Rosas a la Virgen por el mes de María (día 29)

VIGÉSIMO NOVENO DÍA

San Alfonso María de Ligorio fue un religioso napolitano, que vivió entre 1696 y 1787. Egresó como abogado a sus dieciséis años, y su padre esperaba para él un brillante futuro político, pero él sentía otro llamado del Señor, por lo que a los treinta años, y luego de no pocas batallas, fue ordenado sacerdote. Fue fundador de la Congregación del Santísimo Redentor cuyos miembros se conocen como “Padres Redentoristas”.

Se lo considera un renovador de la moral de su tiempo. Canonizado en 1839 y proclamado «Doctor de la Iglesia» en 1871, es el patrono de los abogados católicos, de los moralistas y de los confesores. Escribió más de 111 obras, entre las cuales destacan el “Tratado de Teología Moral”, escrito entre 1753 y 1755 y “Las Glorias de María”, uno de los más importantes libros sobre temas marianos, escrito entre 1734 y 1750.

San Alfonso María de Ligorio trató de abrir los ojos a las personas que viven tranquilas en pecado y consideran que no necesitan de una conversión profunda y seria, no por ignorar que hay un Dios, sino porque creen que Él les perdonará de todo, puesto que es todo misericordioso. Intentó mostrarles los peligros a los que estaban expuestos quienes demoran su conversión y optan por ese estilo de vida, quizás por ignorancia al poder del demonio y el pecado.

Uno de los peligros que este santo advierte, es el creer la mentira de que tenemos el tiempo suficiente para hacer una conversión verdadera y entregarnos a Dios. “La muerte suele ser repentina, nadie más que Dios sabe cuándo moriremos ¿de dónde viene esta seguridad de que uno se convertirá justo a tiempo?” se preguntaba con frecuencia en sus sermones. Recordaba las palabras de San Gregorio cuando dice: El Señor que prometió el perdón al que se arrepiente de su culpa, no prometió conceder tiempo para convertirse al que quiere perseverar en el pecado.”

Contaba San Alfonso María de Ligorio este suceso, ocurrido en 1604, a dos jóvenes de la región flamenca de Flandes, Europa, que llevaban una mala vida. Dice que al pasar una noche por la casa de una mujer pecadora, de vida deshonesta, les sucedió lo que se narra a continuación: Ricardo, uno de los jóvenes, salió de aquella casa y cuando llegó a la suya se acostó. Una vez en la cama se acordó de no haber rezado las tres aves Marías que acostumbraba a rezar todas las noches a su Madre la Virgen.

El sueño ya le había vencido, pero superando la pereza las rezó, aunque sin mucha devoción, y luego se acostó de nuevo. Apenas había empezado a dormir notó que alguien golpeaba con desesperación la puerta de su habitación.

Quien golpeaba la puerta era el alma de su amigo. (Cuando morimos, nuestra alma sigue viviendo, y en algunas ocasiones, permite Dios que, de forma extraordinaria, actúe físicamente. En este caso, lo permitió Dios por Misericordia, para que Ricardo cambiase de vida).

Ricardo se levantó y sin abrir la puerta preguntó:

– ¿Quién eres?

– ¿Es que no me reconoces? ¡soy un desgraciado! -exclamó triste el alma del amigo- ¡estoy condenado!

– ¿Cómo así?

– Tienes que saber, Ricardo, que al salir de aquella casa me atacaron y caí muerto; mi cuerpo quedó tendido a la mitad de la calle y mi alma está en el infierno. Lo mismo te hubiera pasado a ti, pero Santa María te salvó de él por las tres Aves Marías que le rezas cada noche.

Y acabó diciendo: “Aprovecha esta revelación de la Madre de Dios, tú que tienes tiempo.” Y desapareció.

La Virgen quiso que el alma de su amigo le revelase a Ricardo lo sucedido para que cambiara de vida. Ricardo se puso a llorar y a darle gracias a la Virgen; sonaban entonces las campanas de la Iglesia y decidió ir a confesarse y hacer penitencia.

Fue y se lo dijo a los sacerdotes; éstos, que no lo creían, se dirigieron a la calle donde todavía estaba el cuerpo de su amigo y lo vieron muerto y tendido en la mitad de la calle; comprobaron así que Ricardo no había mentido.

A partir de entonces, Ricardo cambió de vida e hizo muchas cosas por Dios y por los demás.

Pidamos pues perdón a la Santísima Virgen por nuestros descuidos en la oración, y a partir de ahora, nunca nos acostemos sin despedirnos de Ella y darle gracias por su cariño y maternal protección.

Amemos a esta Tierna Madre, que quiere siempre estar junto a nosotros para llevarnos con su ayuda al Cielo.

¡Ave María Purísima, sin pecado Concebida! Ruega a Dios por nuestras almas siempre, y cuando llegue la hora, llévanos contigo al Cielo.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 28)

VIGÉSIMO OCTAVO DÍA

San Juan Damasceno es uno de los escritores más  reconocidos desde antiguo en nuestra Iglesia. Nació en Damasco, Siria y vivió entre los años 675 y 749. Doctor de la Iglesia y poseedor de gran sabiduría, se dedicó al estudio y a escribir sobre dialéctica, física, filosofía, moral y, por supuesto, Teología.

Pretendió exponer sistemáticamente todo el dogma cristiano y no abordar solamente unos pocos temas, como hicieran sus antecesores. Cuando el emperador de Constantinopla prohibió el culto a las imágenes haciéndose eco de los iconoclastas que acusaban a los cristianos occidentales y orientales -fundamentalmente los monjes- de adorar imágenes, San Juan Damasceno defendió la práctica de la veneración, no adoración, de las imágenes religiosas contra los iconoclastas con las siguientes palabras: “Lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen.”

Una leyenda cuenta que, en medio de la querella de los iconoclastas perdió una mano, y la Virgen se la restituyó. Con base en dicha historia, se pintó el icono de la Trijerusa o Troeruchista: una imagen de la Virgen que tiene tres manos y es sumamente popular y venerado en la Iglesia Oriental. Fue llamado “Orador de Oro”, debido a su elocuencia y es considerado un gran profeta en las Iglesias Orientales.

Este famoso autor describe la muerte de Nuestra Señora con estas hermosas palabras:

“La Madre de Dios no murió de enfermedad, porque Ella, por no tener pecado original (fue concebida inmaculada: o sea, sin mancha de pecado original), no tenía que recibir el castigo de la enfermedad. Ella no murió de ancianidad, porque no tenía por qué envejecer, ya que a Ella no le llegaba el castigo del pecado de los primeros padres: envejecer y acabarse por debilidad.

Ella murió de amor. Era tanto el deseo de irse al Cielo donde estaba Su Hijo, que este amor la hizo morir.

Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo el tiempo en enseñar la religión del Salvador a chicos y grandes, cuando había consolado a tantas personas tristes y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los Apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo para la eternidad.

Los Apóstoles la amaban como la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios, sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición.

Fueron llegando, y con lágrimas copiosas, y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían bendecido.

Para cada uno de ellos tuvo la Excelsa Señora palabras de consuelo y de esperanza. Y luego, como quien se duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos, y su alma, mil veces bendita, partió para la eternidad.

La noticia cundió por toda la ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a llorar junto su cadáver, como la muerte de su propia madre.

Su entierro, más parecía una procesión de Pascua, que un funeral. Todos cantaban el aleluya, con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima protectora en el Cielo, para interceder por cada uno de los discípulos de Jesús.

En el aire se sentían suavísimos aromas, y parecía escuchar cada uno armonías de músicas muy suaves.

Pero Tomás Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando llegó, ya habían regresado de sepultar a la Santísima Madre.

Pedro -dijo Tomás– no me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi Madre amabilísima y darles un último beso a esas manos santas que tantas veces me bendijeron.

Se fueron todos hacia el santo sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir de nuevo, suavísimos aromas en el ambiente y armoniosas músicas en el aire.

Abrieron el sepulcro y en vez del cadáver de la Virgen, encontraron solamente una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido; había resucitado a Su Madre Santísima y la había llevado al Cielo.

Eso es lo que llamamos la Asunción de la Virgen (cuya fiesta se celebra el 15 de agosto).

¿Y quién, de nosotros, si tuviera los poderes del Hijo de Dios, no hubiera hecho lo mismo con su propia madre?”

Dulce Corazón de María, ¡sé la salvación del alma mía!

Sagrado Corazón de Jesús, ¡en Ti confío!

 

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 27)

VIGÉSIMO SÉPTIMO DÍA

“María sea la Estrella que nos ilumine la senda, nos muestre el camino seguro para legar al Padre del Cielo; Sea como el ancla a la que nos debemos sujetar cada vez más estrechamente en el tiempo de la prueba.” (Padre Pio de Pietralcina)

El Milagro del cojo de Calanda

Finales de Julio de 1637. Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda (Teruel) España, tuvo un accidente durante su trabajo. Cayó al suelo y le pasó por encima de la pierna derecha una rueda del carro de su tío, rompiéndosela, más o menos a la atura del tobillo.

Lo llevaron al hospital de Valencia, y al ver que cada vez empeoraba más, lo trasladaron al hospital de Zaragoza, donde llegó a los días primeros de octubre con mucha fiebre y la pierna totalmente gangrenada. Antes de ingresar en el hospital, fue a la Iglesia del Pilar, donde se confesó y comulgó.

Ya en el hospital, viendo los médicos que la pierna no tenía curación, decidieron cortarla cuatro dedos por debajo de la rodilla.

Se la serrucharon sin más anestesia que una bebida bien cargada de alcohol, mientras él se encomendaba a la Virgen del Pilar. Después de la operación, dos médicos enterraron la pierna en el cementerio del hospital.

Cuando se repuso de la operación, no pudo encontrar empleo, por lo que pasó dos años y medio en las calles, pidiendo limosna. Generalmente se encontraba en las puertas de la Iglesia del Pilar, durmiendo en alguna posada o en los bancos que se encontraban en el hospital. Después de un tiempo más, regresó a la Calanda.

Una noche soñó que se untaba el muñón con el aceite de la lámpara de la Iglesia del Pilar. Al entrar sus padres en la habitación, sintieron una extraña fragancia; la madre se aproximó con el candil a su hijo, y vio que le salían por debajo de las sábanas, no una, sino las dos piernas.

Era su misma pierna amputada, con las antiguas cicatrices de niño y la lesión cerca del tobillo, que le hizo el carro, cuando le pasó por encima.

Además, se comprobó que la pierna ya no estaba en el cementerio del hospital. Todo el pueblo fue testigo el milagro y el párroco celebró una Misa en acción de gracias.

¡Qué grande Eres Madre mía! No necesito ver milagros, porque ya has hecho miles. Pero sí necesito que aumentes mi fe cada día, hasta tenerla semejante a la Tuya. ¡Creo Madre, pero has que crea más y más!

La Santísima Virgen es llamada siempre bajo innumerables hermosos nombres, y Ella, que es vaso de toda virtud, recibe los elogios que merece como Madre de Dios.

Qué hermoso es que nosotros, sus hijos, bajo esos innumerables nombres y llenándola de piropos y alabanzas, le digamos todos los días tiernas palabras, y alabemos igualmente sus virtudes, para que, de esta forma, reciba y sienta todo nuestro amor.

Sin embargo, la mejor manera de alabar las virtudes de María y rendirles verdadero tributo, es conociéndolas, meditándolas, y sobre todo, ir practicándolas, de a poquito, hasta que se conviertan también en hábitos buenos nuestros. Porque así como el vicio es la práctica habitual de una mala conducta, la virtud es la práctica habitual de una buena. Conozcamos, meditemos, practiquemos e incorporemos las virtudes de María a nuestra conducta diaria, y así seremos los mejores hijos suyos.

Pidámosle a María que nos ayude a configurarnos completamente con el amor de Jesús y a ser dóciles a la acción del Espíritu Santo, que nos pide estar abiertos a su acción sanadora, vivificante y transformadora.

María, la Esclava del Señor, aceptó llena de fe la acción del Espíritu en Ella. Como Ella, aceptemos ser esclavos y siervos del Señor, atentos siempre a escuchar su Palabra y hacerla testimonio y acción de vida, con los dones del Santo Espírirtu.

Deseemos, como la Madre del Cielo que nos enseña con su ejemplo, a responderle a Jesús con generosidad y espíritu de servicio.

María, Auxilio de los pecadores y los que buscan tu intercesión, ¡acógenos siempre bajo tu manto protector y llévanos de la mano hasta Jesús!

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 26)

VIGÉSIMO SEXTO DÍA

NICAN MOPOHUA: QUINTA PARTE

Seguimos con la narración del Nican Mopohua en esta última entrega. Dejamos para el final lo que para nosotros es “la mejor parte”, especialmente ahora, ante la situación que estamos viviendo. Para ello, rompimos de exprofeso la cronología de los acontecimientos, que, para que quede clara, la presentaremos gráficamente al final de esta edición.

Hoy, finalmente, hablaremos del tío de Juan Diego, Juan Bernardino, su enfermedad y el mensaje esperanzador de estas apariciones.

Después de que Juan Diego fuera por segunda vez a ver al obispo Zumárraga, y sin haber logrado mucho, se siente triste por lo acontecido. Había quedado en entrevistarse con la Reina del Cielo pero el Nican Mopohua nos dice que se presentó un contratiempo, de la siguiente manera:

“Pero a la mañana siguiente, lunes, cuando Juan Diego debería llevarle alguna señal suya [al Obispo] para ser creído, ya no regresó, porque cuando fue a llegar a su casa, a un tío suyo, de nombre Juan Bernardino, se le había asentado la enfermedad, estaba en las últimas, por lo que se pasó el día buscando médicos, todavía hizo cuanto pudo al respecto; pero ya no era tiempo, ya estaba muy muy grave. Y al anochecer, le rogó instantemente su tío que, todavía de noche, antes del alba, le hiciera el favor de ir a Tlatilolco a llamar a algún sacerdote para que viniera, para que se dignara confesarlo, se sirviera disponerlo, porque estaba del todo seguro que ya era el ahora, ya era el aquí para morir, que ya no habría de levantarse, que ya no sanaría. Y el martes, todavía en plena noche, de allá salió, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote, allá en Tlatelolco.

Y cuando ya vino a llegar a la cercanía del cerrito Tepeyac, a su pie, donde sale el camino, hacia el lugar donde se pone el sol, donde antes él pasara, se dijo: ‘Si sigo de frente por el camino, no vaya a ser que me vea la noble Señora, porque como antes me hará el honor de detenerme para que lleve la señal al Jefe de los Sacerdotes, conforme a lo que se dignó mandarme. Que por favor primero nos deje nuestra aflicción, que pueda yo ir rápido a llamar respetuosamente el sacerdote religioso. Mi venerable tío no hace sino estar aguardándolo.’ En seguida le dio la vuelta al monte por la falda, subió a la otra parte, por un lado, hacia donde sale el sol, para ir a llegar rápido a México, para que no lo demorara la Reina del Cielo. Se imaginaba que, por dar allí la vuelta, de plano no iba a verlo Aquella cuyo amor hace que absolutamente y siempre nos esté mirando.

Pero la vio como hacia acá bajaba de lo alto del montecito, desde donde se había dignado estarlo observando, allá donde desde antes lo estuvo mirando atentamente. Le vino a salir al encuentro de lado del monte, vino a cerrarle el paso, se dignó decirle:

‘¿Qué hay, Hijo mío el más pequeño? ¿A dónde vas? ¿A dónde vas a ver?’

Y él, ¿acaso un poco por eso se apenó, tal vez se avergonzó, o acaso por eso se alteró, se atemorizó?

En su presencia se postró, con gran respeto la saludó, tuvo el honor de decirle: ‘Mi Virgencita, Hija mía la más amada, mi Reina, ojalá estés contenta; ¿Cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud?, Señora mía, mi Niñita adorada. Causaré pena a tu venerado rostro, a tu amado corazón: Por favor, toma en cuenta, Virgencita mía, que está gravísimo un criadito tuyo, tío mío. Una gran enfermedad en él se ha asentado, por lo que no tardará en morir.

Así que ahora tengo que ir urgentemente a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que tenga la bondad de confesarlo, de prepararlo. Puesto que en verdad para esto hemos nacido: vinimos a esperar el tributo de nuestra muerte. Pero, aunque voy a ejecutar esto, apenas termine, de inmediato regresaré aquí para ir a llevar tu venerable aliento, tu amada palabra, Señora, Virgencita mía.

Por favor, ten la bondad de perdonarme, de tenerme toda paciencia. De ninguna manera en esto te engaño, Hija mía la más pequeña, mi adorada Princesita, porque lo primero que haré mañana será venir a toda prisa’.” (NM 94-116).

En esta preciosa narración podemos darnos perfecta cuenta de varias cosas: en primer lugar de la ingenuidad de Juan Diego, así como de la inmensa ternura con la que se dirige a la Señora del Cielo, como “su Princesita”. Pero para que entendamos por qué le corría tanta prisa y era tan imperioso cumplir el pedido de su tío, que sintió la necesidad de atenderlo de primero, no solamente porque se moría y era urgente, sino porque para la cultura náhuatl el tío era, en el nivel de autoridad, el que la poseía por completo al momento en que faltaba el padre. Es decir, lo hermanos del padre, especialmente el mayor, era el que tenía toda la autoridad moral dentro del clan de una familia náhuatl.

Para San Juan Diego, su tío Juan Bernardino era la autoridad a la cuál debía atender y respetar. Como un buen hombre de sentimientos nobles, y fiel cumplidor de las normas, el atender a su tío no solamente le daba la certeza y la paz de que estaba actuando moralmente bien, según lo aprendido en el núcleo de la familia, sino que además estaba actuando según la querencia de Dios, al velar por su tío, que era como su padre. Con esto San Juan Diego, atendía al cuarto mandamiento de honrar a los padres, superiores en moral, según le había sido enseñado en el catecismo de la Iglesia y, lo que es todavía muchísimo más importante: se ve el grado de su formación cristiana con su razonamiento en relación con el tránsito a la vida eterna: “ahora tengo que ir urgentemente a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que tenga la bondad de confesarlo, de prepararlo. Puesto que en verdad para esto hemos nacido: vinimos a esperar el tributo de nuestra muerte…”

Bellamente, la narración nos demuestra que la Santísima Virgen María es una Madre que nunca está ausente de nuestras vidas. Que es una Madre que todo el tiempo está pendiente de nuestros pasos y nuestras acciones, y que por no faltar a nuestra libertad, nos deja actuar, pero cuando ve que vamos errando el camino, o que nuestro camino, aunque no sea malo, simplemente no se ajusta con los planes de Dios, sale a nuestro encuentro, e intercepta el camino en el que nos encontremos para llevarnos por aquél que Dios quiere que andemos.

Lo más importante de todo esto, es que Ella nos muestra que, por el camino que andemos, que nos lleve a Jesús, Ella estará tomándonos de la mano y vigilando en todo momento nuestros pasos.

Después de que San Juan Diego viera a la Virgencita, la narración del Nican Mopohua nos trae las palabras más dulces de nuestra Madre del Cielo, que sin duda en ese momento eran para Juan Diego, pero que cobran ahora una actualidad inusitada en los corazones de todos sus hijos que decimos Amarla y Servirla, tal como la narración nos cuenta:

“Y tan pronto como hubo escuchado la palabra de Juan Diego, tuvo la gentileza de responderle la venerable y piadosísima Virgen: ‘Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor.  ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?’.” (NM 117-119)

La Virgen te dice a ti hoy, Apóstol de la Nueva Evangelización, préstale toda la atención y que se quede PARA SIEMPRE GRABADO EN TU CORAZÓN, que teniéndola a Ella por Madre:

1° Eres el hijo de María, el más querido por Su Corazón.

2° Que en ningún momento, en ninguna circunstancia o situación que esté sucediendo en tu vida, por más difícil que ésta sea, nunca, jamás pierdas la confianza en Ella y tu rostro se apague por la desesperanza y la falta de fe, por no abandonarte en María y sobre todo en Dios.

3° Puedes tener momentos de tristeza, de cierta angustia o hasta miedo, pero NUNCA de desesperación. Siempre con la mirada puesta en lo alto que eleve tu corazón y tu alma a saber y desear la presencia de Dios y la Virgen en el centro de tu vida y de tus problemas, porque estando Ellos junto a ti, nada ni nadie puede turbar esa paz y esa confianza que has depositado en los Sagrados Corazones, que actuarán de manera precisa y providente para dispensarte los auxilios que necesitas del Cielo.

4° La Virgen se hace nuestra Protección, pero también nuestro Refugio. Ella, Madre de Dios y Madre nuestra, con la potestad que le ha sido otorgada por Dios, nos dice que nada necesitamos del mundo. Ella, abogada nuestra, intercede por todas nuestras necesidades ante Dios, y nosotros debemos de quedarnos confiados y con la certeza de que, si son lo más conveniente para nuestra alma, nos conseguirá las gracias que le solicitamos.

“¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?”

La Santísima Virgen le continúa diciendo a San Juan Diego:

“Por favor, que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe, ojalá que no te angustie la enfermedad de tu honorable tío, de ninguna manera morirá ahora por ella. Te doy la plena seguridad de que ya sanó.” (Y luego, exactamente entonces, sanó su honorable tío, como después se supo). (NM 121-122).

Después de que Fray Juan de Zumárraga viera la señal de las flores y el ayate de San Juan Diego, él mandó a llamar al tío, para que contara su versión y diera su testimonio acerca del milagro de su sanción por intercesión de la Santísima Virgen de Guadalupe.

Y nos cuenta el texto, que Fray Juan de Zumárraga, se llevó por algún tiempo, al tío Juan Bernardino y a San Juan Diego a vivir a su casa, para desde allí, ayudarlo a construir la “casita -templo”, que la Madre del Cielo había solicitado en el Tepeyac…

“Y en seguida traen a Juan Bernardino a la presencia del Señor Obispo, para rendir su informe y dar fe ante él.  Y a ambos, a él y a su sobrino, los hospedó el Obispo en su casa unos cuantos días, durante todo el tiempo que se erigió el templecito de la Soberana Señora allá en el Tepeyac, donde se dignó dejarse ver de Juan Diego. Y el señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la preciosa y venerada imagen de la preciosa Niña del Cielo. Tuvo a bien sacarla de su palacio, de su oratorio, donde estaba, para que toda la gente pudiera ver y admirar su maravillosa imagen”. (NM 209-212)

“La Imagen de nuestra Señora como Ella misma se hizo llamar: ‘y que condescendía a solicitar como un favor que a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE’.” (NM 208)

En poco tiempo, la devoción a la Virgen de Guadalupe se extendió de manera prodigiosa. Su arraigo en el pueblo mexicano es un fenómeno que no tiene fácil comparación; puede verse su imagen por todas partes y se cuentan por millones los peregrinos que acuden con una fe maravillosa a poner sus intenciones a los pies de la milagrosa imagen en su Villa de México. En toda América y en muchas otras naciones del mundo se invoca con fervor a la que, por singular privilegio, en ningún otro caso otorgado, dejó su retrato plasmado, como prenda de su amor.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

CRONOLOGÍA DE LOS EVENTOS GUADALUPANOS:

 

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 25)

VIGÉSIMO QUINTO DÍA

NICAN MOPOHUA: CUARTA PARTE

Seguimos con nuestra narración del Nican Mopohua. Aunque se podrían escribir ríos de tinta meditando sobre el encuentro entre María Santísima y San Juan Diego, quisimos traerles una pequeña parte, esperando en Dios que el amor a María Santísima se ensanche en nuestros corazones, y que el reflexionar más sobre su misión y amor por los hombres, encienda en nosotros no sólo el ansia de leer y conocer más sobre Ella, sino también de cultivar sus virtudes.

Continuando con el relato, recordamos que ayer habíamos quedado en que el Obispo, Fray Juan de Zumárraga, recibe de las manos de San Juan Diego la señal pedida por él, para corroborar la autenticidad del primer relato del indiecito. Al recibir esa señal, mandada por la Reina del Cielo, nos narra la historia que el obispo cae de rodillas:

“Y en ese momento desplegó su blanca tilma, en cuyo hueco, estando de pie, llevaba las flores. Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, en ese mismo instante se convirtió en señal, apareció de improviso la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de conservarla, guardada ahí en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac, que llamamos Guadalupe.

Y tan pronto como la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro, se levantaron para verla, profundamente conmovidos y convertidos, suspensos su corazón, su pensamiento. El Señor Obispo con lágrimas y tristeza, le hizo oración, y le suplicó que lo perdonara por no haber creído a Su voluntad, a Su corazón y a Su palabra.” (NM 181-187)

Imaginemos por un momento la escena: se encuentran en ese lugar, la máxima autoridad de la Iglesia y una persona que, ante los ojos de los españoles, era de las de “menor valor”. Efectivamente, aún en la escala de la sociedad indígena prehispánica, San Juan Diego, como campesino que era, ocupaba el penúltimo escalón de la pirámide social, el de los “Macehuali” o plebeyos, el grupo que estaba apenas por encima de los “Mayeque”, que eran esclavos, especialmente pertenecientes a otras etnias conquistadas.

Todos asumen la misma actitud que antes había tenido el pobre San Juan Diego; todos se arrodillaron, se admiraron ante tal regalo de la Madre de Dios.

En esta circunstancia de la llamada “quinta aparición”, se dan de cara el creyente y el no creyente, como decíamos ayer, pero sucede algo más, algo que, al parecer, la Virgen necesitaba “arreglar” antes de la construcción del Templo y por lo que realmente Ella quería, como protagonistas de esta historia, al máximo regente eclesiástico, y a la persona más humilde de la sociedad colonial: En este cruce de caminos, en cuyo centro se encuentra la Madre de Dios, presenciamos una admirable “superación de situaciones”, como nos deja advertir el relato del Nican Mopohua:

“Juan Diego pasó un día más en la casa del Obispo que aún lo detuvo. Luego trajeron a Juan Bernardino ante el Obispo para que hablara y atestiguara delante de él. Y, junto con su sobrino San Juan Diego, los hospedó en su casa el Obispo unos cuantos días.” (NM 187-190).

Detengámonos aquí un momento para meditar: El “gran prelado”, representante del Papa en estas tierras, autoridad moral, espiritual y también política, incluso ante el Virrey, los miembros de la Real Audiencia y demás personajes de la Colonia, hospeda al indito campesino y al tío en su casa. El pobre, bien pobre en casa del rico y poderoso. El conquistado en casa del conquistador. El ignorante en casa del que es poseedor de la verdad.

¿Qué podemos ver en esto…? No se puede pasar a la construcción del templo sin que el Obispo muestre aceptación y verdadero amor al indígena. No se puede dar culto a Dios y decir que se le ama, si no se ama primero y de manera real al prójimo al que se ve. No se puede edificar el templo, o el Reino, si no hay primero verdadera Conversión, Compromiso y Comunión.

María quiere eso: está muy bien que se la venere como Madre de Dios, pero lo que Ella busca es que se Adore a Su Hijo, el verdadero Dios por Quien se vive, pero además tal como Él quiere ser realmente Adorado: ¡En Espíritu y en Verdad!

Y no solo en la verdad hipostática del Verbo, donde Dios se Hace Carne para habitar entre nosotros, y aún después de crucificado, muerto, resucitado y ascendido al cielo se quedará siendo todo Dios y todo Hombre en la figura del Pan, adorado allí, perfecto, pero también adorado en verdad en lo oculto del templo espiritual que es el alma de los hombres… Porque cuando Dios es adorado y honrado en el corazón, se manifiesta de manera exponencial a los demás sin necesidad de palabras extraordinarias o sucesos sobrenaturales

“Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación” (NM 26-28)

“Él, que es mi mirada compasiva…” Nadie puede amar verdaderamente a Dios de todo corazón, si en su alma no hay verdadero amor al prójimo, pureza de intención y una fe grande, llena de humildad, que cree en lo que no ve, pero que sabe que ahí está, Vivo y Presente, Aquel a Quien ama.

Nadie puede amar verdaderamente a Dios de todo corazón sin sentirse hijo y creatura limitada y frágil del Padre, necesitada de Jesucristo, Su Salvador.

Desde nuestra perspectiva, en este evento mariano sin precedentes, la Virgen resalta, quizá como el ingrediente más importante para salvarse, de tal forma que, sin eso, nada de lo demás importa, EL VERDADERO AMOR AL PROJIMO.

En el fragmento de la historia del Nican Mopohua que analizamos hoy, la Virgen nos dice nuevamente, como en las bodas de Canaán “Hagan lo que Él les diga”, y qué es, en esencia, lo más importante de TODO lo que Él nos dice? Naturalmente, su “mandamiento nuevo”: “Ámense los unos a los otros como Yo los he Amado.”

Nada de lo anterior hubiera podido ser factible, ni la señal, ni la construcción del templo, ni siquiera si el obispo y lo demás frailes hubieran creído, si el mensaje principal que traía consigo la Virgen no se hubiera hecho realidad.  Juntar a sus hijos en una misma familia, donde no hay distinción entre pobre o rico; indígena o español; clérigo o laico; clase o no clase; obrero o patrón. A los ojos de Dios y de nuestra Madre, todos son iguales y todos necesitan del auxilio y del amor del Cielo.

La Virgen quería dejar bien claro a su Iglesia, peregrina en América, que Ella, la Madre del Cielo, que venía trayendo al Creador y Redentor de todos, quería que su pueblo se amara como Jesús amó. Un mensaje que el Obispo se sabía de memoria, pero que en la realidad no le había calado el corazón como era debido hasta ese momento.

Y para San Juan Diego, quería que el mensaje de unidad igualmente calara su corazón, y a través de su testimonio y experiencia, el pueblo indígena comprendiera que la Iglesia, Casa de Dios, Templo de la Morenita del Tepeyac, donde la tierra se convierte en paraíso, los pájaros cantan y las flores crecen, es casa de todos. La Madre es Madre de todos y todos por igual tienen su lugar muy especial en el hueco de sus manos, junto a su Inmaculado Corazón.

En este encuentro entre Juan Diego y Juan de Zumárraga presenciamos no solamente la unión de corazones en pos de la Madre que viene a enseñarnos, que nada es más importante que amar a los demás con un corazón grande, donde todos tengan cabida, sean como sean y tengan el puesto que tengan; vemos también la unión de dos culturas. Dios ve más allá de lo que la persona aparenta, por lo que todos deben de ser amados, respetados y valorados simplemente porque son hijos de Dios y hermanos nuestros.

El Obispo, al ser un testigo de calidad, necesita profundizar en su conversión, así como ahora la Virgen nos pide a cada uno de nosotros, que somos testigos en primera fila de tantas bondades y gracias que Dios nos manda y dispensa desde le Cielo.

La Virgen está unida al Hijo, y el Hijo está unido a la Madre del Cielo. Él, Creador y Redentor de todos; Ella, Madre por petición del Divino Querer de todos.

El Templo que será levantado en el cerro del Tepeyac será la casa donde todos se hacen hermanos, y las barreras que el mundo impone, serán borradas.

El ANE, obra del mismo Dios, es la familia que nos abraza a todos. El lugar donde la Madre del Cielo, la Virgen en su advocación de Guadalupe, nos reúne a todos, de todas partes del mundo, borrándose las fronteras, las diferentes culturas, las razas, y las barreras del lenguaje, juntando a todos en un mismo corazón, una misma forma de ser, de pensar, de sentir y de actuar. Todos unidos en el amor al Señor en la Eucaristía, a María en la oración del Santo Rosario y al hermano (como presencia de Cristo en él) en el servicio apostólico en los Ministerios.

El mensaje de Guadalupe, como vemos, trasciende más en la vida de los fieles que en la construcción del Templo, que no es sino una llamada (una invitación) amorosa del cielo, para amar a Dios en verdad y amarnos entre nosotros de corazón.

Nuestras casitas de oración, nuestros recintos (hogares) materiales, donde lo inmaterial se hace presente en la unidad de la oración entre hermanos que, unidos en un solo corazón, aun no siendo hermanos de sangre, se sienten llamados y escogidos por el mismo Dios para tener, amar y aceptar a esa familia espiritual que le ha sido entregada para, entre todos, crecer, ayudarse, fortalecerse, en conclusión, AMARSE, COMO JESÚS NOS MANDA A HACER.

La Virgen nos insta a hacerlo. Nos instruye sobre lo que la unidad puede lograr en la búsqueda de soluciones y en la realización de objetivos. ¡Que mejor medio que el Apostolado, en todas las Casitas de Oración que lo conforman, para alcanzar y promover la santidad, que es la edificación del Reino!

Como en las siguientes líneas del Nican Mopohua, la Siempre Virgen Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, nos abre Su Corazón y hace de nuestro conocimiento lo que, como Madre del Cielo, siente y tiene reservado para cada uno de nosotros, sus hijos que la amamos y nos confiamos y abandonamos a Ella…

“Porque en verdad Yo me honro en ser Madre Compasiva de todos ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a Mí clamen, los que Me busquen, los que Me honren, confiando en Mi intercesión. Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores. Y para realizar con toda certeza lo que pretende Él, mi mirada misericordiosa.” (NM 29-33).

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 24)

VIGÉSIMO CUARTO DÍA

NICAN MOPOHUA TERCERA PARTE:

Ayer habíamos concluido con este pasaje: “Luego la Señora del Cielo lo mandó que subiera a la cima del cerrito allí donde antes la había visto […] Le dijo: ‘Sube, hijo mío más desamparado, a la cima del cerrito, y allí, donde tú me viste y donde te di ordenes, allí verás extendidas diversas flores; córtalas, júntalas, reúnelas. Luego baja acá y tráelas ante mí…’ Juan Diego subió al cerrito, y cuando llegó a la cima quedó muy admirado. Estaban extendidas, abiertas y florecientes toda clase de flores finas de Castilla. No era lugar en que se dieran, y era justamente el tiempo en que el hielo se encrudece. Estaban muy fragantes, como si tuvieran perlas preciosas, llenas del rocío de la noche.”

La Virgen hubiera podido actuar en el lugar donde nuevamente se le había aparecido a San Juan Diego. Es decir, hubiera podido atender la petición del Obispo sin necesidad de hacer subir la colina a Juan Diego, pero Ella sabía que lo que se debía acreditar -además de darle certeza al Obispo sobre la autenticidad de la aparición- era el mismo cerro Tepeyac, donde Ella quería que se edificara la Iglesia, y donde había sido el primer encuentro con Su indito amado. Por ello debía, San Juan Diego, subir el cerro para ir en busca de la señal que pedía Fray Juan de Zumárraga, ya que lo que seguiría, era preciso que se llevara a cabo ahí mismo, en la cima del Tepeyac.

La cima del cerrito, para san Juan Diego (en general la elevación, para la cultura náhuatl), simboliza el templo, el espacio para la comunicación con “lo sagrado”. El indito sube con alegría, no solamente porque la Madre del Cielo lo ha mandado, sino porque en su cultura originaria, quienes hacían el rito de “subir” eran los sacerdotes indígenas. De esa forma, para San Juan Diego, era la propia Virgen la que le “ordenaba” al indito que actuase “como sacerdote”. Esto le ayudaría también dándole el valor para dirigirse al sacerdote Zumárraga más adelante.

Para los náhuatl, la Flor y el canto simbolizaban “la verdad en la tierra”. Era en esos simbolismos de la flor (Xóchitl) y el canto (Cuicatl), que ellos entendían las cosas verdaderas y trascendentales del ser y el existir.

El evento guadalupano, se había iniciado en medio de cantos (NM 6-13), y esta verdad que se estaba realizando a través de la aparición de la Virgen y su petición como Madre de Dios, era solo el comienzo de la verdad, que se iría completando y complementando, al paso del desarrollo de todo el evento mariano en el Cerro.

La centralidad del evento se realiza con “las flores”, en el momento crucial donde se desenlaza la trama del hecho guadalupano. Es el momento de la integración total entre unos y otros. La Virgen no le da solucionado todo a Juan Diego. Le pide amorosamente que él sea parte de este milagro. Ella, no le entrega las flores, sino que le dice que vaya por ellas. Él debe de colaborar con su sí, a que la verdad llegue a ser conocida y amada. La Virgen no le da la tilma ya estampada ni las flores a Juan Diego, éste tiene que ir a buscarlas, él debe colaborar para que se haga la verdad. Pero para esto se requiere también de la completa participación de la Santísima Virgen. Le dice a San Juan Diego: “tráelas ante mí.” La Santísima Madre de Dios le revela que las flores, (y no la tilma con la imagen), son la señal.

Como siempre, en todo hecho sobrenatural, lo más importante de todo esto que transcurre, es el MENSAJE; es decir qué es lo que Dios nos quiere decir a través de determinado fenómeno.

Es importante que nosotros, como apóstoles de la Nueva Evangelización, católicos comprometidos con la misión de evangelizarnos para poder evangelizar, entendamos de una vez y para siempre esta verdad, y mucho más en la medida en que, en el origen de nuestra espiritualidad y nuestro carisma, de nuestra institución, encontramos fenómenos extraordinarios.

Pero no podemos quedarnos en el fenómeno, por eso es que, desde la Dirección General del ANE, se insiste tanto en esto: no podemos ir buscando el milagro por el milagro, el fenómeno por lo que tiene de extraordinario, lo que importa, SIEMPRE es el mensaje…

Hace unos días circulaba por las redes sociales un video en el que se muestra una procesión y supuestamente, en el fondo, se ve la danza del sol… Más bien parecía que el lente de la cámara trataba de ajustarse a los cambios de iluminación, pero el texto que acompañaba al video decía “No se dan cuenta y detrás se ve la danza del sol”; entonces cabría preguntarse cuál sería el mensaje de esa supuesta danza, y, en caso de ser real y de darse cuenta los  peregrinos de la procesión, qué debieron de haber hecho, ¿largar las imágenes, romper el ingreso solemne al templo y arrodillarse ante el sol? ¡Por supuesto que No! Entonces, hermanos, queridos, los fenómenos extraordinarios, de los que Dios se sirve a veces para llamar la atención de los fieles, importan solamente en relación con el mensaje que el Señor quiere transmitir a través de ellos y con el bien espiritual eficaz que producen a la comunidad. Eso es algo que debebmos de comprender ahora, para poder discernir incluso la forma en que definimos nuestra pertenencia a este bendito Apostolado.

En el caso del fenómeno guadalupano, pues estamos hablando nada menos que del inicio de la conversión masiva de las culturas originarias americanas al cristianismo. ¡Eso es lo que verdaderamente importa! Eso y la invitación a meditar sobre aquellas circunstancias y efectos, para profundizar nuestra conversión ahora, es por lo que el Señor suscitó el gran milagro guadalupano.

La verdad de Guadalupe está simbolizada, para los indígenas, en el canto de los pájaros y en las flores. María, la Mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies, que lleva en su virginal seno a LA VERDAD , se encarna fácilmente en la mentalidad del indio: si para la cultura náhuatl, los cantos y las flores son la verdad, también será verdad lo que dice y trae Ella, que vino entre cantos y flores.

Seguimos la narración… Juan Diego llega nuevamente a la sede del poder religioso, donde se ve frente al Obispo y le dice: “Dueño mío, Señor; ya hice, ya realicé lo que me ordenaste: fui a decirle a mi Ama, a mi Dueña, a la Señora del Cielo, Santa María, Preciosa Madre del Dios Teotl, cómo tú pedías una señal para poder creerme, para que le hicieras su Templo donde Ella te pide que se lo levantes… Y Ella me envió a la cumbre del cerrito, donde antes yo la había visto, para que allí cortara diferentes flores de Castilla… Aunque yo sabía bien que la cumbre del cerrito no es lugar donde se den flores, que allí solamente abundan piedras, abrojos, espinas… no por eso dudé. Cuando iba llegando a la cumbre del cerrito, allí fijé los ojos: ¡Era la tierra florida! Estaba cubierta de toda clase de flores hermosas, de flores de Castilla, llenas del rocío, relumbrantes. Inmediatamente las fui a cortar.” (NM 164-178)

Las flores de Castilla eran las rosas. Rosas generalmente rojas que no se daban en esos rumbos de la ciudad y menos arriba en el cerro donde la tierra era totalmente árida. El argumento de san Juan Diego va encaminado a demostrar a las autoridades de la Iglesia, que el Tepeyac es un lugar verdadero: Xochitlalpan… ahí era “la Tierra florida” -por increíble que parezca-, “la tierra de la verdad”.

Y continúa el relato: “Luego desenvolvió su blanca manta o tilma (ayate), pues en su hueco traía recogidas las flores, y al instante cayeron por tierra todas las diferentes flores de Castilla. En ese momento se pintó, apareció de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre del Dios Teotl, de la misma forma en que ahora está presente y se guarda en su preciosa casa, en su ermita del Tepeyac, que se nombra Guadalupe. Cuando la vio el Señor Obispo, él y todos lo que allí estaban se arrodillaron, se admiraron mucho… El Señor Obispo con lágrimas y tristeza, le hizo oración, y le suplicó que lo perdonara por no haber creído a Su voluntad, a Su corazón y a Su palabra.” (NM181-187)

En esos momentos se une la fe humilde que cree sin ver, que recibe la bendición del Cielo como bienaventuranza, cimentada en la Palabra del Señor, y la fe que solicita el ver para poder creer.

Especialmente en estas líneas del Nican Mopohua, podemos vernos reflejados tantas veces en nuestros encuentros con los más pobres y nuestra forma de relacionarnos con ellos, dentro y fuera del Apostolado.

Mucho por lo que el Obispo, “escogido especial” de la Iglesia, no podía creer en la versión de San Juan Diego, era porque él era un indito, inculto y en vías de conversión, catequesis y evangelización. El relato original nos cuenta que, tanto San Juan Diego como su tío Bernardino (mañana hablaremos de él), acudían a la escuela de catecismo que se encontraba en la iglesia de los frailes.  Aunque personas devotas y piadosas, ante los ojos de los españoles, seguían siendo indios, producto de la mentalidad imperante en la conquista.

Cuántas veces en nuestro trabajo en Obras de Misericordia que realizamos en el ANE, a través de nuestros Ministerios de servicio, menospreciamos de alguna manera a las personas que sentimos que tienen menos educación religiosa o menos cultura, o formas de ver las cosas diferentes a las que tenemos nosotros. Muchas veces valoramos a las personas por lo que “aparentan ser”, y no por lo que son realmente: hijos e hijas de nuestro Padre, Dios, y por tanto, hermanas y hermanos nuestros en Cristo.

Es muy importante tener siempre presente que, para ser Apóstol de la Nueva Evangelización, necesitamos contar con una vida de oración que siempre pida al Espíritu Santo la virtud de la humildad y la pureza de intención: que nada, absolutamente nada de lo que hagamos sea para sentirnos bien nosotros, y menos para obtener una felicitación, un aplauso, un reconocimiento, sino sólo para servir al prójimo y dar Gloria a Dios.

Los sentimientos de superioridad, orgullo, presunción; la intención de buscar el cargo, “hacer carrera”, recibir premios, aplausos, posiciones privilegiadas, están totalmente fuera de lugar y en absoluta contradicción con la verdadera misión del apóstol y el cumplimiento de la Voluntad de Dios.

A la par de los libros que son la riqueza de nuestra espiritualidad, el recurso más valioso que tiene la Obra, son los hermanos que a ella se dedican o de ella se nutren. De manera que, cualquier hermano al que Dios por Su Providencia, manda se relacione con nosotros en cualquier circunstancia que sea (para servirlo o para colaborar con nosotros al momento de servir), es una piedra preciosa en el Corazón de Dios, y representa para nosotros una tabla de salvación, independientemente de cómo me caiga o cómo sea.

Como hemos dicho muchas veces, cada uno tiene un lugar muy especial en el Corazón de Dios, y es un amadísimo hijo de la Santísima Virgen María, y como esta narración nos hace ver, cada uno tiene una misión muy especial para cumplir, según los planes de Dios. Nadie es más valioso que el otro, ni alguno tiene una misión “más especial” que los demás. O dicho de otra forma: ninguna misión, ninguna tarea es menos importante que otra.

En el plan de Dios y la consumación de las misiones o tareas, dentro de la historia de la salvación de los hombres, se necesita de un “fray Juan de Zumárraga”, que tenga en sus manos la toma de decisiones. Se necesita de “San Juan Diego” que, a pesar de su humildad y poca formación, tenga el encargo del cielo de transmitir un mensaje. Se necesita de un “tío Bernardino”, que sea el sostén y la base da la familia y ayude con su experiencia, a la resolución de problemas. Se necesita de una persona que le cocine al Obispo, de sus bienhechores materiales y espirituales, para que pueda ejercer el oficio y tomar las decisiones adecuadas con la luz del Santo Espíritu… y así podemos ir mencionando interminablemente los roles de todas y cada una de las personas que son indispensables en el cumplimiento de las tareas de Dios, para la edificación e instauración de Su Reino en esta tierra.

Todos somos necesarios, y Dios y nuestra Madre Santísima cuentan con nosotros. Necesitan de tu “sí” para obrar en tu corazón y en los corazones de los demás a través de tu conversión, tu compromiso, tu comunión, tu ejemplo y testimonio.

Nuestro Apostolado es ese jardín hermoso donde la Virgen nos manda a recoger las flores maravillosas no siempre vistas. En la tierra del apostolado, encontramos esas flores en la persona de nuestros hermanos, que son excepcionalmente amados por nuestra Madre, por ser almas sencillas, necesitadas de cuidado y amor. En ese jardín de acciones que huelen a los aromas más hermosos de flores jamás vistas, que son las acciones de los ANE-hermanos, hechas con amor y pureza de intención, es donde María Santísima, Estrella, Reina y Patrona de la Nueva Evangelización, quiere por designio de Dios levantar, en cada corazón, su Casita, Su templo, y residir y actuar en cada uno, para Gloria de Dios y bien del alma que la recibe en humildad, docilidad y obediencia a la Voluntad de Aquél que Era, que Es y que Vendrá.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 23)

VIGÉSIMO TERCER DÍA

NICAN MOPOHUA SEGUNDA PARTE:

Después de haber reflexionado ayer desde nuestra espiritualidad, sobre la importante misión de María, trayendo a nuestro Redentor al mundo, retornamos ahora al relato oficial de las apariciones marianas de 1531 en México, plasmadas en el Nican Mopohua, para ver cómo fue que María trajo a Jesús al continente americano.

En la primera entrega de esta historia, luego de narrar el primer encuentro entre María y el futuro santo indígena mesoamericano, y la “primera gestión fallida”, de san Juan Diego ante el Obispo Zumárraga, veíamos a un Juan Dieguito desmotivado, que se encuentra por segunda vez con nuestra Madre del Cielo en el cerro Tepeyac. Está tan apenado con el resultado de la primera audiencia con Fray Juan de Zumárraga, que le dice con incomparable ternura a la Virgencita: “Mucho te suplico, Dueña mía, Reina y Niña mía, que, a alguno de los nobles más valiosos, los conocidos, estimados y respetados, les des el encargo de pasar y llevar tu pensamiento y tu palabra, para que le crean. Porque ciertamente, yo soy un campesino de por allí, un cordel, una escalerilla, soy hoja, soy ala, me mandan, me tienen que llevar a cuestas: y tú Hija mía la más desamparada, Niña mía, Señora y Reina mía, me envías a un lugar por donde no ando y no paro.” (NM 39-40)

En este breve pasaje del Nican Mopohua, podemos darnos cuenta de que Juan Diego, no valora su imagen como él mismo la ve, sino que empieza a medirla y describirla conforme lo ven y evalúan los demás. El trauma que ha sufrido Juan Diego con la misión fallida es profundo, y como resultado de ello ya no está dispuesto a aceptar su misión: no quiere tener que enfrentar nuevamente al Obispo, no quiere que no le crean, desea volver a estar tranquilo, y por eso le pide con respeto y cariño a la Virgen, a “su Niña” y “su Dueña”, que por favor les dé esa tarea a “los nobles, conocidos, estimados y respetados…”

Con su actitud, Juan Diego casi que se “autodestruye”. Ahora está convencido de que ser campesino es razón suficiente para dejar de ser el enviado de la Virgen. “Me envías a un lugar donde no ando y no paro.” Es cierto que en ese momento México, que había sido conquistado por los españoles, vivía una situación de post-conquista, en la que los indios estaban siendo efectivamente desplazados de sus sitios de oración y eran “civilizados” por los españoles. Por eso, y probablemente por la clara incredulidad que le habrá mostrado el Obispo, Juan Diego ve que el ser indio, será realmente un gran obstáculo para su misión.

Ante sus ojos, el proyecto aparece ya definitivamente fracasado. Sin embargo, en la profundidad está sembrada la semilla espiritual para que en “las indias” ya no exista más que un solo señorío: el de Jesús a través de la Virgen, “Señora y Dueña mía.” Hay, después del encuentro con el Amor de la Virgen, una situación de convicción inquebrantable.

Ese sometimiento amoroso y voluntario, es reforzado también con amor por la Virgen con su insistencia inapelable: “Oye, hijo mío, el más desamparado, sabe en tu corazón que no son pocos mis servidores y mensajeros a quienes puedo dar el cargo de que lleven mi pensamiento y mi palabra para que cumplan mi voluntad. Pero es de absoluta necesidad que seas tú mismo el que vayas y hables de esto, y que precisamente con tu mediación y ayuda, se haga realidad mi deseo y mi voluntad.” (NM 42)

La Virgen le dice a Juan Diego que su papel en esta precisa misión es indispensable. Le deja claro que Ella definitivamente tiene a muchos a quienes podría llamar, pero necesita de su ayuda para concretar ese designio, que nace de su amante Corazón de Madre, y que es permitido por Dios.

A San Juan Diego, así como a cada uno de nosotros, los Apóstoles de la Nueva Evangelización, le ha sido entregado un tesoro precioso: le ha sido confiada una Misión hermosísima, un camino que recorrer, un “quehacer” y un “para qué” vivir.

Como Juan Diego en el Tepeyac, a veces descalzos y con los pies lastimados, pero con la certeza de que, así como a su pequeño hijo, Juan Dieguito, la Virgen, Santa María de Guadalupe, sana nuestras heridas y conduce nuestros pasos hacia el cumplimiento de la tarea que nos ha sido asignada para logar nuestra santificación. Ella nos sana, nos fortalece, nos ayuda, nos guía y nos aparta del mal y de las situaciones que nos impidan dar cumplimiento a la realización de nuestra tarea, de aportar ese pequeño granito de arena que, unido a los otros, conformarán un “block” para la edificación del Reino, para participar y contribuir en la maravillosa historia de la salvación humana.

La Virgen sabe de los desafíos que le esperan a San Juan Diego, y de los inconvenientes a los que se enfrentará. Ella habla con la verdad, no se la oculta. Sabe que san Juan Diego es un oprimido y pertenece al “peldaño más bajo” en la escalera de aquella sociedad. Pero el interés de la Virgen es devolverle la confianza, no en él, sino en la Madre del Cielo que lo manda, y en el Dios altísimo al que Ella sirve y le antecede: “Es de absoluta necesidad que seas tú mismo.”

La Virgen de Guadalupe, con esto, nos enseña que el sujeto de la evangelización sólo puede ser el pobre: “tú mismo” “huel tehuatl ic tinemiz” en náhuatl, es una afirmación sumamente insistente, nos dicen quienes conocen la lengua. La Virgen quiere que sea él quien vaya directamente ante la autoridad de la Iglesia. Necesita que su mensajero sea semejante al Dios que la precede en sencillez, bondad y humildad; al Jesucristo que enseñaban en el catecismo de los indios, y a Quien los sacerdotes franciscanos decían imitar y obedecer. “Precisamente con tu mediación” (en náhuatl “Huel momatica”, viene de la raíz “machtia”) es una “mediación ejemplar”, es decir que implica también enseñar; la de San Juan Diego será una mediación llena de enseñanzas para la Iglesia que peregrinaba en estas tierras en ese entonces.

Esta es la gran enseñanza y la rectificación que el evento Guadalupano viene a hacer, con respecto a la Evangelización que se venía realizando, de parte de los españoles hacia los indios:

En este momento, aquél que era considerado más humilde, más ignorante, más insignificante, si vale el uso del término, se convierte en el gran evangelizador. A través de María, Jesús quiere llegar a todo el continente por medio de aquel “que es ala, que es cola, que no es nada”, ante los ojos del mundo, pero representa un tesoro para Dios.

Aquí el profeta, el evangelizador, el mensajero y el que enseña es el indígena, a quien la Virgen ha elegido, y al que hay que escuchar. La Virgen nos dice que aquel a quien muchas veces vemos como menos, para Dios, es más.

Aquel que humanamente es menos probable o improbable, para Dios es el elegido de sus encomiendas. Para nosotros, el mensaje es que aquel al que tu sirves en los Ministerios de Servicio del ANE, porque “necesita de ti”, es aquel a quien más necesitas tú para salvarte, porque es el elegido de Dios para enseñarte sobre el servicio, la humildad, la entrega, el agradecimiento.

“Luego la Señora del Cielo lo mandó que subiera a la cima del cerrito allí donde antes la había visto, diciendo: ‘Sube, hijo mío más desamparado, a la cima del cerrito, y allí, donde tú me viste y donde te di ordenes, allí verás extendidas diversas flores; córtalas, júntalas, reúnelas. Luego baja acá y tráelas ante mí…’

Juan Diego subió al cerrito, y cuando llegó a la cima quedó muy admirado. Estaban extendidas, abiertas y florecientes toda clase de flores finas de Castilla. No era lugar en que se dieran, y era justamente el tiempo en que el hielo se encrudece. Estaban muy fragantes, como si tuvieran perlas preciosas, llenas del rocío de la noche”. (NM 79-82)

En la siguiente entrega sobre el Nican Mopohua explicaremos el significado de las flores y el canto de las aves para la cultura náhuatl, así como el significado del cerro y la tierra para los indios. De esa forma, podremos entender de una manera más plena el inmenso amor y la ternura de nuestra Madre del Cielo por Sus hijos, y la trascendencia que el Milagro de Guadalupe, tendría para todos nosotros, y para la Iglesia misma, muchos siglos después de su aparición a San Juan Diego en el cerro del Tepeyac.

Virgen de Guadalupe, Estrella y Reina de la Nueva Evangelización. ¡Ruega por nosotros!

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen hoy, por última vez, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo. Recémosla con mucho fervor, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 22)

VIGÉSIMO SEGUNDO DÍA

Antes de la segunda entrega sobre el “Evento Guadalupano”, hemos querido hacer un breve paréntesis para reflexionar un poco sobre el significado del “Sí” de María, y sobre la trascendencia de ese “fíat” (hágase) que le respondió al Ángel.

Por el sí de María tuvo lugar de inmediato, la Encarnación de nuestro Salvador.

Jesús vino por medio de María al mundo hace dos mil años, a América, a través de la Guadalupana en 1531 y también quiere venir, de una manera nueva, a tu corazón y al mío…

A través de su Madre, quiere reinar en nuestros corazones, más o menos amorosos, más o menos analíticos… Por eso estamos haciendo la preparación de 33 días para la Consagración a Jesús por María, propuesta por San Luis María Grignion de Montfort, y por eso quisimos compartir contigo hoy este mensaje que Jesús le dictó a Catalina, ínfima pero sustancial porción de nuestra rica y hermosísima espiritualidad, que, como decía “el padre Lalo” (un doctor en Teología, profesor de una prestigiosa Universidad en Japón) “algún día maravillará a la Iglesia, cuando le ponga los ojos encima…”

En este mensaje, que reproduciremos casi en su totalidad ahora, Dios nos habla de Su Madre. Nos narra el Amor que El Padre siente por Ella y por el Fiat que salió de sus labios, sin entender siquiera lo que pasaría.

Ella, dice Jesús, sólo calla y espera. Meditemos cada palabra que leeremos en este mensaje, que el Señor en Su infinita Misericordia nos hace llegar, para amar y hacer amar más a su Madre, y ayudarla en su misión de llevarle almas a Dios.

A través de estas palabras, dictadas por Jesús para ti y para mí, cuando volvamos sobre el milagro Guadalupano, entenderemos mejor la gozosa noticia que la Santísima Madre viene a traernos del Cielo: que Dios nos Ama, y que Ella es esa GRAN señal: la Mujer Vestida de sol, con la luna a Sus Pies, y una corona de doce estrellas (Ap. 12,1), que trae consigo en Su Vientre, a la Salvación de los hombres: el Hombre-Dios.

CM-26: DIOS ES INTRODUCIDO EN LA HUMANIDAD A TRAVÉS DE MARÍA

25 de marzo de 1997 (En el día de la Anunciación) Jesús

Quiero volver a hablarles de Mi Madre… Bajo la guía materna, todo hijo puede llegar a crecer fuerte, vigoroso, si ha tenido vitalidad sana la madre, en el momento de la concepción.

Nací de una Virgen Purísima y bajo todo aspecto sana y Santa. Tomé Su vigor físico y una vitalidad que debía representar a todos los hombres.

Todo lo debo a Mi Madre, que lo fue sólo por virtud divina. Quien niega la Virginidad de María, Mi Madre, está equivocado, puesto que considera imposible una creación sin concurso paterno. Sin embargo, aquel que niega la Virginidad de Mi Madre, intente añadir un puñado de tierra al globo terrestre, intente añadir una lengua de fuego al sol que lo ilumina. ¿Qué habrá logrado? Tomar un poco de tierra de un lado y ponerlo en otro; dar al sol una llama que anteriormente donó el sol… ¿Entonces?

Sucede que el hombre no haría nada de nuevo, porque se serviría de las cosas que a él le dieron. Por tanto, no crearía nada, porque tomaría de aquí y de allá y únicamente cambiaría de puesto las cosas, pero nada añadiría, nada crearía.

Y Yo, que Soy el Creador, ¿podría suprimir por una vez la ley que He dado y que mantengo? Quise, pude y lo hice porque así convenía. He dado eficacia divina y He puesto cambio en las leyes humanas para formar la humanidad especialísima que no habría tenido nada que no estuviera relacionado directamente con la Divinidad. ¿A quién ha fastidiado la Virginidad de Mi Madre?

He querido anteponer esta afirmación de la Virginidad de María a pasajes de Mi vida, porque todo hijo digno defiende a su madre de los ataques que le hacen los que no la comprenden, y todo hijo bueno siente que debe mucho de sí a su madre. Defiendo a Mi Madre con el poder que He tenido en el Cielo y en la tierra y no tardo en abatir a quienes la ofenden. Abatir con la gracia o con la justicia.  Mi Madre… ¡Qué bella era, en Su esplendor virginal, cuando Me llevaba en su seno, nutriéndome con Su sangre! ¡Cuán delicada, cuando ocultamente adoraba y se humillaba sabiendo que tenía en Sí misma a Su Creador!

Hablaba Conmigo íntimamente, Me sujetaba a Sí, mientras Yo dependía de Ella; Me nutría mientras Yo nutría Su alma. Ella Me gobernaba a Mí, que gobierno el Universo y desde entonces, todas las cosas que le He dado han pasado a Sus manos como Su propiedad.

Ustedes saben, hijos Míos, que entre todos fue colocada a Mi diestra. Sin embargo, ¿quién creería que cuando Yo crecía en Ella le fueron reservadas ásperas críticas y amargas perversidades?

El mundo es lo que es y la Madre de Dios era incomprendida. Yo no callaba si alguno se permitía ofenderla; a cada palabra irrespetuosa, Mi alabanza prorrumpía cálida, afectuosa, clara, de Mi pequeño Corazón, entonces en formación.

Comenzó Mi vida oculta en la relación filial que mediaba entre ambos; porque si vine por todos ustedes, oh hombres, más todavía vine por María, a quien amo por encima de toda criatura. Debía ocuparme de ustedes, pero antes de Mi Madre. Ciertamente por diferentes motivos, pero siempre con la predilección que He tenido por Ella.

¡Cuánto quisieran saber ustedes acerca del tiempo que pasé en Su seno como un cuerpito que se formaba, especialmente en las relaciones con la Divinidad de Mi Padre y la Maternidad de Ella…! Yo mismo, verbo hecho Hombre, les contaré algunas.

Gabriel trajo a María el anuncio que saben. Ella aceptó y por eso inmediatamente tomé forma en Su seno virginal. El primer movimiento de vida que tuve, en cuanto hombre, fue en el instante en el que Ella dijo “fíat”.

Pequeños Míos, contemplen la grandeza inigualable de Mi Madre. Criatura frágil en sí misma, pobre e impotente: Pronuncia una palabra, expresa Su voluntad y con Su “fíat”, Me trae al mundo a Mí, el Cristo esperado, el Hijo del Padre, hecho criatura humana.

Mi Madre no creó con Su “fíat” pero Su voluntad unida a Mi Omnipotencia, lleva a cabo un acto creativo que es superior a la Creación del mundo y de cuanto en él se contiene. Yo hice el sol, los astros, los cielos, la tierra, el agua, las plantas, pero todo esto perecerá en el caos final. María Ha sido llamada a participar en Mi acto creativo con el cual Me hice a Mí mismo Hombre. Acto de infinito poder, acto en el cual Mi Madre obró y quiso obrar a semejanza Mía, que creó de la nada.

Y así fue, María, Madre solitaria, Madre sin concurso de hombre, movida por Mí, quiso libremente que Yo naciese en Ella. Por eso Su acto es el más semejante a Mis actos, porque Yo creo siempre en Mí mismo, porque nada de lo que hago sale fuera de Mí. Así fue en María que tuvo la omnipotencia participada, que prestó, que donó Su humanidad a Mi Divinidad.

Heme aquí, Hombre entre los hombres, Criatura entre las criaturas, Hijo entre los hijos de los hombres, pero permaneciendo Hijo Eterno del Padre: En un principio, cuerpo informe, luego gradualmente pequeño niño, hasta la completa manifestación de Hombre, en el cual se posaba toda la complacencia del Padre.

Entonces, era natural que, apenas tuve una palpitación de vida, todo lo refiriera a Aquel de quien descendí y al Cual debía el homenaje y el amor de Hijo, consustancial a Él. Por lo tanto, Mi primer acto humano, mientras todavía estaba oculto en el seno de María, fue de humildad, acto en el cual no estuve solo, sino unido a Mi Madre que, a partir de entonces, participó de manera inmediata en todos Mis actos.

Me sometí todo Yo al Padre y le di el completo dominio sobre Mí, hecho Hombre. En seguida le confirmé el amor que Nos unía en relación de la Divinidad común. Él estuvo satisfecho por sí mismo y por los hombres, a quienes Yo representaba.

Hijos Míos, deben saber que este primer acto de sumisión y amor al Padre, fue también de reparación por la rebelión de Lucifer y sus secuaces, y también por las rebeliones de ustedes, por lo cual, en aquel instante, los espíritus rebeldes del infierno se retorcieron de rabia y furor, tratando inmediatamente de vengarse de Mi Madre. ¡Infames criaturas que solamente buscan venganza!

¿Puede el Dios del amor acceder a sus requerimientos? ¿Puede el Dios del perdón conceder al infierno la expresión rebelde de sus voluntades llenas de odio? No puede, apenas lo permite muy limitadamente en comparación con los desenfrenados deseos de los miserables condenados. Pero queda el hecho importante que un Hombre ha reparado las ofensas hechas por esos espíritus rebeldes y esto es gran escarnio para ellos.

Mi misión era, efectivamente, antes que redimir a los hombres, la de devolver el equilibrio en la creación universal. Equilibrio que había sido roto por Lucifer. Pero Yo había descendido por el Padre, antes que por las criaturas, y al Padre Me He encaminado todo Yo, sin perder de vista al hombre y al Ángel rebelde.

Así, al anuncio de Gabriel, el cielo pidió a una Mujer el asentimiento para obrar los fines preestablecidos, de modo que esta Mujer fue elevada al plano divino, y vino a ser parte necesaria, como querida por Mí, en el restablecimiento de todas las cosas que Yo mismo inicié encarándome en Ella.

Aquí está la razón por la cual María está presente en toda manifestación Mía que se relaciona con la Redención. Y si Yo He exaltado así a una Criatura Mía, aquel que se opone a Mi Querer de glorificación de Mi Madre, caerá miserablemente. Solemnemente les digo que, quien desprecia a Mi Madre y se obstina en ofenderla, perecerá para siempre.

Por eso, Me alegraré siempre que alaben a la que Me hizo y seré pródigo con quienes la aman y la hacen amar. Y ahora que les He hablado suficientemente de Mi Madre, de cuyo amor Yo gozo inmensamente, les explicaré el misterio de la sombra protectora del Espíritu Santo sobre Ella, misterio anunciado por Gabriel…

El Padre vive de Su propia vida y Su vida es el conocimiento y el Amor de Sí mismo. En esta vida Suya se encierra Su infinito bien, Su infinito gozo, el poder infinito que le es propio

Deseando participar Su vida, Su bien, el Padre crea, pero el acto está todo en Su Voluntad, es decir en Su amor, que es el Espíritu Santo.

Por todo esto, “la protección de Su sombra” significa el acto de Amor con el cual el mismo Espíritu Santo Ha obrado, directamente y sin concurso de hombre, Mi encarnación. De manera que el increado se hace creado en virtud de un acto de amor completa y exclusivamente divino, siendo esto conveniente a Mi misma divinidad y se realizó en una criatura que había hecho voto de perpetua virginidad, precisamente porque Mi Querer excluía cualquier intervención humana, aunque requerida en el último momento como simple consentimiento.

La intervención importante del Espíritu Santo en Mi Concepción, debía demostrar que el Hijo, hecho Hombre, es fruto esencialmente divino. Todo hijo es fruto de amor y también Yo Soy fruto del amor infinito de Mi Padre, brotado de la donación total de Mi Purísima Madre.

Esta Mi Humanidad, ahora gloriosa, ascendió a realeza de la paridad con Dios y se convirtió en espejo de la misma Divinidad, ya que el Padre ve en Mi Humanidad Su misma Paternidad; el Hijo, que asumió la Humanidad, ve en Sí mismo la filiación increada y la creada; el Espíritu, luego, goza infinitamente reflejándose en Mí como Hombre, en cuanto que se complace en el fruto de Su mismo amor.

En la Trinidad, Nosotros vivimos en Unidad y Nos reflejamos en Mi Humanidad sublimada en la triple relación con la Divinidad, por la cual el Trino se reencuentra en el único Hombre que fue concebido, nació, vivió, murió y resucitó para glorificar siempre a Mi Padre, la Luz y el Amor Mío…

Cuando hablo de Mi Madre el campo es inmenso, Mi afecto inconmensurable; pero si hablo de mi Padre, de Mí mismo, Verbo, y del Amor infinito, entonces el campo de verdad es infinito, y como el campo materno, para Mí, es indivisible del amor divino, por estar eternamente asociados el uno al otro; fácilmente pueden creer que en Mí, Hombre, se Ha obrado el más grande prodigio de amor; el amor infinito, unido, ligado a un amor de Hombre, sobrenatural y también humano, cuya intensidad supera el conocimiento de los más excelsos Serafines.

Todo esto He querido decirles para dar una idea de los sentimientos del pequeño que iba a nacer: Yo. Tal vez piensen muchas veces en Mí y en Mi Madre con ternura, sin alzar su mirada a la realeza, a la nobleza, a la divinidad de Mis sentimientos de Hombre y de los de María.

Verdaderamente es indecible todo lo que pasó en Mi Espíritu cuando vine al mundo; pero sobre los indicios de lo que hasta ahora les He dicho y con la luz que les daré, pueden formarse una idea sustancial de Mí y de Mi Madre, quien participaba y participa de modo directo e inmediato de todo lo que es Mío…

Y ahora, a ustedes, que han dejado todo por estar Conmigo, voy a relatarles algunos pensamientos que mediaron entre Mí y mi Padre. Estas fueron Mis primeras palabras de Hombre que le dije apenas creado:

“Padre, Te adoro en la verdad, en la bondad, en el Amor, en esta Criatura que Me alberga.

Padre, Te bendigo en la luz, en la caridad, en el mundo, sobre los espíritus rebeldes, por los espíritus que esperan.

Padre, Te amo por Ti mismo, en Mí, en el Amor; por María, por los hombres, por los malos, por los que Me esperan en el Limbo, por los espíritus bienaventurados; en la luz, en el Amor eternamente.

Soy Tuyo y por siempre, nada nunca Te desagradará en Mí, como todo Me agradará en Ti.

Quiero Mi actual ocultamiento para el conocimiento que deberán tener de Mí los hombres, especialmente en el Calvario. Oculto o conocido, amado o despreciado, siempre Te amaré: en la luz, en la paz, en el Espíritu…”

Hijos, estos Mis primeros pensamientos de Hombre constituyen el primer puente de unión tendido desde la humanidad perdida hacia la Divinidad ofendida, pero amante de todas las criaturas…

Fui puesto en el mundo cuando el hombre creía igualarse a Dios, pero lo hice ocultamente, para reparar la soberbia y el desorden. Me hice carne para levantar los espíritus, Me abajé para exaltarlos.

Oh, hombres, oh jóvenes, ¿por qué se detienen, por qué no creen, por qué Me combaten? Los He hecho nobles, pero ustedes Me querrían deshonrar, Me querrían olvidar. Me He sometido a ustedes, de tantas maneras, para hacerme apreciar, para hacerme creer, para hacerles el bien que Yo sólo sé hacer. ¿Por qué entonces no se deciden? ¿Tal vez encontrarán otro Dios que los contente…? Son siglos que tratan de construirse un Dios y siempre se engañan, porque el único y verdadero Soy Yo. Yo, pequeño niño, escondido en el seno de una Virgen.

Si se unen a Mí, podrán elevarse en el Reino que más desean: el del Amor. Si les interesa la gloria, les digo que Yo Soy la esencia de la Gloria; si les interesa la riqueza, recuerden que Yo tengo todo y todo será de ustedes; si les interesa el saber, ¡oh!, entonces no olviden que Yo Soy la Sabiduría infinita y que ustedes podrán llegar a ser faros de luz, soles de belleza. Pero es el amor lo que los atrae; es el amor lo que los atormenta: vengan, entonces, vengan a este Dios Niño que los introduce en el infinito Amor.

Muchos siglos antes de Mi venida al mundo, otro niño, que Me simbolizaba, fue abandonado en las aguas del Nilo, que lo transportaron recostado en una canastilla: Moisés, el salvado de las aguas, era el enviado de Dios y llegaba solo entre gente desconocida. Así también llegué solo al mundo, entre gente que no Me conocía, para revelar en Mí la Divinidad y hacer apreciar Su bondad.

Los judíos hubieran querido que el liberador del Cielo, el prometido de Abraham, el hijo de David, fuese un caudillo humano. Estaban cegados por la materia y cambiaban el tiempo por la eternidad, la cual en nada se parece al tiempo, como las rudas cabezas de Mis coterráneos codiciaban.

Todo lo sabía y desde Mi concepción Me preparaba, como Hombre, a vencer la resistencia de los judíos. Por estos motivos, las primeras oraciones que dirigí al Padre fueron en pro del pueblo escogido.

Cuando tenía pocos meses de vida en el seno de Mi Madre, José fue elegido para custodio de María y Mío y fue entonces cuando la Virgen Madre se dirigió a la casa de Su esposo, quien ya estaba en conocimiento del origen divino de la Maternidad de su esposa. Este hecho Me dio ocasión de hacer hablar a Mi Madre para elogiar a José. Escogido entre miles, José representaba la tradición judía entendida en el mejor sentido. Fue sencillo y fiel a Dios y ayudaba con alegría a Su esposa en una maravillosa entrega.

(…) Aún voy a aclararles más sobre este misterio de cómo Yo pude haberme unido a una humanidad que, niña o adulta, es siempre una criatura Mía, es decir algo más que nada.

El misterio, entonces, es la unión personal Mía, como Verbo eterno, con la Humanidad que asumí. Los Teólogos lo llaman unión hipostática, es decir, la unión de dos naturalezas en una sola persona.

Les voy a dar un ejemplo más sencillo. Los expertos agricultores y jardineros hacen injertos, ¿verdad? Pues bien, el injerto es la unión de dos criaturas, con el fin de que se produzca una nueva criatura que tenga algunas propiedades en común con la primera y la segunda, de modo que la primera recibe una vida extraña a ella. Pero inclusive el injerto no es suficiente demostración de la unión hipostática, porque en el injerto material se trata de dos criaturas, mientras que, en Mí, Dios y Hombre, se trata de una sola criatura y de su Creador. Además de esto, la Humanidad que Yo asumí, de por sí, no habría tenido ninguna necesidad de unión alguna sino de la natural Conmigo mismo, Creador, en cuanto que la Humanidad Mía es perfecta aun sin la unión con el Verbo, perfecta en el Espíritu, perfecta en el Cuerpo. Voy a darles otro ejemplo que sirva para aclarar sus oscuridades acerca de Mi unión hipostática: En el Cielo que está encima de ustedes, existen cuerpos que circulan atraídos por uno u otro planeta. Cuando la atracción se hace inminente e irresistible, el cuerpo que vaga en el espacio va a unirse con el planeta que lo atrae y así vienen a ser un solo cuerpo, con un sólo movimiento, una sola vida, considerando que la vitalidad del asteroide queda absorbida en la del planeta que lo atrajo. También Yo He unido Mi Cuerpo a Mi Divinidad y He insertado el primero en la vida y en el movimiento que Me son propios como Creador y Glorificador, aunque permaneciendo completamente Hombre.

Considerando, además, las inmensas fuerzas, que He puesto en el centro de su planeta, encontrarán otra cosa apta para esclarecerlos. Ya saben que en el centro de la tierra hay fuego, agua y minerales. Encima, en la costra terrestre, en cambio, tienen otras criaturas que no podrían vivir en otro lugar. Pues bien, sabiendo que ya sea en el subsuelo, ya sobre la costra terrestre, la vida de cada criatura procede simultáneamente, pueden fácilmente pensar, cómo Yo, tomando su humanidad, He hecho algo invisible, inconcebible pero real, como el fuego eterno de la tierra, el cual arde incesantemente y al mismo tiempo, por ejemplo, que los glaciares que existen sean bajo la tierra o sobre ella. Dos criaturas opuestas, fuego y hielo, viven cada una su propia vida, pero ambas en un sólo organismo: la tierra. Y no piensen que sus vidas están del todo separadas porque el hielo existe en cuanto existía, al principio; el fuego es sólo fuego.

Es claro que el fuego interno de la tierra no alimenta la vida del hielo, pero el hecho es que, si no existía antes el fuego, ahora no existiría el hielo y, por tanto, el agua. Por eso el agua depende del fuego y esto es la vida de todo el universo creado.

En Mí, Dios y Hombre al mismo tiempo, está el fuego y el hielo, está el Creador y la Criatura, pero ésta vive en virtud del principio creador y está informada de la misma Vida de Mi Ser, de modo que Mi Humanidad en la tierra fue un velo movido continuamente por la presencia de Mi Divinidad.

Hice al hombre a Mi imagen y semejanza y He hecho un Hombre que no es sólo Imagen, sino que es Yo Mismo. Por eso Obro en Mi Humanidad con la Omnipotencia, la Perfección y la Bondad que Me son propias en cuanto a Dios.

Si quienes ponen en duda la Virginidad de Mi Madre pudiesen poner la mirada en la sublimidad de Mi Naturaleza Divina y Humana, indisolublemente unidas en una sola Persona, dejarían de dudar y encontrarían que Su Virginidad no sólo conviene a Mí y a Ella, sino que es absolutamente complementaria ante la grandeza de Mi unión hipostática. En el Cielo sabrán mucho más de todo esto…

Ahora crean y aun pierdan la cabeza contemplando el misterio de Omnipotencia de Mi unión hipostática que ha servido de tropiezo a Lucifer y los suyos.

Llegado Mi tiempo, quise nacer en Belén y predispuse a Roma para el censo. Fue un símbolo con el cual tenía la intención como de reunir a los hombres para dar a muchos la sensación de Mi llegada a ellos. Pero no comprenderían y para despertarlos, ya se movían hacia Jerusalén los Magos que provocarían las investigaciones de los Sacerdotes judíos en las Escrituras. Sin embargo, también estos últimos permanecieron insensibles. Conmigo no estarían sino María y José; en efecto, en Belén Me esperaba la incomprensión para acompañarme hasta la Cruz.

De Mi nacimiento, hijitos, aprendan que para agradar al Padre es necesario en cierto modo morir, como que también en la muerte, si es semejante a la Mía, encontrarán la Vida Eterna. ¿Quién de ustedes quiere nacer muriendo? Nadie lo querría si Yo no interviniese con persuasión y energía. Pero Yo sé cómo hacerlos aceptar lo que no quisieran y no los dejo solos. A cada uno la medida necesaria, a todos Mi comprensión y compasión.

No se asusten de la lucha porque no es eterna y sobre todo porque es necesaria. El hombre que lucha consigo mismo, puede vencer y puede perder, lo esencial es que tenga la última victoria y deben creer que para alcanzarla es necesario comprobar la propia impotencia. Recuerden, luego, que Yo les garantizo amor aun cuando no les parezca que son amados por Mí.

Mírenme oculto en el seno de María. Yo ya hablo de Mí callando, esperando, orando por ustedes al Padre. Yo ya los invito a reflexionar que quise nacer para hacerme conocer con ustedes. ¡Qué alegría para Mí y también para ustedes, si Me aprecian! ¡Qué fuerza recibirán si Me acogen confiados! Piénsenme oculto, pero presente; presente, pero invisible. Después Me apareceré a ustedes, no teman, los consolaré y también les sonreiré.

Almas Mías, amadas, Yo no hablo para Mí sino para ustedes: ¡créanme, los amo! Y no poco, sino infinitamente…

Entre todas las criaturas, la más amante es Mi Madre. Antigua verdad, ésta, para los cristianos, pero para poder entenderla haría falta la luz que Me es propia. Por esta razón es bueno observar a Mi Madre en lo que Ha hecho, Ha dicho y en lo que Ha sufrido. Todos los que la aman, escuchen…

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen hoy y mañana más, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 21)

VIGÉSIMO PRIMER DÍA

PRIMERA PARTE:

Nican mopohua (Nicān mopohua) es el nombre con el que se conoce ampliamente el relato en lengua náhuatl de las apariciones marianas de la Santísima Virgen en México, bajo la advocación de Guadalupe, que tuvieron lugar en el cerro del Tepeyac, al norte de la actual Ciudad de México.

Ese es el documento histórico en el que se relata las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, indígena azteca, ocurridas del 9 al 12 de diciembre de 1531.

Este, es un libro que originalmente fue escrito en lengua náhuatl “lingua franca” en Mesoamérica, y todavía en uso en varias regiones de México. A pesar de que muchos documentos indígenas comienzan con el Nican Mopohua, estas dos palabras iniciales han permanecido por antonomasia para identificar específicamente este relato. El título completo es: “Aquí se cuenta se ordena cómo hace poco milagrosamente se apareció la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe.”

El autor del documento fue Don Antonio Valeriano (1520-1605), sabio indígena y aventajado discípulo de Fray Bernardino de Sahún. Valeriano recibió la historia por boca del mismo San Juan Diego, quien murió en 1548.

Este manuscrito tiene como finalidad dar a conocer los deseos de la Santísima Virgen y nos permite ver cómo tuvo lugar la evangelización de una cultura, donde la ayuda de Dios y de la Virgen fue evidente. Por medio de una narrativa con estilo correcto, digno y sólido, uno se da cuenta de que esta evangelización llegó hasta la más profunda raíz de la cultura prehispánica, trayendo con ella la reconciliación entre dos pueblos.

En la plenitud de los tiempos para América (como se expresaban los españoles de ese tiempo), aparece María Santísima como la portadora de Cristo. Hay una identificación de lo esencial de la Biblia: –Cristo, centro de la Historia- (Juan 3,14-16) con lo esencial del Nican Mopohua (vv.26-27) y con lo esencial del mensaje glífico de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe: el Niño Sol que lleva en su vientre Santísimo.

El Nican Mopohua, tiene como protagonistas del relato a:

  • La Santísima Virgen, que pide un templo para manifestar a su Hijo.
  • San Juan Diego, vidente y confidente de la Santísima Virgen, que es quien recibe el mensaje de la Señora del Cielo.
  • El Obispo Fray Juan de Zumárraga, a cuya Autoridad se confía el asunto derivado del mensaje de la Santísima Virgen entregado por San Juan Diego.
  • El Tío de San Juan Diego, sanado milagrosamente por intercesión de la Reina del Cielo.
  • Los criados del Obispo, que siguen a San Juan Diego.
  • La ciudad entera, que reconoce lo sobrenatural de la imagen y entrega su corazón a Nuestra Señora de Guadalupe.

El relato del Nican Mopohua, comienza diciendo bellamente así: “Aquí se narra, se ordena, cómo hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta Virgen Santa María Madre de Dios, nuestra Reina, allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe. Primero se hizo ver de un indito, su nombre Juan Diego; y después se apareció Su Preciosa Imagen delante del reciente obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

(…) Diez años después de conquistada la ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos, así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquél por Quien se vive: el verdadero Dios.

En aquella sazón, el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un indito, un pobre hombre del pueblo.

Su nombre era Juan Diego, según se dice, vecino de Cuauhtitlan, y en las cosas de Dios, en todo pertenecía a Tlatilolco.

Era sábado, muy de madrugada, venía en pos de Dios y de sus mandatos.

Y al llegar cerca del cerrito llamado Tepeyac ya amanecía.

Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos; al cesar sus voces, como que les respondía el cerro, sobremanera suaves, deleitosos, sus cantos sobrepujaban al del coyoltototl y del tzinitzcan y al de otros pájaros finos.

Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños?

¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos, nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento; acaso en la tierra celestial?

Hacia allá estaba viendo, arriba del cerrillo, del lado de donde sale el sol, de donde procedía el precioso canto celestial.

Y cuando cesó de pronto el canto, cuando dejó de oírse, entonces oyó que lo llamaban, de arriba del cerrillo, le decían: ‘JUANITO, JUAN DIEGUITO’.

Luego se atrevió a ir a donde lo llamaban; ninguna turbación pasaba en su corazón ni ninguna cosa lo alteraba, antes bien se sentía alegre y contento por todo extremo; fue a subir al cerrillo para ir a ver de dónde lo llamaban.

Y cuando llegó a la cumbre del cerrillo, cuando lo vio una Doncella que allí estaba de pie, lo llamó para que fuera cerca de Ella.

Y cuando llegó frente a Ella mucho admiró en qué manera sobre toda ponderación aventajaba su perfecta grandeza: Su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos; el resplandor de Ella como preciosas piedras, como ajorca (todo lo más bello) parecía la tierra como que relumbraba con los resplandores del arco iris en la niebla.

Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allí se suelen dar, parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro.

En su presencia se postró. Escuchó su aliento, su palabra, que era extremadamente glorificadora, sumamente afable, como de quien lo atraía y estimaba mucho.

Le dijo: ‘ESCUCHA, HIJO MÍO EL MENOR, JUANITO. ¿A DÓNDE TE DIRIGES?’

Y él le contestó: ‘Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu casita de México Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan que nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor: nuestros sacerdotes.’

En seguida, con esto dialoga con él, le descubre su preciosa voluntad; le dice: ‘SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA.

EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:

LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES.

Y PARA REALIZAR LO QUE PRETENDE MI COMPASIVA MIRADA MISERICORDIOSA, ANDA AL PALACIO DEL OBISPO DE MEXICO, Y LE DIRÁS QUE CÓMO YO TE ENVÍO, PARA QUE LE DESCUBRAS CÓMO MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME PROVÉA DE UNA CASA, ME ERIJA EN EL LLANO MI TEMPLO; TODO LE CONTARÁS, CUANTO HAS VISTO Y ADMIRADO, Y LO QUE HAS OÍDO.

Y TEN POR SEGURO QUE MUCHO LO AGRADECERÉ Y LO PAGARÉ, QUE POR ELLO TE ENRIQUECERÉ, TE GLORIFICARÉ; Y MUCHO DE ALLÍ MERECERÁS CON QUE YO RETRIBUYA TU CANSANCIO, TU SERVICIO CON QUE VAS A SOLICITAR EL ASUNTO AL QUE TE ENVÍO. YA HAS OÍDO, HIJO MÍO EL MENOR, MI ALIENTO MI PALABRA; ANDA, HAZ LO QUE ESTÉ DE TU PARTE.’

E inmediatamente en su presencia se postró; le dijo: ‘Señora mía, Niña mía, ya voy a realizar tu venerable aliento, tu venerable palabra; por ahora de Ti me aparto, yo, tu pobre indito.’

Luego vino a bajar para poner en obra su encomienda: vino a encontrar la calzada, viene derecho a México.

Cuando vino a llegar al interior de la ciudad, luego fue derecho al palacio del obispo, que muy recientemente había llegado, gobernante sacerdote; su nombre era Don Fray Juan de Zumárraga, sacerdote de San Francisco.

Y en cuanto llegó luego hace el intento de verlo, les ruega a sus servidores, a sus ayudantes, que vayan a decírselo; después de pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el señor obispo que entrara. Y en cuanto entró, luego ante él se arrodilló, se postró, luego ya le descubre, le cuenta el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le dice todo lo que admiró lo que vio, lo que oyó.

Y habiendo escuchado toda su narración, su mensaje, como que no mucho lo tuvo por cierto, le respondió, le dijo: ‘Hijo mío, otra vez vendrás, aun con calma te oiré, bien aún desde el principio miraré, consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad, tu deseo.’

Salió; venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo. Luego se volvió, al terminar el día, luego de allá se vino derecho a la cumbre del cerrillo, y tuvo la dicha de encontrar a la Reina del Cielo: allí cabalmente donde la primera vez se le apareció, lo estaba esperando.

Y en cuanto la vio, ante Ella se postró, se arrojó por tierra, le dijo: ‘Patroncita, Señora, Reina, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, ya fui a donde me mandaste a cumplir tu amable aliento, tu amable palabra; aunque difícilmente entré a donde es el lugar del gobernante sacerdote, lo vi, ante él expuse tu aliento, tu palabra, como me lo mandaste.

Me recibió amablemente y lo escuchó perfectamente, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió, no lo tiene por cierto. Me dijo: ‘Otra vez vendrás; aun con calma te escucharé, bien aún desde el principio veré por lo que has venido, tu deseo, tu voluntad. ‘

Bien en ello miré, según me respondió, que piensa que tu casa que quieres que te hagan aquí, tal vez yo nada más lo invento, o que tal vez no es de tus labios; mucho te suplico, Señora mía; Reina, Muchachita mía, que, a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean.

Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas, no es lugar de mi andar ni de mí detenerme allá a donde me envías, Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña; por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía.’

Le respondió la perfecta Virgen, digna de honra y veneración: ‘ESCUCHA, EL MÁS PEQUEÑO DE MIS HIJOS, TEN POR CIERTO QUE NO SON ESCASOS MIS SERVIDORES, MIS MENSAJEROS, A QUIENES ENCARGUÉ QUE LLEVEN MI ALIENTO MI PALABRA, PARA QUE EFECTÚEN MI VOLUNTAD; PERO ES MUY NECESARIO QUE TÚ, PERSONALMENTE, VAYAS, RUEGUES, QUE POR TU INTERCESIÓN SE REALICE, SE LLEVE A EFECTO MI QUERER, MI VOLUNTAD.

Y, MUCHO TE RUEGO, HIJO MÍO EL MENOR, Y CON RIGOR TE MANDO, QUE OTRA VEZ VAYAS MAÑANA A VER AL OBISPO. Y DE MI PARTE HAZLE SABER, HAZLE OÍR MI QUERER, MI VOLUNTAD, PARA QUE REALICE, HAGA MI TEMPLO QUE LE PIDO. Y BIEN, DE NUEVO DILE DE QUÉ MODO YO, PERSONALMENTE, LA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, YO, QUE SOY LA MADRE DE DIOS, TE MANDO…’

Hasta aquí copiamos la primera parte del relato. Seguiremos mañana con otra parte.

A través de esta primera entrega que hacemos del Nican Mopohua, podemos darnos cuenta de la Majestad de la Santísima Virgen, que es reina del Cielo y de la Tierra, y de su maternal protección en favor de sus hijos amados.

En esta narración, digna de una admiración inmensa para todo el que la lee, se describe con tiernas palabras la solicitud de la Santísima Virgen para que San Juan Diego cumpliera su deseo, pero sabiendo Ella de la inocencia y humildad del “indito”, le da las armas para ser escuchado y tomado en cuenta, ante el gobierno sacerdotal de ese momento.

En esta primera parte, ¿Qué condiciones de profeta podemos distinguir, si comparamos a san Juan Diego con los personajes de la Biblia que han recibido encomiendas de Dios?

La Santísima Madre trae una encomienda (misión) del cielo. No es solamente la construcción de su Iglesia en el lugar donde Ella ha mencionado, sino es principalmente hacer conocer y amar a su Hijo, Jesús, llevándolo en su seno. Es el mostrarles a los sacerdotes franciscanos que los indios, a los que tal vez ellos menospreciaban por su falta de educación en cuestiones de la fe, eran, como en el caso de San Juan Diego, los profetas predilectos del Cielo. ¿Por qué? Porque en sus corazones la humildad era la reina. La bondad era la que imperaba en sus vidas, como en el caso de San Juan Diego, y lo principal, la diligencia y observancia a realizar y cumplir con los designios de Dios en sus vidas.

Los recién conversos “inditos”, como vemos que se les llamaba normalmente en aquel tiempo, necesitaban, a través del testimonio de San Juan Diego, aumentar su fe y sustentar esa esperanza en la vida eterna tiendo como intercesora y Madre, a la Siempre Virgen, Madre de Dios.

Los sacerdotes franciscanos, provenientes de España, debían entender que el que regía y tenía el control de las cosas, de todo el proceso de evangelización y aún de sus vidas, era, es y seguirá siendo siempre Dios. No ellos; no sus conocimientos; no sus puestos con respecto a la Orden y a la Corona de España. Dios y únicamente Dios, debía ser dado a conocer y amar, y la misión de la Iglesia debía de estar unida, lo mismo que hoy y siempre, bajo la dulce, amable y servicial presencia de la Virgen, como intercesora y Madre de TODOS nosotros.

El mensaje principal de esta primera parte del relato sobre el fenómeno Guadalupano, podríamos decir que sería, para nosotros Apóstoles de la Nueva Evangelización, el siguiente:

  • Debemos llevar diligentemente a Dios a todos, siendo TODOS merecedores de ese Amor que es dispensado por Dios y la Santísima Madre a todos sus hijos, sin importar nada, porque solo Dios sabe y conoce lo que hay en cada corazón.
  • Que la misión del Apóstol de la Nueva Evangelización, que lleva a Dios a los demás, debe ser siempre pasada por el “colador” de las buenas intenciones, para que ningún sentimiento de orgullo, celos, soberbia o incluso falsa humildad, se filtre o permanezca en el corazón, evitando que la entrega sea siempre misericordiosa, sincera y humilde.
  • Para ser verdadero hijo de la Virgen, la humildad y el buscar siempre la Voluntad de Dios, son ingredientes principales en la vida de todo cristiano, pero especialmente en la vida y proceder de un miembro del ANE.
  • A través del testimonio de San Juan Diego, los miembros del ANE debemos de crecer, día con día, en mejorar el modo como nos relacionamos con los demás. Debemos de ser coherentes en nuestra vida, suaves y siempre cordiales en el trato, cariñosos, prudentes, misericordiosos, generosos, diligentes, humildes, sinceros, puros de corazón; obedientes, amantes de las cosas de Dios y de Su Palabra.
  • Y por último entender que lo que yo no haga, nadie más lo hará por mí. Es decir, que esa misión que tú tienes dentro del ANE, si no la cumples como Dios quiere, nadie lo podrá hacer en tiempo y forma. No porque la persona sea indispensable, sino porque para Dios, todos somos importantes y necesarios, para dar cumplimiento a Sus Planes dentro de la historia de la Salvación. Así que lo que tú dejes sin hacer, lo hagas mal hecho o incompleto, se quedará de esa forma, teniendo Dios que hacer otras cosas para poder “rellenar” ese vacío que no se ha completado.
  • La Virgen nos enseña una vez más, a través del fenómeno guadalupano, que el Cielo no escoge para las diferentes misiones que deben realizarse en la tierra, a los que son más ilustrados, importantes o capacitados; sino que va capacitando a los que tienen abierto el corazón para oír la Voz del Señor, responderle generosamente y realizar Sus designios en sus vidas.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes dos días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Testimonio de Liko ANE-La Paz (Bolivia)

TESTIMONIO DE LIKO GRABADO EN AUDIO

Muy estimados Hermanos en Cristo.

A pedido de nuestro Director General, Francisco Rico Toro, me permito compartirles mi testimonio sobre una situación que me ha tocado vivir.

 Mi nombre es Likowsky Paredes, y soy miembro de ANE en la ciudad de La Paz, Bolivia.

Mi experiencia comienza cuando en mi país decretan cuarentena por el Covid-19. Esa primera semana me sentí muy mal, tenía síntomas de estar contagiado, los médicos descartaron esa sospecha. Lo cierto es que pasé cinco semanas aislado, en mi dormitorio, y varias noches sin poder dormir. Me preocupaba mucho mi familia, pues hasta llegué a pensar que iba a morir. Realmente estaba muy enfermo: fiebre, tos seca, dolores fuertes de garganta, en el pecho, falta de aire y demás.

 En el transcurso de esas semanas, pude sentir muy cerca de mi corazón la presencia de Dios y reflexionar.  Una noche, era como si Él pusiera un freno en mi vida, un alto en mi caminar. Pude sentir en mi corazón claramente el enojo de nuestro Señor por mi tibieza espiritual, como si hiciera retumbar todo mi ser con una sola palabra: ¡BASTA!

Basta de vivir sin santidad, sin fe, sin amor, sin caridad, sin decisión, etcétera, etcétera.

 Luego llegó la Semana Santa… la noche del Jueves Santo me propuse acompañar a Jesús en oración, minuto a minuto, imaginando, como si fuera una película, todo lo que Él pasaba, desde la preparación de la Última Cena… esa noche fue muy especial para mí. A la una de la mañana, aproximadamente, no podía dejar de llorar. Sentía un dolor muy grande en mi corazón. Seguramente me quedé dormido, pero a las tres volví a despertar. Me puse a rezar la Coronilla de la Misericordia y, mientras rezaba, pude sentir claramente en mi corazón “NO APARTES TU MIRADA DE MÍ”, y luego: “TU NORTE SOY YO”

 Reflexionando sobre esta experiencia, creo que no debemos confundir el camino, queridos hermanos… Y se los digo como quien muchas veces lo ha hecho: como quien se ha decidido a seguir a Jesús hace mucho tiempo, pero varias veces, incontables, se ha apartado, ha caído, ha retrocedido, se ha dejado llevar por los criterios de mundo, ha tomado decisiones equivocadas, no ha dado al Señor su lugar, como Rey de Reyes en el corazón…

 Creo que, especialmente en medio de esta pandemia, y de quién sabe qué cosas vendrán después, ya que ninguno de nosotros tiene la vida comprada… debemos tomar una decisión: o estamos con Él o estamos sin Él.

 Hermanos queridos, con todo respeto y humildad les digo: no perdamos el Norte, no apartemos la mirada de Nuestro Señor Jesucristo.

 Meditemos sobre el llamado que un día Jesús nos hizo para ser parte del Apostolado de la Nueva Evangelización y trabajemos en su viña con humildad y obediencia. Aprovechemos los medios que el Señor va poniendo a nuestro alcance para crecer espiritualmente, para unirnos más a Dios y entre nosotros. Preparémonos, desde ahora, para cuando nos llegue el momento de presentarnos ante nuestro Señor. Que podamos tener las manos llenas de obras buenas, que hayamos acercado a muchos de nuestros hermanos hacia Él.