: no me quedan dudas, Él irá marcando nuestros pasos, ¡nada nos detiene!

NADA NOS DETIENE (haz “click”)