Sagrado Corazón de Jesús (Día 16°)

DÉCIMO SEXTO DÍA:

Ayer reflexionamos sobre qué nos moviliza a actuar; qué hay en el fondo de nuestros pensamientos; cuál es el fin último de nuestros actos, y si realmente tenemos a Jesús como nuestro Camino, nuestra verdad, y el centro de nuestra vida.

Seguiremos trabajando bajo estos dos criterios, como pilares del verdadero amor que todo cristiano, pero especialmente nosotros, como miembros del Apostolado de la Nueva Evangelización, por la misión que el Señor nos ha encomendado, debemos de establecer como regla de vida: Entregarnos a los demás a través de las obras de misericordia.

“Si no aprendemos de Jesús, no amaremos nunca. Si pensásemos, como algunos, que conservar un corazón limpio, digno de Dios, significa no mezclarlo, no contaminarlo con afectos humanos, entonces el resultado lógico sería hacernos insensibles ante el dolor de los demás. Seríamos capaces sólo de una caridad oficial, seca y sin alma, no de la verdadera caridad de Jesucristo, que es cariño, calor humano.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer)

El amor está profundamente arraigado en el corazón del hombre; de manera que, lo verdaderamente importante, es modelar y orientar ese amor; es decir, darle la forma adecuada y decidir bien hacia dónde destinamos ese amor. El amor oblativo (de entrega) a Dios y a los demás, es el ideal a alcanzar.

Jesús nos dice que Él nos ha amado primero, suscitando en nosotros una respuesta a ese infinito Amor, que nos motiva y ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos, como respuesta al Amor de Dios.

El hombre, por naturaleza, necesita ser aceptado, reconocido, sentirse pertenecido, en resumen, amado. Y cuando esta necesidad de amor no está satisfecha, la mente (pensamientos, sentimientos, reacciones, procesos), corre detrás del corazón, llevando consigo sus miedos, inseguridades, necesidad intensa de ser acogido, aceptando de este modo cualquier, – y decimos en serio cualquier-, idea que le haga sentirse amado.

La psicología nos enseña que, lo que termina de darle sentido a la vida de un hombre, es el amor, y que cuanto más hondo sea ese sentimiento y cuanto más represente ante los ojos del individuo, aquella persona a la cual ama, el sentirse correspondido por ella le hará un individuo más centrado, seguro de sí mismo y completo. Entonces, si el sentirnos amados nos ayuda a ser mejores personas, y cuanto más importante sea la persona que nos ama, mejor nos sentiremos, pensemos cuánto bien podrá hacerle al ser humano el sentirse y saberse verdaderamente amado por todo un Dios… Por eso, ESE ES y debe de ser SIEMPRE el centro de nuestra predicación: el amor infinito de Dios; no el temor al castigo del fuego eterno, no los perfumes de rosas cuando se reza el Rosario, no los diez mandamientos aprendidos de memoria… el amor infinito que Dios nos tiene, que lo vemos en el ardiente Corazón de Jesús, pues Él nos lo muestra, para que aprendamos a tener un corazón como el Suyo.

En la extensa lista de los hombres y mujeres ilustres y santos que ahora conforman la Iglesia Triunfante del Cielo, podemos darnos cuenta, leyendo sus biografías, cómo en cada uno de ellos existe el mismo denominador que los une; este común denominador es el saberse y sentirse amados primera y plenamente por Dios, y esa profunda conciencia, provocó en sus corazones, sentimientos de pertenencia, consuelo, gozo, acompañamiento, que los llevó a una total y radical conversión. Sus vidas se transformaron de tal manera, que llegaron a alcanzar las cumbres más altas de todas las virtudes, ya que, la Persona amada; aquella que les dio la motivación y fue garantía de todo consuelo, fue el mismo Dios.

En ellos vemos reflejado el Rostro del mismo Jesús. El Amor manifestado por Dios hacia cada uno, dio como resultado, no sólo una respuesta de vuelta de amar más intensamente a Dios, sino la de configurarse a la esencia de Jesús. Hacerse poco a poco a semejanza del Hombre-Dios. Ese es el mensaje transmitido por Jesús. Ahí es donde Santa Margarita intenta llevarnos, a través de la devoción al Sagrado Corazón. Es donde ella asimismo, fue llevada y levantada del mundo, para convertirse en una verdadera hija de Dios.

Jesús quiere poner Su Corazón en nuestros corazones. Quiere cambiar nuestros sufrimientos, en alegrías. Nuestros fracasos en triunfos; llenar nuestras soledades con su santa compañía; trocar nuestro desánimo en una esperanza que motive y nunca se evapore a causa de las cruces del día a día.

¡Cómo puede cambiar y transformarse la vida de alguien, cuando comprende y comprueba, que no está solo!  Cuando comienza a sentir que su caminar está siempre acompañado, y no de cualquier persona, sino de la Persona más Noble, Fiel, Amorosa, Buena, Santa y, además, Todopoderosa que existe.

¿Quién no quisiera llevarse con algún personaje que tuviera cierto poder, que pudiera tener ciertas ventajas, que pudiera ayudarnos en los momentos que necesitáramos, y que su fuerza fuera tan grande, que nuestros problemas fueran, en la medida de sus posibilidades, resueltos…? ¡Todos!

Bueno, ¿qué pasaría si entendiéramos de una vez que Jesús, que añora ser amado y reconocido por nosotros, es Aquél que tiene toda la autoridad en el cielo, en la tierra y en los abismos, y es Creador de todo lo visible e invisible, así como protector y dador de toda clase de bienes temporales y espirituales? ¿Y por qué no nos sentimos absolutamente honrados por su amistad y vamos definitiva e incansablemente detrás de Él, sabiendo todo esto?

Desgraciadamente, ¡lo sabemos!  pero no lo terminamos de reconocer, no lo recordamos en todo momento, no nos decidimos a la conversión (que es seguimiento completo, profundo y definitivo) porque nos hemos vuelto duros de corazón, ciegos con las cosas del mundo y esclavos de lo pasajero e intrascendente. El enemigo nos ha convencido, sutilmente, de que lo que importa es vivir tu vida sin tener que dar explicación a nadie y haciendo lo que tú quieras, sin importar nada, total, la vida es muy corta, y por eso, ¡hay que disfrutarla!

Esta manera de proceder ha hecho que el hombre hoy día se sienta vacío, sin rumbo, sin una misión que llene su existencia y lo motive a seguir luchando por conceptos nobles y santos. Esta forma de vida, basada en conductas egoístas y “autosuficientes”, ha provocado que el mundo de hoy QUIERA VIVIR SIN DIOS.

Entonces, ¿Por qué el hombre no es feliz? Simplemente porque se ha alejado de su propia imagen. De esa imagen que, desde que fue creado, Dios ungió en su corazón: la imagen de Dios en su alma. Porque ha vivido siendo algo que NO ES: Un individuo que puede transitar solo por el mundo, creyéndose el rey del universo, complaciente con sus defectos, y, por lo tanto, sin necesidad de pedir el perdón y sentir el consuelo de Dios por la culpa de sus faltas cometidas.

El hombre se mira al espejo y ve algo que no le termina de gustar, pero no quiere aceptarlo. “Vive sin culpas”, le dicen los mensajes de autoayuda; “Disfruta de todo”, le sugiere el mundo… Ve una imagen desfigurada de un ser, que, por esencia, debería tender a la perfección y sentirse amado, aceptado, valorado y acompañado, nada menos que por su Dios. Sin embargo, nada de eso siente, sino soledad, infelicidad, intrascendencia, vacío… podríamos decir que se siente, aún sin darse cuenta, HUERFANO.

¿Quién es? ¿para qué vive? ¿Qué objeto tiene el estar aquí y sentirse así? ¿Hasta cuándo? ¿para qué le sirven el dinero, la belleza el poder, si nada de eso le da paz, alegría, gozo, IDENTIDAD?

Y también al contrario: ¿para que seguir viviendo, luchando, en una situación de pobreza, enfermedad, ignorancia, si no se encuentra el sentido purificador y trascendente de todo esto, y la vida se torna cada vez más miserable e insufrible?

¡EL HOMBRE SE ENCUENTRA ESCLAVO DEL MUNDO, LAS PASIONES Y EL DEMONIO!

Y…  ¿ahora…?

¡AHORA DIOS! Aquí está la solución. Cuatro letras que dan todo. Que dan muchísimo más de lo que exigen, y que nunca se dejan ganar en generosidad.

Entonces, regresando al punto de partida, de que el “corazón” humano es el centro y la raíz de la personalidad, como dicen las Escrituras, y que es en él dónde tienen origen todas las acciones, debemos querer experimentar, en primer plano, la presencia y amor de Dios en nuestras vidas.

Como segundo paso, y muy importante, reconocernos pecadores, miserables, imperfectos y con la urgente necesidad de recibir ayuda de Dios. Hemos de pedir al Señor que nos conceda un corazón puro, bueno, limpio, que aprenda a ver con ojos llenos de bondad, que se perdone y que aprenda a perdonar a los demás; que ame y que sienta la necesidad de recibir a su vez, amor; que reconozca que todo lo que tiene, recibe, logra, respira, es por la Voluntad de Dios, que manda o permite todo, y que nada es por SÍ MISMO, sino por la Bondad y Providencia de Dios; que si permite dolores, es para un bien mayor, aunque no podamos entenderlo ahora.

El Sagrado Corazón nos trae la invitación de Dios, que nos motiva a reiniciar el camino AHORA; a retomar nuestra vida desde una perspectiva de amor, paz y perdón.  Jesús nos recuerda hoy nuevamente, la Buena Nueva de la Salvación que Es Él Mismo.  Nos dice que necesitamos de una limpieza profunda de corazón; un “reset” en nuestra alma; en nuestra capacidad de compadecerse de las penas de los demás hermanos; en nuestra capacidad de comprender que, para remediar los tormentos y cruces tan pesadas que acompañan y muchas veces angustian a las almas en este mundo, el verdadero bálsamo es el amor, la caridad…  todos los demás “consuelos”, apenas sirven para distraer un momento, y dejar más tarde la amargura y desesperación.

Para terminar este día con nuestra lectura, pidámosle al Espíritu Santo que sea Él, Quien, con su Luz y Dirección, nos muestre el verdadero camino que Jesús quiere que transitemos con Él, para que de esa forma, nuestra vida sea plena y llena de frutos dignos de entregar al Señor, como ofrenda de nuestra vida, en unidad y obediencia a su Ley de Amor.

“Es el amor lo que da precio a todas nuestras obras; no es por la grandeza y multiplicidad de nuestras obras por lo que agradamos a Dios, sino por el amor con que las hacemos” (San Francisco de Sales).

MEDITACIÓN:

Medita sobre esto el día de hoy:  Si en verdad quieres cambiar y que tu vida sea un claro reflejo de la presencia de Dios; Si quieres ayudar a los demás, has de amarlos, con un amor que sea comprensión y entrega, afecto y voluntaria humildad, misericordia y perdón.

Así entenderemos por qué el Señor decidió resumir toda la Ley en ese doble mandamiento, que es en realidad un mandamiento solo: el amor a Dios y el amor al prójimo, con todo nuestro corazón y desde lo más profundo de nuestro ser.

Reflexiona: ¿Cómo está el estado de tu alma con respecto a Dios? ¿Cómo está el estado de tu alma con respecto al trato con tu prójimo? ¿Amas a Dios como Él quiere ser amado, a través de los más pobres? ¿Te falta perdonar o pedir perdón a alguien, para que tu ofrenda sea aceptable y totalmente digna, ante el Altar del Señor? ¿Qué esperas para hacerlo?

OFRECIMIENTO:

1.- Ofreceremos esta Santa Corona, para pedir misericordia al Señor por el mundo entero y perdón por todos los ultrajes y sacrilegios que se cometen en contra de su Divino Corazón, y el Inmaculado Corazón de su Santísima Madre.

2.- Igualmente, lo ofreceremos pidiendo perdón por todos los pecados de omisión que en el mundo entero se cometen en contra de su divina presencia y permanencia en los altares; especialmente en aquellos donde está más abandonado, olvidado y donde hay menos oración.

3.- Por las intenciones y necesidades del Santo Padre. Por la Santa Iglesia Católica, y para que todos seamos un solo rebaño, bajo un solo Pastor. Por todos los sacerdotes e institutos de vida consagrada; para que el Señor, con la efusión de su Espíritu, los ayude a ser cada día mejores y más santos.

4.- Ofreceremos al Señor, durante este mes nuestros sacrificios, de una manera especial por nuestro Apostolado, el Instituto Stella Maris, CRUZNE, TAE y todo lo que en ellos se viene realizando, su presente y su futuro; para que todo sea y vaya con la bendición de Dios y el auxilio de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización. Por todos sus integrantes, sus necesidades e intenciones particulares.

5.- Pediremos al Señor, por intercesión de Su Santa Madre, y a través de Su Inmaculado Corazón, que nos libre de todo mal espiritual y corporal, que seamos apartados con nuestras familias, lo más posible, de las horas de sufrimiento y de dolor, llegado el momento de la purificación. Y que Su Providencia y bendición nunca nos falten.

6.- Por todos los países donde el ANE existe; para que el Señor los guarde en su Sagrado Corazón, y no permita que el comunismo, la guerra, el ateísmo, la persecución a la Iglesia y las ideas ateas se implanten en ellos, creando miedo, crisis y confusión entre sus habitantes. De una manera muy especial te pedimos, Señor, por Estados Unidos, México, todo Centro y Sudamérica.

MANERA DE REZARLO:

1.- Recitamos (a modo de Credo) una vez, las “Aspiraciones” de San Ignacio:

Alma de Cristo, Santifícame. Cuerpo de Cristo, Sálvame. Sangre de Cristo, Embriágame. Agua del costado de Cristo, Lávame. Pasión de Cristo, Confórtame. Oh mi Buen Jesús. Óyeme. Dentro de Tus Llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. A la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con los Santos te alabe, por los siglos de los siglos, Amén.

2.- En las cuentas grandes, en vez del Padre Nuestro, decimos:

Jesús, Dulce y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo.

3.- En las cuentas pequeñas, en vez de los Aves Marías, se dirá diez veces:

Dulce Corazón de Jesús, se Tú mi amor.

4.- Al final de cada decena, en vez del Gloria, se dirá:

Dulce Corazón de María, sé la salvación del alma mía.

5.- Para Terminar:

Un Padre Nuestro, Un ave María y un Gloria.

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Finalmente, digámosle todos los días:

¡Gracias, Soberano Señor, Padre mío Amoroso! ¡Gracias Sacratísimo Corazón, donde reside el Amor verdadero que me Ama y Salva! ¡Gracias, Espíritu de Amor, que me da vida y me inspira!

En este día, mis ANE-hermanos y yo te honramos y te damos las gracias, Dios Uno y Trino, por todo lo que Tu Inmensa Providencia nos dispensa, sin merecimiento alguno.

Anhelo Señor en este día, darte mi amor y reunirme algún día Contigo en el Cielo, para cantar el gran himno de acción de gracias allí, en unión plena Contigo, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo, a Ti sea toda alabanza, todo el Honor y toda la Gloria, por los Siglos de los Siglos. Amén.

NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN:

OCTAVO DÍA:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberte ofendido. Ayudado de Tu Divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.  Amén.

Oración preparatoria

¡Oh, Corazón Divino de mi amado Jesús! en Quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias, concédeme un corazón semejante al Tuyo, y la gracia que Te pido en esta novena, si es para mayor Gloria de Dios, y tu sagrado culto y bien de mi alma. Amén.

Oración del octavo día: Vivir siempre respirando llamas de amor divino

¡Oh Corazón amantísimo de Jesús, trono ígneo y lucidísimo, inflamado en el amor de los hombres, a quienes deseas abrasados mutuamente en tu amor! Yo deseo vivir siempre respirando llamas de amor divino en las que me abrase, y con las que encienda a todo el mundo, para que te corresponda amante y obsequioso. Dame la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Ti, ¡oh amante Corazón!, y la que te pido en esta novena, si es para mayor Gloria de Dios, culto a Ti y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Oraciones finales

¡Oh, Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Ti Majestad; por medio de este Adorable Corazón, te adoro por todos los hombres que no te Adoran; te amo por todos los que no te aman; te conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conocerte. Por este Divinísimo Corazón deseo satisfacer a tu Majestad todas las obligaciones que te tienen todos los hombres; te ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de tu Divino Hijo, y te pido humildemente la conversión de todas, por el mismo suavísimo Corazón. No permitas que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; has que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Tu Santa Majestad, sobre este santísimo Corazón, a Tus siervos consagrados, mis amigos y familia toda, y te pido los llenes de Tu Espíritu, para que, siendo Su Protector el mismo deífico Corazón, merezcamos estar contigo eternamente. Amén.

Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena

¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente te adoro con todas las fuerzas de mi pobre corazón, yo te alabo, yo te ofrezco las alabanzas todas de los más amantes Serafines y de toda Tu Corte Celestial y todas las que te puede dar el Corazón de tu Santísima y Tiernísima Madre. Amén.

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