Rosas a la Virgen por el mes de María (día 22)

VIGÉSIMO SEGUNDO DÍA

Antes de la segunda entrega sobre el “Evento Guadalupano”, hemos querido hacer un breve paréntesis para reflexionar un poco sobre el significado del “Sí” de María, y sobre la trascendencia de ese “fíat” (hágase) que le respondió al Ángel.

Por el sí de María tuvo lugar de inmediato, la Encarnación de nuestro Salvador.

Jesús vino por medio de María al mundo hace dos mil años, a América, a través de la Guadalupana en 1531 y también quiere venir, de una manera nueva, a tu corazón y al mío…

A través de su Madre, quiere reinar en nuestros corazones, más o menos amorosos, más o menos analíticos… Por eso estamos haciendo la preparación de 33 días para la Consagración a Jesús por María, propuesta por San Luis María Grignion de Montfort, y por eso quisimos compartir contigo hoy este mensaje que Jesús le dictó a Catalina, ínfima pero sustancial porción de nuestra rica y hermosísima espiritualidad, que, como decía “el padre Lalo” (un doctor en Teología, profesor de una prestigiosa Universidad en Japón) “algún día maravillará a la Iglesia, cuando le ponga los ojos encima…”

En este mensaje, que reproduciremos casi en su totalidad ahora, Dios nos habla de Su Madre. Nos narra el Amor que El Padre siente por Ella y por el Fiat que salió de sus labios, sin entender siquiera lo que pasaría.

Ella, dice Jesús, sólo calla y espera. Meditemos cada palabra que leeremos en este mensaje, que el Señor en Su infinita Misericordia nos hace llegar, para amar y hacer amar más a su Madre, y ayudarla en su misión de llevarle almas a Dios.

A través de estas palabras, dictadas por Jesús para ti y para mí, cuando volvamos sobre el milagro Guadalupano, entenderemos mejor la gozosa noticia que la Santísima Madre viene a traernos del Cielo: que Dios nos Ama, y que Ella es esa GRAN señal: la Mujer Vestida de sol, con la luna a Sus Pies, y una corona de doce estrellas (Ap. 12,1), que trae consigo en Su Vientre, a la Salvación de los hombres: el Hombre-Dios.

CM-26: DIOS ES INTRODUCIDO EN LA HUMANIDAD A TRAVÉS DE MARÍA

25 de marzo de 1997 (En el día de la Anunciación) Jesús

Quiero volver a hablarles de Mi Madre… Bajo la guía materna, todo hijo puede llegar a crecer fuerte, vigoroso, si ha tenido vitalidad sana la madre, en el momento de la concepción.

Nací de una Virgen Purísima y bajo todo aspecto sana y Santa. Tomé Su vigor físico y una vitalidad que debía representar a todos los hombres.

Todo lo debo a Mi Madre, que lo fue sólo por virtud divina. Quien niega la Virginidad de María, Mi Madre, está equivocado, puesto que considera imposible una creación sin concurso paterno. Sin embargo, aquel que niega la Virginidad de Mi Madre, intente añadir un puñado de tierra al globo terrestre, intente añadir una lengua de fuego al sol que lo ilumina. ¿Qué habrá logrado? Tomar un poco de tierra de un lado y ponerlo en otro; dar al sol una llama que anteriormente donó el sol… ¿Entonces?

Sucede que el hombre no haría nada de nuevo, porque se serviría de las cosas que a él le dieron. Por tanto, no crearía nada, porque tomaría de aquí y de allá y únicamente cambiaría de puesto las cosas, pero nada añadiría, nada crearía.

Y Yo, que Soy el Creador, ¿podría suprimir por una vez la ley que He dado y que mantengo? Quise, pude y lo hice porque así convenía. He dado eficacia divina y He puesto cambio en las leyes humanas para formar la humanidad especialísima que no habría tenido nada que no estuviera relacionado directamente con la Divinidad. ¿A quién ha fastidiado la Virginidad de Mi Madre?

He querido anteponer esta afirmación de la Virginidad de María a pasajes de Mi vida, porque todo hijo digno defiende a su madre de los ataques que le hacen los que no la comprenden, y todo hijo bueno siente que debe mucho de sí a su madre. Defiendo a Mi Madre con el poder que He tenido en el Cielo y en la tierra y no tardo en abatir a quienes la ofenden. Abatir con la gracia o con la justicia.  Mi Madre… ¡Qué bella era, en Su esplendor virginal, cuando Me llevaba en su seno, nutriéndome con Su sangre! ¡Cuán delicada, cuando ocultamente adoraba y se humillaba sabiendo que tenía en Sí misma a Su Creador!

Hablaba Conmigo íntimamente, Me sujetaba a Sí, mientras Yo dependía de Ella; Me nutría mientras Yo nutría Su alma. Ella Me gobernaba a Mí, que gobierno el Universo y desde entonces, todas las cosas que le He dado han pasado a Sus manos como Su propiedad.

Ustedes saben, hijos Míos, que entre todos fue colocada a Mi diestra. Sin embargo, ¿quién creería que cuando Yo crecía en Ella le fueron reservadas ásperas críticas y amargas perversidades?

El mundo es lo que es y la Madre de Dios era incomprendida. Yo no callaba si alguno se permitía ofenderla; a cada palabra irrespetuosa, Mi alabanza prorrumpía cálida, afectuosa, clara, de Mi pequeño Corazón, entonces en formación.

Comenzó Mi vida oculta en la relación filial que mediaba entre ambos; porque si vine por todos ustedes, oh hombres, más todavía vine por María, a quien amo por encima de toda criatura. Debía ocuparme de ustedes, pero antes de Mi Madre. Ciertamente por diferentes motivos, pero siempre con la predilección que He tenido por Ella.

¡Cuánto quisieran saber ustedes acerca del tiempo que pasé en Su seno como un cuerpito que se formaba, especialmente en las relaciones con la Divinidad de Mi Padre y la Maternidad de Ella…! Yo mismo, verbo hecho Hombre, les contaré algunas.

Gabriel trajo a María el anuncio que saben. Ella aceptó y por eso inmediatamente tomé forma en Su seno virginal. El primer movimiento de vida que tuve, en cuanto hombre, fue en el instante en el que Ella dijo “fíat”.

Pequeños Míos, contemplen la grandeza inigualable de Mi Madre. Criatura frágil en sí misma, pobre e impotente: Pronuncia una palabra, expresa Su voluntad y con Su “fíat”, Me trae al mundo a Mí, el Cristo esperado, el Hijo del Padre, hecho criatura humana.

Mi Madre no creó con Su “fíat” pero Su voluntad unida a Mi Omnipotencia, lleva a cabo un acto creativo que es superior a la Creación del mundo y de cuanto en él se contiene. Yo hice el sol, los astros, los cielos, la tierra, el agua, las plantas, pero todo esto perecerá en el caos final. María Ha sido llamada a participar en Mi acto creativo con el cual Me hice a Mí mismo Hombre. Acto de infinito poder, acto en el cual Mi Madre obró y quiso obrar a semejanza Mía, que creó de la nada.

Y así fue, María, Madre solitaria, Madre sin concurso de hombre, movida por Mí, quiso libremente que Yo naciese en Ella. Por eso Su acto es el más semejante a Mis actos, porque Yo creo siempre en Mí mismo, porque nada de lo que hago sale fuera de Mí. Así fue en María que tuvo la omnipotencia participada, que prestó, que donó Su humanidad a Mi Divinidad.

Heme aquí, Hombre entre los hombres, Criatura entre las criaturas, Hijo entre los hijos de los hombres, pero permaneciendo Hijo Eterno del Padre: En un principio, cuerpo informe, luego gradualmente pequeño niño, hasta la completa manifestación de Hombre, en el cual se posaba toda la complacencia del Padre.

Entonces, era natural que, apenas tuve una palpitación de vida, todo lo refiriera a Aquel de quien descendí y al Cual debía el homenaje y el amor de Hijo, consustancial a Él. Por lo tanto, Mi primer acto humano, mientras todavía estaba oculto en el seno de María, fue de humildad, acto en el cual no estuve solo, sino unido a Mi Madre que, a partir de entonces, participó de manera inmediata en todos Mis actos.

Me sometí todo Yo al Padre y le di el completo dominio sobre Mí, hecho Hombre. En seguida le confirmé el amor que Nos unía en relación de la Divinidad común. Él estuvo satisfecho por sí mismo y por los hombres, a quienes Yo representaba.

Hijos Míos, deben saber que este primer acto de sumisión y amor al Padre, fue también de reparación por la rebelión de Lucifer y sus secuaces, y también por las rebeliones de ustedes, por lo cual, en aquel instante, los espíritus rebeldes del infierno se retorcieron de rabia y furor, tratando inmediatamente de vengarse de Mi Madre. ¡Infames criaturas que solamente buscan venganza!

¿Puede el Dios del amor acceder a sus requerimientos? ¿Puede el Dios del perdón conceder al infierno la expresión rebelde de sus voluntades llenas de odio? No puede, apenas lo permite muy limitadamente en comparación con los desenfrenados deseos de los miserables condenados. Pero queda el hecho importante que un Hombre ha reparado las ofensas hechas por esos espíritus rebeldes y esto es gran escarnio para ellos.

Mi misión era, efectivamente, antes que redimir a los hombres, la de devolver el equilibrio en la creación universal. Equilibrio que había sido roto por Lucifer. Pero Yo había descendido por el Padre, antes que por las criaturas, y al Padre Me He encaminado todo Yo, sin perder de vista al hombre y al Ángel rebelde.

Así, al anuncio de Gabriel, el cielo pidió a una Mujer el asentimiento para obrar los fines preestablecidos, de modo que esta Mujer fue elevada al plano divino, y vino a ser parte necesaria, como querida por Mí, en el restablecimiento de todas las cosas que Yo mismo inicié encarándome en Ella.

Aquí está la razón por la cual María está presente en toda manifestación Mía que se relaciona con la Redención. Y si Yo He exaltado así a una Criatura Mía, aquel que se opone a Mi Querer de glorificación de Mi Madre, caerá miserablemente. Solemnemente les digo que, quien desprecia a Mi Madre y se obstina en ofenderla, perecerá para siempre.

Por eso, Me alegraré siempre que alaben a la que Me hizo y seré pródigo con quienes la aman y la hacen amar. Y ahora que les He hablado suficientemente de Mi Madre, de cuyo amor Yo gozo inmensamente, les explicaré el misterio de la sombra protectora del Espíritu Santo sobre Ella, misterio anunciado por Gabriel…

El Padre vive de Su propia vida y Su vida es el conocimiento y el Amor de Sí mismo. En esta vida Suya se encierra Su infinito bien, Su infinito gozo, el poder infinito que le es propio

Deseando participar Su vida, Su bien, el Padre crea, pero el acto está todo en Su Voluntad, es decir en Su amor, que es el Espíritu Santo.

Por todo esto, “la protección de Su sombra” significa el acto de Amor con el cual el mismo Espíritu Santo Ha obrado, directamente y sin concurso de hombre, Mi encarnación. De manera que el increado se hace creado en virtud de un acto de amor completa y exclusivamente divino, siendo esto conveniente a Mi misma divinidad y se realizó en una criatura que había hecho voto de perpetua virginidad, precisamente porque Mi Querer excluía cualquier intervención humana, aunque requerida en el último momento como simple consentimiento.

La intervención importante del Espíritu Santo en Mi Concepción, debía demostrar que el Hijo, hecho Hombre, es fruto esencialmente divino. Todo hijo es fruto de amor y también Yo Soy fruto del amor infinito de Mi Padre, brotado de la donación total de Mi Purísima Madre.

Esta Mi Humanidad, ahora gloriosa, ascendió a realeza de la paridad con Dios y se convirtió en espejo de la misma Divinidad, ya que el Padre ve en Mi Humanidad Su misma Paternidad; el Hijo, que asumió la Humanidad, ve en Sí mismo la filiación increada y la creada; el Espíritu, luego, goza infinitamente reflejándose en Mí como Hombre, en cuanto que se complace en el fruto de Su mismo amor.

En la Trinidad, Nosotros vivimos en Unidad y Nos reflejamos en Mi Humanidad sublimada en la triple relación con la Divinidad, por la cual el Trino se reencuentra en el único Hombre que fue concebido, nació, vivió, murió y resucitó para glorificar siempre a Mi Padre, la Luz y el Amor Mío…

Cuando hablo de Mi Madre el campo es inmenso, Mi afecto inconmensurable; pero si hablo de mi Padre, de Mí mismo, Verbo, y del Amor infinito, entonces el campo de verdad es infinito, y como el campo materno, para Mí, es indivisible del amor divino, por estar eternamente asociados el uno al otro; fácilmente pueden creer que en Mí, Hombre, se Ha obrado el más grande prodigio de amor; el amor infinito, unido, ligado a un amor de Hombre, sobrenatural y también humano, cuya intensidad supera el conocimiento de los más excelsos Serafines.

Todo esto He querido decirles para dar una idea de los sentimientos del pequeño que iba a nacer: Yo. Tal vez piensen muchas veces en Mí y en Mi Madre con ternura, sin alzar su mirada a la realeza, a la nobleza, a la divinidad de Mis sentimientos de Hombre y de los de María.

Verdaderamente es indecible todo lo que pasó en Mi Espíritu cuando vine al mundo; pero sobre los indicios de lo que hasta ahora les He dicho y con la luz que les daré, pueden formarse una idea sustancial de Mí y de Mi Madre, quien participaba y participa de modo directo e inmediato de todo lo que es Mío…

Y ahora, a ustedes, que han dejado todo por estar Conmigo, voy a relatarles algunos pensamientos que mediaron entre Mí y mi Padre. Estas fueron Mis primeras palabras de Hombre que le dije apenas creado:

“Padre, Te adoro en la verdad, en la bondad, en el Amor, en esta Criatura que Me alberga.

Padre, Te bendigo en la luz, en la caridad, en el mundo, sobre los espíritus rebeldes, por los espíritus que esperan.

Padre, Te amo por Ti mismo, en Mí, en el Amor; por María, por los hombres, por los malos, por los que Me esperan en el Limbo, por los espíritus bienaventurados; en la luz, en el Amor eternamente.

Soy Tuyo y por siempre, nada nunca Te desagradará en Mí, como todo Me agradará en Ti.

Quiero Mi actual ocultamiento para el conocimiento que deberán tener de Mí los hombres, especialmente en el Calvario. Oculto o conocido, amado o despreciado, siempre Te amaré: en la luz, en la paz, en el Espíritu…”

Hijos, estos Mis primeros pensamientos de Hombre constituyen el primer puente de unión tendido desde la humanidad perdida hacia la Divinidad ofendida, pero amante de todas las criaturas…

Fui puesto en el mundo cuando el hombre creía igualarse a Dios, pero lo hice ocultamente, para reparar la soberbia y el desorden. Me hice carne para levantar los espíritus, Me abajé para exaltarlos.

Oh, hombres, oh jóvenes, ¿por qué se detienen, por qué no creen, por qué Me combaten? Los He hecho nobles, pero ustedes Me querrían deshonrar, Me querrían olvidar. Me He sometido a ustedes, de tantas maneras, para hacerme apreciar, para hacerme creer, para hacerles el bien que Yo sólo sé hacer. ¿Por qué entonces no se deciden? ¿Tal vez encontrarán otro Dios que los contente…? Son siglos que tratan de construirse un Dios y siempre se engañan, porque el único y verdadero Soy Yo. Yo, pequeño niño, escondido en el seno de una Virgen.

Si se unen a Mí, podrán elevarse en el Reino que más desean: el del Amor. Si les interesa la gloria, les digo que Yo Soy la esencia de la Gloria; si les interesa la riqueza, recuerden que Yo tengo todo y todo será de ustedes; si les interesa el saber, ¡oh!, entonces no olviden que Yo Soy la Sabiduría infinita y que ustedes podrán llegar a ser faros de luz, soles de belleza. Pero es el amor lo que los atrae; es el amor lo que los atormenta: vengan, entonces, vengan a este Dios Niño que los introduce en el infinito Amor.

Muchos siglos antes de Mi venida al mundo, otro niño, que Me simbolizaba, fue abandonado en las aguas del Nilo, que lo transportaron recostado en una canastilla: Moisés, el salvado de las aguas, era el enviado de Dios y llegaba solo entre gente desconocida. Así también llegué solo al mundo, entre gente que no Me conocía, para revelar en Mí la Divinidad y hacer apreciar Su bondad.

Los judíos hubieran querido que el liberador del Cielo, el prometido de Abraham, el hijo de David, fuese un caudillo humano. Estaban cegados por la materia y cambiaban el tiempo por la eternidad, la cual en nada se parece al tiempo, como las rudas cabezas de Mis coterráneos codiciaban.

Todo lo sabía y desde Mi concepción Me preparaba, como Hombre, a vencer la resistencia de los judíos. Por estos motivos, las primeras oraciones que dirigí al Padre fueron en pro del pueblo escogido.

Cuando tenía pocos meses de vida en el seno de Mi Madre, José fue elegido para custodio de María y Mío y fue entonces cuando la Virgen Madre se dirigió a la casa de Su esposo, quien ya estaba en conocimiento del origen divino de la Maternidad de su esposa. Este hecho Me dio ocasión de hacer hablar a Mi Madre para elogiar a José. Escogido entre miles, José representaba la tradición judía entendida en el mejor sentido. Fue sencillo y fiel a Dios y ayudaba con alegría a Su esposa en una maravillosa entrega.

(…) Aún voy a aclararles más sobre este misterio de cómo Yo pude haberme unido a una humanidad que, niña o adulta, es siempre una criatura Mía, es decir algo más que nada.

El misterio, entonces, es la unión personal Mía, como Verbo eterno, con la Humanidad que asumí. Los Teólogos lo llaman unión hipostática, es decir, la unión de dos naturalezas en una sola persona.

Les voy a dar un ejemplo más sencillo. Los expertos agricultores y jardineros hacen injertos, ¿verdad? Pues bien, el injerto es la unión de dos criaturas, con el fin de que se produzca una nueva criatura que tenga algunas propiedades en común con la primera y la segunda, de modo que la primera recibe una vida extraña a ella. Pero inclusive el injerto no es suficiente demostración de la unión hipostática, porque en el injerto material se trata de dos criaturas, mientras que, en Mí, Dios y Hombre, se trata de una sola criatura y de su Creador. Además de esto, la Humanidad que Yo asumí, de por sí, no habría tenido ninguna necesidad de unión alguna sino de la natural Conmigo mismo, Creador, en cuanto que la Humanidad Mía es perfecta aun sin la unión con el Verbo, perfecta en el Espíritu, perfecta en el Cuerpo. Voy a darles otro ejemplo que sirva para aclarar sus oscuridades acerca de Mi unión hipostática: En el Cielo que está encima de ustedes, existen cuerpos que circulan atraídos por uno u otro planeta. Cuando la atracción se hace inminente e irresistible, el cuerpo que vaga en el espacio va a unirse con el planeta que lo atrae y así vienen a ser un solo cuerpo, con un sólo movimiento, una sola vida, considerando que la vitalidad del asteroide queda absorbida en la del planeta que lo atrajo. También Yo He unido Mi Cuerpo a Mi Divinidad y He insertado el primero en la vida y en el movimiento que Me son propios como Creador y Glorificador, aunque permaneciendo completamente Hombre.

Considerando, además, las inmensas fuerzas, que He puesto en el centro de su planeta, encontrarán otra cosa apta para esclarecerlos. Ya saben que en el centro de la tierra hay fuego, agua y minerales. Encima, en la costra terrestre, en cambio, tienen otras criaturas que no podrían vivir en otro lugar. Pues bien, sabiendo que ya sea en el subsuelo, ya sobre la costra terrestre, la vida de cada criatura procede simultáneamente, pueden fácilmente pensar, cómo Yo, tomando su humanidad, He hecho algo invisible, inconcebible pero real, como el fuego eterno de la tierra, el cual arde incesantemente y al mismo tiempo, por ejemplo, que los glaciares que existen sean bajo la tierra o sobre ella. Dos criaturas opuestas, fuego y hielo, viven cada una su propia vida, pero ambas en un sólo organismo: la tierra. Y no piensen que sus vidas están del todo separadas porque el hielo existe en cuanto existía, al principio; el fuego es sólo fuego.

Es claro que el fuego interno de la tierra no alimenta la vida del hielo, pero el hecho es que, si no existía antes el fuego, ahora no existiría el hielo y, por tanto, el agua. Por eso el agua depende del fuego y esto es la vida de todo el universo creado.

En Mí, Dios y Hombre al mismo tiempo, está el fuego y el hielo, está el Creador y la Criatura, pero ésta vive en virtud del principio creador y está informada de la misma Vida de Mi Ser, de modo que Mi Humanidad en la tierra fue un velo movido continuamente por la presencia de Mi Divinidad.

Hice al hombre a Mi imagen y semejanza y He hecho un Hombre que no es sólo Imagen, sino que es Yo Mismo. Por eso Obro en Mi Humanidad con la Omnipotencia, la Perfección y la Bondad que Me son propias en cuanto a Dios.

Si quienes ponen en duda la Virginidad de Mi Madre pudiesen poner la mirada en la sublimidad de Mi Naturaleza Divina y Humana, indisolublemente unidas en una sola Persona, dejarían de dudar y encontrarían que Su Virginidad no sólo conviene a Mí y a Ella, sino que es absolutamente complementaria ante la grandeza de Mi unión hipostática. En el Cielo sabrán mucho más de todo esto…

Ahora crean y aun pierdan la cabeza contemplando el misterio de Omnipotencia de Mi unión hipostática que ha servido de tropiezo a Lucifer y los suyos.

Llegado Mi tiempo, quise nacer en Belén y predispuse a Roma para el censo. Fue un símbolo con el cual tenía la intención como de reunir a los hombres para dar a muchos la sensación de Mi llegada a ellos. Pero no comprenderían y para despertarlos, ya se movían hacia Jerusalén los Magos que provocarían las investigaciones de los Sacerdotes judíos en las Escrituras. Sin embargo, también estos últimos permanecieron insensibles. Conmigo no estarían sino María y José; en efecto, en Belén Me esperaba la incomprensión para acompañarme hasta la Cruz.

De Mi nacimiento, hijitos, aprendan que para agradar al Padre es necesario en cierto modo morir, como que también en la muerte, si es semejante a la Mía, encontrarán la Vida Eterna. ¿Quién de ustedes quiere nacer muriendo? Nadie lo querría si Yo no interviniese con persuasión y energía. Pero Yo sé cómo hacerlos aceptar lo que no quisieran y no los dejo solos. A cada uno la medida necesaria, a todos Mi comprensión y compasión.

No se asusten de la lucha porque no es eterna y sobre todo porque es necesaria. El hombre que lucha consigo mismo, puede vencer y puede perder, lo esencial es que tenga la última victoria y deben creer que para alcanzarla es necesario comprobar la propia impotencia. Recuerden, luego, que Yo les garantizo amor aun cuando no les parezca que son amados por Mí.

Mírenme oculto en el seno de María. Yo ya hablo de Mí callando, esperando, orando por ustedes al Padre. Yo ya los invito a reflexionar que quise nacer para hacerme conocer con ustedes. ¡Qué alegría para Mí y también para ustedes, si Me aprecian! ¡Qué fuerza recibirán si Me acogen confiados! Piénsenme oculto, pero presente; presente, pero invisible. Después Me apareceré a ustedes, no teman, los consolaré y también les sonreiré.

Almas Mías, amadas, Yo no hablo para Mí sino para ustedes: ¡créanme, los amo! Y no poco, sino infinitamente…

Entre todas las criaturas, la más amante es Mi Madre. Antigua verdad, ésta, para los cristianos, pero para poder entenderla haría falta la luz que Me es propia. Por esta razón es bueno observar a Mi Madre en lo que Ha hecho, Ha dicho y en lo que Ha sufrido. Todos los que la aman, escuchen…

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen hoy y mañana más, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

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