Sagrado Corazón de Jesús (Día 21°)

VIGÉSIMO PRIMER DÍA:

Siguiendo nuestra reflexión sobre las virtudes de la mansedumbre y la humildad para alcanzar la semejanza en Cristo, ser agradable a sus ojos y convertirnos más a su Amor, analizaremos la virtud de la mansedumbre.

La mansedumbre es la virtud que modera la ira y sus efectos desordenados. Es una forma de templanza, que va enfocada al temperamento y autocontrol del mismo, y que evita todo movimiento desordenado de resentimiento por el comportamiento de otro.

Ser manso, como diría la lengua popular, no significa ser menso… La mansedumbre es la virtud que nos ayuda, cuando la ejercitamos, a ir controlando nuestros impulsos “violentos” que nos llevan, si no los sabemos controlar, al pecado capital de la ira.

El Señor nos invita a ser mansos como es Él. El mejor ejemplo para entender esta magna virtud es la que Jesús nos enseña a través de su testimonio, cuando leemos el evangelio de Lucas 18,20-24: “Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote? Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?” 

En este pasaje del Evangelio, Jesús nos muestra la manera adecuada de comportamos ante las injurias y afrentas que comenten los demás en contra de nosotros. Él, no se queda callado. Reacciona. Es decir: no se hace pequeño dejando que se provechen de Él. Jesús se defiende. Hace uso de la justicia y responde. “Si he hecho mal alguno dime cuál fue; pero si no, ¿por qué me pegas?” Ese es precisamente el mejor ejemplo de la mansedumbre. Ese es el reflejo del autocontrol: Seguramente el Señor debió haber sentido tristeza y molestia; Incluso quizá miedo. Sin embargo, sabía que le asistía la verdad, y en consecuencia, lo hace notar. Les hace darse cuenta a sus agresores de que cometen una injusticia y un atropello. Se defiende… su defensa es mansa, pero enérgica. No maldice, no lanza golpes, no insulta, no devuelve mal por mal.

Me gusta pensar en esto: No todo tiene explicación, más todo tiene un propósito. Hay situaciones de nuestra vida en las que nos vemos inmersos en circunstancias que nos sacan de quicio, que te fácilmente te hacen “salirte de las casillas” y te orillan a cometer imprudencias. Sin embrago, la virtud es probada y ejercitada en el crisol de las contingencias. Todo el mundo dirá que es muy fuerte y las cosas le saldrán muy bien mientras no tenga que enfrentar problemas, pero cuando está inmerso en alguna situación de estrés o enfrentamiento, difícilmente podrá prescindir de la mansedumbre, la templanza y otras virtudes que le ayuden a dar buen testimonio de ser un verdadero cristiano.

Pensemos, por ejemplo en el Libro de Job: A Job le tocó pasar tremendas calamidades: perdió sus bienes, sus servidores, a toda su familia e incluso sufrió de una herida que le llegaba desde la planta de los pies hasta la cabeza. La explicación que el libro da a todo lo que le ocurre a Job, es que el “enemigo” quiere hacer que reniegue y maldiga a Dios, y para eso lo ataca mediante las pruebas y el sufrimiento. Job necesitaba, además de la fe, la mansedumbre y la humildad para seguir siendo fiel a Dios.

Pues Dios nunca se hace esperar, y siempre está dispuesto y vigilante de nosotros, a fin de darnos las herramientas que necesitamos para salir victoriosos durante las tentaciones, las pruebas y afrentas que recibimos, no sólo del mundo, sino del mismo enemigo de las almas.

Jesús pone a la mansedumbre junto con la humildad, ya que ésta, es un valor altamente apreciado para quienes se someten a la disciplina religiosa, pues implica una gran dosis de humildad y autocontrol, así como una gran obediencia y una rígida observancia a las normas.

Dentro de la teología cristiana, la mansedumbre es uno de los Frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5,22). Es el beneficio espiritual de estar en comunión con Dios. Al ayudarnos a controlar la ira, la mansedumbre frena sus efectos desordenados sobre nosotros, que con frecuencia nos llevan a caer en pecados muchísimo más graves. Generalmente, un hombre que no cultiva la mansedumbre, que es preso de sus pasiones y sufre arrebatos de ira, es un hombre destinado, en la mayoría de las ocasiones, a desenlaces trágicos y fatídicos.

En el Evangelio de San Mateo 26,52, Jesús le dice a Pedro: “Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere”, indicándole a Pedro, y con él a cada uno de nosotros, que el actuar violentamente contra alguien, se lo merezca o no, sella en nosotros una sentencia de recibir, como pago, la misma moneda, es decir, experimentar en nuestra carne el mismo daño que causamos a otro. Esto nos da a entender que cada uno recibe el trato que merece, de acuerdo con su actuación.

En el tiempo en que vivió Jesús, los judíos de la época consideraban el uso de este refrán particularmente, cuando una persona había cometido un daño contra otra, y luego la vida lo ponía en una situación equivalente… La violencia trae consigo siempre más violencia.

Pero Jesús vino a cambiar todo esto: a traer paz donde hay guerra; perdón donde hay afrentas; reconciliación, obediencia, paz, paciencia, fortaleza, bondad… en síntesis: Mansedumbre, donde no la hay.

En la figura de Job podemos reflejarnos a nosotros mismos, cada vez que alguna situación nos duele o molesta: Job nunca ofende a Dios, ni ofende a ninguno de sus hermanos que lo rodean. No desquita sus malos humores o malos ratos con nadie. Mansa y humildemente, espera a que el auxilio divino se haga presente en su vida y, confiando en Dios, ruega para que el Señor lo ayude a resolver sus males.

Como dirían los psicólogos hoy, su grado de tolerancia a la frustración fue tal, que se hacía violencia a sí mismo (en el sentido de que su autocontrol le cuesta mucho, y de alguna manera le duele y se le dificulta no revelarse o perder la gracia y la compostura), controlándose al máximo, pidiéndole a Dios Padre que le ayude a entender y a soportar los momentos tan duros que estaba viviendo, en fortaleza, humildad y mansedumbre…

No todo tiene explicación, pero sí todo tiene un propósito: la finalidad de la mansedumbre debe de ser, obviamente, perseguir la santidad por su medio, pero también a través de las situaciones que se han vivido o se están viviendo, encontrar el propósito a tal circunstancia en miras de nuevamente, asemejarse al Corazón de Jesús que es Manso y Humilde.

Como vemos, la mansedumbre contiene su gran dosis de humildad. Humildad para saberse NADA delante de Dios, y “poderoso” con el auxilio de Él. San Pablo diría con respecto a esto: “Todo lo puedo en el Señor, que me fortalece.” (Filipenses 4,13). El ser mansos, implica un gran autocontrol, confianza en Dios y en Su Poder restaurador en nosotros, por Su Gracia; implica un firme compromiso en la construcción del Reino de Dios, dando testimonio de la presencia de Dios en el mundo, a través de nuestras actitudes y conductas; de nuestros pensamientos y sentimientos, especialmente en las ocasiones que (por nuestra naturaleza caída y por la tentación del enemigo) nos impulsan a actuar violentamente, ya sea de palabra o de acciones. El Señor, nos dice en La Puerta del Cielo 76, cuán agradable para Él es un hombre que practica en su vida la mansedumbre y trata con eso, de seguirle y darle Gloria. Veamos:

PUERTA DEL CIELO-76: “MANSEDUMBRE”

“(…) Modérala cuando llegue, con la virtud de la mansedumbre. Acuérdate de Mí, de Mi Pasión, de Mi Cruz. ¿Acaso Yo Me irrité? ¡No sabes cuán agradable Me es un hombre manso que sufre tranquilo y con calma los lances adversos, las persecuciones y las injurias! Ahora, algunos se vanaglorian de que son mansos, pero sin fundamento, porque lo son con aquellos que les dispensan beneficios o los alaban, mas sólo respiran furia y venganza contra los que los injurian o los han perjudicado

La virtud de la mansedumbre consiste en ser manso y sufrido con quien te maltrata y te aborrece.

Lee Colosenses 3,12. ¿Quieres que los demás toleren tus defectos y que disimulen si tienen motivo de queja contra ti? Pues lo mismo debes practicar con los demás: Cuando recibas algún agravio de tu prójimo, que está irritado contra ti, respóndele con suavidad y humildad y lo quebrantarás. Mira, pasando cierto monje por un campo sembrado, salió a su encuentro el dueño y lo llenó de maldiciones e insultos. “Hermano tienes razón, he obrado mal, perdóname”, respondió el monje. Se suavizó tanto el labrador que, no solamente se le pasó toda la cólera, sino que quiso seguirlo y entrar de monje en su convento…

Debes saber que los soberbios convierten las humillaciones recibidas en estandarte de su orgullo, más los humildes y mansos convierten los desprecios que se les hacen, en estandarte de su humildad. Por eso los llamé ‘Bienaventurados cuando los llenasen de maldiciones y los persiguiesen.’ Mateo 5,11.

No te sientas tan mal, Yo te amo, es necesario que aprendas.

Mira, Cantares 1,11 habla de la fragancia del nardo. Efectivamente, es una planta odorífera, pero solamente difunde fragancia cuando se frota con fuerza. Un hombre es manso, sólo cuando se lo ve sufrir con paciencia y sin cólera los malos tratos y los insultos. Sólo entonces puede percibirse la fragancia de un nardo o la virtud de mansedumbre.”

MEDITACIÓN:

Hoy meditaremos sobre el mensaje que nos dejó el Señor acerca de la ira y el mal que hace al hombre que la padece. Léelo detenidamente y medita sobre tu vida y las reacciones que tienes cuando te ves enfrentado a situaciones de estrés o que van en contra de tus intereses.

Piensa, ¿Cuántas veces has reaccionado mal en contra de tu hermano? ¿Cuándo fue la ultima vez que pediste perdón por alguna palabra hiriente, o acción que lastimara a alguna persona, cercana o no a ti? ¿generalmente cómo reaccionas cuando te ofenden o faltan por alguna situación en la que tengas o no culpas? ¿Qué sentimientos te provoca y que reacciones surgen en ti para enfrentar dichas situaciones?

PC-75: EL ENOJO Y LA IRA DESFIGURAN EL ROSTRO MAS BELLO

Cálmate, Mi niña, vamos a hablar hoy de un tema en el cual deberás reflexionar en las próximas horas.

Quiero que sepas, pequeña, que el enojo es semejante al fuego, puesto que, así como el fuego es vehemente y violento cuando toma fuerza e impide que se lo vea en el humo que despide, así el enojo hace que prorrumpa el hombre en mil excesos y no le deja ver lo que hace.

No debes malhumorarte así, porque la ira es tan perjudicial al hombre que desfigura el rostro más bello y gracioso, haciéndolo semejante a un monstruo furioso que infunde espanto en torno suyo. Si eso hace exteriormente, ¿te imaginas lo que desfigura el interior ante Mis ojos? Hablemos sobre ello.

La ira precipita al hombre muchas veces a las venganzas, a las blasfemias, a las injurias, a las murmuraciones, a los escándalos y a otras cosas peores, porque oscurece la razón y hace que el ser humano obre como un irracional o como un loco. Lee Job 7, 7. La ira hace perder al hombre toda prudencia, muchas veces la razón y el sueño.

Mientras estés irritada, la acción de tu prójimo te parecerá una injuria grande e imperdonable, pero luego que te pasa la cólera adviertes que no es tan grave como a ti te parecía.

Cuando te asalte la ira, ora, pidiendo que Yo te libere de las pasiones violentas. ¡Cuántos, por no refrenar su enojo, pronuncian horribles blasfemias contra Mí o contra Mis Santos! Los iracundos pasan una vida infeliz, puesto que siempre están en una situación violenta y llena de agitación, como una tempestad.

OFRECIMIENTO:

1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.

2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.

3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.

4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.

5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.

6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.

MANERA DE REZARLO:

1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:

Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.

2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:

Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.

3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:

Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.

4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:

Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.

5.- Para Terminar:

Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.

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Finalmente, digámosle todos los días:

¡Gracias, Soberano Señor, Padre mío Amoroso! ¡Gracias Sacratísimo Corazón, donde reside el Amor verdadero que me Ama y Salva! ¡Gracias, Espíritu de Amor, que me da vida y me inspira!

En este día, mis ANE-hermanos y yo te honramos y te damos las gracias, Dios Uno y Trino, por todo lo que Tu Inmensa Providencia nos dispensa, sin merecimiento alguno.

Anhelo Señor en este día, darte mi amor y reunirme algún día Contigo en el Cielo, para cantar el gran himno de acción de gracias allí, en unión plena Contigo, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo, a Ti sea 

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