Rosas a la Virgen por el mes de María (día 21)

VIGÉSIMO PRIMER DÍA

PRIMERA PARTE:

Nican mopohua (Nicān mopohua) es el nombre con el que se conoce ampliamente el relato en lengua náhuatl de las apariciones marianas de la Santísima Virgen en México, bajo la advocación de Guadalupe, que tuvieron lugar en el cerro del Tepeyac, al norte de la actual Ciudad de México.

Ese es el documento histórico en el que se relata las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, indígena azteca, ocurridas del 9 al 12 de diciembre de 1531.

Este, es un libro que originalmente fue escrito en lengua náhuatl “lingua franca” en Mesoamérica, y todavía en uso en varias regiones de México. A pesar de que muchos documentos indígenas comienzan con el Nican Mopohua, estas dos palabras iniciales han permanecido por antonomasia para identificar específicamente este relato. El título completo es: “Aquí se cuenta se ordena cómo hace poco milagrosamente se apareció la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe.”

El autor del documento fue Don Antonio Valeriano (1520-1605), sabio indígena y aventajado discípulo de Fray Bernardino de Sahún. Valeriano recibió la historia por boca del mismo San Juan Diego, quien murió en 1548.

Este manuscrito tiene como finalidad dar a conocer los deseos de la Santísima Virgen y nos permite ver cómo tuvo lugar la evangelización de una cultura, donde la ayuda de Dios y de la Virgen fue evidente. Por medio de una narrativa con estilo correcto, digno y sólido, uno se da cuenta de que esta evangelización llegó hasta la más profunda raíz de la cultura prehispánica, trayendo con ella la reconciliación entre dos pueblos.

En la plenitud de los tiempos para América (como se expresaban los españoles de ese tiempo), aparece María Santísima como la portadora de Cristo. Hay una identificación de lo esencial de la Biblia: –Cristo, centro de la Historia- (Juan 3,14-16) con lo esencial del Nican Mopohua (vv.26-27) y con lo esencial del mensaje glífico de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe: el Niño Sol que lleva en su vientre Santísimo.

El Nican Mopohua, tiene como protagonistas del relato a:

  • La Santísima Virgen, que pide un templo para manifestar a su Hijo.
  • San Juan Diego, vidente y confidente de la Santísima Virgen, que es quien recibe el mensaje de la Señora del Cielo.
  • El Obispo Fray Juan de Zumárraga, a cuya Autoridad se confía el asunto derivado del mensaje de la Santísima Virgen entregado por San Juan Diego.
  • El Tío de San Juan Diego, sanado milagrosamente por intercesión de la Reina del Cielo.
  • Los criados del Obispo, que siguen a San Juan Diego.
  • La ciudad entera, que reconoce lo sobrenatural de la imagen y entrega su corazón a Nuestra Señora de Guadalupe.

El relato del Nican Mopohua, comienza diciendo bellamente así: “Aquí se narra, se ordena, cómo hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta Virgen Santa María Madre de Dios, nuestra Reina, allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe. Primero se hizo ver de un indito, su nombre Juan Diego; y después se apareció Su Preciosa Imagen delante del reciente obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

(…) Diez años después de conquistada la ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos, así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquél por Quien se vive: el verdadero Dios.

En aquella sazón, el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un indito, un pobre hombre del pueblo.

Su nombre era Juan Diego, según se dice, vecino de Cuauhtitlan, y en las cosas de Dios, en todo pertenecía a Tlatilolco.

Era sábado, muy de madrugada, venía en pos de Dios y de sus mandatos.

Y al llegar cerca del cerrito llamado Tepeyac ya amanecía.

Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos; al cesar sus voces, como que les respondía el cerro, sobremanera suaves, deleitosos, sus cantos sobrepujaban al del coyoltototl y del tzinitzcan y al de otros pájaros finos.

Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños?

¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos, nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento; acaso en la tierra celestial?

Hacia allá estaba viendo, arriba del cerrillo, del lado de donde sale el sol, de donde procedía el precioso canto celestial.

Y cuando cesó de pronto el canto, cuando dejó de oírse, entonces oyó que lo llamaban, de arriba del cerrillo, le decían: ‘JUANITO, JUAN DIEGUITO’.

Luego se atrevió a ir a donde lo llamaban; ninguna turbación pasaba en su corazón ni ninguna cosa lo alteraba, antes bien se sentía alegre y contento por todo extremo; fue a subir al cerrillo para ir a ver de dónde lo llamaban.

Y cuando llegó a la cumbre del cerrillo, cuando lo vio una Doncella que allí estaba de pie, lo llamó para que fuera cerca de Ella.

Y cuando llegó frente a Ella mucho admiró en qué manera sobre toda ponderación aventajaba su perfecta grandeza: Su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos; el resplandor de Ella como preciosas piedras, como ajorca (todo lo más bello) parecía la tierra como que relumbraba con los resplandores del arco iris en la niebla.

Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allí se suelen dar, parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro.

En su presencia se postró. Escuchó su aliento, su palabra, que era extremadamente glorificadora, sumamente afable, como de quien lo atraía y estimaba mucho.

Le dijo: ‘ESCUCHA, HIJO MÍO EL MENOR, JUANITO. ¿A DÓNDE TE DIRIGES?’

Y él le contestó: ‘Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu casita de México Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan que nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor: nuestros sacerdotes.’

En seguida, con esto dialoga con él, le descubre su preciosa voluntad; le dice: ‘SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA.

EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:

LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES.

Y PARA REALIZAR LO QUE PRETENDE MI COMPASIVA MIRADA MISERICORDIOSA, ANDA AL PALACIO DEL OBISPO DE MEXICO, Y LE DIRÁS QUE CÓMO YO TE ENVÍO, PARA QUE LE DESCUBRAS CÓMO MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME PROVÉA DE UNA CASA, ME ERIJA EN EL LLANO MI TEMPLO; TODO LE CONTARÁS, CUANTO HAS VISTO Y ADMIRADO, Y LO QUE HAS OÍDO.

Y TEN POR SEGURO QUE MUCHO LO AGRADECERÉ Y LO PAGARÉ, QUE POR ELLO TE ENRIQUECERÉ, TE GLORIFICARÉ; Y MUCHO DE ALLÍ MERECERÁS CON QUE YO RETRIBUYA TU CANSANCIO, TU SERVICIO CON QUE VAS A SOLICITAR EL ASUNTO AL QUE TE ENVÍO. YA HAS OÍDO, HIJO MÍO EL MENOR, MI ALIENTO MI PALABRA; ANDA, HAZ LO QUE ESTÉ DE TU PARTE.’

E inmediatamente en su presencia se postró; le dijo: ‘Señora mía, Niña mía, ya voy a realizar tu venerable aliento, tu venerable palabra; por ahora de Ti me aparto, yo, tu pobre indito.’

Luego vino a bajar para poner en obra su encomienda: vino a encontrar la calzada, viene derecho a México.

Cuando vino a llegar al interior de la ciudad, luego fue derecho al palacio del obispo, que muy recientemente había llegado, gobernante sacerdote; su nombre era Don Fray Juan de Zumárraga, sacerdote de San Francisco.

Y en cuanto llegó luego hace el intento de verlo, les ruega a sus servidores, a sus ayudantes, que vayan a decírselo; después de pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el señor obispo que entrara. Y en cuanto entró, luego ante él se arrodilló, se postró, luego ya le descubre, le cuenta el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le dice todo lo que admiró lo que vio, lo que oyó.

Y habiendo escuchado toda su narración, su mensaje, como que no mucho lo tuvo por cierto, le respondió, le dijo: ‘Hijo mío, otra vez vendrás, aun con calma te oiré, bien aún desde el principio miraré, consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad, tu deseo.’

Salió; venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo. Luego se volvió, al terminar el día, luego de allá se vino derecho a la cumbre del cerrillo, y tuvo la dicha de encontrar a la Reina del Cielo: allí cabalmente donde la primera vez se le apareció, lo estaba esperando.

Y en cuanto la vio, ante Ella se postró, se arrojó por tierra, le dijo: ‘Patroncita, Señora, Reina, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, ya fui a donde me mandaste a cumplir tu amable aliento, tu amable palabra; aunque difícilmente entré a donde es el lugar del gobernante sacerdote, lo vi, ante él expuse tu aliento, tu palabra, como me lo mandaste.

Me recibió amablemente y lo escuchó perfectamente, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió, no lo tiene por cierto. Me dijo: ‘Otra vez vendrás; aun con calma te escucharé, bien aún desde el principio veré por lo que has venido, tu deseo, tu voluntad. ‘

Bien en ello miré, según me respondió, que piensa que tu casa que quieres que te hagan aquí, tal vez yo nada más lo invento, o que tal vez no es de tus labios; mucho te suplico, Señora mía; Reina, Muchachita mía, que, a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean.

Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas, no es lugar de mi andar ni de mí detenerme allá a donde me envías, Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña; por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía.’

Le respondió la perfecta Virgen, digna de honra y veneración: ‘ESCUCHA, EL MÁS PEQUEÑO DE MIS HIJOS, TEN POR CIERTO QUE NO SON ESCASOS MIS SERVIDORES, MIS MENSAJEROS, A QUIENES ENCARGUÉ QUE LLEVEN MI ALIENTO MI PALABRA, PARA QUE EFECTÚEN MI VOLUNTAD; PERO ES MUY NECESARIO QUE TÚ, PERSONALMENTE, VAYAS, RUEGUES, QUE POR TU INTERCESIÓN SE REALICE, SE LLEVE A EFECTO MI QUERER, MI VOLUNTAD.

Y, MUCHO TE RUEGO, HIJO MÍO EL MENOR, Y CON RIGOR TE MANDO, QUE OTRA VEZ VAYAS MAÑANA A VER AL OBISPO. Y DE MI PARTE HAZLE SABER, HAZLE OÍR MI QUERER, MI VOLUNTAD, PARA QUE REALICE, HAGA MI TEMPLO QUE LE PIDO. Y BIEN, DE NUEVO DILE DE QUÉ MODO YO, PERSONALMENTE, LA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, YO, QUE SOY LA MADRE DE DIOS, TE MANDO…’

Hasta aquí copiamos la primera parte del relato. Seguiremos mañana con otra parte.

A través de esta primera entrega que hacemos del Nican Mopohua, podemos darnos cuenta de la Majestad de la Santísima Virgen, que es reina del Cielo y de la Tierra, y de su maternal protección en favor de sus hijos amados.

En esta narración, digna de una admiración inmensa para todo el que la lee, se describe con tiernas palabras la solicitud de la Santísima Virgen para que San Juan Diego cumpliera su deseo, pero sabiendo Ella de la inocencia y humildad del “indito”, le da las armas para ser escuchado y tomado en cuenta, ante el gobierno sacerdotal de ese momento.

En esta primera parte, ¿Qué condiciones de profeta podemos distinguir, si comparamos a san Juan Diego con los personajes de la Biblia que han recibido encomiendas de Dios?

La Santísima Madre trae una encomienda (misión) del cielo. No es solamente la construcción de su Iglesia en el lugar donde Ella ha mencionado, sino es principalmente hacer conocer y amar a su Hijo, Jesús, llevándolo en su seno. Es el mostrarles a los sacerdotes franciscanos que los indios, a los que tal vez ellos menospreciaban por su falta de educación en cuestiones de la fe, eran, como en el caso de San Juan Diego, los profetas predilectos del Cielo. ¿Por qué? Porque en sus corazones la humildad era la reina. La bondad era la que imperaba en sus vidas, como en el caso de San Juan Diego, y lo principal, la diligencia y observancia a realizar y cumplir con los designios de Dios en sus vidas.

Los recién conversos “inditos”, como vemos que se les llamaba normalmente en aquel tiempo, necesitaban, a través del testimonio de San Juan Diego, aumentar su fe y sustentar esa esperanza en la vida eterna tiendo como intercesora y Madre, a la Siempre Virgen, Madre de Dios.

Los sacerdotes franciscanos, provenientes de España, debían entender que el que regía y tenía el control de las cosas, de todo el proceso de evangelización y aún de sus vidas, era, es y seguirá siendo siempre Dios. No ellos; no sus conocimientos; no sus puestos con respecto a la Orden y a la Corona de España. Dios y únicamente Dios, debía ser dado a conocer y amar, y la misión de la Iglesia debía de estar unida, lo mismo que hoy y siempre, bajo la dulce, amable y servicial presencia de la Virgen, como intercesora y Madre de TODOS nosotros.

El mensaje principal de esta primera parte del relato sobre el fenómeno Guadalupano, podríamos decir que sería, para nosotros Apóstoles de la Nueva Evangelización, el siguiente:

  • Debemos llevar diligentemente a Dios a todos, siendo TODOS merecedores de ese Amor que es dispensado por Dios y la Santísima Madre a todos sus hijos, sin importar nada, porque solo Dios sabe y conoce lo que hay en cada corazón.
  • Que la misión del Apóstol de la Nueva Evangelización, que lleva a Dios a los demás, debe ser siempre pasada por el “colador” de las buenas intenciones, para que ningún sentimiento de orgullo, celos, soberbia o incluso falsa humildad, se filtre o permanezca en el corazón, evitando que la entrega sea siempre misericordiosa, sincera y humilde.
  • Para ser verdadero hijo de la Virgen, la humildad y el buscar siempre la Voluntad de Dios, son ingredientes principales en la vida de todo cristiano, pero especialmente en la vida y proceder de un miembro del ANE.
  • A través del testimonio de San Juan Diego, los miembros del ANE debemos de crecer, día con día, en mejorar el modo como nos relacionamos con los demás. Debemos de ser coherentes en nuestra vida, suaves y siempre cordiales en el trato, cariñosos, prudentes, misericordiosos, generosos, diligentes, humildes, sinceros, puros de corazón; obedientes, amantes de las cosas de Dios y de Su Palabra.
  • Y por último entender que lo que yo no haga, nadie más lo hará por mí. Es decir, que esa misión que tú tienes dentro del ANE, si no la cumples como Dios quiere, nadie lo podrá hacer en tiempo y forma. No porque la persona sea indispensable, sino porque para Dios, todos somos importantes y necesarios, para dar cumplimiento a Sus Planes dentro de la historia de la Salvación. Así que lo que tú dejes sin hacer, lo hagas mal hecho o incompleto, se quedará de esa forma, teniendo Dios que hacer otras cosas para poder “rellenar” ese vacío que no se ha completado.
  • La Virgen nos enseña una vez más, a través del fenómeno guadalupano, que el Cielo no escoge para las diferentes misiones que deben realizarse en la tierra, a los que son más ilustrados, importantes o capacitados; sino que va capacitando a los que tienen abierto el corazón para oír la Voz del Señor, responderle generosamente y realizar Sus designios en sus vidas.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes dos días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 20)

VIGÉSIMO DÍA

Es maravilloso contemplar el Miserio de la Visitación de nuestra Madre, María, siendo una pequeñita de catorce, quince años, a su prima Isabel, que andaría ya por los sesenta… Tratemos de intorducirnos en la escena:

Del Santo Evangelio según San Lucas (Lc 1,39-45)   +++Gloria a Ti, Señor

Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su vientre, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.”

Palabra del Señor           /              Gloria a Ti, Señor Jesús

María parte apresurada y feliz, a casa de su prima, Santa Isabel. Ella, la bendita entre todas las mujeres, va de prisa pensando únicamente en hacer el bien, sin importarle que Ella igual, estando embarazada, quizás necesitaría también de ayuda. María solo piensa en ayudar y hacer feliz a Santa Isabel, y ayudarle en ese proceso.

La Virgen llega a la casa donde nacería el precursor de su Hijo, San Juan Bautista, hijo de su prima Isabel y Zacarías. A su llegada, Isabel aclama, agradecida, a la Madre de su Redentor: “¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme?” (Lc 1,42 y 43)

El Bautista, todavía en el vientre de su madre, se estremece al estar al frente de su Dios (Luc. 1,41) La humildad de María nuevamente, la podemos apreciar en el Magníficat… Santa Isabel, alaba a la Santísima Virgen y le dice: “Bienaventurada eres Tú porque has creído.”

El estar cerca de Dios, y esa unión plena con Él, lleva al hombre a desear y tratar de hacer siempre la Voluntad de Él. La unión con Dios, la vida sobrenatural, lleva consigo siempre la práctica de las virtudes humanas: María lleva la alegría al hogar de su prima, porque “lleva” a Cristo con Ella. Lleva el anuncio de la salvación en su seno virginal.

María es ejemplo de la virtud de la lealtad: Nuestros ojos deberían fijarse en Ella, y contemplar cómo Ella nos enseña a vivir esta gran virtud. Apenas cree o siente que su prima podría necesitarla, el Evangelio nos dice que acude “presurosa” y esa expresión nos hace pensar que está entusiasmada, alegre… Lo confirmamos ahora al leer sobre el encuentro… Todo es gozo y bendición… Ella nos enseña a que la ayuda no solamente se debe de brindar a la mayor brevedad posible, sino que es conveniente estar pendiente, para que ni siquiera tengan que pedírnosla, y lo más importante: debemos de hacerlo con gozo y diligencia (de buena gana).

Cuando escribimos sobre esto, no podemos dejar de pensar en nuestras hermanitas de Stella Maris ¿Se han dado cuenta, quienes han tenido la alegría de tratar con ellas, cómo están siempre tan prestas al servicio, y con tanta diligencia?

La Virgen nos enseña que el ayudar debe ser siempre un valor del cristiano; pero no solamente es el ayudar por ayudar. La Virgen nos enseña, que el activismo no es lo mejor. La verdadera ayuda está basada en el darse con amor, por amor a Dios, con pureza de intención y sin esperar nada a cambio.

En nuestra espiritualidad, entendemos que el entregarse a los demás es una cuestión prioritaria, pues como nos lo ha dicho tantas veces nuestro Director General: “No somos eucarísticos por creer que Jesús está allí, en la Hostia Santa, y por nuestras consecuentes prácticas piadosas en relación con la Eucaristía (misas, adoraciones, visitas al Santísimo, horas santas y procesiones…) somos eucarísticos porque tratamos de imitar a Jesús que nos dice, precisamente en la última Cena, al instituir la Eucaristía: ‘Este es mi Cuerpo y esta es mi sangre, que entrego por muchos… hagan esto en memoria mía’ es decir: ‘entréguense también ustedes, como me entrego Yo, para el bien de los demás’.”

Volviendo a la visitación, vemos que Santa Isabel, alaba igualmente la inmensa virtud teologal con la que la Santísima Virgen ha sido premiada: El Espíritu Santo vive en María, por eso puede comunicárselo a su prima, de modo que, al verla, Isabel inicia una oración de alabanza, haciendo hincapié en las maravillas que el Señor obra en sus creaturas: “¡Bendita Tú que has creído!”, le dice al saludarla, cuando Nuestra Señora llega, por los áridos caminos de la montaña para visitarla y ayudarla por un buen tiempo.

El haber dicho “Sí” a la Voluntad del Padre, aún sin entender de qué se trataba, es digno de alabanza, e Isabel alaba ese maravilloso acto de fe de María al haber exclamado: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según Tu Palabra.”

¿Puede haber acaso algo mejor que sentir esa paz y ese gozo que nos brinda el saber que estamos haciendo la Voluntad de Dios; el sentirnos amados por Dios, el percibir su presencia y su accionar en nuestra vida…? Naturalmente que no.

El sabernos amados por nuestro padre Dios y tener la certeza de haber sido incorporados a Jesucristo por el bautismo, contando además con el auxilio y protección de nuestra Santísima Madre del Cielo, hace que la vida del creyente tenga templanza ante los sufrimientos y certeza ante los desafíos de la vida. Esa paz, unida a la esperanza de la vida futura y las consolaciones del amor de Dios, que parten desde el cimiento de nuestra fe, constituyen la gran luz que ilumina nuestras vidas y que, entre los problemas, angustias, dificultades, miserias y demás situaciones en las que nos vemos envueltos, nos impulsa a seguir caminando, animosos, hacia la Patria Celestial.

Cada familia, cada hogar cristiano, Iglesia doméstica, debería de ser un remanso de serenidad en el que, por encima de las pequeñas o grandes diferencias y contradicciones de nuestra vida diaria, se sintiera y proyectara un respeto profundo, un cariño sincero; una tranquilidad confiada y una esperanza firme en las Promesas recibidas del Padre, fruto de una fe madura y sólida, vivida y testimoniada, desde los mayores y hasta el último pequeñín, para gloria de Dios.

María nos enseña, en este episodio de Su Vida, que la fe siempre tiene que estar cimentada en el amor a Dios y a los demás. Que el servicio amoroso debe de llevar siempre a Cristo, como en primer plano, y que todo lo que se haga debe de llevar el sello de la humildad, teniendo siempre presente que, el que “hace y obra” las cosas buenas en nosotros es Dios, y no nosotros con nuestras propias fuerzas. La humildad se debe transmitir en las obras, en el proceder diario ante las diversas situaciones de la vida.

No esperemos actuar y obrar como Dios quiere, y María nos muestra con su vida, en las situaciones “extremas”, o en aquellas circunstancias “extraordinarias”. La salvación se logra en el día a día, en el caminar diario y en las situaciones más sencillas, como el servir en la casa con amor y humildad, el soportar con paciencia los defectos de alguno de nuestros más cercanos, ofrecernos para realizar los trabajos de la casa que más cuestan a todos, escuchar con paciencia a los más ancianos, visitar o llamar a algún enfermo, etcétera.

Tomemos la Mano de María para caminar diariamente, y pidámosle que nos ayude, intercediendo por nosotros ante el Espíritu Santo, para que derrame sobre cada uno los dones que necesitamos para dar frutos de santidad y dejar marcada la huella de Cristo, mientras caminamos por nuestra vida.

Que por la acción del Paráclito de Dios, y por el amor que Jesús tiene a su Madre, aumente en nosotros la Fe, que mueve montañas cuando es pedida, concedida y puesta en práctica, en humildad y abandono a la voluntad de nuestro Padre Eterno.

 

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes tres días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 19)

DÉCIMO NOVENO DÍA

Cuando el Emperador Napoleón llevó preso al extranjero al Papa Pio VII, este buen Papa, ante la imposibilidad que tenía de comunicación y de ser liberado, pues el que lo había llevado preso era el guerrero más fuerte y temible del mundo en ese momento, le hizo a la Santísima Virgen esta promesa: “Virgen Santa María: Si me auxilias en esta situación, liberándome de esta terrible prisión, te prometo, que el día mismo que llegue libre a Roma, declaro esa fecha como la fiesta de María Auxiliadora.”

Y la ayuda de la Divina Madre del Cielo no se hizo esperar para su buen hijo, el Papa.

En días previos a su captura y encarcelamiento, el Papa Pio VII había comentado que la guerra y los actos que en ella se cometían, así como las personas que las orquestaban (refiriéndose puntualmente como principal orquestador al Emperador Napoleón de Francia), eran acciones del mal, y traerían maldiciones muy fuertes para sus vidas.

Ante esos comentarios, Napoleón expresó, después de haber capturado al Sumo Pontífice: “No se imagine el Papa que su maldición hará caer los fusiles de mis soldados, o evitará que nuestras tropas sigan avanzando. Y fue así como Napoleón partió a Rusia con medio millón de soldados, completamente bien armados, para hacer la guerra y tomar esos territorios.

Pero allí lo esperaba un terrible frío de 20 grados bajo cero, con nevadas que impedían avanzar a las tropas de Napoleón y los soldados fueron sintiendo que sus manos se helaban, hasta el punto de sentirlas congeladas y sin movilidad, por lo que los fusiles se les caían de las manos, completamente paralizadas por el frio. Y el que había llegado a entrar a Rusia, victorioso y lleno de orgullo, regresó en ese momento a su país derrotado y humillado y casi sin ejército. Además de todo ese desgaste y humillación, los enemigos de sus tropas lo estaban esperando, para presentarle gran batalla y derrotarlo por completo, tomarlo prisionero y llevarlo al destierro.

Y fue así como Napoleón, Gran Emperador Francés, que hizo viajar preso al Papa 500 kilómetros, tuvo que viajar prisionero 5,000 kilómetros. Napoleón mantuvo preso al Papa Pio VII por 4 años y medio, al cabo de los cuales salió victorioso hacia Roma, con la ayuda de la Madre del Cielo. Él, por su parte, estuvo preso igualmente, pero en su séptimo año de cautiverio en la isla de Elba, murió en el destierro.

 

El Papa llegó a Roma el 24 de mayo de 1814. Todo el Pueblo Católico, salió en ese momento a recibirlo lleno de gozo. Y él, lleno de profundo agradecimiento hacia la Virgen María, cumpliendo su promesa, decretó que todos los 24 de mayo, la Iglesia celebraría la Fiesta de María Auxiliadora.

La primera vez que se celebró esta fiesta en honor a la Virgen, fue el 24 de mayo de 1815, y 43 días después de esta primera celebración nació San Juan Bosco, el hombre santo que iba a llevar y dar a conocer por todo el mundo esa preciosa advocación de la Santísima Virgen María como Auxilio de todos los cristianos. Su fecha de nacimiento fue el 16 de agosto de 1815, en el sitio llamado “Las colinas” (II Becchi) en Italia, cerca de la Ciudad de Roma. Su mamá, conocida por todos posteriormente como “mamá Margarita”, lo consagró recién nacido a María.

Con este testimonio podemos decir, con toda seguridad, que la Virgen nunca se queda quieta ante la necesidad de un hijo Suyo, y menos si este hijo confía y se abandona plenamente a su maternal auxilio e intercesión.

Terminamos diciendo las palabras que utilizaba el Papa Juan XXIII, cuando se despedía de la gente (especialmente a sus colaboradores que componían la comisión preparatoria del Concilio): “Que la Sonrisa de la Santísima Virgen, los acompañe en sus duras tareas.”

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes cuatro días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 18)

DÉCIMO OCTAVO DÍA

La Santísima Virgen María es presentada en el Evangelio como una persona muy callada. La Santa Biblia dice que “la persona prudente es de pocas palabras” (Prov. 17, 27). María era una persona prudente, pero la prudencia no significa ser una persona apagada y de nula participación o convivencia. ¡Al contrario! Estamos seguros de que María era aquella persona que llegaba y llenaba con su personalidad, rebosante de pureza y virtud, cualquier espacio donde se encontrara.

No porque “se convirtiera en el alma de la fiesta”, sino porque era Aquella persona que sabía qué decir y cómo decirlo, cuando era necesario. El Evangelio de San Lucas nos dice que “Ella guardaba las cosas en Su Corazón” (Lc 2,19), haciéndonos énfasis en el hecho que la Virgen era una Mujer que meditaba todo y todo, a su vez, lo ponía en el Corazón de Dios, a través de la oración.

María sabía y practicaba lo que el Apóstol Santiago nos recomienda en su carta: “Todos debemos ser prontos para escuchar y lentos para hablar” (Cfr. Stgo 1,19). Por lo que la Madre de Dios, mientras que todos en el Evangelio hablan, por ejemplo, los Apóstoles, los enfermos, los Fariseos, etc., Ella permanece casi siempre callada. Es la Madre que escucha y deja que los demás hablen.

El Evangelio nos muestra cinco frases que la Santísima Virgen dijo en diferentes momentos de la vida de Jesús. Seguramente su sabiduría daba para decirnos muchísimo más, pero la Virgen, siendo criatura de perfecta humildad, nunca aparecerá opacando a Su Hijo, que además es Su Dios.

Primera Frase de la Virgen María: Cuando el Ángel Gabriel, le anuncia que será Madre, en la Anunciación. En el Evangelio según San Lucas 1,34, leemos que María le dice al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?”

La Santísima Virgen María actúa de esa forma porque las personas prudentes siempre preguntan a los que saben. No se quedan con sus dudas, ni permiten que su ego y su soberbia reinen en sus corazones, de manera que tomen decisiones erróneas por no tener la humildad y la prudencia de preguntar al que tiene mayor autoridad en el conocimiento del tema, antes de actuar o de simplemente creer algo que escucharon. ¡Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros!

Segunda frase de la Virgen María: Cuando el Ángel le explicó que concebiría al Hijo de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo, en la Anunciación, en el Evangelio de San Lucas 1,38, nuestra Madre contesta: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí tal como has dicho.” María nos enseña, con su perfecta humildad y aceptación a los designios de Dios, la forma en la que debemos actuar en nuestro día a día, conforme se van dando los acontecimientos. Nos enseña a estar siempre  disponibles y abiertos a escuchar y hacer la Voluntad de Dios, aunque a veces no la entendamos.

A nosotros también nos pide Dios que digamos, como María, “Hágase en mí Tu Voluntad”, especialmente en las ocasiones más graves e importantes de nuestra vida. Lo mismo nos transmitió Jesús al enseñarnos a rezar el Padrenuestro, y después, con su testimonio, nos lo mostró en sus horas más terribles, dolorosas y angustiantes, cuando le decía al Padre: “Hágase Tu Voluntad y no la Mía” (San Mateo 26,42). Esta oración de confianza y abandono, puesta en práctica en nuestra vida, le agrada muchísimo a nuestro Buen Dios. ¡Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros! ¡Ave María Purísima, sin pecado concebida!

Tercera frase de la Virgen María: Cuando la Santísima Virgen María, ante la noticia del Ángel Gabriel, de que su prima Santa Isabel estaba esperando un hijo a su ya avanzada edad, y decide ir a visitarla. Isabel, al verla, se llena de Gozo y le comenta cómo es que siendo Ella la Madre de Dios, se toma la molestia de ir a visitarla. Ante ese saludo de Isabel, como es propio siempre de María exclama la bellísima oración del Magníficat, que podemos leer en el Evangelio de San Lucas (Lc 1,46-55): “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.”

Con este hermoso ejemplo de la Virgen, que, dicho sea de paso, es el canto que rezamos y repetimos llenos de gozo y esperanza en la liturgia de las horas para celebrar las maravillas que ha hecho Dios en nosotros y en toda la historia de la salvación del hombre, al mismo tiempo que honramos a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, y le damos su lugar en nuestras vidas como lo que es: Reina y Señora de Cielos y Tierra.

También a nosotros nos pide el Señor que, en los momentos de alegría, nos acordemos de dar gracias por lo Bueno que Él siempre ha sido. Un buen consejo sería el que, al momento en que nos despertemos y nos acostemos, recordemos algún favor que nos haya concedido el Señor, además del don diario de la vida, y le agradezcamos de corazón.

El ser agradecido es un fruto del Espíritu Santo, y eso muestra la calidad de corazón que tiene una persona, por eso se dice que “es de buenos hijos de Dios, el ser agradecidos”, porque en eso se demuestra que la persona tiene un corazón humilde, grande, noble y generoso. La Virgen era muy agradecida con los favores que recibía de Dios. ¡María, Reina del Cielo, ruega por nosotros, que recurrimos a Ti!

Cuarta frase de la Virgen María: María y José iban todos los años al Templo de Jerusalén para la Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, fueron con él, pues así debía de ser.

Sucedió que después de las fiestas, iniciaron el regreso hacia Nazaret, pero entre las prisas y la multitud de amigos y parientes, los padres no se dieron cuenta de que Jesús se había quedado en Jerusalén. Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda. Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. San Lucas nos narra en su Evangelio, en el Capítulo 2, versículo 48, lo que ante las fuertes emociones por la pérdida, la angustia y el encuentro, la Virgen le dice al Niño: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos”.

La Virgen María corrigió al Niño Jesús, porque Ella, como su madre, tenía la obligación ante Dios, de velar por la seguridad de su Hijo. Como buena Madre, tenía pues que decirle lo que José y Ella habían pasado al estarlo buscando, y la angustia y el dolor que sintieron como Padres, al no saber dónde Él se encontraba. La Biblia nos dice, que los papás tenemos la obligación y la responsabilidad ante Dios, de corregir y marcar el buen camino a nuestros hijos, y que los padres que no lo hacemos, cometemos una falta grave. Es por eso que habremos escuchado la expresión de que “Dios corrige más, al que más quiere.”

Cuando el Niño Jesús les explicó a Sus Padres el motivo por el cual se había quedado, todo le fue excusado.  Su respuesta nos enseña que Dios espera que realicemos la misión que nos ha encomendado como una tarea importante, y que no puede dilatarse por cualquier situación o consideración mundana. Al mismo tiempo, la acción de María nos enseña que, en la vida, no podemos estar haciendo lo que queremos, sino que debemos tomar en cuenta a las personas que tenemos a nuestro al rededor. Y que no debemos tener miedo, ni sentirnos coartados por la sociedad, o por el qué dirán, o por “los nuevos usos y costumbres” cuando debemos marcar tiempos, formas, límites y modos en la conducta de nuestros hijos y sus acciones, para enseñarles y corregirlos en la buena conducta que le agrade a Dios. ¡Stella Maris, Ilumina nuestra ruta!

Quinta Frase de la Virgen María: La quinta y última frase que se conserva en las Sagradas Escrituras de la Madre de Dios, la dio en las Bodas de Canaán, cuando se dio cuenta de que los novios se habían quedado sin vino.

María le pide a Jesús que los ayude, pero Él con amor le contesta que no era todavía Su hora para darse a conocer haciendo milagros (San Juan 2,4). Más aún con esa respuesta, un tanto negativa, María no se da por vencida y le insiste a su Hijo que, ante todo, Ella sabe que es “El Buen Dios, lleno de Misericordia y Compasión”.

En efecto, aunque no se tratara de una situación de vida o muerte, María confiaba plena y totalmente en Jesús, y sabía que Él obraría por el bien de la gente en desgracia, por lo que dice a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga” (San Juan 2,4).

María, como buena Madre Misericordiosa, tiene la poderosa virtud de ser esa omnipotencia suplicante ante Su Hijo Jesús, y de poder influir en las decisiones de Él. Es decir, en este pasaje de la Biblia que nos narra San Juan, vemos que María medio que “obliga” a Jesús a hacer su primer milagro para estos jóvenes recién casados, mostrándonos con esto el poder que tiene Su Madre Santísima, para alcanzarnos lo que necesitamos si con fe le pedimos auxilio a Ella.

Jesús cambió 600 litros de agua en vino para complacer a su Madre ante la súplica de ayuda que le realizó en favor de los jóvenes novios.

Tener a María como Madre y Auxilio permanente, es lo más hermoso que puede un ser humano tener. Con María, el Cielo es más fácil y seguro de alcanzar. Ella no se cansará de rogar por nosotros y de pedirle a Dios por nuestras necesidades, tanto espirituales como temporales.

Mientras más confíes en María, Jesús se sentirá más comprometido, por sus ruegos, a darte aquello que necesites y sea para salvación de tu alma y la de los tuyos. ¡Virgen de Guadalupe, Estrella y Reina de la Nueva Evangelización, ruega por nosotros!

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes cinco días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 17)

DÉCIMO SÉPTIMO DÍA

Alfonso, Rey de León y Galicia, en su juventud llevaba una vida no muy santa y buena. Una noche, mientras dormía, tuvo un sueño horroroso, que vendría a cambiar su vida y planes por completo: Vio que se moría y llegaba a la eternidad, pero que en el momento preciso en que quería entrar al Cielo, se le impedía por completo la entrada, por no llevar el “traje de gracia y buenas obras” que se exige, como “reglamento” para poder salvarse y pasar a la Gloria Celestial a disfrutar del Paraíso y la Presencia de Dios.

En eso, vio cómo el Señor ordenó a los Ángeles que pesaran en una balanza las buenas y las malas obras que había realizado en vida, para saber qué destino le correspondía en la eternidad.

Vio cómo los Ángeles, echaron del lado derecho de la balanza todas aquellas obras buenas que había realizado, y al izquierdo, las malas que había cometido. Para su infortunio, pesaron más las obras malas que las buenas. Así que la balanza se inclinó al lado izquierdo y, mientras los diablos danzaban de alegría, iba a ser dictada la sentencia final de condenación contra él. Pero en ese momento apareció una figura majestuosa, hermosa y llena de esplendor: era la Virgen María, y colocando Su Rosario en el lado derecho, hizo que la balanza se inclinara totalmente hacia el lado de las obras buenas.

Los demonios gritaban furiosos y protestaban diciendo que eso era una trampa, y nuestro Señor le preguntó a la Buena Madre Celestial: “¿Por qué has hecho esto?”, a lo que Ella le respondió: “Es que este joven Alfonso, ha rezado muchas veces mi Rosario, y yo por esto quiero pedirte, que no permitas que se condene porque es mi devoto”.

Entonces Jesucristo, de cara hacia el pobre Alfonso, que temblaba de susto, le dijo: “¿Has visto?, Mi Madre te ha salvado porque tú le rezas a Ella con frecuencia. Te dejo un poco más de vida, pero aprovecha este tiempo que te alcanzó, para quitar tantas manchas de pecado que tienes en tu alma. Dedícate a echar muchas obras buenas al lado derecho de tu balanza, no sea que, al morirte, estés falto de ellas y no alcances la salvación.”

Cuando despertó el Rey, estaba sudando, el pobre, de tanto miedo. Desde ese día, dejó las amistades que le hacían ofender a Dios, abandonó sus juegos de azar y todas sus reuniones con amistades escépticas y mal portadas que lo alejaban del Corazón de Dios y lo hacían ofenderlo. En conclusión, dejó de lado su vida pecaminosa y comenzó una vida buena, haciendo la Voluntad de Dios y cumpliendo sus mandamientos. Confesó en el sacramento de la penitencia sus pecados, para que su alma quedara totalmente blanca, y fuera una alegría para la Virgen tener un hijo como Alfonso. Decidió echar muchas obras buenas del lado derecho de su balanza visitando enfermos, dando comida a las personas con hambre, especialmente a las familias muy pobres; ayudando a los presos en la cárcel, escuchando Misa, visitando las iglesias y leyendo libros religiosos que trajeran virtud a su vida.

Cuando murió Alfonso, siendo Rey, murió como un verdadero convertido de la fe católica y fiel devoto de la Santísima Virgen María.

Es así hermanos, que siempre es importante meditar en la posibilidad que existe de que nos muriéramos ahora. ¿Qué pasaría si te murieras hoy? ¿Qué tal está la situación de tu alma en estos momentos? ¿Está tu alma llena de diamantes de buenas obras para entregarle al Señor y ser buen hijo de la Virgen, si nuestro buen Dios te llamara ahora, o te encuentras con obras que pesarían mucho más inclinando tu balanza al lado izquierdo, llevándote a la condenación por obras malas, inconclusas u omitidas? ¿Cuál crees que es mayor: el peso de tus buenas obras o el de tus malas acciones?

El Rey Alfonso tuvo, después de su sueño, la buena y santa costumbre, piadosísima de, al principio de cada mes, hacer un pequeño plan de lo que quería ofrecer a la Santísima Virgen como ofrenda de ese mes, para honrarla, agradecerle Su maternal auxilio y consuelo, reparar por sus culpas y las de sus hermanos y suplicarle su guía permanente.

Es así como debemos tener por lema, lo que alguna vez dijo aquel santo varón: “Mi afán principal será el de echar muchas obras buenas al lado derecho de la balanza, para que al presentarme ante el Trono del Juez Divino, no vaya a recibir sentencia de condenación para la eternidad, sino bienvenida al cielo para siempre.”

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes seis días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 15)

DÉCIMO QUINTO DIA

Hablemos hoy sobre el poder que Dios ha decidido otorgar a María para que nos ayude e alcanzar nuestra salvación.

“María, reina en el cielo sobre los ángeles y bienaventurados. Como regalo y honra a su profunda humildad, Dios le ha concedido el poder y la misión de llenar de santos todo el Cielo. Tal es la voluntad del Altísimo, que exalta siempre a los humildes (Lc 1,52): que el cielo, la tierra y los abismos se sometan, de buen grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien constituyó soberana del cielo y de la tierra, capitana de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, realizadora de sus portentos, reparadora del género humano, mediadora de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera de su grandeza y de sus triunfos” (San Luis María Grignon de Montfort).

Para ejemplificar el poder que Dios le ha sido entregado a la Santísima Virgen, incluso sobre los demonios, te contamos la siguiente historia:

Santo Domingo predicó mucho el rezo del Santo Rosario. Cuenta una biografía suya que un día le llevaron un pobre hombre endemoniado. El Santo puso el rosario que llevaba en el cuello de aquel hombre y después les preguntó a los demonios que le poseían:

De todos los Santos del cielo, ¿cuál es al que más temen?

Los demonios se negaron a responder, debido a que había mucha gente delante y no querían revelar en público a quién tenían miedo. Como Santo Domingo insistió, una y otra vez, al final contestaron en voz alta: “¡La Santísima Virgen!; nos vemos obligados a confesar que ninguno de los que perseveren en su servicio se condenará con nosotros; uno sólo de sus suspiros vale más que todas las oraciones, las promesas y los deseos de todos los santos. Muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan por su intercesión. Si no se hubiera opuesto a nuestro esfuerzo, hace mucho tiempo que tendríamos derribada y destruida a la Iglesia entera.”

Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todo el pueblo, y al fin los demonios salieron del pobre atormentado hombre, dando gritos, lanzando maldiciones y palabras obscenas. Estos demonios, gritaban con todas sus fuerzas llenos de rabia: “¡Qué suerte ser tú, hijo de María!” -le gritaban atormentados.

A este encuentro terrible, pero al mismo tiempo venturoso, Santo Domingo exclamaba: “Ahora sí que digo con toda paz que no tengo miedo a nada ni a nadie. Pero sí a una cosa: a vivir sin Ti, como si fuese huérfano. Encárgate Tú, por favor, de que eso no suceda, y ya está. ¡Gracias, Madre mía!”

La Virgen es omnipotencia suplicante, y es por ello que sus oraciones y súplicas son depositadas directamente en el Corazón de Dios, que las recoge como tesoros preciosos venidos de la “Doncella llena de Gracia”. La más Humilde de las vírgenes, y la más Bella de entre ellas, cumple su misión de llevarle almas a Dios y conducirlas por el camino de la salvación, pidiendo en todo momento para que Sus hijos, tengan el auxilio permanente que viene de su maternal protección, guía y consuelo.

La Virgen nuestra Madre, nunca nos abandona. En los momentos de más necesidad, sea ésta espiritual o temporal, Ella ruega a Dios por nosotros, pidiendo en todo momento por aquellas gracias y auxilios que necesitamos para poder remediar nuestras luchas, aflicciones y necesidades.

Con todo su amor, ruega a su Hijo, recordándole siempre la misión que Él le ha otorgado de pedir y velar por cada una de las almas que, en la Cruz, Él le entregó a su Maternidad.

En algunos días, festejaremos la advocación de María Auxiliadora. Pidámosle a esta tierna Madre, que ruegue a Dios por nosotros sin cansarse, especialmente en estos momentos que estamos viviendo en el mundo entero, donde la desesperanza, la angustia y la falta de fe, están apoderándose de los corazones que dudan de su presencia, de su maternal consuelo, y de su auxilio siempre oportuno.

-María, Auxilio de los cristianos, ¡ruega por nosotros!

-Virgen María, Madre nuestra Inmaculada, ¡muéstranos tu poder y derrota al enemigo!

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes ocho días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 14)

DÉCIMO CUARTO DIA:

¿Conoces la historia del Ángelus? ¿Sabes por qué lo rezamos…? Ahora te contamos la historia.

El Ángelus es una práctica piadosa, destinada a saludar y honrar la encarnación del Verbo en la Santísima Virgen María. Al rezarlo, recordamos y celebramos la misericordia de Dios para con la humanidad, junto a la disposición, humildad y obediencia de nuestra Madre del Cielo, que con su “sí” permitió que se abrieran para nosotros las puertas del Paraíso.

Es costumbre y norma en algunas congregaciones religiosas, sobre todo de vida contemplativa, el rezarlo tres veces cada día: una por la mañana, otra al mediodía y la tercera al caer la tarde, al toque de Campana.

La devoción consiste esencialmente en la triple repetición del Ave María, a lo cual, en subsiguientes tiempos, le fueron agregados, de forma intercalada, tres versos más, que ponen en contexto el Misterio de la Encarnación, uno de conclusión y una pequeña oración. La oración es la que pertenece a la antífona de Nuestra Señora “Alma Redemptoris”, en español “Augusta Madre del Redentor”; pero en rigor, hay distintas formas de oración y todas son válidas, en la medida en que expresan la misma idea.

Esta hermosa devoción, que honra a María y la pone, junto con Su Hijo, al menos una vez en el centro del día en señal de consagración a Ella, como Madre de Dios y ejemplo de virtudes, toma su nombre de la primera palabra del primer verso de la oración: “El Ángel del Señor anunció a María…” (en latín “Angelus Domini nuntiavit Mariæ”…).

Lo que muy pocos saben es que está normada una indulgencia de 100 días por cada vez que se la recita, con la posibilidad de ganar indulgencia plenaria una vez al mes. Esta indulgencia fue concedida a quienes recen el Ángelus por el Papa Benedicto XIII, el 14 de septiembre de 1724, pero las condiciones prescritas serían luego levemente modificadas por León XIII, el 3 de abril de 1884.

Al principio, era necesario que el Ángelus se dijese en posición de rodillas (excepto en los días domingo y la tarde de los días sábado, cuando las rúbricas o liturgia, prescribían postura de pie), y que se recitara al toque de campanas; pero una legislación posterior, permitiría dispensar de estas regulaciones por motivos justificados, con tal que la Oración fuese dicha en las horas apropiadas: en la mañana, al mediodía y por la tarde.

Al principio, el Ángelus debía ser dicho tal y como oficialmente había sido impreso, pero luego se contempló el caso de las personas que no supiesen leer y tampoco hubiesen podido aprender la oración de memoria, quienes, se reguló, podrían decir cinco avemarías en su lugar.

Una vez que el Ave María llegó a ser una oración diaria, rezada por consagrados y laicos, por allí por el Siglo XI (años 1000 a 1100), tomó especial acogida entre los laicos el rezo de tres Aves Marías diarias, en lugar de las tres oraciones más elaboradas recitadas por los monjes; como en el caso del Rosario (veíamos ayer) en qué ciento cincuenta salmos del Salterio fueron sustituidos por ciento cincuenta Ave Marías.

En el decreto franciscano del tiempo de San Buenaventura, encontramos que los laicos en general fueron animados a rezar tres Ave Marías al toque de campana en completas durante, o más probablemente después, del oficio de los frailes. Una especial justificación en el horario para estos saludos a Nuestra Señora, fue la creencia de que, justo a esa hora, ella era saludada por el Ángel.

Algunos estudiosos de los usos y costumbres, así como de la historia monástica a través de los siglos, comentan que el rezo del Angelus empezó a tener la importancia en el mundo católico, como imitación a la costumbre monástica de ese tiempo, y a la piedad del pueblo laico, que a imitación y por enseñanza de los monjes párrocos, tocaban las campanas para que igualmente el pueblo se pusiera en oración y cesara sus actividades.

Al parecer, este toque de campanas para los laicos aparece primeramente en Normandía en el año 1061 y se le describe como una campana que invita al pueblo a decir sus oraciones y a cesar sus actividades, más bien al caer la tarde. El rezo del Ángelus se incorporó al uso y a la costumbre al escuchar el toque de las campanas, integrándose paulatinamente como una práctica común de la sociedad medieval.

También la Iglesia sugiere que, pasando el tiempo, ya siendo conocida esta devoción, después de que las tres Ave Marías vespertinas se hicieran familiares, se estableció la costumbre de tocar la campana en la mañana, y proceder al rezo de las oraciones, cambiando así el horario al ya establecido por muchos años antes de la noche, para facilidad del pueblo que acostumbraba a rezarlo en familia.

La más antigua referencia sobre esta oración y el horario en que se realizaba se halla en las “crónicas de la ciudad de tejas de Parma”, Italia, en 1318, siendo la campana municipal la que sonaba en aquel caso. El obispo exhortaba a quienes escuchaban ese sonido, a decir tres Padrenuestros y tres Ave Marías por la conservación de la paz, por lo que fue llamada “la campana de la paz”. La misma designación fue aplicada a las campanadas de la tarde en todo sitio.

Fue así como el rezo del Ángelus empezó a difundirse por varios países, pero con horas a veces diferentes. El Ave María matutino pronto se volvió familiar en las naciones de Europa, y fue casi tan observado como el Ángelus vespertino. Incluso en Inglaterra, el Ave María vespertino (que fue el más difundido mundialmente con el nombre de “Ángelus”), fue hecho obligatorio por el Obispo John Stratford de Winchester, en 1324.

Poco a poco la costumbre iría afianzándose en la Iglesia y rezándose casi de manera generalizada así: en los Conventos, tres veces al día, y en algunos pueblos, dos veces al día para las oraciones de los laicos (matutina y vespertina).

En los siglos XIV y XV, el toque de campana del medio día, a menudo calificado también como “de la Paz”, y formalmente recomendado por Luis IX de Francia en 1475, fue estrechamente asociado más bien con la veneración de la Pasión de Cristo que con el saludo del ángel, y se promueve el rezo de largas oraciones, conmemorando la Pasión del Señor.

En un manuscrito inglés de 1576, se sugiere que la Resurrección sea honrada en la mañana, la Pasión al mediodía y la Encarnación en la tarde, pues esos serían los momentos del día en que dichos grandes Misterios ocurrieron.

En algunos libros de oración de esa época se sugiere, para cada una de las tres oraciones del día, diferentes devociones -como el Regina Coelli para la mañana (Esser 784)- oraciones de Pasión para el mediodía y los actuales versos del Ángelus para las Vísperas, hacia la caída del sol.

A alguna de esas prácticas, indudablemente, se debe el cambio del “Regina Coelli” por el Ángelus, durante el tiempo pascual. Esa sustitución fue recomendada por Angelo Rocca y Quarti, a principios del siglo XVII.

Nuestros presentes tres versos del Angelus y Regina Coelli en Pascua, parecen haber hecho primeramente su aparición en un catecismo italiano impreso en Venecia en 1560 (Esser 789); pero la forma completa, universalmente adoptada no puede ser rastreada antes de 1612.

Uniéndose al Ángelus y al Regina Coelli, un poco antes del año 1612, la Iglesia en Italia, adopta la práctica diaria de rezar “De profundis” por las benditas Animas del purgatorio, inmediatamente tras el Ángelus vespertino. Otra costumbre, también de origen italiano, es aquella de añadir tres Glorias al Ángelus, en acción de gracias a la Bendita Trinidad por los privilegios concedidos a Nuestra Señora.

Fue así como, con el paso del tiempo, los Papas contemporáneos fueron dándole forma y haciendo universal y regulado, específicamente el rezo del Ángelus, que finalmente quedó de la forma como ahora lo conocemos: Tres Aves Marías con sus previas salutaciones correspondientes en honor a la Encarnación del Señor y al Fiat de la Virgen, los Glorias en Honor y Alabanza a la Santísima Trinidad y la oración final, Seguido de esto, la petición misericordiosa por el descanso eterno de las almas del purgatorio, dejando para las tres de la tarde las oraciones exclusivas para honrar, alabar y adorar, la Cruz y la Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

Finalmente, para los Monasterios y Órdenes religiosas, quedaron reguladas las siguientes horas canónicas obligatorias de cumplir (en algunos casos, según la regla de la congregación que se trate, la obligatoriedad de cumplir con todas las horas canónicas, varia). En el caso de los laicos, la Iglesia, motiva y sugiere el rezo de por lo menos, los Laudes (por la mañana) y las Completas (al acostarse a dormir), para consagrar el día y la noche al Señor.

Como nos hemos dado cuenta, los tiempos en la Iglesia se miden en Siglos, y gracias a la Efusión del Espíritu Santo, es que los designios de Dios, se van organizando y plasmando a través de los años. Fue así como las horas canónicas quedaron estipuladas, y el Ángelus, en la Iglesia universal, queda especificado para todos a la misma hora y con el mismo formato de oración.

 

El Angelus (L’Angélus): Pintura de Jean Francois Millet, óleo sobre lienzo (66×55.5cm), pintada entre 1857 y 1859. Refleja una pareja en el campo, deteniendo sus actividades para honrar a la Virgen, probablemente  al escuchar la campana de una Iglesia (que se sugiere al fondo)

 

 

Horas Canónicas:

*Maitines (antes de amanecer, generalmente a las 3 de la madrugada).

*Laudes (al amanecer, generalmente a las 6 de la mañana).

*Prima (Primera hora después del amanecer, pasadas las 6:00 am).

*Tercia (Tercera hora después del amanecer, alrededor de las 9:00 am).

*Sexta (Mediodía, a las 12:00, después del Ángelus en tiempo ordinario, o Regina Coelli, en tiempo de Pascua)

*Nona (sobre las 15:00 pm, hora de la Misericordia; de la Muerte del Señor en la Cruz).

*Vísperas (tras la puesta del sol, habitualmente sobre las 6:00 pm, después del Ángelus, en el tiempo ordinario y el Regina Coelli, en tiempo de Pascua).

*Completas (antes del descanso sobre las 9:00 pm).

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes nueve días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

 

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 13)

DÉCIMO TERCER DIA:

Hace apenas dos días, comenzamos las “Rosas a María” escribiendo lo siguiente: “En mayo ‘es tradición rezar el Rosario en casa, con la familia. Las restricciones de la pandemia nos han ‘obligado’ a valorizar esta dimensión doméstica [de nuestra existencia] también desde un punto de vista espiritual’, dice Francisco en una Carta a los fieles. Por eso propone “redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa…” Bien, hoy profundizaremos en este asunto:

¿Conoces la historia del Santo Rosario?

El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. Contrariamente a lo que algunos sostienen, no fue “ideado” ni “transmitido” en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución.

De hecho, la mayoría de nosotros recordará que hace poco más de 15 años el Papa Juan Pablo II todavía hizo algunas modificaciones importantes al rezo de esta maravillosa oración. Pero vayamos al principio:

Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. Precisamente en el año 910 se fundó la Orden Cluniacense, que le dio una gran importancia a la “oración coral comunitaria”. Literalmente, querían que sus abadías fuesen “un anticipo de la Jerusalén celestial”, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos, como nos la presentan las Sagradas Escrituras (Cfr. Ap 5,9; 14,3; 15,3).

Por ello distinguieron entre dos tipos de monjas y monjes: los dedicados a la oración coral, que rezaban al día los 150 salmos de la Biblia, y los que, generalmente por no saber leer, estarían dedicados al trabajo manual.

Estos últimos solían ser personas sencillas e iletradas, que se ocupaban de la cocina, la portería, la huerta u otros oficios “menores”. Pero era preciso que también ellos y ellas orasen. Por eso, algunos de estos monjes ‒y monjas‒ comenzaron a rezar individualmente 150 Padrenuestros al día, en lugar de los 150 salmos que rezaban los que asistían a la oración coral. Esta piadosa costumbre se fue difundiendo no sólo entre los cluniacenses, sino también entre otras comunidades religiosas, y luego entre sacerdotes y laicos piadosos.

Fue en el siglo XII, que la Orden Cisterciense (fundada en el año 1098) le comenzaría a dar una gran importancia al culto a la Virgen María. Tanto así, que casi todas las abadías fundadas por ellos llevan el nombre de alguna advocación mariana. Su principal teólogo, san Bernardo de Claraval (1090-1153), difundió muchísimo la devoción a María como Madre, más que como Reina (que era lo normal desde el siglo V). Fue él quien ideó el título de “Nuestra Señora”: de tal forma que María va dejando de tener la imagen de “la Señora feudal” y pasa a ser “Nuestra Señora”, es decir, “Nuestra Madre”.

Pues bien, en este contexto, las monjas y los monjes cistercienses van a reemplazar en el Rosario algunos Padrenuestros por Salutaciones de la Virgen María. Todavía no se había creado la oración del Avemaría, sino que se rezaba sólo la primera parte: la Salutación del ángel, tomada de Lc 1,28-33: “Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo” y algunos le añadían la segunda parte del saludo, correspondiente a Santa Isabel: “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”.

A lo largo del siglo XIII se va extendiendo la costumbre de rezar tres cincuentenas de Salutaciones, es decir, 150 Salutaciones, en lugar de 150 Padrenuestros. Se crea así el “Salterio de María”. Y se va a añadir el nombre de “Jesús” al final de la Salutación del Ángel y de Isabel. Además, es en esta época cuando comienza a generalizarse el uso de “contadores”, es decir, de rosarios, para poder llevar la cuenta de las Salutaciones que se van rezando.

Después, en el siglo XIV, las Órdenes mendicantes (Franciscanos, Dominicos, Carmelitas y Agustinos, fundados, junto a sus ramas femeninas, en la primera mitad del siglo XIII), van a difundir el rezo del Salterio de María en sus predicaciones y entre los laicos que ellos acompañaban espiritualmente.

Llegó un momento en que algunos grupos fueron sospechosos de cometer herejías, por lo que surgió hacia 1380 otra corriente espiritual: la Devotio Moderna (o devoción moderna), que proponía, básicamente, una oración sencilla y metódica y la meditación de los pasajes del Evangelio. En este contexto encajaba muy bien el sencillo y metódico rezo del Salterio de María. Pues bien, es entonces cuando en ciertas abadías cartujas, se van a añadir al final de cada Salutación del Ángel una coletilla que ayude al orante a meditar un pasaje de la vida de Jesús. Por ejemplo: “… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que nació en Belén”. O “… que murió en la Cruz”. Y, así, se va extendiendo la costumbre de añadir a cada una de las 150 Salutaciones una terminación diferente sobre Jesús. Hubo diversos modos de hacerlo.

Parece que es a comienzos del siglo XV cuando se crea el Avemaría completo. A la primera parte, que ya era: Dios te dice ‘salve’, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” se añade la segunda parte: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. En algún momento se suprimió el “dice” y quedó como “Dios te salve”, pero a lo que se refiere es a que el Ángel le dice “Salve” (es decir, saluda) a María, de parte de Dios.

El caso es que fue as así como, poco a poco, se fue conformando el rezo del Rosario que todos conocemos, en el que se combina el recitado de Avemarías y la meditación de pasajes de la vida de Jesús y su Madre.

En 1475, los frailes Dominicos fundaron la primera “Cofradía del Rosario”. Ésta tuvo tanto éxito entre el pueblo fiel y las autoridades civiles y eclesiásticas, que rápidamente comenzaron a fundarse Cofradías del Rosario en otros conventos dominicos, pasando a ser responsabilidad de la Curia Generalicia de la Orden de Predicadores (Roma) en 1485. Desde entonces serán los dominicos los grandes difusores del Santo Rosario, aunque también lo hicieron muchos otros religiosos, laicos y sacerdotes.

Hay cuatro factores que contribuyeron al éxito del Rosario, (en ese momento se le conocía con el nombre de oración simplemente):

  • Es muy sencilla
  • Se puede rezar individual o comunitariamente
  • Anima a meditar los Evangelios y
  • Ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos, por supuesto, por la intercesión valiosísima de la Madre del Cielo.

Gracias a esto último, la Iglesia cree que el rezo del Rosario contribuyó a que sucedieran muchas acciones milagrosas, como curaciones, conversiones, la liberación de ciudades sitiadas y el apaciguamiento de fenómenos naturales como terremotos, tempestades, erupciones volcánicas o tsunamis.

Tratando de integrar el rezo del Rosario en la espiritualidad, en esa época comienza a identificarse a Santo Domingo de Guzmán con el Rosario. Y, pasado el tiempo, surgió la conocida tradición de que la Virgen María le entregó a ese santo un rosario, pidiéndole que propagara esa oración por el mundo entero; considerando así a Santo Domingo el fundador del Rosario.

En el Siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana (española) venció a la musulmana (turca), que era muy superior. La clave la encontramos en que el Papa san Pío V (1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el Rosario para que María, como Madre de la Iglesia, intercediera ante Su Hijo Jesús.

Como consecuencia de esa victoria, en 1573 el Papa Gregorio XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo de octubre. Posteriormente esa fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla de Lepanto. Es por eso que, debido a la tradición de la Iglesia ante este suceso histórico, el 7 de octubre, día de la Fiesta del Rosario, o de la Virgen del Rosario, se quedó para honrar el poder de la oración del Rosario, que hace milagros, por intercesión de la Virgen María.

El Papa San Pío V, fue quien estableció formalmente el modo de rezar el Rosario. Éste va a constar de tres grupos de 5 misterios. Los primeros son los gozosos que invitan a meditar los pasajes más importantes de la infancia de Jesús. Después están los misterios dolorosos, sobre la pasión de nuestro Señor. Y por último están los misterios gloriosos, en los que se medita sobre la resurrección del Señor y otros acontecimientos posteriores. En cada misterio se rezan un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, mientras se medita un pasaje de la vida de Jesús o de María. Básicamente, es una oración en la que se repite rítmicamente el Avemaría. Esto nos ayuda a “sintonizar” nuestro corazón con el corazón de la Virgen, para que ella nos conduzca hacia su Hijo.

Durante los siglos XVII y XVIII se difundió mucho el rezo del Rosario entre el pueblo fiel. En 1629 el dominico fray Timoteo Ricci (1579-1643) creó el “Rosario Perpetuo”. Una forma maravillosa de hacer que la Virgen estuviera presente en todo momento en la vida de la Iglesia. Para ello, repartió 8.760 tarjetas (correspondientes a las 8.760 horas que tiene un año solar), para que en cada hora del año hubiese alguien rezando los quince misterios del Rosario. Fue tan bien acogido, que en algunas ciudades tuvieron que repartirse varios grupos de tarjetas, porque los solicitantes sobrepasaban con mucho el número de 8.760. Con el apoyo de los Papas, el Rosario Perpetuo fue difundido por Europa y las tierras de misión.

Tras la Revolución Francesa (1789) y las siguientes revoluciones liberales del siglo XIX, la Iglesia sufrió un verdadero cataclismo: perdió su influencia pública, le arrebataron sus posesiones y, sobre todo, intentaron desplazarla como referente moral ante la sociedad. Valores tan evangélicos como la libertad, la fraternidad y la igualdad fueron asumidos como propios por los revolucionarios, que se estrellaron contra la Iglesia por considerarla “cómplice” del sistema monárquico… Los intelectuales acusaron a la Iglesia de “oscurantista”, a pesar de que muchos de ellos le debieron a la Iglesia sus luces, pues fue a través de la Iglesia que la lectura y la escritura se popularizaron y dejaron de ser un privilegio exclusivo de los nobles… Luego el marxismo acusaría a la Iglesia de ser el “opio de los pueblos”, aunque siempre trató de despertar al hombre hacia una realidad trascendente.

Como consecuencia de todo ese ambiente anticlerical generalizado, las órdenes religiosas fueron expulsadas y se pusieron muchas trabas a los sacerdotes. Ante esta situación, el pueblo fiel encontró su refugio espiritual en las devociones. Una de las principales fue el simple rezo del Santo Rosario.

La joven seglar Paulina Jaricot (1799-1862), tomando como referencia el Rosario Perpetuo ‒que apenas se rezaba ya por estar desfasado‒ ideó el “Rosario Viviente”, pensando sobre todo en la clase obrera. Consistía en crear grupos de 15 personas en los que cada una se comprometiese a rezar, al día, un misterio del Rosario. Así, cada grupo rezaba un Rosario completo al día. Otro objetivo del “Rosario Viviente” era apoyar espiritual y económicamente a las misiones, siendo el precursor de las Obras Misionales Pontificias. Este rezo se extendió muy rápidamente por Europa y después en los pueblos de misión.

No es extraño que en dos apariciones de la Virgen, el Rosario sea un elemento central: en Lourdes (1858) la Virgen pide expresamente que se rece el Rosario, y en Fátima (1917) la propia Virgen se llama a sí misma “Nuestra Señora del Rosario”.
El Papa León XIII (1810-1903), viendo la importancia que tiene esta oración, le va a dedicar once Encíclicas. En la primera (1883) declara octubre como mes del Rosario.

Fue así, como con el correr de los años, guerras mundiales, transformación de las sociedades, “evolución” y revoluciones, llegó el siglo XXIEs tanto lo que la sociedad está cambiando, que la Iglesia ha de modernizar el culto mariano, para hacerlo asequible a la persona actual. En ese sentido, el Papa Juan Pablo II (1920-2005) además de promover mucho el rezo del Rosario, introdujo cinco nuevos misterios: los luminosos, que versan sobre la vida pública de Jesús.

En el Apostolado de la Nueva Evangelización, tenemos como uno de los pilares de nuestra espiritualidad el ser “Marianos”. Como nuestro Director General lo ha explicado muchas veces, esto va más allá de la simple “devoción”:

“Las devociones y las prácticas piadosas deben llevarnos a una realidad más profunda, y esa es la espiritualidad. En nuestro caso, el ser ‘marianos’ significa que debemos de meditar, aprender, asimilar e imitar las virtudes de la Virgen María, acerca de las cuales profundizamos al mismo tiempo que le demos honor y la veneramos con el rezo diario del Santo Rosario.”

No se trata solamente de presentar nuestro amor cada día a la Madre del Cielo, en cada recitación que se ora el Ave María, sino también de “rumiar” y “madurar” en las virtudes de María hasta ir. Por la gracia del Espíritu Santo, “apropiándonos” de ellas, haciéndolas nuestras, con la ayuda de su poderosa y maternal intercesión.

Pidámosle a Ella que nos ilumine, nos fortalezca y nos conduzca por el camino de la Voluntad de Dios, rezando con el corazón el Santísimo Rosario, siendo esta oración poderosa para vencer al mal, auxiliarnos en las tentaciones, y traer al mundo la paz y la concordia, así como la conversión de los pecadores, la unión de las familias y el advenimiento del Reino de los Cielos a la tierra.

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen durante los siguientes diez días, la oración “Bajo Tu amparo”, que nos ha pedido el Papa Francisco rezar para los días de pandemia que estamos viviendo en el mundo, pidiendo por:

– Todos los infectados y sus familias.

– Todas las personas que han fallecido, por sus almas para que estén ya con el Señor.

– Por todas las familias que han perdido seres queridos y no han podido despedirse de ellos. Para que el Señor les dé la fortaleza y la gracia del consuelo, y puedan superar esta grandísima prueba.

– Por la situación de la economía mundial, para que el Señor ayude al mundo entero y obre en los corazones de los gobernantes, para que el trabajo no falte y todos los hogares puedan contar con lo necesario para vivir y cubrir las necesidades básicas familiares.

– Para que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos momentos (a cada uno y a nuestras familias), y nos proteja de todo mal, y por Su Intercesión, nos alcance las gracias que necesitamos en el alma y en el cuerpo.

– Para que pronto acabe esta pandemia, y todos los hombres vuelvan sus ojos a Dios, nos convirtamos y seamos mejores hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

– Por todos los jóvenes y niños, para que no pierdan la esperanza, la felicidad, la paz y las ganas de vivir y de trabajar por un mundo mejor.

-Por la unión de todas las familias y especialmente por los padres, para que siempre sean testimonio y apoyo sólido de amor, paciencia, alegría, confianza, misericordia y perdón para sus hijos.

Por esas intenciones, recemos todos virtualmente juntos y espiritualmente unidos:

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 12)

DÉCIMO SEGUNDO DÍA:

Conmemorando esta solemne fiesta mariana, en la que se recuerda uno de los regalos más grandes del Señor al hombre contemporáneo, que son las apariciones de Su Santísima Madre en Fátima, Portugal, y que comenzaron justamente un día como hoy, del año 1917, empezaremos con un poco de historia.

La Santísima Virgen María se apareció en seis ocasiones en Fátima a tres pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta Marto. Jacinta y Francisco eran hermanos, mientras que Lucía era la prima hermana de ambos.

Los niños solían llevar a pastar las ovejas que tenían en su rebaño, y era su obligación traerlas de vuelta completas en número y no muy caída la tarde. Un día, estando en la ladera del lugar donde tenían por costumbre descansar, después de un rato de andar tras ellas, se les apareció un ángel. Aquí te contamos de forma breve, la historia:

Apariciones del Ángel de La Paz:

Un tiempo antes de la manifestación de Nuestra Señora de Fátima, los niños tuvieron tres apariciones de un Ángel. La primera tuvo lugar en la primavera de 1916 en la cueva cercana a donde pastoreaban las ovejas.
El Ángel les dijo: “No teman. Soy el Ángel de la Paz. Recen conmigo.”
Luego se arrodillo en la tierra, se inclinó y dijo: “Mi Dios, Yo creo en ti, Yo te adoro y Yo te amo. Te pido perdón por todos aquellos que no creen, que no te adoran y no te aman.” Lo repitió tres veces, se levantó y les dijo a los pequeños: “Recen de esta manera. Los corazones de Jesús y de María están atentos a sus súplicas.” Luego desapareció.
En la segunda aparición, entre otras cosas, el Ángel les dijo: “Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les envíe”.
En la tercera aparición, el Ángel nuevamente se apareció en la cueva. Llevaba consigo un cáliz y sostuvo sobre él, una Hostia. Repitió tres veces esta oración:
“Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en acto de reparación por los sacrilegios, ultrajes e indiferencia por la cual Él Mismo es ofendido. Y mediante los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, yo le pido la conversión de los pobres pecadores.” Después le dio la Hostia a Lucía y ofreció el contenido del Cáliz a Jacinta y Francisco, para que lo bebieran. Volvió a repetir la oración y se marchó.

Las Apariciones de la Santísima Virgen ocurrieron entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.

El 13 de mayo de 1917, se produjo el siguiente diálogo:
– ¿De dónde es su merced? – Mi patria es el cielo.
– ¿Y qué desea de nosotros? – Vengo a pedirles que vengan el 13 de cada mes a esta hora (mediodía). En octubre les diré quién soy y qué es lo que quiero.
– ¿Y nosotros también iremos al cielo? – Lucía y Jacinta sí.
– ¿Y Francisco?
Los ojos de la aparición se vuelven hacia el jovencito y lo miran con expresión de bondad y de maternal reproche mientras va diciendo: – El también irá al cielo, pero antes tendrá que rezar muchos rosarios.
Y la Santísima Virgen continuó diciéndoles:
– ¿Quieren ofrecerse al Señor y estar prontos para aceptar con generosidad los sufrimientos que Dios permita que les lleguen, y ofreciéndolo todo en desagravio por las ofensas que se hacen a Nuestro Señor?
– Sí, Señora, queremos y aceptamos.
Con un gesto de amable alegría, al ver su generosidad, les dijo:
– Tendrán ocasión de padecer y sufrir, pero la gracia de Dios los fortalecerá y asistirá.

Segunda aparición, 13 de junio de 1917:

La Santísima Virgen les dice a los tres niños: “Es necesario que recen el Rosario y aprendan a leer.” Lucía le pide la curación de un enfermo y la Virgen le dice: “Que se convierta y el año entrante recuperará la salud.”
Lucía le suplica: “Señora: ¿quiere llevarnos a los tres al cielo?”
– Y Ella le responde: “Sí. A Jacinta y a Francisco los llevaré muy pronto, pero tú debes quedarte aquí abajo, porque Jesús quiere valerse de ti para hacerme amar y conocer. Él desea propagar por el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón.”
¿Y voy a quedarme solita en este mundo? – Le dice Lucía.
– La Virgen: “¡No hijita! ¡Sufres mucho! Pero no te desanimes, que yo no te abandonaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y yo seré el camino que te conduzca a Dios.”

Tercera aparición, 13 de julio de 1917:
Ya hay 4 mil personas. Nuestra Señora les dice a los videntes: “Es necesario rezar el Rosario para que se termine la guerra.” Con la oración a la Virgen se puede obtener la paz. La Virgen les enseña: “Cuando sufran por algo digan: ¡Oh, Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores!”
La Virgen abrió sus manos y un haz de luz penetró en la tierra y apareció un enorme horno lleno de fuego, y en él muchísimas personas semejantes a brasas encendidas, que levantadas hacia lo alto por las llamas volvían a caer gritando entre lamentos de dolor. Lucía dio un grito de susto. Los niños levantaron los ojos hacia la Virgen como pidiendo socorro y Ella les dijo:
“¿Han visto el infierno donde van a caer tantos pecadores? Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón. Si se reza y se hace penitencia, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. Pero si no se reza y no se deja de pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las anteriores, y el castigo del mundo por sus pecados será la guerra, la escasez de alimentos y la persecución a la Santa Iglesia y al Santo Padre. Vengo a pedir la Consagración del mundo al Corazón de María y la Comunión de los Primeros Sábados, en desagravio y reparación por tantos pecados. Si se acepta lo que yo pido, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Pero si no, una propaganda impía difundirá por el mundo sus errores y habrá guerras y persecuciones a la Iglesia. Muchos buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Varias naciones quedarán aniquiladas. Pero al fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará.”
Y añadió Nuestra Señora: “Cuando recen el Rosario, después de cada misterio digan: ¡Oh, Jesús, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia!”

Cuarta aparición, 13 de agosto 1917:
Finalmente, la aparición no fue posible el 13 de agosto, porque ese día el alcalde tenía prisioneros a los 3 niños intentando hacerles decir que ellos no habían visto a la Virgen.  Aunque el alcalde no logró su propósito, la aparición sucedió unos días después.
La Santísima Virgen les dijo en la Cuarta Aparición: “Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los pecadores. Tienen que recordar que muchas almas se condenan porque no hay quién rece y haga sacrificios por ellas.” (El Papa Pío XII decía que esta frase era la que más le impresionaba del mensaje de Fátima y exclamaba: “¡Misterio tremendo: que la salvación de muchas almas dependa de las oraciones y sacrificios que se hagan por los pecadores!”)
Desde esta aparición los tres niños se dedicaron a ofrecer todos los sacrificios posibles por la conversión de los pecadores y a rezar con más fervor el Rosario.

Quinta aparición, 13 de Septiembre 1917:
Ya hay unas 12 mil personas. Nuestra Señora les recomienda a los niños que sigan rezando el Rosario y anuncia el fin de la guerra. Lucía le pide por varios enfermos. La Virgen le responde que algunos sí se curarán, pero que otros no, porque para la santificación de algunas personas, es más conveniente la enfermedad que la buena salud. Ese día, la Virgen invita a todos a presenciar un gran milagro que se daría un mes después, exactamente el 13 de octubre de ese año.

Sexta y última aparición, 13 de octubre de 1917:
Ese 13 de octubre, se encontraban reunidas al menos 70 mil personas. En ese día de la aparición, la Virgen les revela con qué advocación quiere ser llamada y les dice a los tres niños: “Yo soy la Virgen del Rosario. Deseo que en este sitio me construyan un templo y que recen todos los días el Santo Rosario.”
Lucía le dice los nombres de bastantes personas que quieren conseguir salud y otros favores muy importantes. Nuestra Señora le responde que algunos de esos favores serán concedidos y otros serán reemplazados por favores mejores. Y añade: “Pero es muy importante que se enmienden y que pidan perdón por sus pecados.”
Y con un aire de tristeza, la Santísima Virgen dijo unas de sus últimas palabras de las apariciones: “QUE NO OFENDAN MÁS A DIOS, QUE YA ESTA MUY OFENDIDO” (Lucía, en su libro afirma que, de todas las frases oídas en Fátima, ésta fue la que más le impresionó).
La Santísima Virgen, antes de despedirse, señaló con sus manos hacia el sol y entonces los 70 mil espectadores presenciaron un milagro conmovedor, un espectáculo maravilloso, nunca visto: la lluvia cesó instantáneamente (había llovido desde el amanecer y era mediodía) las nubes se alejaron y el sol apareció como un inmenso globo de plata o de nieve, que empezó a dar vueltas a gran velocidad, esparciendo hacia todas partes luces amarillas, rojas, verdes, azules y moradas, y coloreando de una manera hermosísima las lejanas nubes, los árboles, las rocas y los rostros de la muchedumbre que allí estaba presente. De pronto, el sol se detiene y empieza a girar hacia la izquierda despidiendo luces tan bellas que parece una explosión de juegos pirotécnicos, y luego la multitud ve algo que la llena de terror y espanto:
Ven que el sol se viene hacia abajo, como si fuera a caer encima de todos ellos y a carbonizarlos, y un grito inmenso de terror se desprende de todas las gargantas… “¡Perdón, Señor, perdón!”, fue un acto de contrición dicho por muchos miles de pecadores. Este fenómeno natural se repitió tres veces y duró diez minutos. No fue registrado por ningún observatorio astronómico, porque era un milagro absolutamente sobrenatural que pudieron ver cada una de las personas que se encontraban en ese día, ahí mismo, donde tuvo lugar la aparición.

Luego el sol volvió a su sitio y los miles de peregrinos que tenían sus ropas totalmente empapadas por tanta lluvia, quedaron con sus vestidos instantáneamente secos. Y aquel día se produjeron maravillosos milagros de sanaciones y conversiones.
El mensaje que nos deja la Virgen con su advocación de “Nuestra Señora del Rosario en Fátima”, es que se necesita de mucha oración para que el mundo pueda alcanzar la paz, terminen las guerras, los pecadores se conviertan y muchos se salven de ir al infierno.

Para esto, la Virgen nos pide a través de Lucía, Francisco y Jacinta que recemos diariamente el Rosario. pidiendo por esas intenciones y por las intenciones de Su Inmaculado Corazón, para que Éste pronto Triunfe, así como la práctica piadosa de los cinco sábados primeros de mes, en reparación por los pecados y ofensas cometidas en el mundo entero contra el Corazón Sagrado de Su hijo y Su Inmaculado Corazón.

La síntesis del mensaje de la Santísima Virgen en Fátima es una invitación a Rezar el Rosario, hacer oración y sacrificios por la conversión de los pecadores y NO ofender más a Dios, que ya está muy ofendido.

Durante esos meses, la Santísima Madre entrega a los niños tres “secretos”, los cuales revelaban la guerra y la terminación de ella con la oración; los horrores de pecados que se cometerían y se cometían, que incitaban la justicia de Dios para el mundo, y la manera de cómo con sacrificios, oración y ayunos, esos castigos serían detenidos o en su caso minimizados, por la intercesión de María Santísima y, por último, la purificación y persecución que viviría la Iglesia junto con el Papa.

Todos estos secretos, fueron entregados a la Jerarquía de la Iglesia, siendo el último secreto entregado por la misma Lucía, al Papa Juan Pablo II, y el Cardenal Ratzinger, como Prefecto para la Doctrina de la Fe, lo dio a conocer. Ya después, siendo Papa Benedito XVI, lo explicaría mejor y con más detenimiento.

Para la práctica de los cinco sábados primeros de mes, la Virgen, el 10 de diciembre de 1925, siendo Lucía postulante en el convento de las Doroteas en España, se le manifestó llevando al Niño Jesús en brazos, y le dijo: “Mira hija mía, mi Corazón cercado de espinas, que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di a todos que, si durante cinco meses, en el primer sábado de mes, se confiesan, reciben la Sagrada Comunión, recitan el Rosario y me hacen compañía durante 15 minutos, al mismo tiempo meditan sobre los quince misterios del Rosario, con un espíritu de expiación, Yo les prometo asistirlos a la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas.”

13 de octubre de 1930: El Obispo de Leiria declara, “dignas de fe” las apariciones, y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima en su Diócesis.

13 de mayo de 1931: Se consagra por primera vez a Portugal, al Inmaculado Corazón de María.

31 de octubre de 1942: Pío XII, hablando en portugués por la radio, consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María.

2 de enero de 1944: La hermana Lucía puso por escrito la tercera parte del Secreto de Fátima.

13 de mayo de 1946: La Imagen de Nuestra Señora de Fátima de la capillita es coronada por el Cardenal Marsella.

21 de noviembre de 1964: El Papa Pablo VI, cuando clausura la tercera sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II, anuncia, la concesión de “La Rosa de Oro” al Santuario de Fátima, la que entregaría el Cardenal Cento, el día 13 de mayo de 1965.

13 de mayo de 1967: S.S. Pablo VI, viaja a Fátima en el cincuentenario de la primera aparición de Nuestra Señora.

12 y 13 de mayo de 1982: S.S. Juan Pablo II viaja a Fátima como peregrino, para agradecer el haber sobrevivido del brutal atentado, sufrido un año antes en la plaza de San Pedro, y consagra a la Iglesia, a los hombres y a los pueblos, al Inmaculado Corazón de María.

25 de marzo de 1984: En la plaza de San Pedro en Roma, delante de la Imagen de la Virgen, Juan Pablo II consagra una vez más, el mundo, al Inmaculado Corazón de María, en unión con todos los Obispos del Mundo.

12 y 13 de mayo de 1991: El Santo Padre Juan Pablo II, vuelve a Fátima por segunda vez, como peregrino, en el décimo aniversario de su atentado.

13 mayo de 2000: El Santo Padre preside la ceremonia de beatificación de Jacinta y Francisco Marto. Posteriormente se beatificaría también a su prima, Sor Lucía.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh, clementísima, oh piadosa, oh, dulce Virgen María! Amén

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, hoy es el último día en que rezaremos, con mucha devoción, la “Coronilla a las lágrimas de María”. Pedimos especialmente:

– Por la conversión del mundo.

– Por los enfermos de COVID-19 y sus familiares.

– Por todas las almas de quienes han fallecido a causa de la pandemia.

– Por la situación económica de todas las familias del mundo.

– Por la paz en todos los hogares y en todos los países del mundo, y por quienes los gobiernan.

– Para que la Santísima Virgen nos guarde de todo mal.

– Para que, por intercesión de María, el Señor nos alcance las gracias que necesitamos para ser mejores hijos de Dios y mejores miembros del ANE.

ACLARACIÓN: Esta Coronilla que rezaremos NO es la que rezamos como devoción en nuestro Apostolado con los Padrenuestros y Avemarías ni nuestras meditaciones habituales. Los Siete Dolores, por supuesto, son los mismos, pero esta es una versión breve, para estos próximos diez días.

Iniciaremos esta Coronilla como siempre se la hace, rezando el Credo de los Apóstoles, que es el que habitualmente rezamos en el ANE; luego rezamos la “oración inicial” y lo que sigue, como se indica a continuación:

CREDO DE LOS APÓSTOLES:

Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

ORACIÓN INICIAL:

Con tus lágrimas, oh, Madre Dolorosa, destruye el dominio de los infiernos.

Con tu mansedumbre, Oh, Señor Jesucristo, Tú que estás desligado de cadenas, libra al mundo de los errores actuales. Oh, Jesús crucificado, postrados a tus pies, te ofrecemos las lágrimas de tu Santísima Madre, que te acompañó con ardiente y compasivo Amor, en el Doloroso camino de la Cruz.

Concédenos, oh, Buen Maestro, que sigamos de todo corazón, las enseñanzas que por medio de sus lágrimas nos ha dado, para que, cumpliendo con tu Santísima Voluntad en la tierra, nos hagamos dignos del honor de alabarte en el cielo por toda la eternidad. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén.

Los 7 Dolores de la Santísima Virgen:

Primer Dolor: Al oír la profecía de Simeón, de que su Hijo iba a morir y que su alma sería traspasada por una espada.

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste con el anuncio de Simeón cuando dijo que tu corazón sería el blanco de la Pasión de tu Hijo. Haz, Madre Mía, que sienta en mi interior la Pasión de tu Hijo y tus dolores, para que esto me ayude en mi Conversión”.

Intención: Por la conversión del mundo, empezando en nosotros, pecadores, que meditaremos estos misterios de dolor de nuestra Madre.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra.
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Segundo dolor: La huida a Egipto

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste en el destierro a Egipto, pobre y necesitada en aquel largo camino. Haz, Señora, que sea libre de las persecuciones de mis enemigos”

Intención: Por los enfermos de COVID-19 y sus familiares: que por intercesión de nuestra Madre del Cielo, el Señor alivie sus sufrimientos y les dé fortaleza.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Tercer Dolor: El Niño Jesús perdido por 3 días

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste con la pérdida de tu Hijo durante tres días en Jerusalén. Concédeme lágrimas de verdadero dolor para llorar culpas por las veces que he perdido a mi Dios en el camino de la vida”

Intención: Por todas las almas que se nos han adelantado en el camino de regreso a la Casa del Padre, a causa de la pandemia, para que Dios las reciba pronto en Su Gloria, y para que el Señor, Rico en Misericordia, les dé la fortaleza y resignación a sus familiares y amigos ante el dolor de la pérdida.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Cuarto dolor: El encuentro de la Virgen María con Jesús, cargando la Cruz en el camino al Calvario

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste al ver a tu Hijo con la cruz sobre los hombros, caminando al Calvario entre burlas, ultrajes y caídas. Ayúdame, Señora, para que lleve con paciencia la cruz de las mortificaciones y de los esfuerzos cotidianos”

Intención: Por la situación económica de todas las familias del mundo, y por todos los desafíos que se vienen en adelante; para que la Virgen nos cubra a todos con maternal Manto, y nos ate a Su Inmaculado Corazón.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Quinto dolor: La crucifixión y muerte de Jesús

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste al ver morir a tu Hijo, clavado en la cruz entre dos ladrones. Ayúdame, Señora, a crucificar diariamente mis debilidades, vicios y pasiones”

Intención: Por la paz en todos los hogares y en todos los países del mundo. Por los que gobiernan las naciones; para que el Espíritu Santo los ilumine y guíe ante la nueva situación, los riesgos y las oportunidades que enfrentarán las sociedades del mundo ahora.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María
  3. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  4. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo

Sexto Dolor: El Cuerpo de Jesús es bajado de la Cruz y colocado en los brazos de su Madre

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste al recibir en tus brazos aquel santísimo cuerpo difunto y desangrado, con tantas llagas y heridas. Haz, Señora, que mi corazón viva herido de amor y muerto a todo lo mundano.”

Intención: Para que la Santísima Virgen nos guarde de todo mal del cuerpo y del alma; sea nuestro amparo, nuestro auxilio y nuestro perpetuo socorro; eficaz abogada e intercesora, verdaderamente una Madre, para todos nosotros.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Séptimo Dolor: Por la soledad en que se quedó al sepultar a su Divino Hijo

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste en tu soledad, sepultado ya tu Hijo. Haz, Señora, que yo quede sepultado a todo lo terreno y viva sólo para Ti y sienta en mi interior la Pasión de tu Hijo y tus dolores.”

Intención: Para que por intercesión de María, el Señor nos alcance las gracias, dones y talentos que necesitamos para ser mejores hijos de Dios y mejores miembros del ANE: personas de paz y de servicio; testigos y promotores del amor y la misericordia en los lugares donde nos desenvolvemos, transmitiendo fe, esperanza y caridad, especialmente a quienes más lo necesitan.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Oración final:

¡Oh, María, Madre del Amor, del dolor y de la compasión, te rogamos que unas nuestras oraciones con las tuyas, para que Jesús, tu Hijo Divino a Quien invocamos, oiga nuestras súplicas, en nombre de tus lágrimas Maternales, y nos conceda la Paz que tan ardientemente buscamos, para que así podamos obtener la corona de la vida eterna. Amén.

 LETANÍAS:

Señor ten piedad de nosotros… Señor ten piedad de nosotros

Cristo ten piedad de nosotros… Cristo ten piedad de nosotros

Señor ten piedad de nosotros… Señor ten piedad de nosotros

Cristo óyenos… Cristo óyenos

Cristo escúchanos… Cristo escúchanos

Padre Celestial, que eres Dios… Ten piedad de nosotros

Hijo, Redentor del mundo, que eres Dios… Ten piedad de nosotros

Espíritu Santo, que eres Dios… Ten piedad de nosotros

Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad y misericordia de nosotros

Ahora se contesta:  RUEGA POR NOSOTROS

Santa maría,

Santa Madre de Dios,

Santa Virgen de las Vírgenes,

Madre en el Corazón Crucificada,

Madre Dolorosa,

Madre llorosa,

Madre afligida,

Madre desamparada,

Madre desolada,

Madre de tu Hijo privada,

Madre por una espada de dolor traspasada,

Madre de penas consumida,

Madre llena de angustias,

Madre con el corazón en la Cruz clavada,

Madre tristísima,

Fuente de lágrimas,

Colina de tormentos,

Espejo de paciencia,

Peña dura de constancia,

Ancora de la esperanza,

Refugio de los desamparados,

Escudo de los oprimidos,

Vencedora de los incrédulos,

Consuelo de los miserables,

Medicina de los enfermos,

Fortaleza de los débiles,

Puerto de los que naufragan,

Calma de las tempestades,

Recurso de los afligidos,

Temor de los que ponen acechanzas,

Tesoro de los fieles,

Ojo de los Profetas,

Báculo de los Apóstoles,

Corona de los Mártires,

Juez de los Confesores,

Perla de las Vírgenes,

Consuelo de las viudas,

Alegría de todos los Santos,

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo… Perdónanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo… Escúchanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…Ten piedad de nosotros.

Ruega por nosotros, Virgen Dolorosísima, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de tu Hijo Santísimo, nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

 

Rosas a la Virgen por el mes de María (día 11)

DÉCIMO PRIMER DÍA:

En mayo “es tradición rezar el Rosario en casa, con la familia. Las restricciones de la pandemia nos han ‘obligado’ a valorizar esta dimensión doméstica [de nuestra existencia] también desde un punto de vista espiritual”, dice Francisco en una Carta a los fieles.

Por eso propone “redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa, y acompañarlo con la oración de ‘Bendita Sea Tu Pureza’”, donde nos encomendamos a la Virgen Santa, honrando una de sus principales Virtudes: la de la Pureza de alma y cuerpo. Eso es algo que nosotros, como integrantes del ANE siempre hacemos; es decir, la oración señalada por el Santo Padre es una de las que rezamos como “oraciones finales”, después de rezar “Bajo tu amparo”.

En esta humilde pero extraordinaria oración, nos consagramos, junto con nuestras familias y todo lo que poseemos, a su servicio y protección. Asimismo, clamamos por su auxilio maternal y su acompañamiento en nuestro caminar por este mundo, lleno de tentaciones y dolores.

¡Ven Reina del Cielo y de nuestros corazones, y toma nuestras vidas, para que seamos dignos hijos Tuyos, aquí en la tierra! Apártanos de todo mal y libranos de las garras del enemigo infernal y de todas sus astucias y engaños. Llévanos, Madre Auxiliadora, contigo al Cielo tomados de tu mano, y envueltos con tu amor en tu manto celestial.

ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios…»

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh, Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz.

Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este período de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero, utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos, sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh, María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh, clementísima, oh piadosa, oh, dulce Virgen María! Amén

ROSAS PARA LA VIRGEN:

Ofreceremos a la Virgen, hoy y mañana más, la “Coronilla a las lágrimas de María”, también llamada la “Corona de los siete dolores de la Virgen”, pidiendo especialmente:

– Por la conversión del mundo.

– Por los enfermos de COVID-19 y sus familiares.

– Por todas las almas de quienes han fallecido a causa de la pandemia.

– Por la situación económica de todas las familias del mundo.

– Por la paz en todos los hogares y en todos los países del mundo, y por quienes los gobiernan.

– Para que la Santísima Virgen nos guarde de todo mal.

– Para que, por intercesión de María, el Señor nos alcance las gracias que necesitamos para ser mejores hijos de Dios y mejores miembros del ANE.

ACLARACIÓN: Esta Coronilla que rezaremos NO es la que rezamos como devoción en nuestro Apostolado con los Padrenuestros y Avemarías ni nuestras meditaciones habituales. Los Siete Dolores, por supuesto, son los mismos, pero esta es una versión breve, para estos próximos diez días.

Iniciaremos esta Coronilla como siempre se la hace, rezando el Credo de los Apóstoles, que es el que habitualmente rezamos en el ANE; luego rezamos la “oración inicial” y lo que sigue, como se indica a continuación:

CREDO DE LOS APÓSTOLES:

Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

ORACIÓN INICIAL:

Con tus lágrimas, oh, Madre Dolorosa, destruye el dominio de los infiernos.

Con tu mansedumbre, Oh, Señor Jesucristo, Tú que estás desligado de cadenas, libra al mundo de los errores actuales. Oh, Jesús crucificado, postrados a tus pies, te ofrecemos las lágrimas de tu Santísima Madre, que te acompañó con ardiente y compasivo Amor, en el Doloroso camino de la Cruz.

Concédenos, oh, Buen Maestro, que sigamos de todo corazón, las enseñanzas que por medio de sus lágrimas nos ha dado, para que, cumpliendo con tu Santísima Voluntad en la tierra, nos hagamos dignos del honor de alabarte en el cielo por toda la eternidad. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén.

Los 7 Dolores de la Santísima Virgen:

Primer Dolor: Al oír la profecía de Simeón, de que su Hijo iba a morir y que su alma sería traspasada por una espada.

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste con el anuncio de Simeón cuando dijo que tu corazón sería el blanco de la Pasión de tu Hijo. Haz, Madre Mía, que sienta en mi interior la Pasión de tu Hijo y tus dolores, para que esto me ayude en mi Conversión”.

Intención: Por la conversión del mundo, empezando en nosotros, pecadores, que meditaremos estos misterios de dolor de nuestra Madre.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra.
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Segundo dolor: La huida a Egipto

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste en el destierro a Egipto, pobre y necesitada en aquel largo camino. Haz, Señora, que sea libre de las persecuciones de mis enemigos”

Intención: Por los enfermos de COVID-19 y sus familiares: que por intercesión de nuestra Madre del Cielo, el Señor alivie sus sufrimientos y les dé fortaleza.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Tercer Dolor: El Niño Jesús perdido por 3 días

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste con la pérdida de tu Hijo durante tres días en Jerusalén. Concédeme lágrimas de verdadero dolor para llorar culpas por las veces que he perdido a mi Dios en el camino de la vida”

Intención: Por todas las almas que se nos han adelantado en el camino de regreso a la Casa del Padre, a causa de la pandemia, para que Dios las reciba pronto en Su Gloria, y para que el Señor, Rico en Misericordia, les dé la fortaleza y resignación a sus familiares y amigos ante el dolor de la pérdida.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Cuarto dolor: El encuentro de la Virgen María con Jesús, cargando la Cruz en el camino al Calvario

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste al ver a tu Hijo con la cruz sobre los hombros, caminando al Calvario entre burlas, ultrajes y caídas. Ayúdame, Señora, para que lleve con paciencia la cruz de las mortificaciones y de los esfuerzos cotidianos”

Intención: Por la situación económica de todas las familias del mundo, y por todos los desafíos que se vienen en adelante; para que la Virgen nos cubra a todos con maternal Manto, y nos ate a Su Inmaculado Corazón.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Quinto dolor: La crucifixión y muerte de Jesús

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste al ver morir a tu Hijo, clavado en la cruz entre dos ladrones. Ayúdame, Señora, a crucificar diariamente mis debilidades, vicios y pasiones”

Intención: Por la paz en todos los hogares y en todos los países del mundo. Por los que gobiernan las naciones; para que el Espíritu Santo los ilumine y guíe ante la nueva situación, los riesgos y las oportunidades que enfrentarán las sociedades del mundo ahora.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María
  3. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  4. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo

Sexto Dolor: El Cuerpo de Jesús es bajado de la Cruz y colocado en los brazos de su Madre

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste al recibir en tus brazos aquel santísimo cuerpo difunto y desangrado, con tantas llagas y heridas. Haz, Señora, que mi corazón viva herido de amor y muerto a todo lo mundano.”

Intención: Para que la Santísima Virgen nos guarde de todo mal del cuerpo y del alma; sea nuestro amparo, nuestro auxilio y nuestro perpetuo socorro; eficaz abogada e intercesora, verdaderamente una Madre, para todos nosotros.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Séptimo Dolor: Por la soledad en que se quedó al sepultar a su Divino Hijo

Meditación: “Me compadezco, Madre Dolorosa, por el dolor que padeciste en tu soledad, sepultado ya tu Hijo. Haz, Señora, que yo quede sepultado a todo lo terreno y viva sólo para Ti y sienta en mi interior la Pasión de tu Hijo y tus dolores.”

Intención: Para que por intercesión de María, el Señor nos alcance las gracias, dones y talentos que necesitamos para ser mejores hijos de Dios y mejores miembros del ANE: personas de paz y de servicio; testigos y promotores del amor y la misericordia en los lugares donde nos desenvolvemos, transmitiendo fe, esperanza y caridad, especialmente a quienes más lo necesitan.

En lugar del Padre Nuestro se dirá:

  1. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en la tierra,
  2. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo.

En lugar de las siete Avemarías se dirá (7 veces):

  1. Oh Jesús, oye nuestras oraciones.
  2. Por las lágrimas de tu Santísima Madre, la Virgen María

Oración final:

¡Oh, María, Madre del Amor, del dolor y de la compasión, te rogamos que unas nuestras oraciones con las tuyas, para que Jesús, tu Hijo Divino a Quien invocamos, oiga nuestras súplicas, en nombre de tus lágrimas Maternales, y nos conceda la Paz que tan ardientemente buscamos, para que así podamos obtener la corona de la vida eterna. Amén.

 LETANÍAS:

Señor ten piedad de nosotros… Señor ten piedad de nosotros

Cristo ten piedad de nosotros… Cristo ten piedad de nosotros

Señor ten piedad de nosotros… Señor ten piedad de nosotros

Cristo óyenos… Cristo óyenos

Cristo escúchanos… Cristo escúchanos

Padre Celestial, que eres Dios… Ten piedad de nosotros

Hijo, Redentor del mundo, que eres Dios… Ten piedad de nosotros

Espíritu Santo, que eres Dios… Ten piedad de nosotros

Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad y misericordia de nosotros

Ahora se contesta:  RUEGA POR NOSOTROS

Santa maría,

Santa Madre de Dios,

Santa Virgen de las Vírgenes,

Madre en el Corazón Crucificada,

Madre Dolorosa,

Madre llorosa,

Madre afligida,

Madre desamparada,

Madre desolada,

Madre de tu Hijo privada,

Madre por una espada de dolor traspasada,

Madre de penas consumida,

Madre llena de angustias,

Madre con el corazón en la Cruz clavada,

Madre tristísima,

Fuente de lágrimas,

Colina de tormentos,

Espejo de paciencia,

Peña dura de constancia,

Ancora de la esperanza,

Refugio de los desamparados,

Escudo de los oprimidos,

Vencedora de los incrédulos,

Consuelo de los miserables,

Medicina de los enfermos,

Fortaleza de los débiles,

Puerto de los que naufragan,

Calma de las tempestades,

Recurso de los afligidos,

Temor de los que ponen acechanzas,

Tesoro de los fieles,

Ojo de los Profetas,

Báculo de los Apóstoles,

Corona de los Mártires,

Juez de los Confesores,

Perla de las Vírgenes,

Consuelo de las viudas,

Alegría de todos los Santos,

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo… Perdónanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo… Escúchanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…Ten piedad de nosotros.

Ruega por nosotros, Virgen Dolorosísima, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de tu Hijo Santísimo, nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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