Rosas a la Virgen por el mes de María (día 24)

VIGÉSIMO CUARTO DÍA

NICAN MOPOHUA TERCERA PARTE:

Ayer habíamos concluido con este pasaje: “Luego la Señora del Cielo lo mandó que subiera a la cima del cerrito allí donde antes la había visto […] Le dijo: ‘Sube, hijo mío más desamparado, a la cima del cerrito, y allí, donde tú me viste y donde te di ordenes, allí verás extendidas diversas flores; córtalas, júntalas, reúnelas. Luego baja acá y tráelas ante mí…’ Juan Diego subió al cerrito, y cuando llegó a la cima quedó muy admirado. Estaban extendidas, abiertas y florecientes toda clase de flores finas de Castilla. No era lugar en que se dieran, y era justamente el tiempo en que el hielo se encrudece. Estaban muy fragantes, como si tuvieran perlas preciosas, llenas del rocío de la noche.”

La Virgen hubiera podido actuar en el lugar donde nuevamente se le había aparecido a San Juan Diego. Es decir, hubiera podido atender la petición del Obispo sin necesidad de hacer subir la colina a Juan Diego, pero Ella sabía que lo que se debía acreditar -además de darle certeza al Obispo sobre la autenticidad de la aparición- era el mismo cerro Tepeyac, donde Ella quería que se edificara la Iglesia, y donde había sido el primer encuentro con Su indito amado. Por ello debía, San Juan Diego, subir el cerro para ir en busca de la señal que pedía Fray Juan de Zumárraga, ya que lo que seguiría, era preciso que se llevara a cabo ahí mismo, en la cima del Tepeyac.

La cima del cerrito, para san Juan Diego (en general la elevación, para la cultura náhuatl), simboliza el templo, el espacio para la comunicación con “lo sagrado”. El indito sube con alegría, no solamente porque la Madre del Cielo lo ha mandado, sino porque en su cultura originaria, quienes hacían el rito de “subir” eran los sacerdotes indígenas. De esa forma, para San Juan Diego, era la propia Virgen la que le “ordenaba” al indito que actuase “como sacerdote”. Esto le ayudaría también dándole el valor para dirigirse al sacerdote Zumárraga más adelante.

Para los náhuatl, la Flor y el canto simbolizaban “la verdad en la tierra”. Era en esos simbolismos de la flor (Xóchitl) y el canto (Cuicatl), que ellos entendían las cosas verdaderas y trascendentales del ser y el existir.

El evento guadalupano, se había iniciado en medio de cantos (NM 6-13), y esta verdad que se estaba realizando a través de la aparición de la Virgen y su petición como Madre de Dios, era solo el comienzo de la verdad, que se iría completando y complementando, al paso del desarrollo de todo el evento mariano en el Cerro.

La centralidad del evento se realiza con “las flores”, en el momento crucial donde se desenlaza la trama del hecho guadalupano. Es el momento de la integración total entre unos y otros. La Virgen no le da solucionado todo a Juan Diego. Le pide amorosamente que él sea parte de este milagro. Ella, no le entrega las flores, sino que le dice que vaya por ellas. Él debe de colaborar con su sí, a que la verdad llegue a ser conocida y amada. La Virgen no le da la tilma ya estampada ni las flores a Juan Diego, éste tiene que ir a buscarlas, él debe colaborar para que se haga la verdad. Pero para esto se requiere también de la completa participación de la Santísima Virgen. Le dice a San Juan Diego: “tráelas ante mí.” La Santísima Madre de Dios le revela que las flores, (y no la tilma con la imagen), son la señal.

Como siempre, en todo hecho sobrenatural, lo más importante de todo esto que transcurre, es el MENSAJE; es decir qué es lo que Dios nos quiere decir a través de determinado fenómeno.

Es importante que nosotros, como apóstoles de la Nueva Evangelización, católicos comprometidos con la misión de evangelizarnos para poder evangelizar, entendamos de una vez y para siempre esta verdad, y mucho más en la medida en que, en el origen de nuestra espiritualidad y nuestro carisma, de nuestra institución, encontramos fenómenos extraordinarios.

Pero no podemos quedarnos en el fenómeno, por eso es que, desde la Dirección General del ANE, se insiste tanto en esto: no podemos ir buscando el milagro por el milagro, el fenómeno por lo que tiene de extraordinario, lo que importa, SIEMPRE es el mensaje…

Hace unos días circulaba por las redes sociales un video en el que se muestra una procesión y supuestamente, en el fondo, se ve la danza del sol… Más bien parecía que el lente de la cámara trataba de ajustarse a los cambios de iluminación, pero el texto que acompañaba al video decía “No se dan cuenta y detrás se ve la danza del sol”; entonces cabría preguntarse cuál sería el mensaje de esa supuesta danza, y, en caso de ser real y de darse cuenta los  peregrinos de la procesión, qué debieron de haber hecho, ¿largar las imágenes, romper el ingreso solemne al templo y arrodillarse ante el sol? ¡Por supuesto que No! Entonces, hermanos, queridos, los fenómenos extraordinarios, de los que Dios se sirve a veces para llamar la atención de los fieles, importan solamente en relación con el mensaje que el Señor quiere transmitir a través de ellos y con el bien espiritual eficaz que producen a la comunidad. Eso es algo que debebmos de comprender ahora, para poder discernir incluso la forma en que definimos nuestra pertenencia a este bendito Apostolado.

En el caso del fenómeno guadalupano, pues estamos hablando nada menos que del inicio de la conversión masiva de las culturas originarias americanas al cristianismo. ¡Eso es lo que verdaderamente importa! Eso y la invitación a meditar sobre aquellas circunstancias y efectos, para profundizar nuestra conversión ahora, es por lo que el Señor suscitó el gran milagro guadalupano.

La verdad de Guadalupe está simbolizada, para los indígenas, en el canto de los pájaros y en las flores. María, la Mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies, que lleva en su virginal seno a LA VERDAD , se encarna fácilmente en la mentalidad del indio: si para la cultura náhuatl, los cantos y las flores son la verdad, también será verdad lo que dice y trae Ella, que vino entre cantos y flores.

Seguimos la narración… Juan Diego llega nuevamente a la sede del poder religioso, donde se ve frente al Obispo y le dice: “Dueño mío, Señor; ya hice, ya realicé lo que me ordenaste: fui a decirle a mi Ama, a mi Dueña, a la Señora del Cielo, Santa María, Preciosa Madre del Dios Teotl, cómo tú pedías una señal para poder creerme, para que le hicieras su Templo donde Ella te pide que se lo levantes… Y Ella me envió a la cumbre del cerrito, donde antes yo la había visto, para que allí cortara diferentes flores de Castilla… Aunque yo sabía bien que la cumbre del cerrito no es lugar donde se den flores, que allí solamente abundan piedras, abrojos, espinas… no por eso dudé. Cuando iba llegando a la cumbre del cerrito, allí fijé los ojos: ¡Era la tierra florida! Estaba cubierta de toda clase de flores hermosas, de flores de Castilla, llenas del rocío, relumbrantes. Inmediatamente las fui a cortar.” (NM 164-178)

Las flores de Castilla eran las rosas. Rosas generalmente rojas que no se daban en esos rumbos de la ciudad y menos arriba en el cerro donde la tierra era totalmente árida. El argumento de san Juan Diego va encaminado a demostrar a las autoridades de la Iglesia, que el Tepeyac es un lugar verdadero: Xochitlalpan… ahí era “la Tierra florida” -por increíble que parezca-, “la tierra de la verdad”.

Y continúa el relato: “Luego desenvolvió su blanca manta o tilma (ayate), pues en su hueco traía recogidas las flores, y al instante cayeron por tierra todas las diferentes flores de Castilla. En ese momento se pintó, apareció de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre del Dios Teotl, de la misma forma en que ahora está presente y se guarda en su preciosa casa, en su ermita del Tepeyac, que se nombra Guadalupe. Cuando la vio el Señor Obispo, él y todos lo que allí estaban se arrodillaron, se admiraron mucho… El Señor Obispo con lágrimas y tristeza, le hizo oración, y le suplicó que lo perdonara por no haber creído a Su voluntad, a Su corazón y a Su palabra.” (NM181-187)

En esos momentos se une la fe humilde que cree sin ver, que recibe la bendición del Cielo como bienaventuranza, cimentada en la Palabra del Señor, y la fe que solicita el ver para poder creer.

Especialmente en estas líneas del Nican Mopohua, podemos vernos reflejados tantas veces en nuestros encuentros con los más pobres y nuestra forma de relacionarnos con ellos, dentro y fuera del Apostolado.

Mucho por lo que el Obispo, “escogido especial” de la Iglesia, no podía creer en la versión de San Juan Diego, era porque él era un indito, inculto y en vías de conversión, catequesis y evangelización. El relato original nos cuenta que, tanto San Juan Diego como su tío Bernardino (mañana hablaremos de él), acudían a la escuela de catecismo que se encontraba en la iglesia de los frailes.  Aunque personas devotas y piadosas, ante los ojos de los españoles, seguían siendo indios, producto de la mentalidad imperante en la conquista.

Cuántas veces en nuestro trabajo en Obras de Misericordia que realizamos en el ANE, a través de nuestros Ministerios de servicio, menospreciamos de alguna manera a las personas que sentimos que tienen menos educación religiosa o menos cultura, o formas de ver las cosas diferentes a las que tenemos nosotros. Muchas veces valoramos a las personas por lo que “aparentan ser”, y no por lo que son realmente: hijos e hijas de nuestro Padre, Dios, y por tanto, hermanas y hermanos nuestros en Cristo.

Es muy importante tener siempre presente que, para ser Apóstol de la Nueva Evangelización, necesitamos contar con una vida de oración que siempre pida al Espíritu Santo la virtud de la humildad y la pureza de intención: que nada, absolutamente nada de lo que hagamos sea para sentirnos bien nosotros, y menos para obtener una felicitación, un aplauso, un reconocimiento, sino sólo para servir al prójimo y dar Gloria a Dios.

Los sentimientos de superioridad, orgullo, presunción; la intención de buscar el cargo, “hacer carrera”, recibir premios, aplausos, posiciones privilegiadas, están totalmente fuera de lugar y en absoluta contradicción con la verdadera misión del apóstol y el cumplimiento de la Voluntad de Dios.

A la par de los libros que son la riqueza de nuestra espiritualidad, el recurso más valioso que tiene la Obra, son los hermanos que a ella se dedican o de ella se nutren. De manera que, cualquier hermano al que Dios por Su Providencia, manda se relacione con nosotros en cualquier circunstancia que sea (para servirlo o para colaborar con nosotros al momento de servir), es una piedra preciosa en el Corazón de Dios, y representa para nosotros una tabla de salvación, independientemente de cómo me caiga o cómo sea.

Como hemos dicho muchas veces, cada uno tiene un lugar muy especial en el Corazón de Dios, y es un amadísimo hijo de la Santísima Virgen María, y como esta narración nos hace ver, cada uno tiene una misión muy especial para cumplir, según los planes de Dios. Nadie es más valioso que el otro, ni alguno tiene una misión “más especial” que los demás. O dicho de otra forma: ninguna misión, ninguna tarea es menos importante que otra.

En el plan de Dios y la consumación de las misiones o tareas, dentro de la historia de la salvación de los hombres, se necesita de un “fray Juan de Zumárraga”, que tenga en sus manos la toma de decisiones. Se necesita de “San Juan Diego” que, a pesar de su humildad y poca formación, tenga el encargo del cielo de transmitir un mensaje. Se necesita de un “tío Bernardino”, que sea el sostén y la base da la familia y ayude con su experiencia, a la resolución de problemas. Se necesita de una persona que le cocine al Obispo, de sus bienhechores materiales y espirituales, para que pueda ejercer el oficio y tomar las decisiones adecuadas con la luz del Santo Espíritu… y así podemos ir mencionando interminablemente los roles de todas y cada una de las personas que son indispensables en el cumplimiento de las tareas de Dios, para la edificación e instauración de Su Reino en esta tierra.

Todos somos necesarios, y Dios y nuestra Madre Santísima cuentan con nosotros. Necesitan de tu “sí” para obrar en tu corazón y en los corazones de los demás a través de tu conversión, tu compromiso, tu comunión, tu ejemplo y testimonio.

Nuestro Apostolado es ese jardín hermoso donde la Virgen nos manda a recoger las flores maravillosas no siempre vistas. En la tierra del apostolado, encontramos esas flores en la persona de nuestros hermanos, que son excepcionalmente amados por nuestra Madre, por ser almas sencillas, necesitadas de cuidado y amor. En ese jardín de acciones que huelen a los aromas más hermosos de flores jamás vistas, que son las acciones de los ANE-hermanos, hechas con amor y pureza de intención, es donde María Santísima, Estrella, Reina y Patrona de la Nueva Evangelización, quiere por designio de Dios levantar, en cada corazón, su Casita, Su templo, y residir y actuar en cada uno, para Gloria de Dios y bien del alma que la recibe en humildad, docilidad y obediencia a la Voluntad de Aquél que Era, que Es y que Vendrá.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, todos los días que quedan de este mes Mariano, la oración del Santo Rosario, tratando de rezarlo en familia (invitándolos a compartirlo con nosotros, de ser posible) como nos había pedido el Papa Francisco, especialmente en este mes de mayo. Seguiremos uniéndonos en oración, PIDIENDO POR:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *