Rosas a la Virgen por el mes de María (día 23)

VIGÉSIMO TERCER DÍA

NICAN MOPOHUA SEGUNDA PARTE:

Después de haber reflexionado ayer desde nuestra espiritualidad, sobre la importante misión de María, trayendo a nuestro Redentor al mundo, retornamos ahora al relato oficial de las apariciones marianas de 1531 en México, plasmadas en el Nican Mopohua, para ver cómo fue que María trajo a Jesús al continente americano.

En la primera entrega de esta historia, luego de narrar el primer encuentro entre María y el futuro santo indígena mesoamericano, y la “primera gestión fallida”, de san Juan Diego ante el Obispo Zumárraga, veíamos a un Juan Dieguito desmotivado, que se encuentra por segunda vez con nuestra Madre del Cielo en el cerro Tepeyac. Está tan apenado con el resultado de la primera audiencia con Fray Juan de Zumárraga, que le dice con incomparable ternura a la Virgencita: “Mucho te suplico, Dueña mía, Reina y Niña mía, que, a alguno de los nobles más valiosos, los conocidos, estimados y respetados, les des el encargo de pasar y llevar tu pensamiento y tu palabra, para que le crean. Porque ciertamente, yo soy un campesino de por allí, un cordel, una escalerilla, soy hoja, soy ala, me mandan, me tienen que llevar a cuestas: y tú Hija mía la más desamparada, Niña mía, Señora y Reina mía, me envías a un lugar por donde no ando y no paro.” (NM 39-40)

En este breve pasaje del Nican Mopohua, podemos darnos cuenta de que Juan Diego, no valora su imagen como él mismo la ve, sino que empieza a medirla y describirla conforme lo ven y evalúan los demás. El trauma que ha sufrido Juan Diego con la misión fallida es profundo, y como resultado de ello ya no está dispuesto a aceptar su misión: no quiere tener que enfrentar nuevamente al Obispo, no quiere que no le crean, desea volver a estar tranquilo, y por eso le pide con respeto y cariño a la Virgen, a “su Niña” y “su Dueña”, que por favor les dé esa tarea a “los nobles, conocidos, estimados y respetados…”

Con su actitud, Juan Diego casi que se “autodestruye”. Ahora está convencido de que ser campesino es razón suficiente para dejar de ser el enviado de la Virgen. “Me envías a un lugar donde no ando y no paro.” Es cierto que en ese momento México, que había sido conquistado por los españoles, vivía una situación de post-conquista, en la que los indios estaban siendo efectivamente desplazados de sus sitios de oración y eran “civilizados” por los españoles. Por eso, y probablemente por la clara incredulidad que le habrá mostrado el Obispo, Juan Diego ve que el ser indio, será realmente un gran obstáculo para su misión.

Ante sus ojos, el proyecto aparece ya definitivamente fracasado. Sin embargo, en la profundidad está sembrada la semilla espiritual para que en “las indias” ya no exista más que un solo señorío: el de Jesús a través de la Virgen, “Señora y Dueña mía.” Hay, después del encuentro con el Amor de la Virgen, una situación de convicción inquebrantable.

Ese sometimiento amoroso y voluntario, es reforzado también con amor por la Virgen con su insistencia inapelable: “Oye, hijo mío, el más desamparado, sabe en tu corazón que no son pocos mis servidores y mensajeros a quienes puedo dar el cargo de que lleven mi pensamiento y mi palabra para que cumplan mi voluntad. Pero es de absoluta necesidad que seas tú mismo el que vayas y hables de esto, y que precisamente con tu mediación y ayuda, se haga realidad mi deseo y mi voluntad.” (NM 42)

La Virgen le dice a Juan Diego que su papel en esta precisa misión es indispensable. Le deja claro que Ella definitivamente tiene a muchos a quienes podría llamar, pero necesita de su ayuda para concretar ese designio, que nace de su amante Corazón de Madre, y que es permitido por Dios.

A San Juan Diego, así como a cada uno de nosotros, los Apóstoles de la Nueva Evangelización, le ha sido entregado un tesoro precioso: le ha sido confiada una Misión hermosísima, un camino que recorrer, un “quehacer” y un “para qué” vivir.

Como Juan Diego en el Tepeyac, a veces descalzos y con los pies lastimados, pero con la certeza de que, así como a su pequeño hijo, Juan Dieguito, la Virgen, Santa María de Guadalupe, sana nuestras heridas y conduce nuestros pasos hacia el cumplimiento de la tarea que nos ha sido asignada para logar nuestra santificación. Ella nos sana, nos fortalece, nos ayuda, nos guía y nos aparta del mal y de las situaciones que nos impidan dar cumplimiento a la realización de nuestra tarea, de aportar ese pequeño granito de arena que, unido a los otros, conformarán un “block” para la edificación del Reino, para participar y contribuir en la maravillosa historia de la salvación humana.

La Virgen sabe de los desafíos que le esperan a San Juan Diego, y de los inconvenientes a los que se enfrentará. Ella habla con la verdad, no se la oculta. Sabe que san Juan Diego es un oprimido y pertenece al “peldaño más bajo” en la escalera de aquella sociedad. Pero el interés de la Virgen es devolverle la confianza, no en él, sino en la Madre del Cielo que lo manda, y en el Dios altísimo al que Ella sirve y le antecede: “Es de absoluta necesidad que seas tú mismo.”

La Virgen de Guadalupe, con esto, nos enseña que el sujeto de la evangelización sólo puede ser el pobre: “tú mismo” “huel tehuatl ic tinemiz” en náhuatl, es una afirmación sumamente insistente, nos dicen quienes conocen la lengua. La Virgen quiere que sea él quien vaya directamente ante la autoridad de la Iglesia. Necesita que su mensajero sea semejante al Dios que la precede en sencillez, bondad y humildad; al Jesucristo que enseñaban en el catecismo de los indios, y a Quien los sacerdotes franciscanos decían imitar y obedecer. “Precisamente con tu mediación” (en náhuatl “Huel momatica”, viene de la raíz “machtia”) es una “mediación ejemplar”, es decir que implica también enseñar; la de San Juan Diego será una mediación llena de enseñanzas para la Iglesia que peregrinaba en estas tierras en ese entonces.

Esta es la gran enseñanza y la rectificación que el evento Guadalupano viene a hacer, con respecto a la Evangelización que se venía realizando, de parte de los españoles hacia los indios:

En este momento, aquél que era considerado más humilde, más ignorante, más insignificante, si vale el uso del término, se convierte en el gran evangelizador. A través de María, Jesús quiere llegar a todo el continente por medio de aquel “que es ala, que es cola, que no es nada”, ante los ojos del mundo, pero representa un tesoro para Dios.

Aquí el profeta, el evangelizador, el mensajero y el que enseña es el indígena, a quien la Virgen ha elegido, y al que hay que escuchar. La Virgen nos dice que aquel a quien muchas veces vemos como menos, para Dios, es más.

Aquel que humanamente es menos probable o improbable, para Dios es el elegido de sus encomiendas. Para nosotros, el mensaje es que aquel al que tu sirves en los Ministerios de Servicio del ANE, porque “necesita de ti”, es aquel a quien más necesitas tú para salvarte, porque es el elegido de Dios para enseñarte sobre el servicio, la humildad, la entrega, el agradecimiento.

“Luego la Señora del Cielo lo mandó que subiera a la cima del cerrito allí donde antes la había visto, diciendo: ‘Sube, hijo mío más desamparado, a la cima del cerrito, y allí, donde tú me viste y donde te di ordenes, allí verás extendidas diversas flores; córtalas, júntalas, reúnelas. Luego baja acá y tráelas ante mí…’

Juan Diego subió al cerrito, y cuando llegó a la cima quedó muy admirado. Estaban extendidas, abiertas y florecientes toda clase de flores finas de Castilla. No era lugar en que se dieran, y era justamente el tiempo en que el hielo se encrudece. Estaban muy fragantes, como si tuvieran perlas preciosas, llenas del rocío de la noche”. (NM 79-82)

En la siguiente entrega sobre el Nican Mopohua explicaremos el significado de las flores y el canto de las aves para la cultura náhuatl, así como el significado del cerro y la tierra para los indios. De esa forma, podremos entender de una manera más plena el inmenso amor y la ternura de nuestra Madre del Cielo por Sus hijos, y la trascendencia que el Milagro de Guadalupe, tendría para todos nosotros, y para la Iglesia misma, muchos siglos después de su aparición a San Juan Diego en el cerro del Tepeyac.

Virgen de Guadalupe, Estrella y Reina de la Nueva Evangelización. ¡Ruega por nosotros!

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen hoy, por última vez, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo. Recémosla con mucho fervor, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

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