Rosas a la Virgen por el mes de María (día 26)

VIGÉSIMO SEXTO DÍA

NICAN MOPOHUA: QUINTA PARTE

Seguimos con la narración del Nican Mopohua en esta última entrega. Dejamos para el final lo que para nosotros es “la mejor parte”, especialmente ahora, ante la situación que estamos viviendo. Para ello, rompimos de exprofeso la cronología de los acontecimientos, que, para que quede clara, la presentaremos gráficamente al final de esta edición.

Hoy, finalmente, hablaremos del tío de Juan Diego, Juan Bernardino, su enfermedad y el mensaje esperanzador de estas apariciones.

Después de que Juan Diego fuera por segunda vez a ver al obispo Zumárraga, y sin haber logrado mucho, se siente triste por lo acontecido. Había quedado en entrevistarse con la Reina del Cielo pero el Nican Mopohua nos dice que se presentó un contratiempo, de la siguiente manera:

“Pero a la mañana siguiente, lunes, cuando Juan Diego debería llevarle alguna señal suya [al Obispo] para ser creído, ya no regresó, porque cuando fue a llegar a su casa, a un tío suyo, de nombre Juan Bernardino, se le había asentado la enfermedad, estaba en las últimas, por lo que se pasó el día buscando médicos, todavía hizo cuanto pudo al respecto; pero ya no era tiempo, ya estaba muy muy grave. Y al anochecer, le rogó instantemente su tío que, todavía de noche, antes del alba, le hiciera el favor de ir a Tlatilolco a llamar a algún sacerdote para que viniera, para que se dignara confesarlo, se sirviera disponerlo, porque estaba del todo seguro que ya era el ahora, ya era el aquí para morir, que ya no habría de levantarse, que ya no sanaría. Y el martes, todavía en plena noche, de allá salió, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote, allá en Tlatelolco.

Y cuando ya vino a llegar a la cercanía del cerrito Tepeyac, a su pie, donde sale el camino, hacia el lugar donde se pone el sol, donde antes él pasara, se dijo: ‘Si sigo de frente por el camino, no vaya a ser que me vea la noble Señora, porque como antes me hará el honor de detenerme para que lleve la señal al Jefe de los Sacerdotes, conforme a lo que se dignó mandarme. Que por favor primero nos deje nuestra aflicción, que pueda yo ir rápido a llamar respetuosamente el sacerdote religioso. Mi venerable tío no hace sino estar aguardándolo.’ En seguida le dio la vuelta al monte por la falda, subió a la otra parte, por un lado, hacia donde sale el sol, para ir a llegar rápido a México, para que no lo demorara la Reina del Cielo. Se imaginaba que, por dar allí la vuelta, de plano no iba a verlo Aquella cuyo amor hace que absolutamente y siempre nos esté mirando.

Pero la vio como hacia acá bajaba de lo alto del montecito, desde donde se había dignado estarlo observando, allá donde desde antes lo estuvo mirando atentamente. Le vino a salir al encuentro de lado del monte, vino a cerrarle el paso, se dignó decirle:

‘¿Qué hay, Hijo mío el más pequeño? ¿A dónde vas? ¿A dónde vas a ver?’

Y él, ¿acaso un poco por eso se apenó, tal vez se avergonzó, o acaso por eso se alteró, se atemorizó?

En su presencia se postró, con gran respeto la saludó, tuvo el honor de decirle: ‘Mi Virgencita, Hija mía la más amada, mi Reina, ojalá estés contenta; ¿Cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud?, Señora mía, mi Niñita adorada. Causaré pena a tu venerado rostro, a tu amado corazón: Por favor, toma en cuenta, Virgencita mía, que está gravísimo un criadito tuyo, tío mío. Una gran enfermedad en él se ha asentado, por lo que no tardará en morir.

Así que ahora tengo que ir urgentemente a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que tenga la bondad de confesarlo, de prepararlo. Puesto que en verdad para esto hemos nacido: vinimos a esperar el tributo de nuestra muerte. Pero, aunque voy a ejecutar esto, apenas termine, de inmediato regresaré aquí para ir a llevar tu venerable aliento, tu amada palabra, Señora, Virgencita mía.

Por favor, ten la bondad de perdonarme, de tenerme toda paciencia. De ninguna manera en esto te engaño, Hija mía la más pequeña, mi adorada Princesita, porque lo primero que haré mañana será venir a toda prisa’.” (NM 94-116).

En esta preciosa narración podemos darnos perfecta cuenta de varias cosas: en primer lugar de la ingenuidad de Juan Diego, así como de la inmensa ternura con la que se dirige a la Señora del Cielo, como “su Princesita”. Pero para que entendamos por qué le corría tanta prisa y era tan imperioso cumplir el pedido de su tío, que sintió la necesidad de atenderlo de primero, no solamente porque se moría y era urgente, sino porque para la cultura náhuatl el tío era, en el nivel de autoridad, el que la poseía por completo al momento en que faltaba el padre. Es decir, lo hermanos del padre, especialmente el mayor, era el que tenía toda la autoridad moral dentro del clan de una familia náhuatl.

Para San Juan Diego, su tío Juan Bernardino era la autoridad a la cuál debía atender y respetar. Como un buen hombre de sentimientos nobles, y fiel cumplidor de las normas, el atender a su tío no solamente le daba la certeza y la paz de que estaba actuando moralmente bien, según lo aprendido en el núcleo de la familia, sino que además estaba actuando según la querencia de Dios, al velar por su tío, que era como su padre. Con esto San Juan Diego, atendía al cuarto mandamiento de honrar a los padres, superiores en moral, según le había sido enseñado en el catecismo de la Iglesia y, lo que es todavía muchísimo más importante: se ve el grado de su formación cristiana con su razonamiento en relación con el tránsito a la vida eterna: “ahora tengo que ir urgentemente a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que tenga la bondad de confesarlo, de prepararlo. Puesto que en verdad para esto hemos nacido: vinimos a esperar el tributo de nuestra muerte…”

Bellamente, la narración nos demuestra que la Santísima Virgen María es una Madre que nunca está ausente de nuestras vidas. Que es una Madre que todo el tiempo está pendiente de nuestros pasos y nuestras acciones, y que por no faltar a nuestra libertad, nos deja actuar, pero cuando ve que vamos errando el camino, o que nuestro camino, aunque no sea malo, simplemente no se ajusta con los planes de Dios, sale a nuestro encuentro, e intercepta el camino en el que nos encontremos para llevarnos por aquél que Dios quiere que andemos.

Lo más importante de todo esto, es que Ella nos muestra que, por el camino que andemos, que nos lleve a Jesús, Ella estará tomándonos de la mano y vigilando en todo momento nuestros pasos.

Después de que San Juan Diego viera a la Virgencita, la narración del Nican Mopohua nos trae las palabras más dulces de nuestra Madre del Cielo, que sin duda en ese momento eran para Juan Diego, pero que cobran ahora una actualidad inusitada en los corazones de todos sus hijos que decimos Amarla y Servirla, tal como la narración nos cuenta:

“Y tan pronto como hubo escuchado la palabra de Juan Diego, tuvo la gentileza de responderle la venerable y piadosísima Virgen: ‘Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor.  ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?’.” (NM 117-119)

La Virgen te dice a ti hoy, Apóstol de la Nueva Evangelización, préstale toda la atención y que se quede PARA SIEMPRE GRABADO EN TU CORAZÓN, que teniéndola a Ella por Madre:

1° Eres el hijo de María, el más querido por Su Corazón.

2° Que en ningún momento, en ninguna circunstancia o situación que esté sucediendo en tu vida, por más difícil que ésta sea, nunca, jamás pierdas la confianza en Ella y tu rostro se apague por la desesperanza y la falta de fe, por no abandonarte en María y sobre todo en Dios.

3° Puedes tener momentos de tristeza, de cierta angustia o hasta miedo, pero NUNCA de desesperación. Siempre con la mirada puesta en lo alto que eleve tu corazón y tu alma a saber y desear la presencia de Dios y la Virgen en el centro de tu vida y de tus problemas, porque estando Ellos junto a ti, nada ni nadie puede turbar esa paz y esa confianza que has depositado en los Sagrados Corazones, que actuarán de manera precisa y providente para dispensarte los auxilios que necesitas del Cielo.

4° La Virgen se hace nuestra Protección, pero también nuestro Refugio. Ella, Madre de Dios y Madre nuestra, con la potestad que le ha sido otorgada por Dios, nos dice que nada necesitamos del mundo. Ella, abogada nuestra, intercede por todas nuestras necesidades ante Dios, y nosotros debemos de quedarnos confiados y con la certeza de que, si son lo más conveniente para nuestra alma, nos conseguirá las gracias que le solicitamos.

“¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?”

La Santísima Virgen le continúa diciendo a San Juan Diego:

“Por favor, que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe, ojalá que no te angustie la enfermedad de tu honorable tío, de ninguna manera morirá ahora por ella. Te doy la plena seguridad de que ya sanó.” (Y luego, exactamente entonces, sanó su honorable tío, como después se supo). (NM 121-122).

Después de que Fray Juan de Zumárraga viera la señal de las flores y el ayate de San Juan Diego, él mandó a llamar al tío, para que contara su versión y diera su testimonio acerca del milagro de su sanción por intercesión de la Santísima Virgen de Guadalupe.

Y nos cuenta el texto, que Fray Juan de Zumárraga, se llevó por algún tiempo, al tío Juan Bernardino y a San Juan Diego a vivir a su casa, para desde allí, ayudarlo a construir la “casita -templo”, que la Madre del Cielo había solicitado en el Tepeyac…

“Y en seguida traen a Juan Bernardino a la presencia del Señor Obispo, para rendir su informe y dar fe ante él.  Y a ambos, a él y a su sobrino, los hospedó el Obispo en su casa unos cuantos días, durante todo el tiempo que se erigió el templecito de la Soberana Señora allá en el Tepeyac, donde se dignó dejarse ver de Juan Diego. Y el señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la preciosa y venerada imagen de la preciosa Niña del Cielo. Tuvo a bien sacarla de su palacio, de su oratorio, donde estaba, para que toda la gente pudiera ver y admirar su maravillosa imagen”. (NM 209-212)

“La Imagen de nuestra Señora como Ella misma se hizo llamar: ‘y que condescendía a solicitar como un favor que a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE’.” (NM 208)

En poco tiempo, la devoción a la Virgen de Guadalupe se extendió de manera prodigiosa. Su arraigo en el pueblo mexicano es un fenómeno que no tiene fácil comparación; puede verse su imagen por todas partes y se cuentan por millones los peregrinos que acuden con una fe maravillosa a poner sus intenciones a los pies de la milagrosa imagen en su Villa de México. En toda América y en muchas otras naciones del mundo se invoca con fervor a la que, por singular privilegio, en ningún otro caso otorgado, dejó su retrato plasmado, como prenda de su amor.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

CRONOLOGÍA DE LOS EVENTOS GUADALUPANOS:

 

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